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viernes, 1 de noviembre de 2024

De Taourirt al aeropuerto de Nador

        Tras el temporal y con los pies escupiendo agua y espuma, dos eran los modestos objetivos de la tarde en Taourirt. Aunque lo aparentemente fácil, se fue tornando en casi imposible. Se trataba de buscar un hotel y un wifi imprescindible para poder llevar a cabo la facturación on line del vuelo de vuelta con Ryanair, a Madrid, para la noche siguiente.

          En Booking, solo aparecía un alojamiento, a 40 euros. Y en Google Maps, dos distintos a este. Constatamos, que uno está abandonado. En el otro, no había nadie atendiendo y callejeando, no encontramos ninguno más.

          Finalmente y tras mucho esperar, nos atendió una señora de la limpieza, que solo hablaba árabe. Nos pidió 100 dirhams. Cuando vino el tosco dueño -obsesionado con nuestros pasaportes -, nos exigió 20 más y no le mandamos a la mierda, por no tener alternativa.

          Como otros tantos, en los que nos hemos alojado en Marruecos, este hotel tuvo tiempos mejores y gloriosos. Tiene interminables pasillos y habitaciones y baños grandes (dentro de la propia alcoba). Pero, hace 20 o 30 años, lo dejaron de mantener y todo lo que se ha roto o deteriorado -que es mucho-, lo han dejado de reponer. Por supuesto, tampoco se han gastado un solo dirham en montar una red wifi.

          Nos planteamos -porque la estación de tren de aquí, no dispone de él-, sentarnos a tomar algo en uno de los numerosos cafés, que si lo tienen, pero como siempre tenemos suerte, encontramos una potente red gratuita y libre a la puerta del hotel.

          Taourirt puede llevar a confusión, porque su nombre coincide con el de la bella Kasbah de Ouarzazate. La realidad es, que no tiene nada de interés. Bueno, sí: un supermercado de tamaño medio y sin precios, llamado Mercadona. En la plaza principal montan puestos de comida al atardecer, destacando uno de olorosas y asquerosas cabezas cocidas de oveja.

          A la mañana siguiente y a la hora señalada, tren a Zeluan, mucho más tranquilo, que el de ayer. Una hora de trayecto y otra caminando, desde la estación, al centro. Desde allí y por cuatro dirhams, el bus urbano 22 y 22b, te llevan a Alaaourin, desde donde ir andando al aeropuerto (15 minutos desde la rotonda). El 21 y el 26, te transportan a Nador, por lo que desmentimos, que no haya transporte público entre este lugar y la terminal aérea. 

          El aeropuerto es pequeño y desde sus cristaleras vimos caer otra densa tromba de agua.

El reencuentro con el tren

           Salvo algún tramo corto -entre Tánger y Asilah-,  no tomábamos un tren en Marruecos, desde nuestro primer viaje al país, en 2005. La estación de Taza tiene un potente wifi libre y suele tener colas en las ventanillas, casi durante todas las horas del día.  Agradecimos dejar este lugar, dado que la tarde anterior, habíamos mantenido una fortísima y desagradable discusión con un par de mendigos toca huevos.

          El convoy, con final en Nador, iba abarrotado y no tardamos nada en entrar de lleno en la primera pelea. Los asientos, en compartimentos de ocho, son numerados y los nuestros estaban ocupados. Fue sencillo levantar al niño, que ocupaba el mío. Pero la vieja y gorda, vestida de negro hasta las orejas, cargada de enormes maletas, que ocupaba el de mi pareja se negaba en redondo, a gritos y con aspavientos, a abandonar la estrecha butaca. Tuvimos, que emplearnos a fondo para echarla de allí y verla alejarse con todos sus bultos y echando pestes en árabe.

          El tren salió y llegó puntual. En el colorido compartimento, íbamos siete adultos -seis mujeres y yo- y siete niños. Una madre con su hija adolescente. Otra con dos churumbeles y una tercera -en edad de poder tener más - con cuatro críos y seis maletas, viajando sola. Para que os hagáis una idea de las condiciones de vida de la mujer en el tercer mundo.

