Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¡Peleando 70.000 pesos!

                                                                       Zipaquirá (Colombia)
            En cuanto a los colombianos, nada malo podemos decir. Son, extraordinariamente, amables y ponen en práctica el mejor español de todos los países de habla hispana.
           Bogotá (Colombia)
            Bogotá es s una bonita ciudad, con los impresionantes Andes al fondo. La plaza Bolívar es el corazón de la misma y a mi me recuerda, ligeramente, a la del Obradoiro, en Santiago de Compostela. En ella se encuentran la Catedral, la capilla del Sagrario, la iglesia de San Ignacio, el Capitolio Nacional, la Alcaldía Mayor, la iglesia de Santa Clara, el palacio de Mariño y la Corte Suprema de Justicia. ¡Casi nada!.

            El barrio donde se ubica se llama la Candelaria, que cuenta con otros muchos lugares de interés, como la iglesia de San Francisco, la de Veracruz, la de la Tercera Orden, santa Bárbara, la casa de la Moneda y Donación Botero y la plaza del Chorro de Quevedo.

            Luego, está la zona donde se ubican los edificios gubernamentales. Para acceder a ella, hay que traspasar controles de seguridad, en los que registran los bolsos. Existe bastante vigilancia y suelen pedirte que no te detengas mucho y que circules por el centro de la calle. “A la orden” y “si tiene la bondad”, son dos frases, que están todo el día en la boca de los simpáticos y apacibles colombianos.
                                                                                    Bogotá
            En muchas localidades de Colombia, como es el caso de Bogotá, las calles y las avenidas -carreras- tienen nombre de número. La principal aquí, es la carrera Séptima y –en una decisión que me parece genial- los viernes por la tarde, entre las seis y las doce, la cortan parcialmente al tráfico, con lo que su calzada se llena de puestos de comida y actuaciones improvisadas, además de actividades varias de ocio –encestar en sacos, saltar a la comba…- al calor de la gente, que la ocupamos de forma masiva.

            Bogota por el día y tomando las precauciones habituales, no parece una ciudad peligrosa, pero por la noche, mejor no salir de esta almendra comercial, en torno a la Carrera Séptima y los aledaños de la calle Jiménez. Nada de quedarse por el vació casco histórico y mucho menos, ir a la zona que da acceso al bonito cerro Montserrat (importante centro de peregrinación, que visitaremos el domingo, dado que es el día en que sube más gente agrupada y no se producen asaltos). También, hay que tener cuidado en los cajeros automáticos.

                                                                                         Bogotá
            Dos excursiones de media jornada desde la capital, son casi obligatorias: Zipaquirá y Villa de Leiva.
                           Bogotá
            En la primera, se visita la Catedral de Sal, que en la actualidad, tiene solo 12 años, porque la original, construida en 1.952, se hundió, 40 años después. La visita es obligatoriamente guiada y se va deprisa, pero una vez termina, te puedes quedar en el interior, todo el tiempo que quieras, haciendo fotos o simplemente, paseando. Nuestra guía se llama Greis y resulta bastante agradable y competente.
                                                                                                         Zipaquirá
            La mina está muy bien acondicionada, así que el tour no entraña peligro alguno. Primero, se entra por un túnel algo oscuro, reforzado en su techo y laterales, con troncos de eucalipto y luego se circula por un ancho corredor, a cuyos lados se sitúan las 14 estaciones del calvario de Jesús. A unas hay que bajar, mientras otras, se encuentran al mismo nivel. Aquí, llegan miles de peregrinos, sobre todo en Semana Santa e incluso puedes celebrar tu boda, aunque el precio que se debe abonar, está bastante lejos de lo que nos podemos permitir la mayoría de los mortales (12.000€) Hasta la fecha, solo se han celebrado 5 bodas. Finalmente, se llega a la catedral en sí, que es espectacular.

Junto con la de Wieliczca, en Polonia, son las dos únicas del mundo que están en una mina de sal y nosotros, desde este momento, ya conocemos ambas. Dispone de una gran nave central y dos laterales. En 2007, mediante un concurso para elegir las 7 Maravillas de Colombia; obtuvo la mayor votación. Cabe destacar también, su rica colección artística, especialmente de esculturas de sal y mármol.

                                                                     Zipaquirá
            Villa de Leyva es un bonito lugar, de calles empedradas y lindas plazas, casas e iglesias, pero no se tarda mucho en visitar. Llegar hasta aquí merece la pena, pero es una auténtica paliza, porque son más de cuatro horas en total y para colmo, no podemos ir desde Villa de Layva directamente a Medellín y por la tarde, tendremos que desandar el camino, hasta Bogotá.
                         Zipaquirá
            Lo más destacable de Villa de Leyva, es su amplia plaza Mayor, donde se encuentra la alcaldía. No hay ni un solo turista, así que pasear por aquí, es una auténtica delicia, gracias eso sí, a que hemos dejado las mochilas en una tienda, porque si no, tendríamos machacados los pies, con este sinuoso empedrado. 

