Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 29 de marzo de 2023

Viajes recurrentes, experiencias única ( parte III)

           ¡Qué tiempos aquellos, cuando no viajaba casi nadie, debido a la pandemia y conseguimos dormir en el centro de Madrid, en pleno mes de agosto de 2020, por tan sólo diecisiete euros, la habitación doble!

          Las cosas han cambiado mucho, desde entonces. Si es cierto, que durante la mayoría de días de diario, alguna víspera de festivo e incluso, en Nochebuena y Navidad, hemos logrado pernoctar en la almendra central de la capital, por unos treinta euros o menos. Pero, durante los fines de semana y como ocurre en muchas ciudades turísticas del mundo, la cosa se desboca. Para encontrar alcobas entre los cuarenta y los cincuenta euros, debes aceptar canas en habitaciones compartidas -a veces, muy alejadas - y opciones en pueblos de diversos tamaños, a más de 20 o 30 kilómetros de  Madrid. Las posibilidades más céntricas no bajan de los sesenta euros para dos personas y de ahí para arriba, lo que quieras.

          Aunque, afortunadamente, nuestra situación económica está muy saneada, nos negamos a pagar esas cifras, un fin de semana, tras otro, por lo que hemos tenido, que optar por otras alternativas para pasar la noche.

          Salir de fiesta es una de ellas, aunque como te pases de frenada, te gastas más en los bares, que en el propio hotel. Tomar copas en Malasaña -entre seis y nueve euros la unidad - nos resulta muy agradable, aunque seamos los más viejos del local, por una veintena de años con los siguientes. Ninguna de las camareras de los garitos había nacido, cuando nosotros íbamos por allí, a finales de los años ochenta. Como ventajas, buena música y mejor ambiente. Como desventajas, los locales cierran pronto -en torno a las tres y media de la madrugada -, hay muchas colas en las puertas y los precios de las bebidas sin caros.

          A las cinco de la mañana abren sus puertas las líneas de cercanías. Unas veces optamos, por dormir un par de horas en alguna de ellas y seguir el día en la capital, con normalidad y otras, por tomar el primer tren de media distancia de vuelta, a Valladolid.

          La otra es pasar la noche en el aeropuerto. Estamos tan acostumbrados a dormir en estos lugares, no sólo en Madrid, que lo hemos normalizado de manera muy natural y nada perezosa. En Australia, incluso, usamos las estaciones de trenes y de autobuses, cuando apretaban los precios de los hoteles ( en España cierran de madrugada).

          Empezamos yendo a la terminal 4, pero allí pasan la noche bastantes mendigos organizados en mafias con la pasividad de los servicios de seguridad. Así, que ya hace tiempo, que vamos a la 1, donde predominan los pasajeros de vuelos tempraneros de las compañías de bajo coste. Calor en invierno, vigilancia, wifi gratis y poderoso y ni siquiera te levantan a las siete de la mañana, como en la T4. De esta manera y gracias también al bono gratuito de RENFE, hemos inaugurado la modalidad de viajes a ciste cero.

          Pasamos tantas horas por las calles de Madrid, durante los fines de semana, que no son infrecuentes las situaciones divertidas, desagradables o surrealistas. En los alrededores del Carrefour de Lavapiés, que abre las veinticuatro horas, pululan numerosos puntillas, durante el día y la noche. Nunca hemos tenido problemas con ellos, pero sí, con una clienta joven, que aguardaban en una larga cola del supermercado, detrás de nosotros.

          Como si fuera la CEO de Microsoft o la creadora de Instagram, va y nos espera: " no sé, porque pegas tanto los ojos a la pantalla del móvil. Se puede agrandar la letra". Y eso, así, sin que nadie le hubiera dado vela en ese entierro. Tras una discusión absurda y acalorada, en la que le recriminamos, que nos trate, como a gilipollas y le recomendamos, que se meta en sus cosas, ella nos responde, que nuestra actitud es inmoral -cómete esa- y lo termina arreglando, diciendo: "no, os lo he dicho, porque a las personas mayores os cuesta mucho ver las pantallas". La único, que se me ocurrió esperarle fue: " mira, gorda no estás, pero eres muy fea" ( no lo era). Sorprendentemente, asintió y al fin, se calló.

viernes, 24 de marzo de 2023

Viajes recurrentes, experiencia única (parte II)

           Y a pesar de todo eso, uno piensa: "ya estoy preparado para lanzarme a las calles". Bueno, todavía no. Y te vas a la máquina de Samplia, que han montado en el hall de la estación, en busca de un refuerzo alimentario gratuito: en forma de yogurt griego, dulce, snack o refresco. Dos inconvenientes más: que el dispensador funcione y que te merezca la pena aguantar  la cola formada, fundamentalmente, por gente joven con pocos posibles.

