Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 2 de enero de 2012

Cosas, que nos rayan de India

Chennai
            A estas alturas –cuando escribo esto, llevamos 12 días en India-, ya hemos tomado buses y trenes nocturnos y ambos nos encantan, para los largos desplazamientos. Nuestro primer viaje por el país, a Madrás (Chennai), lo hicimos en bus, en una noche aciaga, en la que cayeron litros y litros de agua.

Cuando llegamos, una de las ciudades más importantes del país estaba anegada, y caminar por los barros, charcos gigantes y basuras, entremezclados con olor a orín, resultó vomitivo para nuestros sentidos e insufrible, para nuestros poco acostumbrados pies.

            Dos problemas añadidos, además del retorno de la lluvia: encontrar alojamiento, en una ciudad  donde por puro racismo y por supuestamente –necesitar una licencia especial-, escuchamos hasta la saciedad, “is full”, no rooms” y “no foreigns” y dar con una librería, donde comprar una guía del país.

                                                                                                                                                         Chennai
En nuestra primera aventura, visitamos más de 30 guest house. En la segunda, sólo encontramos libros escolares y alguna novela, en establecimientos decimonónicos. Tampoco tuvimos suerte con la comida –hasta que por la tarde llegamos a la agradable Marina Beach y nos atiborramos de chiles rebozados- y con las tiendas de alcohol –no hallando ni una-, para aliviar nuestra desazón, en los numerosos paseos. Sólo la policía –al preguntarles en repetidas ocasiones, por ir sin plano-, puso un guiño amable, dándonos a lo largo del día numerosas explicaciones. Casi siempre, con una sonrisa y con gran curiosidad, en cuanto a nuestra nacionalidad.

            El referido problema de encontrar cerveza o bebidas alcohólicas, en la India que conocemos –salvo en la Sodoma Puducherry-, es una de las pequeñas molestias, que se encuentra el viajero en todo el país.

            Las grandes molestias, cin embargo, pueden ser recitadas de carrerilla –a diferencia de las virtudes, que se detectan rápidamente- como si fuera un mantra: tráfico infernal -sin pasos ni de cebra ni elevados-, intimidación al peatón -más si es extranjero-, formularios para todo, forma de comportarse rayando con lo salvaje -gritando, comiendo con las manos, empujándote o arrollándote en la calle, escupiendo continuamente y en cualquier lugar-, escasa  amabilidad –incluso cuando vas a comprarles algo- y obtención de la información básica con sacacorchos, tras preguntar mil veces.
Chennai
            A todo ello, hay que añadir lo pelmas que son –aunque es fácil disuadirlos- y el que te quieran sacar el dinero, hasta casi por respirar. ¿Yysi cuela?. Normalmente, haciéndote el loco, la cosa funciona, Quizás, junto a los israelitas, se trate de la gente menos agradable, que hemos conocido. Al menos, los indios del sur, dado que el norte, aún no lo conocemos

            Pero, no más reproches, ni depresiones absurdas, de las que sufren algunos viajeros. Este país es fantástico y alejado de sus tópicos. En próximas entregas, os hablaremos sobre ambas cosas.

El principio de un sueño

                                                                                      Hampi
             Recoger el visado en la embajada, fue tan surrealista como solicitarlo. Paciencia y más paciencia, para que te vayas acostumbrando a lo que te espera. Más de hora y media contemplando, como se organizan detrás de las ventanillas, esperando que acudan desde las oficinas consulares con la valija, donde duermen todas nuestras esperanzas. Con nervios, tratamos de guardar la compostura, mientras unos australianos dormitan a pierna suelta –y sin cortarse- sobre las incómodas sillas y unos japoneses, también cabecean, aunque con mayor discreción. Por fin, ¡¡la visa ya es nuestra!!

Nos afloran todos estos recuerdos, arriba expuestos y sintetizados, cuando vamos camino del aeropuerto de Colombo.

