Esta y la de abajo son, de Bangkok
1º.- Sin lugar a dudas, el peor
momento del viaje, por desconcertante y dilatado, más que por dañino
o definitivo, fue cuando, en Bangkok, nos quedamos sin la posibilidad
de utilizar nuestras tarjetas SIM del teléfono, lo que nos impedía
poder confirmar las compras por internet con tarjeta de crédito, a
través de los códigos, que se envían por SMS. Como ya sabéis, al
final, el problema no era de las tarjetas, sino de lo teléfonos,
pero eso no lo supimos hasta la vuelta.
Las dos siguientes son, de Kuala Terengganu
2º.- Transitar por la carretera, de
Manali, a Leh, donde realmente y a muchos metros de altitud, te
juegas la vida, por su extraordinaria falta de mantenimiento y
circulación de tráfico pesado. Afortunadamente, los conductores de
los autobuses públicos tienen gran pericia y experiencia. El peor
tramo se halla en el descenso del puerto principal, entre Manali y
Keilong (absolutamente infernal).
3º.- Llegar a Madras y después de
caminar entre el denso e insoportable tráfico y el asfixiante calor,
ser rechazados en un hotel -por ser extranjeros-, previamente
reservado, en Booking, en un barrio desastroso, que engañosamente,
se denomina, como zona Beach Para mas bemoles, iras y risas, se llama
Vimal Mansion, cuando en realidad, se trata de una pensión siniestra
einfecta),. Y todo, con el equipaje a cuestas y después de haber
pasado una fatídica noche en el aeropuerto, de KLIA 2, en Kuala
Lumpur y de haber tenido algunos problemas con la visa de la India.
4º.- También, relacionado con el
asunto de las tarjetas. Los cuatro minutos y medio, que trascendían,
entre que solicitábamos una compra con tarjeta de crédito,
avisábamos a mi padre y este, nos mandaba el código SMS, para
confirmarla. Así sucedió y siempre, transcurriendo el mismo tiempo,
para confirmar el pago de las visas, de India y obtener los billetes
electrónicos para varios vuelos.
Las dos siguientes son, de Leh
5º.- Los quebraderos de cabeza con
los autobuses en general, en India, que fueron los protagonistas
negativos de este viaje. Autobuses, que no existían y que nos
complicaron la vida, sobremanera; otros, que iban llenos hasta la
bandera, uno tras otro; algunos, que permanecieron dos días
cancelados, como los que iban, a Himachal Pradesh, desde Delhi, el 24
y el 25 de agosto; accidentes de vehículos pesados, que obstruyeron
el tráfico y provocaron eternos atascos, a la espera de la llegada
de las tardonas gruas...
6º.- Las cancelaciones de trenes
masivas, en todas las direcciones, pero especialmente, hacia el
noreste, que nos impidieron terminar el viaje de la forma deseada,
visitando Darjeeling y el estado, de Sikkim. Toda una pena y algo,
que nos quedará pendiente para siempre, dado que lo más normal es,
que no volvamos, a India.
7º.- El ataque sufrido por mi pareja,
ascendiendo al templo de los monos, de Shimla, por esos despiadados
primates. Ni más ni menos, que cinco y no muy amistosos. Gracias a
los lugareños y sus gruesas varas de madera, conseguimos
disuadirlos. La cosa es, que la culpa fue suya. Vino uno, a pedirme a
mi comida, de buen rollo y no se le ocurre otra cosa, que tirarle una
manzana, que llevaba en el bolso. Salieron varios monos de la nada,
pensando y no sin razón, que tenía más y reclamando su parte. Y
ahora, con bastante peores mneras. Nahan
8º.- Pasar casi 28 horas en un tren,
entre Hyderabad y Delhi y además, con compañeros de viaje no
demasiado recomendables. Para colmo y sin aviso, cerraron el grifo de
la comida a la una y media de la tarde y nos quedamos sin almorzar,
hasta las cuatro y media.
9º.- Los diferentes cruces de tráfico
imposible, muchas veces, ligados a las obras del metro y otras veces
y por necesidad, siendo de noche. En dos de ellos y sin exagerar
-Hyderabad y Delhi-, nos jugamos la vida, con altas posibilidades de
sufrir un percance.
Hampi
10º.- Vernos obligados, a pasar la
noche en la estación de autobuses, de Shimla, tirados en el suelo
-eso no es problema, porque estamos acostumbrados- y con escasa ropa
de abrigo. Pasamos un frío inolvidable.
Dejamos fuera, lo que fue el peor
momento del viaje, con diferencia, por ser tan malo, que no se puede
asemejar a los anteriores. Cogimos un tren, de Bangalore, a Hassan,
vía Mysore. No teníamos reserva y nos tocó ir, en un principio, en
el vagón de los enfermos, impedidos y discapacitados. Luego, nos
echaron y subimos al de segunda general, mientras caía el diluvio
universal.
Manali
De repente y en una estación no muy
grande, suben dos policías. Uno de ellos, se sienta frente a mi.
Empieza a mirar, a llamar por teléfono -insiste mucho, por lo que
logro entender, que le expliquen el número de vagón donde deben
intervenir- y a revisar decenas de formularios, en whatsapp. No nos
dice nada, pero yo ya se hace rato, que se trata de mi.
Como ya soy perro viejo y me ha pasado
varias veces, en India del sur, saco la cámara y me pongo a mirar
las fotos a corta distancia, observo la hora de la misma forma y el
móvil. Entonces, el poli, decide iluminarme con su linterna -es su
única herramienta, además de una enorme y arcaica pistola-,
pasándomela por los ojos de un lado a otro. Me hago el tonto y el
ciego.
Kuching
Entonces y no sin antes volver a
telefonear, para pedir instrucciones, se da cuenta, al fin, de que
tengo un defecto visual congénito y no, de que voy borracho, como ha
denunciado una señora hija de puta, que viaja en nuestro vagón.
Al fin, abre la boca: “Where are you
going?”. “Hassan”, respondo de forma tímida. “Arrive, one
trhirty a.m.”, prosigue y se baja. Una gran templanza y aplomo para
el, sin duda, momento más difícil del viaje. Porque en India, tiene
casi más pena beber alcohol en público o ir borracho, que
atropellar a alguien o poner en riesgo, la vida de otros conductores
o peatones, con maniobras temerarias.
Mandi
No incluimos en esta relación, ni las
14 horas de tránsito en el aeropuerto, de Moscú, ni las dos noches,
que pasamos al raso, en Japón.