            Al día siguiente, llegamos a Medellín y al recoger nuestro equipaje, constatamos que está empapado. Parece, que debido a las intensísimas lluvias, ha entrado agua en el maletero del bus. Nos enfurecemos con el conductor, que elude toda responsabilidad y nos manda a la oficina de la compañía, donde nos atiende una chica. Según las condiciones del boleto, lo máximo que podríamos pelear, es una indemnización de 20.000 pesos cada uno. ¡Y a cobrar Dios sabe cuando!.
                                                                                 Villa de Leyva (Colombia)
Escribimos una reclamación y solicitamos que nos devuelvan el importe del billete. La joven nos dice, que eso no puede ser, porque nosotros ya hemos viajado, pero ante nuestra insistencia, llama a un superior y en dos minutos, tenemos de vuelta en nuestro bolsillo, los 70.000 pesos de los boletos. ¡Chapó. Esta empresa no solo tiene unos autobuses muy nuevos y confortables, sino que mima a su clientela!. Los 70.000 pesos, que aparentemente han perdido, los van a recuperar con creces, solo con la muy buena publicidad, que nosotros vamos a dar aquí y a otros viajeros, en etapas posteriores de nuestro periplo.
Villa de Leyva 
Medellín es más interesante de lo que cabría pensar o de lo que se lee en la guía. Como Cali, resulta muy animada, sobre todo en sus plazas, entre las que destaca por encima de todas, la que acoge a las gigantescas y corpulentas estatuas de Botero, llamada con el nombre de este escultor. También, dispone de algunas bonitas iglesias como la Catedral Metropolitana –que se encuentra en el Parque Bolívar-, la Catedral Vieja, la iglesia de la Veracruz, la de San José y la de San Ignacio        Medellín (Colombia)
            
             Pero como siempre, son los puestos callejeros, que aquí son fundamentalmente de riquísima fruta y los viandantes, los que dan una alegría especial a esta vibrante ciudad. Abundan los vendedores de tinto, que no es un vino, sino un rico café negro.

            Como nos sobra tiempo, queremos retornar a la estación andando, pero nos damos la vuelta, tras recorrer cuatro cuadras, por una calle llena de garitos infectos, niños drogándose en plena calle -a base de pegamento y otras substancias- y tiendas protegidas por gruesos barrotes, que solo atienden a través de estos. ¡¡Qué miedo!!. Y todo esto, a escasos 200 metros de la plaza Botero. Y es, que en Sudamérica hay, que estar siempre alerta, porque se puede pasar de una zona segura a una insegura en un plis plas y sin advertencias aparentes
                                                                              Medellín

martes, 18 de septiembre de 2012

"Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente".

            Una vez, hemos ingresado en Colombia, tomamos otro microbús, ahora hasta la localidad de Ipiales. Como aceptan dólares, no cambiamos a los cambistas de la frontera, que dan una tasa nada favorable.
                                              Ipiales (Colombia)
            La empresa Transipiales, que nos lleva hasta Popayán, resulta ser un desastre. El autobús no es tal, sino un incómodo, viejo y sucio minibús y nos pasamos las ocho horas y media del viaje –porque llegamos con una y media de retraso-, escuchando cumbias a todo volumen. A pesar de todo ello y como ya es tradición, me duermo.
                Popayan (Colombia)
            Al tenernos parados un rato, al llegar a El Pasto y en otras escalas sucesivas, empiezo a familiarizarme con las equivalencias de los tiempos en Colombia, bastante similares a las que en su día, encontramos en Sicilia. Si te dicen “un momento”, prepárate para esperar cuarto de hora. Cinco minutos equivalen a media y veinte, a una hora.

            Nos enfadamos con el conductor, porque no nos quiere dar ninguna explicación sobre la larga referida parada, pero ni si inmuta. Otro pasajero extranjero, que sabe español, nos replica, que esto es lo que ocurre en los países del tercer mundo y yo, creo que acertadamente, le contesto, que la pobreza no tiene porque estar reñida con la buena educación.                        

                                                              Popayán 
           Al rato de haber salido de esta localidad, tenemos el primer control militar, de nuestra estancia en Colombia. A las mujeres nos dejan arriba y a los hombres los bajan del autobús. Es rápido y no ocasionan molestias. El que revisa mi pasaporte, mira y remira los sellos de Siria y Jordania. ¿Tendrán los sirios, algo que ver con la guerrilla o es porque esos sellos son chulos?.
                                                                                                   Popayán
            Paramos a almorzar y la del restaurante nos intenta –como constatamos luego-, cobrar casi el doble, que a los nacionales. Así, que no comemos nada. Por otra parte y como los ecuatorianos, los almuerzos dejan mucho, que desear.