          ¡Al fin , al asfalto!, si es que no has optado, finalmente, por volver a las vías y tomar un tren de cercanías a otro cualquier punto de Madrid o de la comunidad autónoma. Príncipe Pío debe ser una de las pocas estaciones del mundo, donde para salir de ella hay, que subir escaleras y no bajarlas.

          En los años ochenta en noventa, el mayor peligro al transitar por las calles eran los taxistas temerarios y el sinfín de coches aparcados de mala manera sobre las aceras. Lo primero sigue igual, pero con la añadidura de Uber, Cabify y demás compañías del gremio. Lo segundo si lo han solucionado, dotando a la ciudad de miles y miles de bolardos macizos con los que partirte las rodillas, dada la muy mala iluminación nocturna de la mayoría de esta urbe. También, han taponado los accesos peatonales con enormes bloques de piedra, supongo, para disuadir de ataques terroristas con vehículos, como el de Barcelona.

          Pero, estos rudimentarios, aunque eficaces mecanismos, solo te protegen de parte del tráfico. De forma constante, transitan a toda velocidad por las aceras, sin la mayor intención de convivencia con los peatones, ciclistas -y eso, que Madrid está llena de cuestas-, motos y patineteros. La mayoría de ellos pertenecen al sector del precario transporte de pedidos y piensan, que como su vida es una mierda y no vale nada, la tuya tampoco. Últimamente, nos sentimos más cómodos caminando por las calles, de India, que por las de Madrid. Allí todo es igual o peor, pero el tránsito de todo lo que se mueve es más lento.

          No tardas demasiado en llegar a plaza de España o Gran Vía, aunque debes abordar la exigente cuesta de San Vicente. En el centro, la gente puede pensar, que pasea o que se divierte,  pero nada más lejos de la realidad. Quién viene de fuera -aunque sea dos o tres días a la semana y teniendo mucho mundo, cómo es nuestro caso -, obtiene la sensación, de que se están manifestando, van a una imperdible verbena o celebración o están huyendo de algo (tal vez, de sí mismos). No volveré a hablar de las eternas colas para todo, hasta para las cosas más básicas, que podrías resolver en tu casa 

          Empezamos nuestra recurrencia con la idea, de que debíamos recorrernos la Comunidad de Madrid de un extremo a otro y así lo hicimos. Pero, desde Navidades, nos estamos centrando más en la propia capital, donde hemos constatado, que tendremos planes, aunque vayamos todos los fines de semana. Así, que pedimos encarecidamente a este gobierno genial, que siga manteniendo los bonos de tren gratis para toda la vida.

          Dejamos un último artículo de este trio de post para hablar, de las distintas formas de organizarse en la capital por la noche, aunque ya se ha hecho referencia a este tema en otras entradas anteriores.

          

jueves, 23 de marzo de 2023

Viajes recurrentes, experiencia única ( parte I)

           Por lo reiterativo del plan; por las costumbres y vicios, que se adquieren; por el estar cambiando de modo de vida y de hogar cada pocos días, por la alternancia de las estaciones del año..., los viajes recurrentes constituyen una experiencia única, dando igual, que partes del mundo se hayan visitado previamente y con quién.

          ¡Es una locura! pero desde que desaparecieron las restricciones de movilidad, allá por finales de junio de 2020, hemos llevado a cabo cincuenta y cinco viajes de duración variable, desde los de un par de días, a los de más de un mes. Y en este último medio año -exceptuando los periplos de Balcanes, India y Puglia-, los protagonistas han sido los viajes recurrentes, a la Comunidad de Madrid.

          A pesar de habernos metido casi de lleno en el día de la Marmota, cada vez -en vez de cansarnos -, nos enganchan más a ellos y algún día, cuando no podamos hacerlos o dejen de ser subvencionados, los vamos a echar mucho de menos. Y eso, que este fin de semana toca descanso. Porque abril, se presenta vibrante, con más escapadas por Cataluña, norte de Marruecos y la propia capital de España.