          En Taourirt estaba lloviendo a cántaros. Constatamos, que solo hay dos trenes , al día, a Nador. Pero nosotros no queríamos llegar hasta allí, porque el aeropuerto está 30 kilómetros antes y la ciudad ya la conocemos.

          Como el tren, que nos venía menos  mal parte a las 06:41 y no queríamos madrugar, nos empapamos haciendo a pie los cinco kilómetros, que hay hasta la terminal de autobuses y taxis compartidos. Ambas no están en muy buenas condiciones, permaneciendo semi abandonadas y hoy, plagadas de goteras. Las alternativas, que nos ofrecieron no fueron mejores y resultaban más caras.

          Al fin y retornando al centro dejó de llover. La ciudad estaba vacía y absolutamente anegada.

Taza

           Durante la noche de nuestro segundo alojamiento de Fez cayó la mundial, lo que supuso un cambio en el tiempo, en el inicio de la segunda mitad del viaje. La temperatura descendió unos diez grados hasta marcar los veinte, aumentaron los vientos fuertes y llegaron las lluvias abundantes, en vísperas de la gota fría valenciana.

          Ya notamos esa nueva situación, cuando partimos, camino de Taza (dos horas). En el norte, los autobuses son más baratos, que en el sur de Marruecos, aunque el estado de mantenimiento y confort de los vehículos es tan diverso, como allí. A partir de este lugar, empezaría a tomar protagonismo el tren, algo, que agradecimos, aunque también aumentó más el componente colorido y aventurero de este decimotercer periplo por el país alauita.

          En Taza, ya habíamos estado en febrero de 2012, al inicio de nuestro quinto viaje largo, rumbo a Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal y Mali.

          La estación de trenes -la de buses no sabemos dónde está, porque no nos dejaron en ella-, está a casi una hora caminando de la elevada, no muy grande y coqueta medina. A unos veinticinco minutos andando y cerca de una tienda de licores, cerveza y vino, encontramos el único hotel barato de la zona nueva (sigue existiendo el de la vieja, donde nos alojamos y morimos de frío la vez anterior).

          La habitación fue aceptable, aunque el baño compartido no dispone de agua caliente, por lo que no hubo ducha. Los pasillos están bastante abiertos, por lo que se generan virulentas corrientes, que te empujan, como si fueras en una alfombra voladora. Fue aquí, donde asistimos al descalabro del Madrid con el Barça.

          Para llegar a la medina hay, que subir doscientas setenta y tres escaleras. Tiene una plaza rectangular y arqueada, bastantes calles estrechas de tonos azulados y verdosos  y con arcos, un elegante zoco cubierto y numerosos puestos de mercado, donde predominan las frutas y verduras, los encurtidos y aceitunas y el pan.

          Al día siguiente y por primera vez en el viaje, no teníamos que madrugar, dado que el tren, a Taourirt, no partía hasta después del mediodía. Hoy habíamos hecho 117 kilómetros. Mañana, 123. Y el lunes, camino del aeropuerto de Nador, donde finalizaremos el periplo, otros 100, que suman los 340 totales desde Fez.

Sefrou e Ifrane

           Nuestros planes pasaban por llegar hasta Sefrou en el autobús de las once de la mañana, dado que era jueves y ese día de la semana se celebra un mercado bereber. La cosa se complicó bastante, porque el vehículo estaba lleno y tuvimos, que recorrer unos cinco kilómetros hasta la medina nueva, para dar con la parada a ese destino de los taxis compartidos. Salimos de inmediato, en un coche nuevo. Por el camino -de 29 kilómetros - numerosas obras. Tercer día en Marruecos y los tres de notable calor, aunque no asfixiante.

          La estación de autobuses y de taxis compartidos de Sefrou está junto a la medina amurallada, a la que se accede por dos puertas (norte y sur).  La zona intramuros está dividida por un río, sobre el que cruzan cuatro puentes. A un lado, hay tenderetes y puestos de fruta y verduras y al otro, la medina en si, con sus calles llenas de casas y tiendas, muchas veces protegidas por enormes portalones  de color azulado verdoso. Resulta muy bonita y animada, en algunas de sus partes y casi derruida, en otras. No destaca por su limpieza, desde luego.