            Volvemos a desesperarnos, cuando cinco días después de esos acontecimientos y al entrar en la zona de tránsito, del mencionado y tranquilo aeropuerto, nos invitan a rellenar un nuevo formulario: India  -como comprobaríamos a los pocos días de estancia en el país-, es la nación de las “applications” y los “forms”. Bien sea para entrar, para tomar un tren expreso, para navegar en un cíber y casi para mear.

En este caso, en el maldito documento, tenemos que contestar pacientemente, a casi las mismas preguntas, del formulario de la visa, Debemos decidir por nuestra cuenta, si somos –NRI, PIO (como el papa), OCI o NONE-. Bueno, pues tendrá que colar lo más sensato. Como nuestra dirección en Bangalore, es desconocida y no podemos poner una real, al no tener guía, nos inventamos la calle –añadiendo Road- y el nombre del hotel: Nos alojaremos, en el CUTRE INN.
Cuevas de Ajanta
            Por Bangalore, la entrada no es caótica –aeropuerto nivel occidental-, ni dilatada, aunque sí, algo minuciosa. Una vez dentro, continúa el asedio: si a los minutos de salir con el equipaje, sigues en la terminal de llegadas, te rodean unos cuantos polis y militares, para disuadirte, con mil preguntas y molestias. Para quedarte en la de salidas, necesitas billete a otro destino.

            Como es tarde, no arriesgamos y tratamos de dormir en una parada de buses urbanos. Pero a las dos horas, nos despierta otro Rambo hindú, que nos somete a un interrogatorio policial, en toda regla.

Son las 2:30 de la mañana y mientras nos quitamos las legañas de los ojos y recuperamos el uso de la razón –que no la razón al uso, que es por lo que se rigen aquí- debemos responder a lo siguiente: si tenemos pasaporte –ni se nos había ocurrido-, si tenemos visa –por supuesto, que no, con lo fácil que es entrar sin ella-, nuestro propósito dentro del país –ninguno bueno- y si estábamos bebiendo alcohol –cuando hallábamos durmiendo en dos bancos-.
                                                                                       Bangalore
Tras, el primer y estresante día en Bangalore –y eso, que es domingo-, me hago la gran e incoherente pregunta: ¿Es India mejor o peor de lo que esperaba?. Por la mañana, cuando llegamos y ví a vacas y perros, compartiendo amistosamente la basura de la calles, me entró una ligera depresión –sólo aliviada por la amabilidad (cosa muy poco común en este país- del dueño del hotel, que elegimos como alojamiento.

            Después de merodear por la ciudad –con los atractivos turísticos lejanos y con problemas con todos los cajeros automáticos, menos con uno-, caigo en la cuenta, de que casi no hay niños pidiendo y de que es inexistente casi, la gente que vive en las medianas de la carretera –como nos hicieron imaginar , poscomentarios que siempre nos habían hecho otros viajeros-.

            ¡Demasiadas convulsiones, para 24 horas en India¡

Rumbo al sur: Galle, Unawatuna, Matale y Kalutara

                                                                              Playa de Unawatuna
             Aunque, no las teníamos todas con nosotros –habíamos puesto ofrendas a los dioses de las cuatro religiones, que tan pacíficamente conviven en Trincomale-, por fin, nos entregaron la visa de la India, después de esperar dos horas, sentados en una sala, junto a otras cincuenta personas. Nos fuimos a celebrarlo, a la concurrida y maravillosa playa de Colombo, donde centenares de lugareños, disfrutan todas las noches –más, durante los fines de semana-, del paseo y los puestos de comida.
Galle
Como, aún disponíamos de unos días para volar a Bangalore, nos encaminamos al sur de la isla, donde las playas son magníficas. Contemplándolas, entra casi, en un estado de éxtasis

            Nuestro destino principal era Galle –topónimo de la calle de la embajada de India-, que cuenta con una maravillosa fortificación, junto al mar, que casi se puede rodear por completo por encima de la muralla.

