Aunque con titubeos, la primavera va consiguiendo imponerse y nos anima a seguir con nuestros viajes recurrentes a la Comunidad de Madrid. Lejos quedan ya los fines de semana otoñales -en los que cada vez, anochecía más pronto -, los navideños o los crudos invernales, que no han sido muchos, pero como en el año nuevo chino o alguna noche de marcha -si ahora, se dice así -, pasamos bastante tiritera.
Para el penúltimo finde de marzo y después de haber descansado el anterior, planificamos cuatro actividades.
Empezamos con la visita al Museo de Historia de Madrid, que antiguamente, fuera una colección municipal. Se encuentra muy céntrico y su fachada barroca es colosal. Cuenta con catorce salas, que recogen la historia de Madrid, desde su capitalidad en el siglo XVI y se exponen objetos muy variados y valiosos en diferentes soportes: pintura, escultura, muebles, abanicos, planos -incluso, del caciquismo -, maquetas, porcelana...
Después, tocó el Museo de Antropología, ubicado enfrente de la estación de Atocha. Está compuesto por tres plantas con vestigios variados de bastante nivel. La de abajo, está dedicada a Filipinas. La del medio, a África y la superior a América. ¡Una hora y media deliciosa de visita!
Para el domingo a primera hora, dejamos una de las actividades, que más nos apetecía, desde hace tiempo: el tour guiado por la antigua estación de metro, de Chamberí, que fue cerrada, en 1996 y reabierta, como museo, en 2008. Es necesario reservar con antelación, aunque puedes probar suerte en la entrada y si sobran plazas, podrás entrar. El pequeño recorrido es guiado y dura unos tres cuartos de hora. Se pueden hacer fotos sin flash, aunque no vídeos.
Superó con creces nuestras altas expectativas. La reconstrucción de los espacios es perfecta y muy detallada, incidiendo en las diferentes zonas -entrada, pasillos, andenes y publicidades en azulejos en las paredes -, las condiciones laborales de la época y como se fue realizando la expansión del metro en la ciudad. Y todo ello, lo ves y te lo cuentan, mientras pasan a toda pastilla los constantes convoyes cotidianos llenos de gente, que circulan entre Iglesia y Bilbao.
En nuestra época de estudiantes, allá por mediados de los ochenta, se podía ver esta estación fantasma, deteriorada y oscura desde los vagones de la línea 1, llena de leyendas y donde incluso se alojaban los mendigos, circulando por las vías, cuando cerraba el metro por la noche. Se han grabado allí, numerosos programas televisivos y radiofónicos de misterio.
Nos dejaron bien claro, por otra parte, al contrario de lo que pone en los libros de texto y en las creencias populares, que el metro de Madrid no está basado en el de Londres, sino en el de París y que si circula por la izquierda es, porque en el momento de su construcción, seguía la orientación de los carruajes de la calle.
Acabamos con unos chupitos gratuitos de Ruavieja, en el inmenso centro comercial, La Vaguada, en el barrio del Pilar y gracias a la aplicación, Samplia, que también nos había proporcionado unos yogures griegos, en Principe Pío, el día antes. No íbamos allí, desde los años ochenta y nos apetecía recordar viejos tiempos. Pensamos, que este espacio estaría algo deteriorado, como ocurre en otras ciudades, pero ni muchos menos.
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