Maseru
Estamos empapados hasta los
huesos y nuestras mochilas han resultado, casi anegadas. Es verano austral,
pero en estas condiciones, estamos temblando de frio. Dos chicos de Bangladesh,
empleados de una gasolinera, a doce kilometros de la frontera con Lesotho, nos
socorren y nos dan conversacion, despues de haber recibido en nuestras carnes,
la primera cornada contundente, del Africa subsahariana.
Camino de Bhuta Bhute
Se nota, que son inmigrantes. No es el
sudafricano medio -como ya hemos comprobado varias veces-, una persona que
socorra a los extranjeros, que muestre inquietud o curiosidad por ellos o que
trate simplemente, de ser simpatico. Tampoco, se muestran hostiles, sino solo
indiferentes.
Sin embargo, estos dos nuevos amigos, nos
buscan alojamiento, nos invitan a cambiarnos en la gasolinera -inutil, porque
todo esta mojado-, nos pretenden convidar a cenar, una vez que estemos
instalados y sobre todo, muestran gran curiosidad por nosotros, por Espana, por
nuestra comida, los precios, la forma de gobierno y la ruta de nuestro viaje.
Hace un par de horas, un microbus nos dejo
en un cruce, senalandonos la direccion hacia la frontera de Lesotho y
asegurandonos su conductor, que era facilmente accesible a pie. Empezamos a
andar, reconfirmando la informacion, con un grupo de chicas, que habia en la
poco transitada carretera. El cielo, ya nublado desde por la manana, empieza a
ennegrecerse de forma envolvente, como nunca habiamos visto antes. Comemos sin
deternernos un instante y con las mochilas a cuestas, para alcanzar el destino
cuanto antes.
Llevamos hechos cuatro kilometros, por
tierra de nadie, sin saber si estamos mas cerca del paso fronterizo o de
Fouriesburg, el nucleo poblado, mas cercano de Sudafrica. Se levanta una
ventolera infernal, que nos arremolina contra la cuneta o que nos lanza, contra
el centro de la carretera.
Caen los primeros rayos y truenos, con un
estruendo asustante. Es seguro, que el pararrayos mas cercano, se halle a varios kilometros de distancia. Un
golpe de mala suerte y nos vamos para el otro barrio. Cuando esto esta
ocurriendo, hace ya diez minutos, que hemos dado marcha atras.
El cielo ya no puede oscurecerse mas,
cuando enormes bolas de granizo impactan, agresivamente, sobre todas las partes
de nuestros cuerpos. Tratamos de parar un vehiculo, en cualquiera de las dos
direcciones, pero nadie siquiera, aminora la marcha. Si esto sigue asi -y lo
hizo durante cuatro horas-, no solo perderemos nuestras pertenencias, efectivo,
moviles y camaras de fotos incluidas, que ya damos por anegados, sino tal vez,
algo mas.
Los segundos son minutos y los minutos...
Finalmente y al borde del cataclismo, una destartalada furgoneta se detiene.
Corremos hacia ella. Aun tenemos, que rebuscar en el equipaje un cuchillo, para
cortar la correosa, vieja y sucia cuerda, que ata la puerta de atras.
Dentro, aun nos seguimos empapando, pero
tras recorrer seis kilometros, al fin y exhaustos, recalamos en un lugar
seguro. Estos hechos demuestran, que lejos de estar cerca de licenciarnos en
Africa, aun asistimos a clases de parvulitos.
2 comentarios:
Buff! que historia más trepidante.
Me alegro de que acabara bien.
Un abrazo y seguid compartiendo ese enriquecedor viaje con nosotros.
Amaia
Lo que es increible, querida, es que todas las historias trepidantes que tuvimos, terminaran bien o muy bien.
¡¡¡¡Aún y después de tres días de haber vuelto, estamos absolutamente asombrados, de nuestra buena suerte!!!
Un abrazo
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