Rosso
El garaje Rosso es una simple explanada mugrienta, donde la mafia del transporte trata de achuchar al viajero, cobrando por el equipaje, dado que las tarifas del trasporte, parecen fijas. Los taxis llamados, “sept places”, en realidad acogen a nueve viajeros, algunos espigados y estilizados negros, que no se sabe muy bien, donde meten las piernas.
El garaje Rosso es una simple explanada mugrienta, donde la mafia del transporte trata de achuchar al viajero, cobrando por el equipaje, dado que las tarifas del trasporte, parecen fijas. Los taxis llamados, “sept places”, en realidad acogen a nueve viajeros, algunos espigados y estilizados negros, que no se sabe muy bien, donde meten las piernas.
Por el camino a la frontera, eguimos
con los controles de seguridad. La verdad es, que no se entiende muy bien, a
que tienen miedo, en este tranquilo y amable país, de gente afable y resignada,
donde ni siquiera necesitan invertir una sola ouguiya, en controles de
alcoholemia.
Rosso
Rosso
resulta ser auténtico y merece la pena pasearlo con calma y explorar su vibrante
mercado. Pensábamos pasar el día aquí, pero no nos hubiera quedado otro
remedio, dado que la frontera, hoy está cerrada, por elecciones en Senegal.
Siempre nos toca a nosotros, la celebración local.
La gente es espontánea y quieren
que les fotografíes. El Islam es aquí más relajado –o lo parece-, aunque la
diversión, sigue sin existir. Si no es, por el placer que nos da ver camellos,
orondas vacas, cabras, burros, caballos, perros… viviendo en perfecta armonía y
compartiendo escenario, con los niños que salen del colegio, en una calurosa
tarde de domingo.
En las dos
televisiones que encontramos en toda la ciudad, las opciones se reparten, entre
ver un partido del Rayo Vallecano o seguir un culebrón. Y ambas, tienen sus
numerosos seguidores.
Rosso
La frontera
–que cruzamos al día siguiente, tras ser devorados por los mosquitos y pulgas
del decadente e insufrible hotel-, no es tan fiera como la pintan o tal vez,
haya mejorado en los últimos tiempos. El trato de la policía senegalesa y
mauritana, es amable e intachable. Y el ferry para cruzar el río –sorprendentemente,
en África- es gratuito
Otra cosa es y ya con los trámites
burocrático-fronterizos resueltos, enfrentarse al caos del transporte senegalés
y a la infrecuencia de los malditos cacharros, a Saint Louis y a que, de nuevo,
quieran cobrar por el equipaje.
Rosso (parte de Senegal)
Pero, la llegada a esta agradable
ciudad –que en nada parece subsahariana-, lo compensa todo. Y mucho más,
degustando una fresca y ansiada cerveza, que durante los últimos doce días, nos
ha sido negada: desde que partimos de Rabat, hasta hoy. ¡Mucha tierra de por
medio, entre ambos momentos!.