miércoles, 28 de febrero de 2024
domingo, 25 de febrero de 2024
¡Alcohol, alcohol, alcohol!
El encanto de Calcuta está en la periferia
A pesar de ya haber estado en 2014, no quisimos abandonar Calcuta sin visitar las zonas más bonitas, que se encuentran en el extrarradio: hoy tocaba el barrio de los escultores y varios templos jainitas y mañana antes de partir para Nashik el santuario de Kali.
Para llegar a Kumartuli, se debe tomar el metro, en Park Street hasta Shiva Bazaar (son seis estaciones). Los talleres escultóricos y los ghats -enclavados en un barrio decadente de estrechas calles con mucho encanto -, no se encuentran demasiado lejos. Hay ambiente de domingo y la actividad -sobre todo, mercantil -, es tremenda, mientras los artesanos, meticulosamente, llevan a cabo su trabajo y no ponen pegas, en que fisguen en sus talleres. La mayoría de estos trabajos son figuras de dioses, que se venden en la propia India, se exportan o se envían a la deriva por el río, durante la puja de Durga, que se celebra entre mediados de septiembre y octubre. La otra vez, vinimos a finales de julio y al ser una fecha más cercana a la celebración, las figuras estaban más pulidas y terminadas, que hoy.
Camino del largo trecho de los primeros templos jainitas y en un acto promocional de un banco, nos invitaron a desayunar té y galletas. Se trata de un itinerario accesible, sino fuera por algunos cruces peligrosos. Hay tramos de acera vacíos, otros con gente viviendo en la calle y haciendo su vida cotidiana -aseándose o cociendo patas de pollo- y dos extraordinarios bazares, que casi se entrelazan entre si. Desde ahí, aún queda un buen tramo para llegar a los templos.
Son tres y la otra vez, los vimos íntegros. Hoy, dos de ellos están cerrados y debemos contemplarlos desde fuera. En el otro, nos esperaba una agradable sorpresa. Se está celebrando una animada boda y no ponen ninguna pega -cámara al cuello incluida-, en que nos sumemos al cóctel, que se celebra de pie. La comida es la de todos los días, pero con algunos toques de distinción. Tomamos sopa de tomate, fritos selectos muy variados, rellenos y ricos, pizza, dulces, helado y zumo de naranja y no nos dimos al arroz, al dal, a los garbanzos o a las ricas ensaladas, porque en realidad, nosotros ya habíamos almorzado antes.
Aún, hubo que andar casi otros cuarenta minutos, para llegar al último templo jainita, de color rojo, donde no nos dejaron entrar, por no ser miembros. ¡Ellos son así de agradables!
Estos días estamos aprendiendo mucho -cuatro viajes previos a India y ni noticia-, sobre el faluda, el kulfi y sus interacciones. Los probaremos, antes de salir de aquí.
Matamos la tarde paseando por el caótico y encantador bazar del centro. Se han herniado y en esta década, han construido una calle peatonal de unos cien metros. ¡Igualito, que en Darjeeling o Gantok.
En Calcuta hemos logrado el mejor cambio del viaje: 91,50 rupias por euro, cuando la tasa oficial se encuentra en, 89,79. ¡No hicimos, ni una sola pregunta al respecto!.
sábado, 24 de febrero de 2024
El Foreigns Tourist Centre, de Calcuta
La primera tarde en la habitación de Calcuta nos pareció, que tres noches en este alojamiento se nos iban a hacer demasiado largas: el tronar de la cercana mezquita y las campanillas del templo hindú, los constantes y agresivos claxons, los vendedores gritando su mercancia a viva voz o con megáfono, la música machacona a tope de un local cercano, las peleas de perros callejeros... Pero, como si de un milagro se tratara, paulatinamente, todo se fue apagando y a la una de la madrugada reinaba el más sepulcral silencio, así, que dormimos de un tirón.
Nos levantamos con cierto bajón, mascullando, que debemos de reintentar la compra de los billetes, a Nahsik, en la nueva oficina, que nos habían mal explicado ayer. Caminamos por el mismo bazar que la mañana anterior, hasta que debemos desviarnos largo rato. En total, una hora andando, para certificar, como habíamos visto en internet y en el mapa físico, que el Foreigns Tourist Centre se encuentra en mitad de la nada. Ni junto a una estación, ni en el centro. Y, lo de extranjeros, es un decir, porque solo éramos cuatro. Además de nosotros, un francés poco amable y una coreana. Todos los demás y eran un montón, indios. Y, ¿a que vienen aquí, si ellos pueden sacar los billetes en la estación? ¡Para que seguir preguntando!
Nos dieron una nueva hoja de reserva y el número 26, cuando se llegaban por el catorce. Estuvimos a punto de tirar la toalla, largarnos y tratar de gestionar de cualquier forma la salida de Calcuta, en autobús, el lunes.
Pero, aguantamos y no poco tiempo: una hora y tres cuartos y eso, que cuatro o cinco de los números precedentes, ya no estaban. Una sola persona atendiendo -eso, sí amable, aunque lenta- y algunos clientes, que tardaban más de media hora en obtener sus boletos. ¡Muy desesperante!.
