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sábado, 4 de mayo de 2024
Castillo de Malbork y últimas horas en Gdansk
Y nos vamos a Malbork con los bultos a cuestas, porque a la noche tendremos, que dormir en el aeropuerto de Gdanks, ya que estamos entre dos festivos nacionales y la habitación mas barata no baja de los 100€ (la misma, que ayer costaba 22).
El castillo de Malbork es sencillamente colosal y solo en verlo por fuera -gratis-, le puedes echar un par de horas. Porque por dentro es carísimo, dado que cuesta unos 26€ por persona. Te incluyen la audioguía obligatoria, la quieras o no, por lo que cada vez son más los proveedores de algo, que te dan cosas, que no pides o no necesitas. En este sentido, observamos algo patético: una niña de unos cuatro años portando un cacharro de estos de la mano, que ni aunque se lo narraran como un cuento, entendería nada.
Nos derretimos de calor, llevando los bultos y los chambergos, que tanto nos han aliviado el frío la semana pasada y que ahora odiamos. Pero si: el castillo de la orden de los caballeros Teutónicos -no habíamos visto nunca uno similar -, resulta magnífico y de visita obligatoria si te encuentras en Gdansk, solo se encuentra a 62 kilómetros de distancia.
Hay dos modelos de negocio, en Gdanks, que hacen furor y que nos pasaron desapercibidos en septiembre pasado. Por un lado, los Biedronka (en español, mariquita): una especie de almacenes peculiares y desordenados, donde la mayoría de productos son más caros que en un supermercado, pero donde se comercializan algunas gangas. Por ejemplo, el rico licor de limón, cereza o mango -21 grados-, se vende aquí con un 30% de descuento.
Por otro lado, están los Zabka, pequeñas tiendas parecidas a los Seven Eleven, de amplio horario -6, a 23- y que son los herederos de los antiguos, cutres y cacharrosos puestos de perritos calientes, de hace 20 y 30 años. Es este bocata de salchicha, su producto estrella.
Abandonamos Gdanks, con Wizzair, camino de Tronhein, con las reservas repletas de vodka y pensando, que no tardaremos mucho en volver a esta querida ciudad. Tal vez en mes y pico, retornemos, para coger un vuelo a Tronso y empaparnos del sol de medianoche, a pesar de que siempre hemos leído, que este lugar resulta decepcionante.