Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 3 de octubre de 2014

Mantener, como una joya reluciente, tu miserable equipaje de dessperdicios

                                                     Camino de Bagkok (Tailandia), en Zurich (Suiza)
          A punto de poner ya casi los pies en España, antes de afrontar los últimos días de nuestro sexto viaje largo, te das cuenta perfectamente, de que todos los periplos de este tipo, siguen los mismos patrones. Da igual, duren cien días o doscientos cincuenta, siempre, que al menos, superen los treinta.
Bangkok (Tailandia)
           Las primeras dos o tres semanas se pasan de manera muy lenta. Cada día parece dar de si, hasta el infinito y el tiempo, que llevas, se insinúa como mucho mayor, al real. En este periodo, aún sigues pendiente, de todos los asuntos y personas, que has dejado en España (sobre todo, cuando te aburres en el transporte público).

          Pero, a partir del mes, todo se transforma. Empiezas a perder cierta consciencia, por el propio espíritu de supervivencia. Te olvidas de todo lo que te atormentaba o te hacía disfrutar en tu país. En realidad, pones en marcha el mecanismo defensivo, basado en el desconocimiento. Si hay noticias de España, a esas alturas, probablemente, no sean buenas, así, que mejor huir hacia adelante e ignorar todo, lo que no sea el día a día. Ya no sabes -ni siquiera te importa- si es miércoles o domingo, o la jornada 43, 57 ó 78 de andadura.
                                                                                                       Sangkhlaburi (Tailandia)
        Vives para el momento. Lo que hoy resulta absolutamente prioritario, mañana, una vez resuelto, cae en el pozo del olvido. ¡Qué se te rompe la cámara! -como nos ha ocurrido-,, alarma total. Una jornada después, es absolutamente intrascendente, después de haber hecho cualquier apaño, para poder seguir haciendo fotos.

          No es nuestro caso, aunque hay personas, que a partir de esta fase, relajan sus costumbres higiénicas. Aunque lo que si es una obsesión general, es tratar de aguantar con lo que se tiene, hasta el final del viaje y luego, tirarlo todo. Así, puedes portar un calzado con tantos remiendos y arreglos, que no verás ni por asomo, a ninguno de los mendigos del país del tercer mundo, que estás visitando. Coses y recoses la mochila, sus asas, las cremalleras, la ropa interior... Todo, para mantener como una joya reluciente, tu miserable equipaje de desperdicios.

           Petchaburi (Tailandia), arriba y Phimai (Tailandia), debajo
          Otra cuestión a tratar, es la de los dolores en este tipo de aventuras. De repente, sientes alguna molestia física, sea en un pie, en el estómago o en un oído. Se encienden todas las luces rojas, que encaminan a lo más siniestro y fatal. Dos días más tarde, ni siquiera recuerdas, tan inquietante malestar.

          Los viajes largos son como el fast food, en todos los sentidos: pides con prisa y sin pensar demasiado, comes rápido y al poco, lo olvidas. ¡Que sabía es la mente humana!
Bundi (India)
          Y llegamos al desenlace, que generalmente ocurre, cuando en el ciber de turno, clickas sobre el vuelo de vuelta. Entonces, vuelven las preocupaciones e inquietudes de tu vida normal y el temor al regreso, que a su vez, ya es ansia.

          Cuentas a cada instante los días, que faltan para el retorno e incluso, puedes llegar a darte cuenta de la mierda de vida, que has llevado durante meses (temperaturas de 50º, ciudades inhóspitas, mala alimentación, transportes lamentables e insufribles...).

                                                          Margao (India), arriba y Bombay (India), debajo
          Otra característica, imposible de evitar y que aparece durante los últimos días, es la alta e incontrolable iiritabilidad.

          Pero, sobre todo, lo que más anhelas en ese periodo, es el momento de deshacerte de todos tus bienes “materiales”, tan largamente custodiados. He visto casos -excepcionales-, de alguien que después de llevar durante semanas la misma ropa, guardaba una muda limpia y una camiseta para el vuelo de vuelta.


                          Bhubaneswar (India), arriba y Rishikesh (India), debajo
          Lo que siempre sobrevive a la destrucción masiva, es la vetusta guía Lonely Planet, de hace diez años, que has usado en varios viajes y que desencuadernada, yace mugrienta, con olor a especias y a otras cosas menos mencionables, en el fondo del atijo de vuelta (que ya no, mochila).¡Y es que da una penita tirarla!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Je, je. Me parfecen muy atinadas y certeras estas reflexiones. Sobre todo, las relacionadas con el equipaje.

Gran blog, amiga.

Shinki

Eva dijo...

Muchas gracias.