          Al parecer, todo lo que les sobra -menos mal, que en Marruecos no es mucho-, lo tiran directamente al río. Así, se puede ver una maleta, un casco de motorista, el asiento delantero de un coche, ropa y calzado viejos... Y es una pena, porque este entorno, bien cuidado y conservado, sería bastante agradable para la vista y el paseo, ya que el zigzagueante y estrecho afluente, tiene pequeñas cascadas y rápidos. 

          En relación con esto, nos ocurrió una curiosa anécdota. Después de comer, hemos comprado un melón y estamos tranquilamente sentados, comiéndolo al lado del río. Se acerca un niño de poco más de un año y cuando hemos terminado, pretende hacerse con la bolsa de las cáscaras. Se la damos, expectantes por saber, que es lo que quiere hacer con ellas. ¡Por supuesto, tirarla al río!.

          Antes de retornar a Fez, comimos en una terraza de un bar de la plaza de la medina, medio pollo, con sus verduras y patatas fritas, por 20 dirhams. La verdad es, que en los restaurantes marroquíes, son tremendamente generosos y siempre ponen raciones enormes. Nunca te quedas con hambre y a veces, con un solo plato, almuerzas. De postre, nos metemos para el cuerpo, el referido melón.

          En la parte sur de la medina, está el llamado mellah o barrio judío. Aún se conservan un par de sinagogas 

          Preguntando y preguntando, conseguimos llegar hasta el bellísimo salto de agua, que se recomienda en la guía Azul, que hemos traído, de Marruecos. Volvemos a Fez.

          En Fez, ya de vuelta, reservamos una habitación en el corazón de la medina, más cercana a la puerta azul y verde. La realidad era, que ya no aguantábamos más en el Riad Dar Diwan, pero tampoco ellos tenían disponibilidad de habitaciones para esa noche. Aquí, casi no había clientes y los dueños del alojamiento son más normales.

          Para llegar a Ifrane, también es posible hacerlo en autobús. Son 63 kilómetros y una hora y media de trayecto.

          Ifrane, es uno de los lugares más frescos de Marruecos (se le llama la Suiza marroquí). Para nosotros, se convirtió en un auténtico oasis, después de la climatología, que hemos padecido, durante los últimos días. Incluso en verano, la temperatura es muy agradable y hace, algunos grados menos, que en Fez, Sefrou y Azrou.

          Ifrane -a 1700 metros de altitud-, además, tiene un trazado rectilíneo y está, extraordinariamente limpio. Dos características, no muy habituales en Marruecos.

          En las casas predominan los tejados a dos aguas, de tipo alpino. No hay bullicio en la calle, ni zocos, ni algo que nos dé pistas de que estamos en el reino alauita. Lo que resulta más agradable aquí, es pasear por los parques y lagos. En uno de ellos, se encuentra la Cabeza de León, que es el símbolo de la ciudad.

          Nos acercamos al mayor atractivo de la zona, a unos tres kilómetros del pueblo, que es, la Cascada de la Virgen. Hay otras más alejadas, pero a esas, ya no llegamos. 

          Tomamos el bus para Fez, con la misma compañía, con la que llegamos. Los bosques de cedros y el frescor, van desapareciendo del paisaje y dejan en su lugar, tierras secas y plagadas de olivos.


jueves, 31 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte II)

           Amin y su familia -la real- son una auténtica secta mafiosa, aunque esta última se limita a obedecer sus constantes órdenes. Es difícil escapar de sus garras, porque que sepamos, habla árabe, español, inglés, francés e italiano. La mejor manera de evitarlo es huir del alojamiento o permanecer encerrado en tu alcoba, donde es verdad, nunca te molesta. Amin es machista hasta el extremo y cuando se trata de atender parejas heterosexuales, a la mujer le niega su existencia.