          Para hacernos una idea de la magnitud de estas experiencias, decir, que desde mediados de septiembre y hasta ahora, entre Valladolid y Madrid y no teniendo en cuenta los numerosos recorridos en trenes de cercanías por la comunidad, hemos llevado a cabo algo más de diez mil kilómetros. Eso y por carretera viene a suponer, la distancia entre Madrid y Bangkok.

          Dicho de otra forma y desde los mismos puntos de origen y destino, en nuestros cinco años de facultad, hicimos este trayecto unas treinta veces, en total, a razón de seis anuales, coincidiendo con los de ida y vuelta en Navidades, en Semana Santa y con la llegada del verano. Pues bien: en tan solo seis meses llevamos veinte y ¡con casi treinta palos más a las espaldas!.

          Un viaje recurrente empieza y termina siempre con el mismo guión - pesadilla: ¿aparecerá el revisor y me convalidará el billete? Es una lucha constante, porque al tercer título de transporte no confirmado, te quitan el abono, no te devuelven la fianza y te impiden volverlo a obtener para el cuatrimestre siguiente. Aunque, eso es muy discutible, porque lo podrías sacar con otro DNI y otra tarjeta de crédito. Luego, están las pelmas de Príncipe Pío, que para agilizar, te instan a que no selles en las máquinas automáticas y que ya lo hará el interventor,,  pero eso no siempre es así, especialmente, en los últimos trenes del día. ¡Pelea, tras pelea, cada domingo!.

          Ya, en la estación madrileña y nada más acceder al andén, los olores a comida, en general, invade tu olfato. Dependiendo de la hora del día y del hambre, te llamarán la atención o los detestas. Después y en el centro comercial, los irás desgranando por zonas y más nítidamente: platos asiáticos, pizzas, helados, té... Si te apetece yantar algo o ir al baño -especialmente, si eres mujer -, disfrutarás de tus primeras e inevitables colas.

          A todo esto y aunque te conozcas la zona como la palma de la mano, no te da tiempo a darte cuenta, de que la mayoría de las caras tiendas del centro comercial están vacías. Y la razón principal es, que tienes, que ir esquivando con destreza a todos esos viajeros gilipollas, que llevan el bulto de ruedas por detrás, sin ninguna visibilidad para ellos y que te van atropellando sin miramientos, ni perdones. Madrid se maneja en la ecuación entre las prisas, las eternas esperas y el yo y los demás, me importan una mierda.

martes, 21 de marzo de 2023

Historia capitalina, antropología y fantasmas suburbanos, con un toque de Ruavieja

           Aunque con titubeos, la primavera va consiguiendo imponerse y nos anima a seguir con nuestros viajes recurrentes a la Comunidad de Madrid. Lejos quedan ya los fines de semana otoñales -en los que cada vez, anochecía más pronto -, los navideños o los crudos invernales, que no han sido muchos, pero como en el año nuevo chino o alguna noche de marcha -si ahora, se dice así -, pasamos bastante tiritera.

          Para el penúltimo finde de marzo y después de haber descansado el anterior, planificamos cuatro actividades.

          Empezamos con la visita al Museo de Historia de Madrid, que antiguamente, fuera una colección municipal. Se encuentra muy céntrico y su fachada barroca es colosal. Cuenta con catorce salas, que recogen la historia de Madrid, desde su capitalidad en el siglo XVI y se exponen objetos muy variados y valiosos en diferentes soportes: pintura, escultura, muebles, abanicos, planos -incluso, del caciquismo -, maquetas, porcelana...

          Después, tocó el Museo de Antropología, ubicado enfrente de la estación de Atocha. Está compuesto por tres plantas con vestigios variados de bastante nivel. La de abajo, está dedicada a Filipinas. La del medio, a África y la superior a América. ¡Una hora y media deliciosa de visita!

         Para el domingo a primera hora, dejamos una de las actividades, que más nos apetecía, desde hace tiempo: el tour guiado por la antigua estación de metro, de Chamberí, que fue cerrada, en 1996 y reabierta, como museo, en 2008. Es necesario reservar con antelación, aunque puedes probar suerte en la entrada y si sobran plazas, podrás entrar. El pequeño recorrido es guiado y dura unos tres cuartos de hora. Se pueden hacer fotos sin flash, aunque no vídeos.