            El paisaje es ameno y la carretera un desastre. Al contrario, que en el sur de Ecuador, no son los derrumbes los que abundan, sino los profundos socavones, en los que vamos cayendo una y otra vez. En distintas paradas, suben al vehículo vendedoras de piña, papaya, sandía y mango y gracias a eso, podemos tener el hambre bajo un ligero control.
                           Popayán
            Nada más bajar, nos abalanzamos sobre un puesto callejero de pinchos de carne, que está cerca de la terminal. Son baratos y de vaca, bastante más ricos, que los huesos de pollo de los almuerzos. Buscamos alojamiento y nos asestaos en la residencia Capri.

            La dueña, que es muy habladora, se sienta a charlar con nosotros. Tiene curiosidad por saber, ahora que el turismo no llega al país por su fama de inseguro, por qué hemos elegido este destino. Y aprovecha para lanzarnos un discurso propagandístico y para informarnos, de lo bien que está Colombia y del gran papel que está haciendo el presidente, Uribe, que ha sacado a la guerrilla de las ciudades.

            También, nos informa de que esta ciudad fue destruida por un terremoto, el 31 de marzo de 1.983. En poco tiempo, se reconstruyeron todos los edificios, milímetro a milímetro, con las medidas y los planos originales. Por separado, son casi todos bonitos, pero lo que entusiasma y enamora sobremanera, es el conjunto urbano.

                                                                    Popayán
            Salimos a dar una vuelta y constatamos, que esto ya no es Ecuador: El tráfico vuelve a ser caótico, las calles están llenas de vendedores de todo y vuelven las “llamadas, llamadas, llamadas…”. Pero la ciudad es, increíblemente preciosa y está perfectamente cuidada. Si antes de venir a América, hubiera cerrado los ojos e imaginado una ciudad colonial, esta habría sido la escogida.
                                                                                     Popayán
            En la bonita plaza principal, vemos una furgoneta, llena de papeles y publicidades pegadas. Es de un grupo de argentinos, que viaja desde su país, hasta México. Como no tienen recursos, piden ayuda en forma de dinero, comida y gasolina. A cambio, publicitan a los establecimientos o particulares, que se los den. ¿Y cómo van a pasar estos el tapón del Darien con la furgoneta?.

            Subimos al morro donde se encuentra la estatua de Benalcazar y paseamos por el bonito área, donde se ubican los puentes Humilladero y Chiquito. Cerca hay un mercado sin asfaltar, que es algo cutre. Se venden muchas cosas usadas, entre ellas, montoneras de calzado.
                     Popayán
            Queremos, subir a la iglesia de la Virgen de Belén, que está en una especie de Cerro. Nos cuesta encontrar el camino, lo que nos sirve para ver otros lugares interesantes, que no vienen en el plano. Cuando damos con él y le pedimos confirmación a un señor, que pasa por la calle, nos dice: “¿Vais a llegar hasta el Belén?... Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente. Guardad cautela y si decidís ir, hacedlo con mil ojos y no os separéis el uno del otro”. Por supuesto, la excursión queda cancelada.

            Al día siguiente, tomamos el bus para Cali y ya, nos toca discutir con el chófer, por una muy fea costumbre que tienen en este país. Y es que muchas veces, a pesar de tener horarios fijos, los autobuses demoran indefinidamente su salida, a la espera de que suban más pasajeros. Como ya expliqué, en Bolivia algunos, también lo hacen.
                                                           Popayán
            Me duermo y me despierta otro control de los militares. Esta vez, tenemos que bajar todos y aunque sin querer, me llevo un culatazo de metralleta en la cabeza, de un militar que tengo delante y que no se ha percatado de mi presencia. Resulta rápido.
                                                                                 Cali (Colombia)
            Nuestros planes son, pasar el día en Cali y mañana por la mañana, tirar hasta la Zona Cafetera: bien hacia Armenia, bien hacia Manizales. Lamentablemente y después de recorrer casi todas las compañías de autobuses, tenemos que hacer un brusco viraje de timón, dado que ir a ambos lugares sale muy caro.

            Nos iremos esta tarde a Bogotá, después de pasar el día aquí y para ahorrarnos unos pesos, empezamos la dura negociación del precio de los boletos.
                    Cali
            Cali dispone de bellos monumentos. Pero en realidad, por lo que merece la pena es, porque es una ciudad vibrante, con gentes de carácter muy abierto y fiestero. Los lugareños son igual de amables que en Popayán, pero aquí son mucho más alegres, lo que hace de sus mercados, unos lugares cálidos y animosos, por los que resulta encantador, pasear y perderse. Nos llama la atención, que haya personas, que debajo de sombrillas y con una máquina de escribir antigua sobre una mesa, redactan y escriben documentos a otras, que se supone, no saben leer ni escribir.

