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jueves, 25 de mayo de 2023

Por el camino, yo me entretengo

           Es tan importante el destino, como el propio viaje y al decir esto, no descubro nada. El domingo, 14 de mayo, cumplimos nuestro viaje número 50, desde el pasado septiembre, en la línea Valladolid -Madrid-Valladolid. Casi 150 horas de tren, en las que hemos vivido multitud de anécdotas, sobre todo con gente joven, que es la que más utiliza los servicios ferroviarios recurrentes y gratuitos. En este artículo, me voy a referir a varios hechos, ocurridos a bordo, durante ese fin de semana y que demuestran, que no toda la juventud es igual. Aunque en lo que si coinciden es, en la maldita expresión, "en plan", que ha sustituido al "o sea" de toda la vida.

          Sábado, 13 de mayo. Tren de las 14:26 horas. Nos dirigimos hacia la capital con el objetivo de asistir a dos conciertos en la pradera de San Isidro y pasar la noche de fiesta. En nuestro vagón y casi al lado, viajan tres chicas y dos chicos bastante jóvenes. Hablan tanto y tan alto, que no resulta difícil conocer sus planes más inmediatos.

          Son gente altamente superficial. Ni una sola conversación profunda, ni siquiera personal. Fuman, como corachas tabaco de liar, en casi todas las paradas. Se dirigen a un lugar llamado Fabric y para llegar allí, deben tomar un metro y una lanzadera. Hablan de música maquinera y electrónica y de ponerse de alcohol de supermercado hasta las trancas. No saben hacer nada sin el móvil y sus aplicaciones, ni son capaces de tomar decisiones sin consultar, a Google. Después de la fiesta, regresarán en el tren de las 9:07 de mañana 

          No nos costó mucho descubrir, que Fabric es una macro discoteca -dicen, que entre las cien mejores del mundo-, con siete barras y capacidad para unas cuatro mil personas, que se encuentra en un polígono industrial, en las afueras de la localidad madrileña, de Humanes.

          Domingo, 14 de mayo. Tren de las 16:28 horas. Regresamos a casa. Antes de abandonar la provincia de Madrid aparece un revisor, que va a llevar a cabo la primera inspección, de la que tenemos constancia, desde que usamos los abonos gratuitos. Para ello, nos pide a todos los pasajeros, que tengamos a mano el billete y un documento de identificación.

          Un joven, al lado nuestro, asegura no estar identificado, pero el interventor tiene demasiadas tablas para rendirse tan pronto. Entonces, empiezan las excusas, cada vez más endebles, hasta derrumbarse.  Y es, que el pasajero, que va a Ávila, está viajando con el abono de su hermano. Llega a agobiarse tanto, que incluso, mete de por medio a su abuela, la cual está muy enferma y para demostrarlo, le muestra un chat de WhatsApp.

          El empleado de RENFE está molesto con la mentira inicial, pero permanece templado. Le contesta: "Por esta vez, te lo voy a pasar. Pero, lo que yo debería hacer es bajarte en la próxima estación y denunciarte allí ante la guardia civil. Después, se te pondría una multa, se te retiraría el abono y perderías la fianza. Ten en cuenta, que al viajar sin un título de transporte válido, no estás cubierto por el seguro de viajeros y me estás haciendo a mi responsable, de lo que te pueda pasar".

          El chico, compungido, se baja en su destino y allí embarcan dos jovencitas estudiantes de enfermería, que se pasan la casi hora y media, que hay hasta Valladolid, hablando de sus estudios y de sus proyectos profesionales y de cursos complementarios, a llevar a cabo en el futuro. Ni una sola mirada al teléfono móvil, ni una sola palabra sobre aplicaciones, internet, Google, redes asociales...

          Lo dicho: viajar no sólo es el destino.

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