          Superó con creces nuestras altas expectativas. La reconstrucción de los espacios es perfecta y muy detallada, incidiendo en las diferentes zonas -entrada, pasillos, andenes y publicidades en azulejos en las paredes -, las condiciones laborales de la época y como se fue realizando la expansión del metro en la ciudad. Y todo ello, lo ves y te lo cuentan, mientras pasan a toda pastilla los constantes convoyes cotidianos llenos de gente, que circulan entre Iglesia y Bilbao.

          En nuestra época de estudiantes, allá por mediados de los ochenta, se podía ver esta estación fantasma, deteriorada y oscura desde los vagones de la línea 1, llena de leyendas  y donde incluso se alojaban los mendigos, circulando por las vías, cuando cerraba el metro por la noche. Se han grabado allí, numerosos programas televisivos y radiofónicos de misterio.

          Nos dejaron bien claro, por otra parte, al contrario de lo que pone en los libros de texto y en las creencias populares, que el metro de Madrid no está basado en el de Londres, sino en el de París y que si circula por la izquierda es, porque en el momento de su construcción, seguía la orientación de los carruajes de la calle.

          Acabamos con unos chupitos gratuitos de Ruavieja, en el inmenso centro comercial, La Vaguada, en el barrio del Pilar y gracias a la aplicación, Samplia, que también nos había proporcionado unos yogures griegos, en Principe Pío, el día antes. No íbamos allí, desde los años ochenta y nos apetecía recordar viejos tiempos. Pensamos, que este espacio estaría algo deteriorado, como ocurre en otras ciudades, pero ni muchos menos.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Dos días muy completos

           Después de descansar el último de febrero, el primer fin de semana de marzo volvimos a la carga con un programa muy completo, variado y ágil, que comenzó con las tradicionales degustaciones gratuitas por las tiendas de turrones y pralines del centro (calles Arenal y Mayor, fundamentalmente,). Nada nuevo: las aglomeraciones y colas a todas horas y en casi cualquier lugar y las eternas y estresantes obras de Sol siguen moldeando nuestras vidas madrileñas.

          Antes de almorzar, nuestro objetivo fue el mercado de las Ranas, que se celebra en la calle Huertas, hasta las seis de la tarde, el primer y tercer sábado de cada mes, promovido por los propios comerciantes del barrio. Muy apañado y nada cutre, ofrece gran variedad de productos, como ropa, bisutería -alguna elaborada con impresión 3D-, plantas, anillos hechos con monedas, libros, jabones...¡Y hasta un par de tenderetes de queso y miel! El mostrador, que más nos gustó, vende mapas y planos de todo tipo, destacando los de escenarios de numerosas novelas famosas, como por ejemplo, el Londres de Jack el destripador.

          La temperatura era magnífica y el sol planeaba en todo lo alto, por lo que decidimos acercarnos al Parque del Retiro, que no visitábamos hace tiempo. El problema fue, que muchos nacionales y extranjeros habían pensado lo mismo y la zona del estanque parecía más bien, una manifestación o una verbena, que un recinto para el relajado paseo. Para la exposición del palacio de Cristal había una cola de casi quinientos metros, por lo que nos conformamos con ver la del de Velázquez, con una muestra pictórica de Manuel Quejido, que solo nos gustó, regular.

          Mucho más, disfrutamos en el museo Arqueológico. En esta segunda visita a este imprescindible recinto en menos de un mes, recorrimos casi toda la totalidad de la segunda planta, que nos quedaba pendiente (en la actualidad, las exposiciones de la tercera están cerradas). Los restos, muestras y recreaciones celtíberos, de Fenicia -actusl Líbano -, Roma y la Edad Media nos cautivaron durante casi dos horas.

          Concluimos la jornada en un inesperado y animado concierto con temas nacionales e internacionales, promovido por el colectivo de Ingenieros de Caminos, que celebraban su semana conmemorativa en la plaza de España.