            Como llueve y nos guarecemos, entablemos conversación con un chico, que vende cinturones y que ha sentido curiosidad por nosotros. También esta convencido, de que Uribe ha cambiado el país para bien: “Antes de que llegara, no es que por el país no pudierais viajar los extranjeros, es que no podíamos ni nosotros”, señala y apostilla: “Entre la guerrilla y los carteristas, tenían acongojados a los habitantes de Cali. Hoy ni una ni los otros, tienen cabida aquí”. Sin embargo, sigue echando de menos la falta de oportunidades en Colombia. El mismo, que es músico profesional, tiene que estar vendiendo en la calle: “Menos mal que aquí en Cali, todo lo que saques a la vía pública, lo vendes”, asegura

                                                                         Cali
            Por seguir teniendo datos comparativos con el resto de países, le preguntamos el sueldo medio en Colombia y nos responde que 250 dólares. Igualmentee, charlamos sobre otros países del continente, que hemos visitado o vamos a recorrer: “Sí, es verdad, que los argentinos son muy buena gente –dice-, pero eso es ahora. Antes de la crisis que tuvieron, se creían los ricos de América, como si su Madre Patria fuera Italia y no España. Se iban de vacaciones a Disneyworld, toda la familia entera, pero ahora cambiaron. Y los panameños, esos no te dan ni la hora…”.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Obsesiva inseguridad

                                    Riobamba (Ecuador)
Habíamos pensado hacer noche en Riobamba, pero como son poco más de las once de la mañana, veremos este lugar en cuatro o cinco horas y por la tarde, tiraremos directamente, hacia Quito. Y todo, porque mañana es sábado y no queremos perdernos el mercado indígena de Otavalo, que se celebra ese día. Cerca de Riobamba, existen diversos volcanes, como el Chimborazo, el Tungurahua, el Altar y el Carihuairazo, pero en esta ocasión, hemos decidido, que solo nos centraremos en la ciudad.
                                                                                                   Otávalo (Ecuador)
            Dejamos las mochilas en una librería –como tenemos por tradición, últimamente- y nos vamos a explorar la ciudad, que aparece bastante bien cuidada y que está de celebración festiva en este día, aunque desconocemos los motivos. Vemos el Parque de la Libertad, la Basílica de forma circular, el Parque Maldonado, la Catedral y otras tres o cuatro iglesias, bastante interesantes.

            Afortunadamente, la carretera hacia Quito es buena. La mayoría del tiempo, circulamos por autopista y no por esas carreteras de Dios, de los días anteriores.

            Estamos preocupados. Hemos leído mucho sobre la inseguridad de la capital ecuatoriana y vamos a llegar de noche, por lo que nos da algo de miedo tener, que recorrer el centro andando, en busca de un hotel. La entrada a Quito es parecida a la de La Paz, en constante y larga bajada, con bonitas vistas de la ciudad.
                  Otávalo
            La estación de autobuses de la capital es moderna, funcional y sobre todo, enorme, dado que consta de varias plantas. Así que nos cuesta unos minutos organizarnos y enterarnos, de que no tendremos problemas para ir a Otavalo, puesto que hay autobuses muy frecuentes.

            Tal como nos ha recomendado una señora, salimos de la estación para tomar un taxi, dado que son más baratos, que los que esperan a la puerta. Pero como nos ven extranjeros, nos quieren exprimir, pidiéndonos como poco cinco dólares, por un tramo que haríamos andando, en poco más de diez minutos, si fuera de día.

            Encontramos un hotel frente a la terminal. Nos piden 12 dólares por la habitación doble con baño y televisión sin cable. Es algo descuidada, pero habitable, así que vistas las circunstancias, decidimos quedarnos. Esta zona, está catalogada por las guías, que hemos visto, como muy insegura de noche, así que no nos movemos del hotel, hasta el día siguiente. Y debe serlo, porque en nuestro propio hotel hay dos verjas, que parecen de una cárcel de alta seguridad. Una está situada abajo del todo y otra, justo antes de la recepción.

                                         Otávalo, arriba y debajo, Quito (Ecuador)
            Tomamos la decisión definitiva, de que no vamos a llegar hasta la selva amazónica, en este país. Habíamos pensado hacerla, bien por Macas o bien por Coca, pero ambas quedan a bastantes horas de autobús, de cualquiera de los lugares por los que hemos pasado y no estamos dispuestos a meternos tal paliza.

            Partimos hacia Otávalo. Nada más bajar empieza a llover y así estará la mayor parte del día, si bien, a ratos afloja un poco y otros arrecia. Somos unos apasionados de los mercados. Podemos estar paseando por ellos, durante horas y horas. En este y a diferencia de la mayoría de los del resto del continente, hay bastantes guiris en busca de gangas, que realmente no existen, aunque si se hacen compras a precios bastante razonables.
                  Quito
            En cuanto a, si lo que se vende es o no de producción indígena o artesanal, no soy ninguna entendida, pero permitidme que albergue mis dudas. No he llegado a ver ninguna etiqueta de, “made in Taiwan”, pero la mayoría de las cosas que se ofertan, me parecen más bien, de producción industrial, que manual.