Y a pocos kilómetros –se puede ir andando-, se halla la playa de Unawatuna, que dicen, está entre las 10 más bonitas del mundo (se muestra excepcional, aunque no se si para tanto). Allí nos bañamos solos, constatando, como la gran mayoría de restaurantes y numerosos alojamientos, permanecen  casi vacíos. Lo de siempre: mucho arroz para tan poco pollo.
                                                                                                       Kalutara
            La llegada a Galle, fue complicada, dado que ese día –otra celebración más, que nos pilla-, visitaba el Presidente la ciudad y había más militares en el fuerte, que turistas y lugareños juntos. Creo, que hasta el último cuervo, de los miles que vagan y cagan por la isla, era atentamente vigilado y controlado. A la jornada siguiente, sí pudimos disfrutar con calma de sus encantos, que son casi eternos.

            Después, Invertimos un día para conocer Matara, ciudad de escaso valor, promocionada más de la cuenta. Sí, que nos pareció más amena, Kalutara, donde paramos unas horas a la vuelta, camino de Colombo, para comer una de las más maravillosas bondas de todo el viaje.

Continuamos, observando las maravillosas playas de camino a la capital -mejor tomar el tren, que el bus-, aunque según te acercas a Colombo, la basura y los suburbios, –sumergidos en su vida cotidiana, a la puerta de sus casas de madera y tejados de chapa-, se van comiendo al mar.

                                                                                                  Galle
            Nosotros, nos conformamos con tomar una cerveza fría, cosa que no siempre es fácil aquí, y con zamparnos unos caramelos de tamarindo, vicio que hemos cogido con fuerza, durante los últimos días.

            ¡¡¡India nos espera!!!.                        Matara


                                                                                                       Galle

Trincomalee: una bonita bahía, decenas de templos hindúes y deliciosa comida

                                                                                      Playa de Nilaveli
            Nuestro periplo por el norte, terminó en la fantástica Trincomalee, una ciudad donde predominan los hindúes, que visitan y rezan en los numerosos templos de la ciudad, al ritmo de repetitivas músicas rayantes, que amenizan sus constantes ceremonias, El más espectacular, es el que se halla, casi enfrente de la estación de autobuses, donde en uno de sus muros exteriores, existe una pintada, donde conviven juntos y en armonía, elementos simbólicos de las cuatro religiones, más seguidas, cristianismo, hinduismo, budismo e islamismo.

La bonita bahía, el Fuerte y el templo Nuevo –en esta  ocasión, dedicado al budismo- nos llenaron de gozo, en una de las localidades, que más nos ha cautivado en el país, a pesar de que nos obligaran a dejar el hotel a las 8 de  la mañana, por la llegada de los asistentes de un congreso de fanáticos religiosos, que ocuparon hasta el último rincón.
                                                              Trincomalee
            Una pequeña maldad, en forma de venganza: como en el templo Nuevo, estábamos solos, lo visitamos de arriba a bajo, pisando y repisando, sin quitarnos las sandalias

            Las bondas, variadas cada día y los rollitos –los llaman rolls, aunque se parecen más, a croquetas gigantes-, de un restaurante muy concurrido y cercano a la estación de autobuses, nos llegaron tanto al estómago, como al corazón. Pido disculpas, por haber dicho el primer día, que llegamos a Sri Lanka: “en este país, nos vamos a pasar los 17 días comiendo una puta mierda”.

            De la playa de Nilaveli, mejor ni hablamos no vaya a ser que empiece  a coger fama y la destruyan. Si me sabéis guardar un secreto, os diría, ¡qué es realmente maravillosa!.
 Trincomalee
            Hemos descartado, visitar las ruinas de Polonanaruwa y de Mihintale. En uno de los casos, por estar mal comunicadas y en los dos, por ser caras.

Por el centro de la isla: Nuwara Eiliya, Kandy y Anuradhapura

                                                                                                        Kandy
            Partimos desde Colombo hacia la fresquita –tal vez más de la cuenta- Nuwara Eliya, situada a más de dos mil metros de altitud. Durante el trayecto, pudimos comprobar, que este país dispone de maravillosos paisajes montañosos, aunque también de los peores autobuses del mundo, con diferencia, a pesar de que son baratísimos.
Nuwara Eiliya
Nada más llegar y siendo tan sólo un puesto de la calle, nos reconciliamos con la sabrosa cocina del país, que los días anteriores, nos había jugado una mala pasada. Al margen de bellos edificios coloniales tipo inglés, la localidad ofrece la posibilidad de trekkings urbanos, visitas a las plantaciones de te –salvo los domingos- y transporte directo hasta Ella, otro coqueto y recomendable pueblo montañoso.