          El domingo amaneció nublado y el día se fue estropeando, paulatinamente, para acabar lloviendo y pasando frío por la tarde. Pero, antes de eso, nos dió tiempo a pasear por el mercado del Planetario, que se desarrolla el primer y tercer domingo de cada mes, de diez de la mañana, a tres de la tarde, en el parque junto al mencionado observatorio astronómico. Disfrutamos de productos de alimentación de alta calidad, a través de degustaciones bastante generosas: quesos variados, morcilla de untar chorizo, encurtidos, pate de lechazo...

          A continuación, nos fuimos caminando hasta la calle Ortega y Gasset, en cuyas aceras se ha colocado una exposición temporal de dice esculturas, promovidas por el MLA (Madrid Luxury Arte). Enclavadas en el género, "imagínate, lo que quieras", unas nos gustaron más, que otras. Los carriles centrales del Paseo del Prado, los domingos por la mañana, son peatonales.

          Y, antes de yantar, regresamos a la Plaza de España, para visitar la exposición y un pase de video, que había montado el mencionado gremio de Ingenieros de Caminos. Realmente interesante, con atractivos simuladores, maquetas, vestigios del pasado y un breve documental sobre el mar y sus estructuras de ingeniería.

          ¡Como veis, un programa muy completito!.

martes, 7 de marzo de 2023

Los trenes gratis de media distancia han venido para quedarse

          Mientras llega finales de marzo y las vísperas de la Semana Santa, en las que previsiblemente, nos embarcaremos en las segundas vacaciones de este año, a disfrutar en Arabia Saudí o en Omán y Kuwait, seguimos a buen ritmo con nuestros viajes recurrentes a los Madriles, aunque descansamos algún fin de semana, porque ya vamos teniendo una edad y se hace necesario dosificar.

          La verdad es y según nuestra percepción, que la medida de la gratitud para el transporte de media distancia, ha venido para quedarse, porque al gobierno no le cuesta mucho dinero, por lo que la mayoría de los que optamos por esta fórmula, no usaríamos está opción, si nos cobrarán el no barato importe del billete. Antes, este tipo de trenes eran fantasmas y circulaban casi vacíos, con los escasos usuarios de pueblos, que no tenían otra forma de moverse. Ahora, los andenes están abarrotados y los convoyes también, sobre todo, de gente muy joven, que no quiere dejar de disfrutar, de viajar y que pagando, no se lo podría permitir de ninguna de las maneras. ¿Algún partido político, que quiera acceder al poder, va a renunciar a estos millones de votos?

          Otra cosa bien distinta son, las cercanías sin cargo. En teoría, su gratitud es mucho más necesaria, que la de media distancia, porque son usados, fundamentalmente, por gente, que va a trabajar o a estudiar y no para divertirse, como en el caso anterior. Estas personas lo necesitan y van a tener, que viajar, si o si, sea gratis o no, por lo que si el Estado mantiene la apuesta de uso sin cargo, perderá mucha más recaudación. Además, los bonos de esta opción, triplican en usuarios a los de recorridos medios.

          La recurrencia en los viajes, deja mucho más desnudas las deficiencias de RENFE, hasta para los usuarios menos observadores. Estamos acostumbrados, los que vivimos algo informados, a toparnos, casi diariamente, con los problemas -causas muy diversas-, que engullen a los cercanías en un escenario caótico. Básicamente, retrasos inexplicables, incidencias meteorológicas o caídas del sistema, que fastidian a millones de usuarios, que van camino del curro, de la uni o del aeropuerto, por poner tres ejemplos.

          La media distancia cumple más con los horarios, aunque experiencias surgen para todos los gustos y muchas de ellas recuerdan a relatos de terror. Aquí, los problemas fundamentales son otros, debido, a que nunca se apostó por este tipo de servicios deficitarios y molestos para la administración, que ahora, han salido al rescate del ejecutivo. Las cosas no están, como en Grecia, pero que no tienen a la suerte.

          Y, si quiere apostar por la media distancia -que lo dudo, porque da igual, el gobierno, que sea, solo fomentan los trenes para ricos-, hagan más cómodos los vagones -es, que en Madrid, a Victoria, son casi siete horas-, eliminen en ellos las numerosas barreras arquitectónicas y doténlos  de Wifi, porque por ejemplo, en el 80% de la línea entre Valladolid y la capital de España, no hay cobertura. El ALSA es un 50% más barato y cuenta con este servicio.