            Al margen del tradicional mercado de artesanía, que se desarrolla en la plaza del Poncho y sus alrededores, existe otro enorme, destinado a las frutas, las verduras y los productos de consumo cotidiano. Como todos los de su gama, es tremendamente animado y por 10 centavos de dólar, degustamos la piña más rica, que hayamos comido jamás, partida en unas enormes rodajas.

                                                                                    Quito, tanto arriba, como abajo
              Como en todos los mercados del continente, una vez se abandonan Brasil, Argentina y Chile, existen tres niveles de negocios: Los que tienen tienda, en algún local de la calle, los que montan el puesto por la mañana en mitad de la vía pública y lo desmontan por la tarde y los que cargan con la mercancía a cuestas y se desplazan.

            Nos ha gustado este mercado, pero aún así, nos da la sensación de que está sobrevalorado. Nos sentimos mucho más a gusto, el día que estuvimos en Pisac, tal vez, porque de ese lugar, esperábamos bastante menos. Volvemos a Quito.

            Es domingo. A pesar de ser de día y de que está bastante próximo, decidimos tomar el metrobús (0,25 US$), para llegar al centro. Y es que en la guía, la calle Maldonado, que conduce hasta la plaza de Santo Domingo, la ponen como bastante peligrosa. Así, que es cerrar los ojos e imaginármela, llena de navajeros sedientos, deseosos de colocar sus machetes sobre nuestros cuellos. Otras de las zonas, calificadas también como bastante inseguras, son La Mariscal, el Parque Carolina y el Cerro Panecillo. Hasta hemos leído, que lo mejor para visitar el centro, es unirse a una de las visitas guiadas –creo que gratuitas-, que ofrece la policía. ¡Me parece una tremenda exageración!.
                          Quito
            El centro de Quito -que al menos hoy y sobre todo por la mañana, está tomado por la policía-, es una zona que enamora y para mi gusto, esta ciudad es de las más bonitas de Sudamérica. Tiene iglesias preciosas y calles sensacionales, con casas realmente bellas. Todo está muy bien cuidado y limpio. Y para más suerte, hoy en todo el centro está cortado el tráfico, porque desfila la procesión de los Dolores.

            Así que todas las iglesias están abiertas y hay misa. Están abarrotadas de gente, incluso de pie, en los laterales de los bancos. Más que en una boda, en España. El punto más importante de la ciudad viene marcado por la plaza de la Independencia, donde se encuentran la Catedral y el Palacio de Gobierno. A la vuelta está el Sagrario, que es un bonito templo.

                                                                           Quito, tanto arriba, como abajo
            Buscamos un taxi para subir al Cerro Panecillo. En la oficina de Turismo nos habían dicho. que cuesta unos 5 dólares, pero los taxistas nos piden 15, 12, 8 –como mínimo- y no están muy dispuestos, a regatear. Un amable comerciante de la zona, que después de media hora, nos ve ya bastante desesperados, nos indica, que lo mejor que podemos hacer, es tomar un autobús llamado Tola, desde la plaza de San Francisco y bajarnos en el Cementerio Nuevo. Desde allí y por un dólar, tomar un coche particular hasta lo alto del cerro, dado que hay muchos que ofrecen ese servicio.
                        Quito
            Minutos después, incluso cierra la tienda y se decide a acompañarnos el mismo, hasta que bajamos del Tola. Nos resulta extraña tanta amabilidad y nuestras alertas se disparan. ¿Habrá tramado con alguien que vayamos hasta el cementerio, para luego allí desvalijarnos?  Desde luego, somos conscientes de que asumimos una situación de riesgo, pero el hombre ¡parece tan amable y honrado!. Todo sale bien y caemos en las manos con un amable hombre, que tiene un hijo viviendo en España. Las vistas desde el cerro son magníficas
                                                                         Quito
            Antes de ir a la cama, vemos como cada noche la tele. Un anuncio capta nuestra atención. Publicita el primer Congreso de Negociación Avanzada, que se va a celebrar en la ciudad y para ilustrarlo, han tomado el célebre, ¿por qué no te callas?, del Rey. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Lluvias, niebla, penosas carreteras, precipicios y hermosos paisajes


En cuanto anochece, nos vamos a la lejana y vieja terminal, de Piural y hacemos tiempo hasta la salida del bus, que parte con más de una hora de retraso, porque viene de hacer el recorrido inverso con demora. ¡Nos enteramos, de que nos va a llevar el mismo conductor, que trae ese autobús y que ya lleva diez horas al volante!. Estamos a punto de renunciar a subir, pero tampoco es plan de perder otro día aquí, para que mañana nos pase lo mismo. Nos persignamos y subimos al bus.

