Las cinco primeras fotos son, de Seúl (Corea del Sur)
Los dos últimos días en Seúl, antes
de nuestro retorno, transcurrieron apaciblemente. Con la ciudad bajo
nuestro control y tan animada, como siempre, disfrutamos de volver a
recorrer los sitios de siempre, nos empachamos en los supermercados
de las degustaciones, bebimos soju y licores, hasta que se nos
salieron por las orejas y estuvimos acompañados por una climatología
excelente, casi impropia de estas fechas.
La última noche la pasamos en el
aeropuerto, viendo capítulos de “Mar de plástico” y “Velvet”,
en el móvil (con la incertidumbre de si Alberto habrá perdido la
vida en el accidente aéreo del vuelo, a La Habana). El lugar es
bastante confortable para dormir, dado que la temperatura resulta
ideal y nunca eres molestado. El lugar más tranquilo se ubica de
camino a donde se coge el tren a la ciudad.
La única preocupación ya, era
enlazar bien con el vuelo de Estambul, dado que sólo teníamos una
hora y veinte minutos de escala para organizarlo todo. Mal principio,
porque salimos media hora tarde. El primer trayecto, larguísimo. No
me explico, que a la ida fueran nueve horas y treinta y cinco minutos
y ahora hayamos tardado tres más. ¿Habremos rodeado el planeta
entero?. Para colmo, damos vueltas y vueltas sobre la ciudad turca,
síntoma de la congestión del tráfico aéreo dominical.
Esta y la siguiente son, de Suwon (Corea del Sur)
Aterrizamos sin tiempo para la
conexión. Menos mal, que somos varios los que tenemos el mismo
problema y el avión, a Madrid, nos espera. El resultado final es,
que llegamos a nuestro destino con el suficiente retraso, para que
sean más de las doce de la noche y hayamos perdido el último
autobús a Valladolid. Toca pasar la noche en el frío y desangelado
aeropuerto de Barajas, algo que no nos hace ninguna gracia.
No quiero dejar de mencionar, a
Turkish Airlines, una de las mejores compañías con las que hayamos
volado jamás (y lo hemos hecho con más de cincuenta). Aviones
nuevos, trato muy agradable y alimentación copiosa y excelente: un
aperitivo, dos comidas principales y las bebidas alcohólicas, que el
cuerpo aguante. Eso en el vuelo largo. En el corto, sólo una comida,
como es natural. Especialmente espectaculares, el cordero con puré
de patatas, verduritas y bulgur y la ensalada de salmón marinado de
la ida.
Busan (Corea del Sur)
Es la primera vez, en nuestras ya
dilatadas vidas, que sufrimos de jet lag y hemos estado
atontolinados, durante un par de días (cosa, que no ocurrió a la
ida). Y eso, que yo dormí más de diez horas, durante los dos
vuelos.
La experiencia, que al principio se
asemejaba al mismísimo rosario de la aurora, ha sido muy positiva.
Lástima, no haber podido combinar este destino con cuatro días, en
Tokio. Pero el elevado precio del vuelo, desde Seúl, lo ha impedido.
Esta y la de abajo son, de Gyeongju (Corea del Sur)
Hemos conocido una atrayente y nueva
cultura, distinta a las por nosotros exploradas en el pasado. Algunas
cosas nos las esperábamos y otras, sin embargo, han resultado
completamente sorprendentes. Las unas y las otras, se han venido
detallando a lo largo de los nueve posts anteriores.
Debido a la comida gratuita, hemos optimizado el presupuesto de una manera increíble: 460 euros en total, para dos personas, más los 500 de cada uno de los billetes aéreos. El alojamiento ha salido por una media de 21 euros diarios, teniendo en cuenta, que una noche la pasamos en el aeropuerto de Incheon y otra en la estación, de Busan. No computan las dos noches, que trascurrieron en los trenes.
Aeropuerto, de Incheon (Corea del Sur)
Si te lo sabes montar bien y comes en
las degustaciones de los supermercados, bebes soju y licores -y
evitas por todas las maneras posibles la cerveza-, le echas un rato
para comparar alojamientos y viajas -en la medida de lo posible- en
el transporte público nocturno, el país no resulta demasiado caro.
Las entradas a los lugares de visita son de precio moderado y como ya
se dijo, unas cuentas cosas se pueden ver sin cargo.