            Más adelante, agradecimos los calores de Kandy, sólo por un rato. Nos costó bastante tiempo, encontrar un alojamiento. Kandy es una de las joyas del país. Está limpia y cuidada. Dispuestos alrededor de un lago, se encuentran varios templos, entre ellos el del diente de Buda. Es bello y se visita sin coste en su patio descubierto, aunque pretenden -y en algunos casos consiguen-, cobrar a los extranjeros la exagerada cantidad de 7€ por visitar la famosa pieza dentaria. Será, que debe recuperar el bolsillo, de algún caro empaste. No hace falta que os digamos, lo que hicimos nosotros.
                                                                                        Kandy
Cerca del lago existe una zona de edificios coloniales, bastante bien conservados. Hay partes con aceras por las que transitar y eso se agradece. No ocurre lo mismo, en el área que va desde la estación de trenes hasta el lago, donde el caos y el despiporre son absolutos e ingobernables. Desde lo alto de la colina –que hay que acometer con esfuerzo-, una gran estatua de Buda sentado, observa el ir y venir de sus conciudadanos y de los escasos guiris

            Desde Kandy, tiramos hacia Anuradhapura. Tampoco aquí es fácil encontrar alojamiento, y menos, a precios económicos. La ciudad es absolutamente desagradable, hostil y polvorienta. El núcleo principal, discurre a través de una interminable e insufrible calle, por donde el tráfico y las obras, te convierten en un sucio y gris peregrino, que va camino de las estupas.
                                                                                                Anuradhapura
Los templos –que visitamos al día siguiente-, por el contrario, son bastante interesantes y evocadores de un tiempo pasado y lejano. Son gratis o nos hemos colado. Una de dos. Pero, el problema mayor, es que caminar sin zapatos, por desnivelados y desgastados caminos de hormigón, con pequeñas piedritas y a veces, salpicados por barros y charcos, se hace insufrible. En bastantes ocasiones, te hace acordarte –y no para bien- de los padres del budismo, sin ni siquiera conocerlos.
                                                                                           Kandy
                                                                  Kandy

sábado, 31 de diciembre de 2011

Por fin, el tan deseado -y sufrido- visado de India

           Desde siempre –y casi, desde que tenemos usos de razón-, nos había dado pereza hacer el visado de India,  a  pesar de la sorpresa de muchos viajeros, que no entendían  -nosotros tampoco-, que después de haber visitado más de 100 países, aún no conociéramos tan demandado e idolatrado destino. Al comprobar la realidad, entendimos perfectamente, que nuestra desidia burocrática, estaba altamente justificada.
                                                                               Hampi
            Madrugamos y nos levantamos con buen ánimo, como no podía ser de otra forma. Caminamos hasta la bonita  -espectacular, diría- playa de Colombo, que recorremos casi entera, para llegar a las entrañas de la calle, Galle. Aquí, se haya la embajada de India, pero no es donde se hacen los visados. Hay que caminar, unos cuatro kilómetros más, hasta una agencia privada, aunque dependiente de ella, que sólo se dedica a ello.

            El primer contratiempo, consiste en el desagradable trato de la persona, que atiende al público,.tras haber sido cacheados y habernos retenido la cámara de fotos. A duras penas, logramos entender el precio de la visa -unos 34 €-, que tardan seis días laborables en concedértela y que el formulario de solicitud, hay que rellenarlo en una web, por internet y luego imprimirlo.
Varanasi
Por supuesto, han montado un chiringuito enfrente, donde a un caro precio de 350 rupias, te lo rellenan ellos, por lo que decidimos buscar un cíber –resulta esforzadamente costoso-, para responder a más de 3 páginas de preguntas: unas lógicas, otras estúpidas y la mayoría, sencillamente absurdas. Menos mal, que nunca comprobarán las respuestas y se darán cuenta, de que ni tenemos ningún amigo en India, ni somos católicos, ni actualmente, estamos trabajando.

            Volvemos a la oficina y ahora sí, nos dan un número y otro cuestionario, que hay que cubrir a mano. Llega nuestro turno y con él, nuestros problemas. Como, tenemos por costumbre, cuando reservamos vuelos, poner un solo apellido –dado, que fuera de España, es muy frecuente no tener dos-, lo hemos hecho así y resulta, que hay que poner exactamente, lo que figura en el pasaporte.

            Otra vez al cíber. Volvemos. Ahora, el inconveniente es, que hemos escrito una letra, que aparece junto al número de pasaporte. Pero, ¿no había que ponerlo todo y tal como está escrito?... ¿Y  no se puede tachar a mano?.  No, no y no y requete NO. Para colmo, nuestras fotos con fondo blanco, no presentan el tamaño adecuado, por lo que hay que hacer unas nuevas, en un tenderete lateral, que “amablemente” y pagando unas pocas rupias, han instalado al lado de las ventanillas.
                                                                             Khajuraho
            Tampoco, están conformes con que hayamos rellenado el formulario en un cíber ajeno al “sistema” y nos mandan enfrente, a su negociado. Es tarde, estamos abatidos y ya resignados, entramos por el aro. Cruzamos y nos mostramos, absolutamente sumisos y adoctrinados.

            Cuando volvemos, resulta que también se han equivocado y a uno de los dos, no  le han puesto el segundo apellido. Desesperación contenida y llanto fingido, que hace que se ablande el corazón del funcionario, que nos lleva conduciendo por la calle de la amargura, durante toda la mañana.

Afortunadamente y con súplicas gestuales –que no verbales-, ellos mismos arreglan el desaguisado. Pero, para mayor desgaste psicológico, deberemos volver a pagar la fotocopia del sello de entrada de Sri Lanka, a pesar de que han sido ellos, los que la han perdido.

            Casi una hora más tarde, tras pagar y cuadrar cuidadosamente por más de 10 veces, todos los papeles y distribuirlos en sobres distintos, nos dan su aprobación -¡aleluya¡-, tras cinco horas y media de frustrantes gestiones, que en su momento, consideramos la tomadura más grande de pelo, de nuestras vidas.¡Qué ingenuos¡
Mysore
            Si no hubiera sido, porque desde días atrás, ya teníamos comprado un billete aéreo a Bangalore, les habíamos mandado a la mierda y una vez más, no habríamos visitado India.

            Y lo peor –tras dos nuevas horas de espera-, fue comprobar al recoger la visa, que contenía defectos ortográficos, al  menos similares, a los que nos habían reprochado.

            Toca brindar con cerveza: No hay champán –ni siquiera vino-, a precios asequibles. ¡India nos espera y estamos seguros, que nos compensará con creces, todas estas auto-mordeduras de lengua, control del carácter y demás cosillas.   

Fascinados por Colombo y por Sri Lanka (Ceilán)

                                                                           Colombo
             Los escasos turistas, que visitan la maravillosa Sri Lanka, salen despepitados, como alma que lleva el diablo, de la capital – Colombo – y se pierden sin titubear, sus numerosos atractivos y su perenne  y estresante caos. Aunque, al menos y en la mayoría de la ciudad, se puede transitar por las aceras, apenas hay fosos laterales y si te aventuras, es fácil que puedas sobrevivir en los pasos de cebra.
                                     

            Esta urbe presenta varias caras. Las más amables son las de la zona de Fort – con edificios coloniales -  y donde se halla el distrito financiero y el área de la calle Galle, cerca de la magnífica, salvaje y larga playa, que muestra orgullosa un coqueto paseo marítimo –para estar en el tercer mundo– y numerosos puestos de comida, donde zamparse una bonda, un chapati relleno de vegetales o unos ricos y calientes cacahuetes fritos.

                                      Colombo

            El templo sobre el lago, hace honor  a la  fama que tiene. Mientras, los enamorados se cobijan y acurrucan en la cercana isla, a la que se accede por un puente, donde unos recién casados completan su álbum de fotos (decir reportaje de boda, sería aquí, demasiado).


            Diseminadas por varios lugares, hay unas cuantas callejuelas con encanto, donde el nativo se sorprende de ver visitantes. También, existen algunos bonitos templos, aunque en esta ciudad  y en gran parte del país, lo que predominan son los altares callejeros, ubicados en cualquier parte: desde una rotonda cualquiera, hasta introducidos entre los puestos del mercado. ¡Todo sea, para que no se enfaden los dioses, ya sean del budismo –mayoritario- o del hinduismo!. Hasta los hay cristianos, con vírgenes, jesucristos o santos, pero con las típicas ofrendas de aquí, consistentes en las coloridas flores y comida diversa



         Pero, sin lugar a dudas, la zona que más nos engancha es la de Pettah, junto a la estación de trenes. Numerosas tiendas y tenderetes, enlazan esta estación con la de autobuses. Detrás, un animado mercado de frutas y verduras y algunos puestos donde venden ropa. Es un milagro, caminar por aquí, sin ser atropellado por algo y más, cuando cae la tarde, horas en las que infinidad de carros tirados por humanos, se amontonan en las aceras, formando una bonita –y, por qué no decirlo-, molesta  composición.
                                                                                   Colombo

            Mientras, tomamos unas frescas cervezas –como en otras partes, asfixiadas a impuestos– y degustamos los ricos snacks locales (que nos acompañaran a lo largo de todo el país y también por el sur de India), buceamos en la incertidumbre: mañana vamos a tratar de intentar, obtener el visado para India y eso, nos parecen palabras mayores.

¡Bienvenidos al paraiso (de los folletos de las agencias)!

            A la vuelta de Myanmar, en un par de horas, en un cíber de Bangkok, decidimos que nuestro siguiente destino, sería Sri Lanka. Allí, trataremos de gestionar el visado de India.

                          Bangkok

            Compramos el vuelo para Colombo, en la oficina de Air Asia, en Kaosan. Como, deberemos partir desde Kuala Lumpur, decidimos hacer el viaje a tramos y no en el expreso nocturno, que conecta con Butterworth y que ya tomamos en 2008, en dirección inversa. Ponemos nuestras ilusiones en manos de las afamadas islas del sur, aunque sólo visitaremos Ko Samui, después de haber valorado todas las posibilidades, incluido Phuket.



            Antes de partir de Bangkok, rumbo a Shura Tani, nos encontramos cinco vestidos y dos guías Lonely Planet, en la calle. Todos nuevos y con los tickets de compra. El paseo que bordea el río –con muelle fluvial incluido- en esta localidad, resulta agradable. Sobretodo por la noche, cuando los puestos de comida están en plena actividad y efervescencia.

                                                             

            A una hora de aquí –que hacemos en bus-, se toma el ferry que nos conduce a la anhelada isla, donde pasaremos algo más de dos días. Lo que prometía, ser la bienvenida al paraíso, resultó ser una estancia salpicada por el iracundo monzón y playas mediocres, bordeando la costa.

                                                Ko Samui

            Cuando, llegamos a la más famosa, después de mucho caminar, nos entró un ataque de risa (menos mal, que no fue una depresión): arena fina –sí- y blanca, también- con marea bajísima y unos miserables charquitos –que no se asemejan ni a marismas-. Para que te llegue el agua hasta  las rodillas, debes adentrarte centenares de metros.



En esta zona, los alrededores están llenos  de resorts, que no de turistas. Resulta increíble, lo que pueden llegar a vender – y a que precio de oro-, en  una agencia de viajes, con cuatro fotos bien hechas.



            Así, acabó nuestra aventura insular. Aunque habíamos valorado conocer el este de Malasia –no visitado en 2008-, finalmente y de retorno en Shura Tani, nos fuimos directamente, a Kuala Lumpur, donde nos fueron a coincidir dos festivos: el final del maldito y siempre presente Ramadán y la fiesta nacional del país.



            Tales eventos, nos dejaron ante un panorama algo desolador, con las calles abarrotadas de maleducada gente y casi todo cerrado. Problemas para cambiar dinero, problemas para comer decentemente, problemas para encontrar bebidas alcohólicas… Siempre y allá donde vayamos, nos tocan todas las celebraciones. Estamos empezando, a tener complejo de feriantes.

Hat Yai
Menos mal, que siempre nos quedarán las ricas –y gratuitas- salsas picantes y de chutney del Mcdonalds, del aeropuerto de Kuala Lumpur

viernes, 30 de diciembre de 2011

Sensaciones de Myanmar

                                                                                                Bagan
Veníamos con las expectativas tan contenidas, que Myanmar las ha sobrepasado con creces. Hemos quedado prendados de las estupas y la apacibilidad de Bagan, de la cotidianidad y patrimonio cultural del lago Inle, e incluso, el propio Yangon ha calado en nuestro corazón, con su animación nocturna de terrazas y sus templos birmanos, hindúes, mezquitas y estupas, repartidas por el centro y el extrarradio.

                                                                Entorno del lago Inle

La gran decepción del viaje ha sido Mandalay. Sus atractivos artísticos no han compensado, el horror de pasear por sus calles - más bien por la calzada -,  porque sus aceras están siempre ocupadas con motos, bicis y todo tipo de trastos y puestos, más o menos ambulantes. Además, del reinante caos e insoportable ruido y lo insulso y anodino, que resulta todo el centro de la ciudad. Lo mejor que se puede hacer aquí, es seguir efusivamente las instrucciones de uno de los baretos, que ofrece cinco cañas de 33 cl,. al precio de cuatro. Y relajarse. Bueno. Y también acercarse hasta, Amarapura

                                                                                          Bagan

Nos hablaron, tanto bien como mal, del trekking que en tres jornadas se hace, entre Kalaw y el lago Inle. Tal vez, porque en uno de los casos sólo habían pagado 8€ por jornada y en el otro, 15. Al margen, de que cada persona es un mundo ( y más, en Myanmar).



Nuestra dolorosa cuenta pendiente, es no haber podido acercarnos a Mrauk U, que dicen que cuenta incluso, con más estupas que Bagan. Pero, de no ser rico y poder pagar los caros vuelos, sólo se puede ir allí, enlazando varias barcas, dado que el acceso por tierra a los extranjeros, nos está prohibido.

                                                                                Entorno del lago Inle

 Las expectativas con la comida, también fueron ampliamente sobrepasadas. Cinco platos a elegir, entre sopas, arroces, tostadas con huevos, fruta variada, mantequilla, mermelada, zumo y café, es bastante más de lo que uno espera desayunar, cuando te dicen que está incluido, en un hotel que cuesta 12 $.



Para comer, unos noodles fritos con cerdo, vegetales y huevo o un arroz con pollo y huevo, además de varios cuencos con pescado seco, carne seca, carne con tomates y chili con cebolla, son dos buenas alternativas. Y para un tentempié rápido, unas samosas vegetales, unos rollitos de primavera o unas bolas fritas de carne o pescado, ayudaran al estómago a pasar muy buenos ratos.



    Tenemos que expresar, tres agradecimientos sinceros al gobierno de Myanmar, que permite visitar las cercanas ruinas de Amarapura (Mandalay), sin pagar los 10$ establecidos, gracias a algunos taxistas despiertos. Además, que no hayan subido el precio de las visitas turísticas, durante años y que acceder al recinto histórico de Bagan, siga costando lo mismo, que hace mucho tiempo.

                                                                                            Bagan

Y como guinda final y en nuestro caso, que se despisten a la hora de cobrar los 5 $, que se deben abonar para acceder al lago Inle. Si lo hubiéramos hecho aposta. no nos habría salido mejor.





    En el anterior post, frivolizaba sobre la situación del país. Pero, ahora quiero plantear dos dudas: ¿Cómo es posible, que los rollos de papel higiénico no tengan canutillo interior?. ¿Alguien puede entender, que una botella de ron añejo de 7 años, cueste menos que un envase normal de cerveza, de medio litro?. ¡Por favor, qué alguien nos lo explique!.

