Si algo ha mejorado la tecnología para los viajeros es, que ya no tienes,que ir a pedir explicaciones a un mostrador, donde no hay nadie y basta con tener encendido tu móvil y esperar a recibir un correo electrónico o un SMS, con las nuevas instrucciones, que indican, que partiremos en dos horas, a las siete de la mañana.
Nosotros, vamos consolidando a toda prisa, una relación de emergencia, con Beñat. Hemos tenido suerte con nuestro compañero de asiento, porque maneja unos parámetros viajeros muy similares a los nuestros. Compatibilizamos al instante y seguiremos los tres juntos, haciendo migas y contándonos nuestra vida a toda velocidad y con emoción, hasta el final del viaje.
En los alrededores de la puerta de embarque, todo el mundo cuenta su historia, para quien la quiera escuchar. La más dramática es, la de una pareja de Ronda. Ella es algo borde o simplemente, hoy está enfadada, que motivos no le faltan.
A la ida, tardaron 48 horas en llevarles a Bangkok y aunque les ofrecieron hotel, solo les sirvió para ducharse. Todo bien, en el Madrid - Abu Dhabi, pero en el vuelo siguiente, veinticinco personas fueron víctimas de overbooking. Ellos pasaron un auténtico calvario, porque tras unas horas les mandaron a Bombay. Como no tenían visado, de India, no podían entrar en el país, a conseguir la tarjeta de embarque. No nos quedó muy claro, si fue un buen samaritano de los mostradores o un jerifalte, el que in extremis, les acabó solucionando el problema.
Parece ser, que nos van a dar algo de comer. Se forma una interminable cola, que no avanza, frente a una cafetería, donde te entregan dos bollitos y un café. Nos ponemos los últimos, porque no tenemos mejor cosa, que hacer. Pero unos avispados y amables septuagenarios, con los que habíamos charlado antes, nos indican, que en la planta de arriba hay mucha más oferta y que no hay nadie.
Y así es. Subimos los tres, para seguir confraternizando y meternos un solemne desayuno, a base de un enorme triángulo de pizza rebosante, de pollo, queso, pimientos y chiles -pica la cuarta parte, que los de India- y un enorme café. Un SMS nos avisa, de que el vuelo ha sido retrasado a las nueve de la mañana y ante tan buen rollo, nos da igual, a pesar de que Beñat, esta preocupado, porque ya ha perdido el enlace desde la capital de España a Bilbao.
A las ocho y sin más novedad, estamos embarcando. Hay debate, sobre si se trata del mismo avión o de otro, pero no conseguimos llegar a un consenso. Hay, que decir, que la gestión del problema por parte de Etihad, ha sido ejemplar, hasta tal punto, que al llegar a Madrid, resolvieron los problemas de todos los pasajeros con enlaces perdidos, ubicándolos en otros vuelos.
La tripulación había cambiado, como es lógico y entre el personal de vuelo, había varios españoles, al contrario, que el día anterior, supongo, que por si necesitabamos ayuda o ánimo. Mantengo la siguiente conversación con un azafato, según transitamos por el pasillo del avión:
Él: Tranquilos, que hoy lo conseguimos, seguro
Yo: ¡No tenemos la menor duda!
Él: ¿Os había pasado esto alguna vez?
Yo: No y eso, que hemos viajado por 140 países. Y, ¿ a vosotros, como tripulación?
Él: Nunca.
Nos sentimos emocionados, porque hemos ganado un gran amigo - aunque, probablemente, no lo volvamos a ver nunca- y hemos disfrutado de una aventurosa experiencia aérea inigualable, sin coste alguno.
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