Ayer, saltarnos un protocolo de los habituales, de nuestro
funcionamiento, durante los viajes, nos llevo a perder una jornada completa en
Beirut, sin poder llegar hasta Tiro, lo que era nuestro objetivo. No pensábamos
pagar por las ruinas, pero sí, al menos, ver la ciudad.
Escaparate, en Beirut
Hoy,
quisimos intentarlo, de nuevo. Madrugamos. Antes de las 7 de la mañana, ya
estamos haciendo ese largo peregrinar, que es ir a la estación de Cola. Después
de unas cuantas incertidumbres, descubrimos que para hoy, los cacharros de todo
tipo, han organizado una huelga, por la subida de los carburantes. Como
siempre, hemos llegado el día exacto de la celebración. No nos perdemos ni una,
bien sean militares –con golpe de estado incluido-, sindicales –con jornadas de
paro-, religiosas o civiles –sean locales o nacionales-, que tantas veces nos
han trastocado los planes (sobre todo a lo largo de los dos últimos viajes
largos).
Volvemos
desolados. Otro día más en esta inhóspita ciudad. Y eso -según rezan diversas
vallas publicitarias-, que en Beirut se consideran lo más de lo mejor en
playas, vida nocturna y compras –especialmente de lujo-. Pero, por mucho que se
digan las cosas, y se repitan, no se convierten en realidad .En cuanto a las primeras,
son normales y sobre la “night life”, cabrían muchos matices, porque el
ambiente es escaso –como a todas horas, en la ciudad- y consumir muy caro:
cervezas a 5€ y un vaso de güisqui a 12€ (medio litro de la primera, en un
supermercado, sale a 55 céntimos).
Ruinas de Baalbek
Abramos
capitulo aparte, para lo del lujo y las tiendas. El lujo, entendido a la
libanesa, significa sacarte todo lo que puedan por cualquier cosa y luego ya
veremos, que recibes a cambio. En cuanto a las tiendas, no exageran casi. Las
deben vender al peso, porque aparecen por todas partes, pero siempre, sin
clientes.
Para
nosotros –y esto es una opinión personal-, Beirut es la ciudad más insulsa e
inhóspita, de todas las grandes de Oriente Medio. Y, Líbano en general, también
nos está decepcionando. Es verdad, que cuenta con numerosas ruinas, excelentes
cascos históricos y abundante naturaleza, pero carece de exotismo y de calidez
humana, que sí hemos encontrado en Siria, Egipto, Turquía, Palestina… (No en
Israel).
La frase que más repetimos, en estos últimos días es:
“Líbano, país de chiste”.
Pongamos un ejemplo: el ejército. Reír para no
llorar. Militares con trajes de lagarteranas y lentejuelas –menos auténticos,
que los de la guerra de Gila-, creyéndose héroes o corriendo por la Corniche,
con una escasa mochila a la espalda, sin poder ni con los pies ni con el culo.
Y, para colmo, el único, que se muestra simpático, nos desea “god night”, a las
cinco de la tarde. Debe ser el experto del inglés de todo el cuartel. Vetustos
tanques arrinconados en cualquier parte, rodeados de una alambrada de espino,
que hasta un niño sabría saltarse por encima
Pero,
existen muchos más, destacando dos:
1º) Hamburguesas a 12.5 €, el
kilo de queso a 150…tratando de explotar todas las formas posibles de hacerse
ricos en un solo día.
Sidon
2º) Conciencia colectiva, debido
a su flamante y bien cuidada zona de tiendas y de monumentos, -financiada por
la deuda exterior-, de poder compararse con París, Londres, Dubai, Nueva York o
Milán. Pues anda, que no les queda y para muestra, muchos botones: tráfico
absolutamente irrespetuoso con el peatón y con el código de circulación,
precios de los productos básicos, que triplican o cuadriplican los de Europa, accesos
viarios complejos, falta de clase media, supermercados vacíos, niños en los
brazos de su madre –y no en sillita o cochecito- y adultos sin gafas, ausencia
de moneda fraccionaria y redondeo constante y descarado, siempre a favor del
comerciante… Al menos, sí están concienciados con el asunto de la basura y la
ciudad se muestra, casi impoluta.
Por cierto,
nuestra pérdida de tiempo, se convirtió en dinero. En el suelo, junto a un
coche, encontramos 100 $, en dos billetes de 50. Lástima de que el Madrid ayer,
corriera peor suerte, que nosotros, en la Champions