En el aeropuerto de Copenhague, camino de Kaunas, nos sustrajeron dos latas de sardinas, bajo el pretexto, de que contenían líquidos. Tratar de convencer al cabeza buque danés de turno, de que era una pequeña parte de tomate y de que el total del contenido era de 90 gramos - por debajo de los 100 mililitros - fue imposible.
El aeropuerto de Kaunas se encuentra cerca del centro. El bus, que te lleva allí, es lo único barato, que encontramos en este país. Nada más descender del vehículo y en una mañana soleada y con temperatura alta, nuestras primeras enemigas fueron las hambrientas avispas. Comíamos un par de dulces, comprados en un poco animado mercado y cinco de ellas, nos atacaron vorazmente. Mi pareja consiguió introducir a una de ellas dentro de la bolsa de los bollos y la estrujó. De las cuatro restantes nos costó más, librarnos.
La segunda batalla fue nuestro primer hotel del viaje, de autocheck-in. Mucha incertidumbre, cabreos al sol y paseos airados, antes de que nos mandarán las claves de acceso al establecimiento y la llave de la habitación, sin baño. Apartamento turístico compartido bastante regular, pero al menos, encontramos una cama, una ducha y un lugar para dejar las mochilas.
Quizás, Kaunas sea una ciudad más para vivir, que para turistear. Es tranquila y cuenta con dos muy agradables largas calles peatonales, que invitan al paseo y al relax. El centro histórico no es muy grande, pero tiene una bella plaza -habitual, en los países bálticos -, varias iglesias de relumbrón y una fortaleza. En ella, padecimos el siguiente problema: un agresivo hombre, que nos censuró y abroncó, porque una mujer estuviera haciendo una foto a un hombre, lo que él, consideraba inadmisible. Costó librarse de semejante imbécil.
Al día siguiente nos fuimos, a Vilnius, ciudad ya visitada en 2.005, de la que no nos acordábamos mucho. Vilnius es bellísima y está bien cuidada en materia de limpieza y mantenimiento, pero la mayor contrariedad resulta ser, que el tráfico invade la mayor parte del casco histórico, haciendo molesta la visita.
A poco más de treinta kilómetros de Vilnius, se aloja el bello castillo de Trakai. Pensábamos, que se podía hacer un triángulo de transporte público entre estos dos puntos y Kaunas, pero la realidad es, que solo se puede acceder desde el primer lugar, en tren o en autobús. Así, que nos quedamos sin visitarlo.
El salario medio en Lituania supera por poco los mil euros mensuales, pero en general, la vida es más cara, que en España, siendo el precio de la cerveza y del alcohol, prohibitivos. Hay suficientes supermercados y mercados, pero los escasos clientes en ambos lugares llevan muy poquitas compras.
La segunda noche en el país baltico y por motivo de nuestro tempranero vuelo, a Gotemburgo, nos tocó dormir en el aeropuerto, sin molestias. Al acceder a los controles de seguridad observamos un mostrador, donde al menos, había apiladas cien latas de sardinas requisadas a los pasajeros. No lo entendemos, siquiera sabiendo, que los envases de este pescado en Lituania son redondos y pesan casi doscientos gramos.
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