Malika
Los alrededores de Dakar no merecen demasiado la pena, salvo que se esté en disposición, de perder el tiempo, como fue nuestro caso. A la espera de decisiones, que tuvimos que acabar tomando, a pesar de contar con las peores cartas de la baraja. Al fin, a Líbano y Chipre, en un caro vuelo de Emirates.
Los alrededores de Dakar no merecen demasiado la pena, salvo que se esté en disposición, de perder el tiempo, como fue nuestro caso. A la espera de decisiones, que tuvimos que acabar tomando, a pesar de contar con las peores cartas de la baraja. Al fin, a Líbano y Chipre, en un caro vuelo de Emirates.
Si en algo
acertamos, fue en trasladar nuestro alojamiento a Malika, a unos 25 kilómetros
al norte de Dakar, porque pasamos de pagar 11.200 francos por noche, a 5.000,
en un sitio básico –con agua de pozo en barreños-, aunque nuevo –en
construcción- y regentado de forma muy adecuada y amable, por los jóvenes del
pueblo. Lástima que les falten clientes, para repasar o disfrutar, en la que es
–muy brava y salvaje, de arena deliciosa-, la mejor playa del viaje, sin
desmerecer a la Yoff, que también visitamos.
En este último pueblo –coqueto, aunque de alojamientos caros-, viven de la pesca, mientras en Malika, no sabemos de donde les viene el sustento, aunque no, de ser pelmas. Aquí, perdiendo el tiempo, degustamos generoso thieboudienne y las cervezas más baratas del viaje, en un tranquilo bareto.
Malika
Tras acercarnos a la punta de los
Almadies, con sus fuertes olas, recalamos en N’Gor, un sitio extraño –de fea
playa-, donde en escasa armonía, conviven las calles con asfalto y bolardos,
con las de tierra, los humildes pescadores, con los guiris con cámara en ristre
y la basura y los edificios abandonados o a medio hacer, con las supuestas
mansiones de los blanquitos, a 1.500 €, el alquiler mensual. También, los
cochazos –con el negrito frota que frota- y las mulas con rústicos carros, a
tan sólo 10 km del centro de Dakar. Hay cerca, el hipermercado más grande de la
capital. Lo que en occidente, supone el lugar de compra de la clase humilde, en
gran parte de África, abastece a adinerados blancos, que paguen por productos
muy básicos –desde un bote de ketchup, a una lata de bonito o un bote de
alubias, con salchichas-, cuatro o cinco veces, lo que en Europa.
Nuestra
última excursión, fue al Lago Rosa, famoso, por ser el emotivo punto final, del
originario Paris-Dakar. Es acogedor y de color de vino rosado, aunque la visita
resulta algo anodina. Resorts y hoteles, que vivieron tiempos más gloriosos,
unos pocos guiris, circulando en buses o coches potentes y algún despistado
ofreciéndote piraguas. Estas no se ve , en centenares de metros a la redonda,
aunque si les dices que sí, probablemente, te la fabriquen. Malika
1 comentario:
Los tres últimos posts, fueron escritos, originariamente, entre el 15 y el 20 de abril, de 2.012
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