Bergen es mucho más, que su extraordinario mercado de pescado y un lugar, donde guarecerse de los agresivos calores del verano y de principios del otoño. Bergen, sobre todo, está marcada por su magnífica e inigualable situación geográfica, con una costa repleta de ensenadas y salientes de formas muy caprichosas y bellas.
Si alguna vez, habéis visto, aunque sea, unas pocas fotos de esta ciudad, no se os escapará, que la imagen más destacada es la de las casitas estilo nórdico, alineadas junto al mar y que son muy vistosas, desde el frente de la serena bahía. Debemos decir, que nos desencantaron un poco, porque unas cuantas de ellas se encuentran en obras, como tantos otros atractivos turísticos a lo largo de este viaje.
Bergen tiene un pequeño casco histórico de agradables calles y con unas pocas iglesias y la catedral y edificios de interés, que hacen agradable el paseo. Es muy visitada la cercana zona de Bryggen, compuesta por muchas edificaciones de madera en diferente estado de conservación, donde han recalado unos cuantos negocios orientados a los viajeros y turistas.
También, en la plácida Bergen, hay lugar para el senderismo urbano, que llevan a cabo, sobre todo, los lugareños. Se trata del ascenso a la cima del monte Floyen, desde donde contemplar las increíbles vistas de la bahía y una panorámica global de la ciudad. Hay, que estar un poco en forma para completar este camino ascendente, mayormente asfaltado y curvilíneo, en el que, aproximadamente, se invierte una hora en llegar y otra, en descender, si te lo tomas con calma y vas haciendo paradas contemplativas y para fotos. Aunque también puedes subir en el funicular.
También y para escalas o esperas largas -como fue nuestro caso -, resultan entretenidos los alrededores del aeropuerto, porque cuentan con numerosas y largas aceras, además de bastantes carriles de bicicleta.
Una de ellas y a lo largo de seis kilómetros, lleva hasta la localidad de Lagunen. Su mayor atractivo es un enorme centro comercial dotado de todos los servicios imaginables, incluido un competitivo y bien abastecido supermercado. Hay otro super de menores dimensiones, más cercano -a poco más de un kilómetro de las terminales -, en dirección contraria. Por otras zonas asfaltadas, se puede llegar a diversos pequeños pueblos, sin demasiado interés, pero en una actividad, que permite pasar el rato sin peligro aparente.
Lo que más nos ha llenado de Bergen es la sensación de paz, de tolerancia y de convivencia sencilla, que trasmite. Si excluimos los prohibitivos precios de las bebidas alcohólicas, del vino y de la cerveza, es posible comer o beber por cantidades razonables y más, teniendo en cuenta, el nivel salarial de sus nativos y acogidos. Entre estos últimos, destacan fundamentalmente, los europeos (muchos españoles). Nos extrañó, que no haya casi inmigración del otro lado del charco o del norte de África, como ocurre en otros países del continente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario