Todas las fotos de esta entrada corresponden, a Cartagena de Indias (Colombia)
Colombia, no solo es uno de los más hospitalarios países del
mundo, sino además, donde mejor se habla el español y -tal vez-, donde se
encuentran las mujeres más bellas del mundo: las de Cartagena de Indias, esa
magnífica ciudad, que tantos buenos recuerdos nos evoca. Aunque sin embargo, si
nos costó mucho llegar, hasta allí, aún fue peor salir.
Abandonamos
Ecuador, envueltos en temores e incertidumbres. Y eso, que en Perú, un
colombiano nos había asegurado, que no había ningún problema, para ingresar en
su país, por el sur –resultó ser cierto- y que el asunto de la burundanga –técnicamente,
llamada escopolamina-, ya no era lo que en tiempos pretéritos.
La
burundanga no es otra cosa, que una sustancia, que roba la voluntad, a quienes
se les administra. Procede de plantas, como la mandrágora y el borrachero
–entre otras- y siempre ha ido asociada, a violaciones –falsamente,
consentidas- y robos, fundamentalmente, a los viajeros. Basta con echarla en
una bebida o arrimar un plano, periódico o papel, que la contenga, a la nariz
de la víctima.
En apenas unos minutos, el
desafortunado individuo pierde cualquier capacidad de decisión y accede libre y
alegremente, a dar su dinero, las claves de sus tarjetas o todo aquello, que le
pueda ser solicitado. Una vez han pasado los efectos, tan solo un vano y
confuso recuerdo, de todo lo ocurrido. Eso, si no se pasan con la dosis y
terminas en el cementerio.
Aunque, ya
no debe estar tan de moda como antes, es una amenaza, que hay que tomarse en
serio. En algunos de los autobuses nocturnos y antes de partir, se nos advirtió
a todo el pasaje, de que no aceptáramos comidas o bebidas de desconocidos, ni
tampoco, que nos acercaran objetos a la cara.
Pero, como
he dicho, nos costó llegar y salir a/de Cartagena de Indias. En el primero de
lso casos, debimos aguantar discursos políticos y patrióticos, de algunos de
nuestros alojadores, en defensa del entonces presidente, Imanol Uribe. Además,
en un autobús nocturno, nuestras mochilas quedaron anegadas en el maletero. Eso
sí: conseguimos, que nos devolvieran el importe completo de los billetes, sin
demasiado esfuerzo.
Vimos, a decenas de niños,
esnifando pegamento, casi en pleno centro de Medellín. Y el bus, que
finalmente, nos debía depositar en Cartagena –en el que casi acabamos,
criogenizados, debido al aire acondicionado-, llegó con siete horas y media de
retraso. Nada más poner pie en tierra y en una plancha callejera, que tenía
escrita la palabra cagalera en sus entrañas, me agarré la peor diarrea del
viaje.
Para salir, fue aún peor.
Anduvimos toda una semana, buscando la forma de poder llegar, a Panamá y
caímos, en las largas horas de cibers –para encontrar vuelos asequibles- o en
las largas garras de los profesionales
de los veleros de cruceros de cinco o seis días y de bastantes lugareños sin
escrúpulos, que nos trataron de engañar (en este asunto y otras cosas). Ellos,
los comisionistas de hoteles o excursiones y los cambistas callejeros, que
ofrecen tasas muy por encima del mercado, son los principales peligros y
enemigos, a evitar. ¡Demasiadas molestias!.
La belleza de Cartagena de Indias,
que evoca a pueblos del sur de España, es incuestionable: la plaza de los
Coches, con la torre del Reloj; la de la Aduana, la de San Pedro Claver y la de
Bolívar, donde se encuentra el parque de la Inquisición, la Catedral, el museo
del Oro y la casa de los Condes de Pestagua. Es una pena, que esta plaza tenga
tanto arbolado en el medio, que impide que el visitante, se pueda hacer una
composición de conjunto.
No se acaba todo, ahí: la plaza
de Santo Domingo, con la iglesia del mismo nombre; el baluarte de Santa
Catalina y las iglesias de la Merced y de Santo Toribio. Ya fuera de la
muralla, las de San Francisco, la Tercera Orden, la Santísima Trinidad, San
Roque, el Centro Internacional de Convenciones, el castillo de San Felipe… Y
numerosos garitos, con música salsa a tope, donde bailar y divertirse..
La playa de Bocagrande, es como
una sucesión de pequeñas playas en forma de concha, con arena bastante oscura.
En esta zona los edificios son horriblemente espantosos. Hay bastantes
vendedores ambulantes, ofreciendo casi de todo, especialmente mujeres muy
negras, que comercializan fruta fresca, a precios estratosféricos, si los
comparamos con los del centro. Sinceramente, ¡esperaba algo más, de las playas
de Cartagena de Indias, en cuanto a su arena y su entorno, aunque no, en cuanto
a su ambiente!.
La playa de Marbella, se ubica hacia
el otro lado. Es más solitaria, aunque igual de estrecha y también de arena
negra.
Sirva una anécdota, para retratar
el carácter del cartagenero. Era lunes y la primera sorpresa fue, que al bajar
a la calle, estaba todo cerrado, hasta los edificios oficiales. ¿Será otra vez
fiesta?. Le preguntamos a la del hotel y nos dice que sí, que el día del
Trabajo, lo han pasado al lunes. Pero , ¡¡si ya se celebró el jueves 1 de mayo,
que estaba todo paralizado!!, le
respondemos con sorpresa. Se le iluminan los ojos, sonríe y espeta:
-Sí. El
jueves fue la fiesta del Trabajo y hoy lunes, también es la fiesta del Trabajo.
¿Sabéis? –nos señala en plan confidencial-. Es que aquí en Colombia y
especialmente en Cartagena, se trabaja poco.