Todas las fotos de este post son, de Gyeongiu (Corea del Sur)
Apuramos el viaje.
Dieciocho días pasan a distintas velocidades, como ocurre con la
propia vida. La primera mitad del periplo da mucho de si y después,
los días parecen escaparse entre los dedos, sin poder remediarlo.
Parece, que fue hace unas
horas, cuando llegamos a Gyeongju y ya llevamos tres días, subiendo
esforzados montes y contemplando paisajes, budas y templos de
diferente linaje y estado de conservación. Hoy, la climatología nos
ha hecho la puñeta, pero aún así, hemos cumplido nuestros planes
de visitar un bello templo y una gruta artificial erigida en honor,
como no de Shiddhartha.
En esta ciudad, para ir a
todo lo interesante, hay que ascender, esforzadamente, hacia arriba,
poniendo en prueba nuestras capacidades físicas. En Gyeongju,
encontramos multitud de tumbas curiosas y en los montes adyacentes,
también. Las hay de proporciones desproporcionadas, del tamaño de
una montaña, con perfecta forma convexa y cubiertas de hierba. Las
más modestas son mucho más pequeñas, están en lugares más
apartados y tienen – no siempre- lápidas muy discretas.
Antes de volver a Seúl,
a matar esta deliciosa aventura, mañana pasaremos por la impersonal
-eso dicen- Daegu. Aquí, hemos comido un poco peor o mejor dicho,
mucho más repetitivo. Y encima, nos ha tocado pagar, porque los
supermercados son muy básicos y no ofrecen degustaciones. Sopas del
Seven Eleven, a 90 céntimos y salchichas rebozadas y pescado
procesado coreano, a unos 40 céntimos la pieza. ¡Al fin,
encontramos buenos precios para yantar!.
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