            Solo vamos seis pasajeros. Como el autobús tiene puerta de separación, entre el conductor y el pasaje, nos encierran, nos dejan sin luz y ponen la música a todo trapo.
                                                                        Esta y la de arriba, son de Loja (Ecuador)
Al poco, paramos en la frontera, donde el hombre que controla la oficina de inmigración peruana, parece drogado y nos pregunta, mirando las tarjetas migratorias: “¿Y esto quien os lo ha dado?”. “Pues mire usted, nos obligaron a rellenarlo a la entrada al país. Vamos, que no es cosa nuestra”, le respondemos. Las mira nuevamente, les estampa el sello y nos pone dos en el pasaporte (el normal y uno redondo, donde pone “Policía”). Salimos rápido, no vaya a tener otra ocurrencia, cruzamos un puente y llegamos al puesto fronterizo de Ecuador, donde nos ponen un sello mecanizado.

Conseguimos dormir, pero a las dos de la mañana, nos despiertan. El conductor está pidiendo ayuda, para ver si podemos mover una enorme piedra, que hay en la carretera, dado que con las intensas lluvias en la zona, llevan produciéndose derrumbes hace ya un rato y este enorme pedrusco, nos acaba de caer ahora mismo, delante.
                 Cuenca (Ecuador)
            Conseguimos quitarlo, pero a pesar de ello, el conductor dice que no sigue, porque no tiene garantías de que la carretera esté bien. Esperaremos a que amanezca y vengan las máquinas a limpiar la carretera. Se echa a dormir, pero nosotros vemos que hay tráfico en la otra dirección y le presionamos para que siga. Sabemos, que está sin pegar ojo durante casi un día, pero estamos parados al lado de un precipicio y en el otro lado, hay un terraplén rocoso y arenoso, al que no le queda mucho para desprenderse.

            Conseguimos convencerle –creo que es el primer conductor en todo el viaje, que da su brazo a torcer- y seguimos, rezando todo lo que sabemos, al borde de despeñaderos y asistiendo a derrumbamientos intermitentes, que por suerte, no cortan la carretera por completo, ni nos caen encima.
                                                                                               Cuenca
            Cuando empieza a amanecer y por fin, conseguimos conciliar el sueño, el chofer pone a todo volumen la radio, con el Jiménez Lozanitos de turno, versión ecuatoriana (en Arequipa, como ya he narrado, habíamos tenido la peruana), que está despotricando contra las autoridades, por la insoportable situación de las carreteras en el sur del país y las inundaciones, que tienen a muchas localidades aisladas. Llegamos sanos y salvos.

            Loja tiene unas cuantas iglesias bien interesantes, como la Catedral, la de Santo Domingo y la de la Merced, entre otras. También destacan el Mercado Central, la Puerta de la Ciudad y los museos del Banco Central y de la Música.
                        Cuenca
Comemos bastante mal, al estilo del norte de Perú, pero peor, en lo que va a ser el inicio de un calvario gastronómico, que nos va a llevar por todo Ecuador y buena parte de Colombia. Así, que de postre y en un establecimiento de comida rápida, nos zampamos un perrito caliente doble. Otros días, serían salchipapas, como sobremesa.

            A Cuenca, según la guía, son cinco horas de camino, cinco y media, según la compañía de buses y seis y cuarto, termina siendo la realidad, después de que nos aburramos bastante por el camino y de que estemos hartos ya de escuchar a Enrique Iglesias, en los colectivos de este continente.
                                                                                        Ingapirca (Ecuador)
            El casco histórico de esta ciudad es coqueto, está bien cuidado y empedrado. Hay casas muy bonitas, en perfecto estado de conservación e iglesias. que destacan por su inigualable belleza, como la Catedral Vieja, la Nueva (la Inmaculada), San Blas, Santo Domingo y San Francisco, entre otras.

Otros lugares de interés son el Parque Calderón, sus calles aledañas y la plazoleta del Carmen –donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y se celebra un agradable mercadillo de flores-. También hay otro animado mercado, donde se vende de todo, más limpio y cuidado, que los de Perú o Bolivia. Llevamos poco tiempo en el país, pero nos extraña que tratándose de una nación pobre, haya tan poca gente vendiendo en la calle.
 Ingapirca
En una agencia de viajes, vemos algunos precios de excursiones por la zona: A Ingapirca, con 37 US$. Un tour a la selva amazónica -zona de Coca-, 40 US$ (precio por persona y por día).Y un circuito por las islas Galápagos, sele por 700 US$, para una semana de duración. Es por el precio, por lo que nosotros habíamos descartado este destino. Desde luego, si hubiéramos venido en un viaje corto, habríamos hecho el esfuerzo, pero para uno largo, en el que has dejado de tener ingresos, resulta un lujo.

