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sábado, 5 de noviembre de 2022

La noche de Etihad ( parte II)

           No sabemos el por qué, pero hay más gente en la zona de tránsito, que hace un mes, a la que hemos accedido tras otro largo control de equipajes, en el que mi pareja pita en el arco y es cacheada, sin encontrarsele nada.

          Al llegar a la puerta 49, la nuestra, intuimos por el volumen de pasajeros, que el vuelo, a Madrid, va lleno. Nosotros tenemos buenos asientos en la parte media del avión. Prueba de ello es, que las jardineras van colapsadas, como si aún, estuviésemos en los autobuses de India.  Conversamos con una chica portuguesa, que es azafata de esta compañía, que ha trabajado hoy, pero qué ahora, se va de vacaciones a su país.

          Embarcamos y la gente trata de dormir, porque son las 2:45 de la madrugada . Yo ya me he desvelado. Comienza una historia, absolutamente real, aunque matizada por mis deducciones y pensamientos, que luego y tras la lectura de los hechos en prensa,resultaron  ser bastantes fiables.

          La fila 35 derecha del avión, la ocupo yo en ventanilla, mi pareja , en el medio y una persona de media edad,  a la que en la mayoría de los vuelos, ni siquiera , habríamos dicho, hola  o adiós 

          Empiezo a ponerme nervioso y no, porque la espera es lenta, que lo es. Al margen, de las rutinarias instrucciones habituales a pasajeros en cabina, hay determinadas conversaciones en árabe por megafonía, que se hacen interminables y además, solapadas por constantes interferencias. ¿Serán rezos islámicos? Lo dudo, porque ninguna oración está programada a estas horas en el Islam y nunca vi orar en ninguna religión a los tripulantes antes del despegue de un vuelo.

          Mi pensamiento se desvía al pánico ¿Estaremos inmersos en un vuelo suicida, en el que esté implicado el piloto? No creo, porque no llevarían a cabo conversaciones en público y alguien, que hable árabe en el pasaje, se habría enterado de sus pretensiones O, ¿Estarán todos conchavados?

    El vuelo empieza a rodar por la pista en hora. Este aeropuerto debe ser muy grande -como nos ha confirmado la azafata portuguesa-, porque tardamos veinticinco minutos -algo inusual- en rodar por la pista. Son las 3:35 horas. Durante estas maniobras me duermo y sueño, con que el avión ha tenido problemas y va por la carretera, en vez de volando, esquivando vehículos, personas aterradas y casas. 

          Todo parece normal, hasta las 4:15, cuarenta minutos después de haber despegado. Estamos a la altura de Doha, donde pronto empezará el Mundial de futbol y nuestro itinerario transcurrirá por Ciudad de Kuwait, entre Ryad y Jedah, para salir al Mediterráneo por la izquierda de El Cairo y cruzar Creta, Lamezia, el norte de Argelia, para sobrevolar Mallorca y entrar por Valencia, a Madrid.

          El personal de cabina empieza a repartir la cena, el desayuno o ¡yo que se!, dadas las horas que son. Y nos quedamos sin saber lo que es, porque justo, cuando la camarera llega a la fila anterior a la nuestra, estalla todo.

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