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jueves, 7 de junio de 2012

Decepcionantes libaneses


             Acostumbrados a los países de su entorno –Siria, Palestina, Jordania, Egipto, Turquía, Golfo Pérsico…-, en Líbano esperábamos encontrarnos gente maravillosa y afable. No queremos ser injustos. Para describir la idiosincrasia del país, hace falta estar más de una docena de días, como ha sido nuestro caso. Pero, el número de incidentes diarios padecidos aquí –generalmente por querer apropiarse de dinero, que no les corresponde-, ascienden a cuatro o cinco, cada sufrida jornada.   Deir el Qamar

            Pongamos, como ejemplo, un día como hoy:

1º.- Engaño en cuanto al destino del transporte. Nos aseguran que va a Balbeeck, pero debemos hacer cambio, a mitad de camino, en Chatura.
2º.- El nuevo y alocado conductor, hace sus chanchullos con el anterior. Se ve a la legua, que pretende estafarnos. Y así es. No entiende que cualquier viajero experto, pregunta el precio de todo lo que consume –sea un bien o un servicio-, previamente. Le damos 15.000 libras y pone cara de querer más. Le explicamos entre inglés –poco hablado aquí- y por señas, que son 6.000 cada uno y que nos devuelva nuestro cambio. Lo va haciendo poco a poco, billete –de mil-, a billete, con además de frustración.

3º.-Fotografiando una mezquita, aparece un descontrolado, que nos trata de arrebatar la cámara. Forcejeo de los dos contra él, durante más de un minuto y arrastrándole cincuenta metros, mientras gritamos “help us”. Nuestro blanco perfecto, dada la posición, era claro: un puñetazo en los cojones y el tipo, KO. Pero no quisimos meternos en problemas y la situación se arregló –con la presencia -que no intervención-, de los vigilantes de un parking. Su intención no era robarnos la cámara, sino que borráramos una foto, en la que él aparecía a más de 30 metros del objetivo. Era una instantánea panorámica y en la que salía una mezquita y naturalmente, toda la gente, que había en ese momento por allí, en un muy segundo plano.
                                                                Tripoli
Hay que decir, por otra parte, que incidentes similares a este, también los sufrimos en Mali y Senegal. Aunque, fueron mucho más leves.

4º.-Tomamos un cacharro en Chatura. Nos vuelven a tratar de cobrar más y ante nuestra negativa, aceptan el precio, que acordamos, con uno que habla francés. Pero el hijo de puta del conductor y después de lo pactado, nos quiere dejar a las afueras de Beirut, si no le pagamos 1.000 libras más, cada uno. El habla en árabe, nosotros gesticulamos y gritamos en español, mientras un pasajero ríe. Conversación de besugos, pero nos salimos con la nuestra y no nos saca ni una libra, más.

Por lo demás, el día empezó con otro tipo de problema. Hora y veinte minutos hasta que pasara el autobús, a la estación de Cola, mientras en la otra dirección, habían transitado cinco.  

                                                                          Baalbek
El paisaje hasta Balbeeck es agradable y aún perviven las nieves de las montañas, a pesar de que estamos a finales de abril. Las ruinas se ven al 90% desde fuera, así que decidimos no pagar su caro precio. Desde nuestro punto de vista, están sobrevaloradas, sobre todo, si se las compara con las de Siria y Jordania.

A la vuelta, paramos en Chatura, una ciudad que conecta Beirut, con Damasco, Baalbek, Anjar y Rachaya. El lugar está lleno de pedigüeños, pelmas, garitos de cambio de moneda –donde blanqueamos la mitad de los dólares encontrados- y tiendas de ropa militar –a la última moda, estilo lagarterana-. Pero se comen unos shawarmas excelentes, a unos precios muy razonables, con deliciosa carne de cordero en pan de pita y taataiki (excelente salsa de yogurt y pepino).

Volviendo por la Corniche, al fin, encontramos ambiente en Beirut, al llegar a la zona de la Marina. Restaurantes caros y vulgares, pero al menos, llenos de gente.
Beirut
Mañana trataremos de visitar, Beiteddine y Deir el Qamar. Si no pasa nada, ya no escribiré más post de este país. Mi último comentario, va encaminado a informar, de que es la única nación, desde hace mucho tiempo, en la que hemos visto fumar en cualquier transporte público, liarse cigarrillos al conductor, mientras pilota el vehículo o a civiles, campando alegremente, con un revolver en el cinturón, como si fuera el lejano oeste.   

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