Al día siguiente, tomamos un autobús, que a través de interminables pueblos, conduce hasta la misma puerta de las ruinas de Ingapirca y ya antes de partir, hay un sonoro incidente, en el que sin que sirva de precedente, no estamos involucrados nosotros. El vehículo va abarrotado, pero un boliviano y un canadiense, han pagado cuatro asientos. Aunque solo ocupan dos, quieren que el otro par de ellos, permanezcan vacíos. Supongo, que sus razones tendrán para obrar así, pero el hecho es, que en el pasaje hay una mujer embarazada y varias señoras mayores, que deben viajar de pie, porque el ayudante no se ha atrevido a contrariar a estos excéntricos viajeros
 Itinerario de nuestro viaje de cuatro meses y medio, por Sudamérica, Centroamérica y México
            A mitad de camino, empezamos a charlar con ellos y –contra todo pronóstico- son de lo más normal. Hasta muy agradables, diría yo, por lo que aún nos resultan más misteriosos, los motivos de su actitud, sobre la que no nos atrevemos a preguntar. El boliviano es fotógrafo y ha viajado mucho. Vienen de Perú y tienen exactamente, la misma impresión que nosotros sobre este país y los abusos de Machu Pichu.
                                                                              Nariz del Diablo (Ecuador)
Al boliviano, que llevaba una carta de recomendación del ministerio, para tener acceso gratuito a la Ciudadela peruana, le hicieron más comprobaciones para ver si era buena, que si fuera un terrorista o un traficante de armas. Él es el más hablador de los dos y alérgico al vino. ¡Vaya desgracia!.

Tras tres horas, llegamos a las ruinas de Ingapirca, dejamos las mochilas en la entrada y pagamos los 6 dólares, que nos dan derecho al acceso. Son caras para lo que hay que ver, pero están mejor, que las deprimentes Huacas, de Trujillo. Ingapirca -Muro del Inca, en quechua- fue construida por los Cañarís, hasta que la destruyeron los Incas. Pudo ser un cuartel, habitado por un destacamento de vigilancia, un Templo del Sol o, ambas cosas.
Nariz del Diablo 
Una jornada después y tras diversos sucesos –entre los que destaca, circular con niebla, a través de penosas carreteras, con tremendos precipicio y con tan solo una cinta amarilla de plástico, indicando “peligro”-, nos disponemos a tomar el tren de las ocho (7,80 dólares, ida y vuelta), hacia la Nariz del Diablo. En el convoy, de un solo vagón, vamos unos 20 extranjeros y nosotros, somos los únicos hispanos. Como otras ocho personas, hemos decidido sentarnos en el techo del tren, desde donde tanto las sensaciones como las vistas, son más espectaculares. A la vuelta, como hay pasajeros que deseaban ir arriba y no han podido, regresamos en el interior del vagón.
                                                    Alausí (Ecuador), punto de partida del tren, a la Nariz del Diablo
El paisaje es, realmente bonito, circulando por el típico escenario de montaña, con escarpados picos, una garganta, riachuelos y mucho verde. Pero, no más, que el del resto del sur de Ecuador. Menos mal, que hoy está despejado. En total, se tarda una hora y media, en hacer el recorrido de ida y vuelta, completo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Pintorescos taxistas y yacimientos arqueológicos inventados

                                                        Lima (Perú)
            Pintorescos resultan ser los taxistas peruanos. Su estrategia habitual, nada ilegítima, consiste en ofrecerte una tarifa muy atractiva para la carrera, para después, tratar de colocarte un alojamiento de tarifa elevada. Tienen muy mala fama, pero la cosa no es para tanto. Recomiendan no tomar los taxis en la calle. Pero, nosotros lo hemos hecho así y no hemos tenido problema alguno.        
Arequipa (Perú)
El que nos transporta en Arequipa, lleva puesto a todo volumen, un programa matutino, tipo el de Jiménez Losantos, en el que el locutor va despotricando contra todo, a grito partido.

El que nos acerca al centro, en Lima, tiene 88 años y va vestido con ropa bastante moderna, dentro de su minúsculo coche, que apesta a gasolina quemada (debe de ser de los años 60). Parece, que vamos en una cafetera urbana, debido a todo lo que nos movemos hacia ambos lados y al humo que echa.

            Ha sido marino y ha servido en el ejército de Estados Unidos, por lo que conoce medio mundo. Dice –desconozco el motivo y si algo así puede suceder, aunque lo dudo-, que puede entrar en todos los países del mundo sin visado, con la excepción de Rusia. Se emociona, hablando de Sara Montiel, el Cordobés y Frank Sinatra y como le seguimos la conversación con pasión, acaba poniendo a Celia Cruz a toda pastilla, en un cassette, que lleva adosado en el salpicadero del taxi. A pesar de la edad, tiene una mentalidad y un espíritu más joven, que muchos de 20 años
                                                                                                        Arequipa
            Descartamos, hacer el tour al cañón del Colca. El más corto es agotador, porque sale a las dos de la madrugada y retornas de noche. El de dos días es demasiado relajado y se visitan unas cuantas cosas insustanciales, supongo, que para inflar el precio. Desde Arequipa,.iremos a la cercana Yura y al día siguiente, tiraremos hasta Lima, en un autobús nocturno.

