Kaolack
Abandonamos Mali, sin más contratiempos, que dos pinchazos en el último trayecto, hasta la frontera, en la misma rueda, que ya estaba para el desguace, antes de emprender el camino. Dudamos, de si el remedio a estos males, estuvo en los chicles, que llevaban en la guantera.
Abandonamos Mali, sin más contratiempos, que dos pinchazos en el último trayecto, hasta la frontera, en la misma rueda, que ya estaba para el desguace, antes de emprender el camino. Dudamos, de si el remedio a estos males, estuvo en los chicles, que llevaban en la guantera.
Bueno, en
realidad no dejamos Mali del todo, porque no nos quedo otra, que hacer noche en
la frontera, que componen dos pueblos –Kidira, en Senegal y Diboli, en Mali-,
separados por un puente, que atraviesa un exiguo río, cuyo caudal apenas da,
para lavar la ropa. Aunque se trata de países distintos, te puedes mover sin
apenas trámites, entre ambos lugares (la zona Schengen, de África occidental).
Y así nos pasamos 12 horas, yendo de Mali a Senegal y de Senegal a Mali.
En uno de
los pueblos está el cíber, en el otro el único bar con cerveza, al igual que
lugares a visitar, teniendo que volver al primero, a nuestro básico
alojamiento. Finalmente, conseguimos romper el círculo, embarcándonos en un
extraño cacharro colectivo, en el que salvo averías, sufrimos casi todas las
posibles incidencias y penalidades: peleas, abastecimiento de gasolina de
manera clandestina, salidas de la ruta, para cargar cualquier cosa, paradas
para asuntos inverosímiles…
Tambacounda
Por fin,
agradecimos llegar con la lengua fuera, a Tambacounda, donde nos esperaba menos
calor que la otra vez, nuestro antiguo alojamiento y una cerveza fría (lo único
que en Senegal, es más barato, que en Mali).
Al día siguiente, abandonamos
definitivamente, esta ciudad, con más dificultades de las previstas.
Conseguimos encontrar un bus nocturno, después de evitar las tretas y presiones
de la maldita mafia de los cacharros.
Llegamos a Kaolak,
a las cuatro de la mañana. Ayer, después de haber visitado el cíber y ver los
precios de los vuelos, hemos decidido volver por tierra. No sabemos si a casa o
a Líbano y Chipre. El camino será largo y
muy posiblemente, aburrido.
Kaolack es
nuestra última parada en Senegal, antes de retornar a Dakar, a hacer la visa de
Mauritania. La localidad –donde por primera vez, sentimos fresco y no hay que
mojar la cama, después de tres semanas-, cuenta con el segundo mercado cubierto
más grande de África, después de Marrakech, una catedral fea y varias
mezquitas, alguna en construcción. A pesar de ser más grande, es aún más
polvorienta y rural, que Tamba.
kayes
Anoche,
antes de tomar el bus a este destino, conversamos, largamente, con un hombre de
Mali, que nos dijo, que habíamos tenido mucha suerte, al poder haber abandonado
el país. También nos comentó, que no entiende como en una nación como la
nuestra, con 6 millones de parados, no arremetemos contra los equipos de fútbol
–léase Madrid y Barça-, que pagan esas millonadas a sus jugadores.