          La primera con él, la tuvimos antes de bajar, tras el "té de bienvenida"de la terraza. Le explicamos, que no teníamos dirhams y que le pagaríamos a la tarde, ante lo que me dió un envolvente y asqueroso abrazo y espetó: "no pasar nada, todos familia y si tú no tener dinero, dormir gratis". Le tuvimos, que parar y decirle, "que si poseer peculio".

          No pasaron ni cinco minutos, hasta confrontarle de nuevo. El wifi no funcionaba -no lo hizo hasta medianoche de ese día y bastante mal- y al hacerle la observación, nos dijo, que era cuestión de nuestros teléfonos. Al indicarle, que teníamos tres y ninguno estaba operativo, se llenó de ira y sentenció: "si no estar a gusto con familia bereber, podéis iros de aquí ahora mismo". Lo habríamos hecho de no ser, porque en la reserva tenía atrapado el número de una de nuestras tarjetas de crédito.

          A las ocho de la tarde llegó una zaragozana -al día siguiente, charlamos bastante con ella- y su hijo, que habían contratado una habitación con dos camas. Amin le dijo, que solo disponía de una de matrimonio y la señora aceptó, con la única condición, de que le mantuviera el precio. Y la frase volvió a saltar con contundencia: "si tú querer dormir gratis aquí, no hay ningún problema con familia bereber". Rezamos, para que ella aceptara la envenenada propuesta pero no lo hizo.

          Tras una noche tranquila, en la que el único jaleo provino de la terraza, donde algunos huéspedes y el propietario se atiborraban a shishas de hachís, llegó el  momento del desayuno. Después de casi una hora esperando y de aguantar constantes molestias, recibimos un recipiente de tajine con humus muy líquido, tan solo por la mitad y para los dos. Lo demás: zumo, té a la menta, café, un yogurt y toneladas de harinas fritas en forma de masas bolosas, aderezadas por una minúscula tacita de miel. Es verdad, que por 14 euros la noche es, hasta generoso. Ni una servilleta. Pensamos, que era una estrategia intencionada: con las manos empapadas del líquido de las abejas, nos pagaríamos a la barandilla de la escalera demoníaca al bajar y no caeríamos al vacío.

          A un huésped, que se iba ese día, le aseguró : "mañana, huevos y carne, para ofreceros una muestra de la cocina bereber". Lo cierto fue, que al día siguiente, ni humus siquiera. Solo fritanga.

          Como habíamos sido poco receptivos a su tabarra y algo díscolos, se pasó el segundo desayuno dándonos la brasa, con que le hiciéramos una buena crítica en Booking.

miércoles, 30 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte I)

           El acontecimiento principal de este decimotercer periplo marroquí no ha sido una visita, un encuentro, un momento, una comida, un paisaje... Ha resultado ser nuestro primer hotel en Fez: el Riad Dar Diwan. No sabía muy bien, como ordenar este post, así, que lo haré por orden cronológico.

          Reservamos en este establecimiento debido a la buena puntuación en Booking -8,5-, las opiniones y su situación céntrica, en Talaa Sghira. Entre los comentarios, mucha confusión, sobre su ubicación o sobre si son dos hoteles distintos: uno Riad Dar Diwan y otro, sin la palabra de en medio. Aclaramos este aspecto. Efectivamente y como señalan algunos huéspedes, el lugar aparece mal ubicado en Google Maps, pero está bien señalado en Talaa Sghira. Se debe ingresar a la derecha al final de la calle, por un callejón estrecho y parcialmente cubierto, después de la indicación. Se trata de un único alojamiento, tan lleno y rentable -sobre todo, plagado de españoles-, que su gestor deriva a algunos huéspedes a casa de su hermana.

          Para más confusión, en Booking exponen, que solo se puede pagar con un sinfín de tarjetas de crédito, cuando la realidad es, que solo aceptan efectivo.

