Después de las celebraciones del Año Nuevo Chino y de la noche de fiesta por Malasaña, nos habíamos planteado un finde algo más tranquilo, visitando algunos museos capitalinos.
Arrancamos el sábado visitando los mercados de San Antón -ya conocido- y San Ildefonso, donde no se ofrece género fresco y si elaborado, a través de numerosos bares y restaurantes. En el primero, predomina la cocina española de toda la vida, siendo el segundo más exótico, ofreciendo numerosos platos asiáticos, especialmente, de la cocina surcoreana, aunque nada, que ver, con lo que puedes comer, en Seul, porque aquí predomina la fritanga con aceites saturados. Ambos lugares estaban extraordinariamente concurridos, casi hasta el agobio.
Después de almorzar, nos esperaba el museo del Romanticismo, ubicado en un palacete estatal, que fuera en su día propiedad del Marqués de Matallana. Conserva una importante y cuidada colección de objetos históricos y artísticos, recogiendo la vida cotidiana de la burguesía en la época del romanticismo, en el siglo XIX. La cocina, las habitaciones, el cuarto de juegos de los niños...y numerosos cuadros en todas las estancias, que dan cierta sensación de apelotonamiento. No defrauda, aunque se visita en poco más de media hora, si lo haces por libre.
A las seis y media de la tarde, ya estábamos en la cola -hay dos, dependiendo de si tienes entrada reservada previamente o no- del Museo Reina Sofía, espacio de arte contemporáneo. Las visitas gratuitas son de siete a nueve y no tardamos más de diez minutos en entrar y dejar el bolso en la consigna. Nunca antes, habíamos visitado esta galería. Nos centramos en la planta baja y el sótano.
Vimos obras notables de pintores del siglo pasado; otras relacionadas con acontecimientos históricos, como la caída del muro de Berlín, el conflicto árabe - israelí o el 15 M; además de auténticas tomaduras de pelo, supuestamente calificadas, como arte y que, por supuesto, no lo son. Volveremos en el futuro, a seguir explorando este basto recinto.
Para el domingo, nos quedaban el Museo Geominero y el del Canal de Isabel II, aunque a este último -donde ya habíamos estado antes-, no pudimos acceder, al encontrarse cerrado, por motivos desconocidos.
Los días festivos, la planta de abajo del museo alberga un interesante y abarrotado mercadillo de minerales, donde se pueden encontrar, desde cuarzos rosas para el amor, a bolas para cuidar con éxito, la salud. En la planta de arriba, más tranquila,hallamos una completa colección de bellos minerales internacionales, otra de autóctonos y una amplia sección de fósiles. El recorrido por las salas nos resultó muy agradable e instructivo, a pesar de que las estanterías están demasiado juntas entre sí.
La tarde, la dedicamos a pasear -con 18 agradables grados de temperatura-, encontrando dos hechos relevantes: una confusa y minoritaria manifestación de peruanos en la Gran Vía, donde se gritaba a favor de la libertad y en contra del comunismo, de la policía y hasta de Pedro Sánchez, que qué tendrá que ver y los mismos puestos, que habíamos visto, durante el Año Nuevo Chino, pero en vez, de en Usera, en la Plaza de España.
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