            También descartamos, hacer las Líneas de Nazca, por resultar caro y considerar, que no ofrecen demasiado interés. Alguien nos ha llegado a decir, que las aran continuamente, con artilugios mecánicos, para que estén más marcadas. En las zonas de Perú, donde no disponen de atractivos turísticos, los exageran o sencillamente, se los inventan.
                Lima
            Sería el caso de las huacas del Sol y de la Luna, en Trujillo (norte del país). El paisaje es bonito, pero las huacas, apenas tienen nada, casi ni siquiera, para los friquis de la arqueología. Es una vergüenza, que cobren más de 4 euros, por entrar a ver cuatro restos, tapados con uralitas y llenos de andamios. La excursión es, obligatoriamente, guiada, porque si la hicieras solo, no aguantarías ni cinco minutos. Así, te la adornan un poco y te sacan más cuartos.

No iremos tampoco, a Ica y Paracas, aunque sentíamos más curiosidad, por ver si perduran los efectos del terremoto en este último lugar, que por sobrevolar las referidas Líneas de Nazca desde el aire, en avioneta.

            Arequipa es una ciudad caótica, donde los conductores no respetan a nada y a nadie y de la que esperábamos más. La mayor parte de sus casas y edificaciones monumentales son blancas y precisarían de una buena mano de cal, para recuperar el encanto perdido. Está llena de iglesias y patios. Las vistas son caras. En el Convento de Santa Catalina, se descuelgan pidiendo 30 soles. El resto tampoco, se quedan muy atrás y a veces no son ni siquiera, sitios interesantes.
                                                                                                Lima
            Lo que si nos encanta, es la gastronomía peruana, de Lima hacia abajo. La del norte es mucho más cansina, pobre y repetitiva. Caldo blanco, rocotos rellenos, salto de lomo, papas a la huancaina, charque, ceviche…, merecen sentarse a la mesa con calma. Sobre todo, para degustar este último

            El camino hacia Lima se hace algo pesado, a ratos y las interminables películas violentas, que nos ponen a todo volumen, no ayudan mucho a concentrarse en otras actividades. Nos damos cuenta de que, al contrario que los bolivianos, los peruanos son menos resignados y al menos protestan, cuando creen que algo está mal. Y es, que nos han vendido el viaje como un servicio directo y solo lo es a medias. “¡Que querrán ustedes por 30 soles!”, replica el descortés y malhumorado conductor. La atención al cliente, sigue brillando por su ausencia, también en Perú.
                                                                       Lima
            En algunas guías, se habla de determinadas líneas rojas en la capital, que resulta peligroso traspasar, señalando el área comprendida entre la avenida Tacna y la Avancay, como las fronteras seguras de la ciudad. Dicen, que incluso la propia zona monumental, es insegura de día, pero según constatamos y nos comentan varias personas, la seguridad en esta urbe ha mejorado bastante en los últimos tiempos. Caminando con cautela y sin ostentación, no es arriesgado visitar la zona centro. De noche es otro cantar y se hace recomendable, fuera de las calles comerciales, moverse en taxi, a todas partes.
                                 Lima
            Tres son los peligros fundamentales, a los que se expone el viajero en Lima, según nos comenta un amable empleado de nuestro hotel.

            -Robo por descuido del equipaje en la calle o los garajes de los autobuses, mediante a veces, incluso, sofisticadas tramas de varias personas, que escenifican complejas maniobras, para desorientar al desamparado turista.

            -Tirones, fácilmente evitables, no llevando bolsos.
               Trujillo (Pesrú) 
            -Las pandillas de “pirañitas”. Se trata de grupos numerosos de adolescentes, que actúan en equipo. Tiran a la víctima al suelo, la desvalijan y se van tan tranquilamente, andando, conscientes de que como son muchos, no te vas a enfrentar a ellos.

            Lima  nos gusta bastante, aunque menos que otras capitales, que ya hemos visitado, como La Paz o Santiago. Llegados aquí, nos siguen sin atraer los peruanos, que en términos generales, siguen siendo tan maleducados y poco atentos, como en las zonas del sur y de Cuzco
                                                          Ambas son, de Trujillo
            Además de su basta zona monumental, plagada de Iglesias y conventos, se puede transitar por Miraflores, que es un barrio elegante y urbanísticamente bien trazado No parece Sudamérica. Todo es de mucho mayor nivel aquí que en el centro de la ciudad y eso también, se nota en los precios. Damos un paseo por los Óvalos, la avenida principal y finalmente, llegamos al mar. Ahí también reside el encanto de este núcleo residencial: en las bonitas, anchas y abiertas playas, que lo acercan al océano Pacífico.
                      Piura (Perú)
El complemente final, que ya lo hace magníficamente agradable, son sus cuidados parques, entre los que destaca el del Amor, inaugurado un día de San Valentín y lleno de frases “tontitas” y algo horteras, que le dan un toque –discutiblementne- romántico. ¡Llevamos sin ver el mar, cerca de un mes, desde que estuvimos en la bonita Valparaíso!.

            Con las visitas a las discretas Chiclayo y Piura, ponemos punto final, a Perú.