La chica, de Almaty, sus estados de WhatsApp y más fotos de esta ciudad (Kazajistán)
Estamos comprobando -al margen de lo que dicen las cifras del salario medio-, que Kazajistán, puede ser el país más próspero económicamente de la zona. Los datos lo dicen: tiene petróleo y gas y el presidente octogenario, que lleva desde el año de la torta, está más preocupado del progreso económico -de los de siempre-, que de establecer la democracia y permitir una oposición. Ha encarcelado a varios de ellos e incluso, a personas poderosas, como un magnate de la cerveza y a todos aquellos, que se le han opuesto.
Pero eso, es información y la podéis constatar en cualquier parte. Yo, sin embargo, os doy mi opinión: Almaty es la ciudad de los parques y de los parkings, -siempre omnipresentes, eternos y estresantes en cada esquina, de Asia Central. Vayas por donde vayas, todo está lleno de zonas arboladas y de anchas aceras, accesibles para los incipientes patinetes y sobre todo, para los numerosos ciclistas de Globo (algunos van andando con la mochila amarilla a cuestas).
Al menos y es de agradecer, no hay falsos bordillos a lo uzbeko o baldosas levantadas, a lo kirguiso. Pero todo es engañoso en cuanto a las distancias. Se trata de una ciudad construida a lo ancho, de cuadras perfectas con enormes cruces de semáforos intermitentes, aunque los conductores, en general, son respetuosos.
El problema surge, cuando te das cuenta de la lejanía entre unos puntos y otros Estás en el número 200 de la calle y quieres llegar al 40. Y, te dices: "serán 20 minutitos". Pues no, pueden ser dos horas y media, porque en cualquier larga manzana, llena de parques, universidades, edificios oficiales o lo que sea, es posible, que quepan solo dos números.
Supermercados hay todos los que quieras, mucho más nuevos, abastecidos -que en los países anteriores- y con amplios horarios. A pesar de lo que digan las guías, no es Kazajistán, más caro, que Uzbekistán o Kirguistán.
Nuestra obsesión de hoy, consistía en registrarnos en la policía, trámite, que hay que hacer, sino te han puesto dos sellos en la tarjeta de entrada o si estás más de cinco días en el país. Nosotros, cumplimos los dos requisitos, pero no nos la queremos jugar. Cuesta encontrar el edificio, porque la entrada no está dónde pone la guía, pero in extremis, nos arreglamos, como casi siempre. Efectivamente, nos indican, que no necesitamos registro.
En estos países de la órbita soviética -donde siempre padecimos cierta inseguridad, desde hace 30 años-, nunca nos acabamos de fiar. Nos da más miedo la policía -y eso, que aquí no hay mucha visible-, que los cacos. Parece, sin embargo, que las cosas han mejorado un poco. Pero, aún así, siempre te persigue la incertidumbre. Puedes pasar horas tranquilo y de repente, te salta la alarma. Tres policías -más bien, antidisturbios, según su uniforne-, nos han perseguido por varias calles, de Almaty, hasta que hemos conseguido huir de su segura extorsión, a cambio de tenernos el pasaporte (la práctica es muy vieja y ya la hemos sufrido en el pasado)
Y todo, porque nos habíamos despistado, al disfrutar de la conversación con una joven kazaja, que nos ha escuchado hablando en español y que ella ha aprendido, de forma autodidacta, leyendo libros. Quiere ir a España y nosotros le ofrecemos nuestra hospitalidad. Conoce a otros españoles, pero como están por aquí aprendiendo idiomas, conversa con ellos solo en ruso. Intercambiamos los whatsapps y ¡ya veremos!
Estamos comprobando -al margen de lo que dicen las cifras del salario medio-, que Kazajistán, puede ser el país más próspero económicamente de la zona. Los datos lo dicen: tiene petróleo y gas y el presidente octogenario, que lleva desde el año de la torta, está más preocupado del progreso económico -de los de siempre-, que de establecer la democracia y permitir una oposición. Ha encarcelado a varios de ellos e incluso, a personas poderosas, como un magnate de la cerveza y a todos aquellos, que se le han opuesto.
Pero eso, es información y la podéis constatar en cualquier parte. Yo, sin embargo, os doy mi opinión: Almaty es la ciudad de los parques y de los parkings, -siempre omnipresentes, eternos y estresantes en cada esquina, de Asia Central. Vayas por donde vayas, todo está lleno de zonas arboladas y de anchas aceras, accesibles para los incipientes patinetes y sobre todo, para los numerosos ciclistas de Globo (algunos van andando con la mochila amarilla a cuestas).
Al menos y es de agradecer, no hay falsos bordillos a lo uzbeko o baldosas levantadas, a lo kirguiso. Pero todo es engañoso en cuanto a las distancias. Se trata de una ciudad construida a lo ancho, de cuadras perfectas con enormes cruces de semáforos intermitentes, aunque los conductores, en general, son respetuosos.
El problema surge, cuando te das cuenta de la lejanía entre unos puntos y otros Estás en el número 200 de la calle y quieres llegar al 40. Y, te dices: "serán 20 minutitos". Pues no, pueden ser dos horas y media, porque en cualquier larga manzana, llena de parques, universidades, edificios oficiales o lo que sea, es posible, que quepan solo dos números.
Supermercados hay todos los que quieras, mucho más nuevos, abastecidos -que en los países anteriores- y con amplios horarios. A pesar de lo que digan las guías, no es Kazajistán, más caro, que Uzbekistán o Kirguistán.
Nuestra obsesión de hoy, consistía en registrarnos en la policía, trámite, que hay que hacer, sino te han puesto dos sellos en la tarjeta de entrada o si estás más de cinco días en el país. Nosotros, cumplimos los dos requisitos, pero no nos la queremos jugar. Cuesta encontrar el edificio, porque la entrada no está dónde pone la guía, pero in extremis, nos arreglamos, como casi siempre. Efectivamente, nos indican, que no necesitamos registro.
En estos países de la órbita soviética -donde siempre padecimos cierta inseguridad, desde hace 30 años-, nunca nos acabamos de fiar. Nos da más miedo la policía -y eso, que aquí no hay mucha visible-, que los cacos. Parece, sin embargo, que las cosas han mejorado un poco. Pero, aún así, siempre te persigue la incertidumbre. Puedes pasar horas tranquilo y de repente, te salta la alarma. Tres policías -más bien, antidisturbios, según su uniforne-, nos han perseguido por varias calles, de Almaty, hasta que hemos conseguido huir de su segura extorsión, a cambio de tenernos el pasaporte (la práctica es muy vieja y ya la hemos sufrido en el pasado)
Y todo, porque nos habíamos despistado, al disfrutar de la conversación con una joven kazaja, que nos ha escuchado hablando en español y que ella ha aprendido, de forma autodidacta, leyendo libros. Quiere ir a España y nosotros le ofrecemos nuestra hospitalidad. Conoce a otros españoles, pero como están por aquí aprendiendo idiomas, conversa con ellos solo en ruso. Intercambiamos los whatsapps y ¡ya veremos!
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