          Al llegar y encontrarlo sin problemas, casi me abro la cabeza, al golpearme con el borde superior de la puerta de entrada. Todo el establecimiento está lleno de marcos bajos y ni se han molestado en poner unos mullidos para evitar accidentes. La escalera que asciende a las plantas y a la terraza es cerrada e infernal. Nosotros estamos en forma, pero algunos llegan extenuados. No fue un problema constante, porque nos alojaron en la planta baja.

          La alcoba era grande, aunque muy básica y sin ventana -como la mayoría -, porque es un edificio con pocas salidas al exterior y el cercano baño resultaba aceptable y con agua caliente.

          El primer trámite, que ya conocíamos por las opiniones, es subir a tomar un té con pastas a la terraza. No se trata de un acto de hospitalidad o generosidad, sino de saber de que pie cojeas, para ver, que te pueden colocar. Al decirle, que era nuestro decimotercer viaje al país y detallar nuestro itinerario, nos dejaron bastante tranquilos, no sin insistirnos, que alli todos funcionaríamos, como hermanos, como una gran familia, desayunando -está incluido-, comiendo y cenando juntos. El problema es, que el mismo tajine, que en la calle cuesta entre 35 y 70 dirham, allí vale 140. No quiero ni imaginarme, que cobrarán por la cerveza, que ofrecen o por las shishas bien bendecidas y santiguadas.

          Quien nos había recibido desde el principio era Amin. Bajo su exagerada amabilidad, se esconde un despiadado chantajista emocional, que no duda en usar cualquier treta para conseguir sus objetivos. Todo va bien, hasta que le llevas la contraria o algo no le cuadra. Entonces, estalla con reacciones furibundas, que dependen del momento en el que se haya fumado el último porro (está todo el día a la labor, dado que no lo esconde y sus ojos lo demuestran). A los dos minutos, te abraza y te vuelve a llamar hermano o familia.

El gran reencuentro con Fez (parte II)

           Hace un par de décadas, uno sabía que se acercaba a la zona de los tintoreros por el nauseabundo e impactante olor. Nos llegaron a contar, que entre algunos desagradables componentes,los tintes llevaban hasta heces de paloma. Hoy en día -sea por lo que sea y que desconocemos-, el hedor es casi imperceptible. Igual, que ha desaparecido la basura en el pavimento y la medina está pulcra o que el parque automovilístico se ha remozado notablemente. Y todo ello, a pesar, de que la mayoría de la población sigue basando su alimentación en productos compuestos por harinas fritas. Como siempre dijimos, la dignidad y la limpieza no están reñidas con la pobreza.

          Pero, hablemos de los tintoreros, que no solo se encuentran en la zona descrita en la entrada anterior, sino en otras áreas colindantes menos conocidas, menos espectaculares, pero más accesibles, porque allí no te molesta nadie.

          En nuestra primera visita y llegando casi solos hasta el patio de los tintes, fue un niño el que nos terminó de guiar a cambio  de diez dirham. Afortunadamente, hoy en día ya no se les permite practicar esta actividad. Nos limitamos, a subir a una terraza y contemplar el panorama desde lo alto.

          En la segunda, en 2010, llegamos a la calle de acceso, donde estaban -y están - los escoltas del llamado "guardián". Tras una larga y desagradable discusión, conseguimos bajar hasta abajo -aunque sin poder hacer fotos -, una vez, que derribamos verbalmente sus intolerables argumentos. Según nos decían, los occidentales éramos unos seres caprichosos, que solo queríamos ver la pobreza y los trabajos indignos de Marruecos, de los que teníamos toda la culpa. Sin embargo, todo quedaba en nada, si les dábamos 10 euritos para acceder. Conseguimos convencerlos, de que ni éramos euros con patas, ni íbamos a sentir ninguna culpabilidad por la situación laboral en Marruecos y de que no hay trabajos indignos, sino muy mal pagados o con condiciones indeseables. Hasta que llegó otro mafioso mayor y nos echó de allí.

          Es de lo poco, que no ha cambiado en Fez, dado que esta vez, intentamos entrar y nos ocurrió lo mismo. Con la diferencia, de que no quisimos discutir y nos fuimos.