El kyat aplasta al dólar

                                                     Fajo de billetes de kyats
Resulta tan gracioso como grotesco, conversar con un comisionista del mercado de Yangon -donde se negocia la tarifa legal-ilegal del cambio de divisas- y escuchar de su boca: ¡"no hay nada que hacer, el dólar está por los suelos"! Y ¿qué lo diga el ciudadano de un país, cuyo billete de mayor valor es del equivalente a 1€ y del tamaño de una sábana?



Aunque, en la realidad financiera, no le falta razón, ya que hace tres años, aquí por un euro te daban más de 1700 kyats y el cambio de hoy, por más vueltas que le hemos dado, no hemos podido conseguir, más de 1050 K por cada unidad europea o 735 K por cada billete verde.



Ello quiere decir, que uno de los más prósperos negocios en la actualidad, sería invertir en la no convertible divisa de Myanmar, puesto que en tan solo tres años, se ha revalorizado más de un 75%, respecto al euro. ¿Andará la economía birmana en la cresta de la ola, mientras norteamericanos y europeos se lamen las heridas y luchan, casi por la subsistencia ?.

                                                                                      Yangon

En realidad y abandonando la ironía, esta es sólo otra más de las molestias y trabas del gobierno de Myanmar, que trata de imponer a los sufridos visitantes: la ficticia y constante revalorización de su moneda, frente a las divisas occidentales. Otras son, la ausencia de cajeros automáticos a lo largo de todo el país, el hecho de que tengas que entrar y salir sólo por vía aérea y no por tierra o la imposición de un visado -fácil de gestionar - bien por correo en la embajada de Berlín, bien de forma personal, y en un par de días en Bangkok (este último, ha sido nuestro caso).



El acceso al país, sin embargo y aunque lento, no es riguroso. Se limitan a sellarte la tarjeta de entrada y el pasaporte, sin más inconvenientes. Ya, una vez dentro, no hallamos tantas cosas enigmáticas y misteriosas, como esperas encontrar antes de la visita. Al menos, en lo que se nos permite ver, dado que algunas zonas del país están cerradas para los extranjeros (al menos, para viajar por libre).

                                                                Yangon

Myanmar resulta más caro, que las naciones de su entorno, en  casi todos los conceptos. Especialmente, en el alojamiento. Aunque, los desayunos -siempre incluidos- suelen ser excelentes y le quitan algo de peso a la factura.



Mientras, en pleno mes de agosto media España reposa en las playas de la costa, casi la otra mitad -la de los “josteleros”, “rastas” y la de la alternativa  de la bicicleta para todo- pedalean a buen ritmo por las ciudades y campos de Myanmar. Resulta difícil entender, el gran número de viajeros españoles, que hay  y su perfil tan marcado, en un país tan escasamente turístico, donde resulta difícil cruzarse con un foráneo, hasta en los templos de Bagán.

  

Yangon

Tampoco es muy fácil, para una persona que piense por si misma, asimilar la demagogia, que se escribe sobre este destino tipo: "tened en cuenta, que cada vez que estáis haciendo un gasto o pagando una entrada, estáis enriqueciendo a uno de los gobiernos más corruptos del mundo ". O: " tratad de repartir vuestros dólares y kyats entre varios restaurantes y alojamientos, a lo largo del país, para ir redistribuyendo el dinero de una forma equilibrada entre varios sectores de la población".



Esta última reflexión, solo va encaminada a mitigar la mala conciencia, que europeos, norteamericanos y occidentales, en genral, tenemos con el tercer mundo. El que quiera hacer algo por Myanmar o por otro cualquier país, más valdría que se viniera a cooperar a la zona y no tratara de redistribuir la miseria de unos pocos centenares de dólares.



En cuanto a mantener a gobiernos corruptos, ya lo hacemos directamente con nuestros impuestos en otras zonas del mundo, incluida alguna comunidad autónoma española (o todas).