Llegó nuestro turno y afortunadamente, y no como otras veces, obtuvimos los preciados billetes, a Nahsik, para las 19:40 del día 26, en literas de sleepers (29 horas) y 1800 kilómetros, por unos 11 euros. Se nos explicó, que ese tren en ventanilla, ya estaba completo, pero que en algunos convoyes se guarda un pequeño cupo para extranjeros (ya nos ocurrió lo mismo en 2014, pero entonces, las gestiones las llevamos a cabo en la propia estación de Howra).
Habíamos perdido la mañana entera, pero al menos, el objetivo estaba conseguido y pasaremos las próximas semanas en Maharastra y Gujarat. De este último estado solo conocemos Vadodara y Ahmedabad, quedándonos atractivos muy interesantes, a pesar del asfixiante calor, que nos espera.
Dedicamos parte de la tarde a caminar por los maidanes. La mayoría de ellos están llenos de basura y orines rancios, cosa que no ocurría en 2011, en nuestra primera visita a la ciudad. Se demuestra -como ocurre en Delhi -, que en India todo es susceptible de empeorar, aunque pase mucho tiempo.
También nos acercamos al Monumento a la reina Victoria, que ya visitamos antaño. Como en India te cobran por absolutamente todo tres precios, de menor, a mayor: los jardines, las galerías exteriores y el interior del edificio (entre 30 y 500 rupias).
Más tarde y en la catedral, reafirmamos la realidad: debes pagar hasta para verla por fuera ¡y no se escapa nadie! ¡Que les den!.
En Calcuta, en esta época, hace bastante calor por el día -unos 30°-, pero al menos, no necesitamos el ventilador para pasar la tarde o conciliar el sueño.
viernes, 23 de febrero de 2024
Mucho esfuerzo en nuestro regreso a Calcuta, diez años después.
Llegamos a un kilómetro de Calcuta Sealdah con media hora de adelanto, pero no sabemos por qué, el tren estuvo dejando pasar a otros convoyes, hasta que arribamos con cinco minutos de retardo. Todo bien y más para lo que nos iba a esperar.
Eran cerca de las siete de la mañana, pero esta terminal es un perfecto caos. Tratamos de buscarnos la vida andando, para llegar al centro, como habíamos planificado, pero no tardamos mucho en desitir porque el riesgo de que te pase algo es muy alto. Nos dimos cuenta, algo que desconocíamos, que hasta aquí llega el metro, pero que casualidad y sin conocer el motivo, está cerrado hoy y mañana. Tratamos de reservar, los próximos billetes del viaje, pero la oficina en cuestión, que supuestamente abre las 24 horas estaba cerrada.
Entre el apocalipsis y el alboroto descomunal, después de cruzar varias explanadas y calles, llegamos hasta un vetusto autobús que al fin y tras mucho sufrimiento y enlatamiento matutino, nos dejó en la zona de Park Street, increíblemente, sin daño alguno.
Ahora empezaba el padecimiento de los alojamientos. En dos de cada tres no nos cogían y donde lo hacían son extremadamente caros para nuestros precios de costumbre. Primero, fuimos al 'beach (léase bich) os" resort. Ese, que había sido nuestra guarida durante una semana de 2011 y dos de 2014. Y digo bien guarida: el olor a chapati quemados, la oscuridad y los múltiples bichos de la cama, nos acompañaron durante ese tiempo y ni siquiera fuimos capaces de encontrar algo mejor y ahora, la desagradecida de la dueña que se cae de vieja, que ha cambiado las puertas de las habitaciones -y parece ser que los colchones infectos-, nos ha dicho, que "no rooms".
Hemos estado buscando, durante una hora y media infinita por más de veinticinco hoteles mediocres, entre la tortura del tráfico. En ninguno bajaban de 1200 rupias, precio que nunca hemos pagado, en India, por una alcoba. Y además te toman por gilipollas. Si le pides el precio para tres noches o para cien, te lo recalcula a la misma tarifa inicial pensando, que no sabes multiplicar. No entienden, que lo que estás tratando, es de negociar.
Finalmente y cuando ya no teníamos ninguna esperanza, apareció el hotel Maria, que era casi igual de mediocre -aunque con buen wifi-, pero el precio se nos quedó en ochocientos y el check in además fue muy rápido, algo infrecuente en este país.
Habíamos decidido pasear durante la mañana por el enorme bazar más grande de Calcuta que se encuentra, camino de la estación de Howra. Así, matábamos dos pájaros de un tiro: veríamos diversos monumentos importantes de esta ciudad y obtendríamos los billetes para nuestro siguiente destino: Nahsik. Pero lo segundo no salió bien. Tras pasar por varias ventanillas y cuando parecía que estábamos en la definitiva nos dijeron, que aquí ya no pueden reservar billetes los extranjeros y que teníamos que ir al Foreing Tourist Centre en la Fairlie Plaza, pero el agresivo taquillero, no nos quiso decir en qué zona de la ciudad estaba. Pensamos, que si era para guiris, estaría en el centro, pero resulta, que se encuentra en mitad de la nada, por lo que deberemos dejar la gestión para mañana. No entendemos, como Indian Railways tiene una operativa distinta en cada punto de venta.
Cada vez, que venimos a Calcuta, tenemos dificultades para organizarnos la vida. La logística de casi todo ha cambiado, aunque la mayoría de lugares que frecuentábamos siguen igual: el maldito hotel Times, el supermercado, el restaurante de los chow mein, los arroces y rolls, el spanish Rush..