          En otro orden de cosas, os recomendamos, que si podéis, evitéis visitar Fez, en viernes. A diferencia del resto de Marruecos, la actividad en la medina se reduce muy notablemente, estando casi todo cerrado. Sin embargo, el número de pelmas y buscavidas se duplica ese día.

          Hasta chapan el zoco principal, por lo que volver desde el interior del casco viejo se hace mucho más difícil, debiendo dar muchas vueltas para retornar a la puerta azul y verde. Esto puso en juego nuestra pericia con éxito. Nunca jamás nos hemos perdido en esta medina y está vez, tampoco.

          Como norma general, la mejor manera de ubicarse es sabiendo, si estás paralelo o perpendicular a las dos calles principales. Después, conocer, que debes tomar la dirección contraria al sol, si es por la mañana o ir hacia él, por la tarde. Y por último, siempre cuesta arriba. En cierta ocasión, jugamos a perdernos por este enjambre de 9400 calles y no lo conseguimos.

          Una última información de servicio: para comprar licor, cerveza o vino, id hasta "La Cueva" del Carrefour en el centro comercial Borj Fez. Encontraréis más guiris -lugareños también-, que en la propia medina.

domingo, 27 de octubre de 2024

El gran reencuentro con Fez (parte I)

          Finalmente, no nos afectaron las incidencias ferroviarias patrias y llegamos a Madrid con tiempo y sin angustia. El repleto vuelo a Fez, llegó puntual. Nos recibieron con veinte grados, pero con un potente viento. Menos mal, que el aeropuerto no cierra por la noche y pudimos dormir de forma incómoda sobre sillas con reposabrazos en el medio.

          El autobús 16 te lleva hasta el centro en cuarenta minutos, por cuatro dirham, pero el primero, que vino olía a motor quemado y no prestó servicio. Mal inicio. Desde la estación de trenes fuimos andando hasta la Medina -unos cinco kilómetros - con el severo sol de las diez de la mañana cayendo de plano.

          Como hasta la una no podíamos acceder al alojamiento, nos dedicamos a recorrerla, constatando grandes diferencias con nuestra última visita, en 2012. Y todo son buenas noticias. Por un lado y en las dos calles principales -Talaa Kebira y Talaa Sghira-, se han llevado a cabo labores de reconstrucción importantes. No sabemos de dónde ha salido el dinero, pero lo que era decadencia y anclajes de edificios, se ha convertido en armonía suprema.

          Por otro, han desaparecido las mulas, que cargadas hasta las cejas, con todo tipo de cosas, trotaban por la parte vieja, convirtiendo en un caos está zona, que es el centro peatonal mas grande del mundo. ¡Se acabó con su sufrimiento y con el de los viandantes!

          Y, por último, la mayoría de los vendedores se han civilizado algo y resultan menos agresivos, aunque no han cambiado su repertorio de chistes malos. Solo nos hizo algo de gracia uno, que nos espetó: "os vendo una alfombra voladora".

          Para llegar caminando desde la medina nueva de Fez a la parte vieja se bordea la amplia extensión del Palacio Real, para acceder a la puerta de la animada calle de Moulay Ismail. Se cruzan un par de zocos, una explanada de venta callejera, las gruesas murallas y se deja a un lado la bonita Kasbah, para otro rato. Se continúa por una larga calle y tras una diáfana plaza enorme se llega a la puerta azul y verde (un lado de cada color).

          Talaa Kebira y Talaa Sghira son dos arterias casi paralelas, que se entrelazan entre si con otras mas cortas, estrechas y perpendiculares. La primera lleva más recto al zoco principal -toda la medina es un sinfín de tiendas-, a la Medersa y a la Mezquita Kairouan. Rodeándola se termina en la plaza Sefarine.

          Desde aquí, por una calle se llega a una gran extensión -actualmente en prometedoras obras-, que alberga la Mezquita Andaluza. Por otra y girando dos veces a la izquierda, se accede a los tintoreros. Este lugar, merece capítulo aparte, como veremos en el siguiente post.

sábado, 26 de octubre de 2024