Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 14 de mayo de 2012

"Somos como los vascos. Ellos ponen bombas y nosotros tiramos piedras"

                                                                                 Desierto del Sahara 
              Abandonamos Tarfaya, contemplando como los niños se divierten, jugando al fútbol con un bote y las niñas, a las casitas, con cajas vacías de leche, zumos y yogures. Hemos tenido suerte, porque nada más llegar a la parada, hemos completado un taxi compartido. El conductor y uno de los viajeros, hablan perfecto español. El primero, porque ha vivido en Majadahonda. Casado con una filipina, tiene dos hijos españoles. Con las leyes de 2005, fue expulsado a Nador, algo que no nos cuadra, teniendo vástagos nacidos en España. El segundo es un amable saharaui, que tras larga y agradable conversación y después de que nos paren 17 minutos, en un exigente control policial, a la entrada de El Aaiún, nos lanza la frase contenida en el título de este post, de forma contundente.

            Sin embargo, la cosa no parece tan cierta. El extranjero que llega a esta ciudad, no contempla resistencia activa o protestas mediante escritos o pintadas –como ocurre en Palestina-. El Aaiún es una ciudad tranquila, moderna y civilizada, que ofrece muestras de un buen nivel de vida. Aunque, resulta algo clónica: una mezquita es igual a otra, una tienda a su competidora, un puesto al de al lado, un edificio al de enfrente. ¡Aburre!. No sé porque, pero nosotros nos habíamos imaginado, otro escenario muy distinto. Dakhla

            El aire sopla fuerte y de repente se detiene y así, todo el día. Debido a ello, en diez minutos es verano y en otros cinco, invierno. Toda la ciudad es de color ocre, al igual que las nubes, suponemos, preñadas por el omnipresente polvo del desierto.

            Ayer fue domingo y hoy lunes, la urbe está más animada y salvo conversaciones particulares, nada recuerda, que nos hallemos en un territorio ocupado. El ambiente es hospitalario, aunque guardamos nuestras prevenciones. Muchos sólo se nos acercan, para espetarnos: “viva el Sahara libre y viva el Frente Polisario”, en perfecto español. La mayoría son críos, que no llegaran a los quince años y que no deben tener ni idea, del meollo del conflicto. La gente de más edad, apenas abre la boca. Vive y deja vivir, desengañada y con la callada convicción, de que más vale una relativa prosperidad económica, que profundizar en el odio.
                                        El Aaiúsn
Nos topamos con varios jóvenes combativos de palabra –que nos invitan a te y se fotografían con nosotros-, que, sin embargo, están muy poco dispuestos a pasar a la acción. Por un lado, dicen: “a por ellos, que son pocos y cobardes”. Pero por el otro, que “su revolución sólo parte desde el alma”. Sus ropas y sus móviles, de última generación, denotan que son de clase acomodada. Al menos, nos ponen en la pista, de dos hechos, que el adversario no desmiente: la riqueza del Sahara Occidental, no está en la arena del desierto, sino en los prósperos caladeros de pescado. Y que El Aaiún, es la ciudad de la policía: “están infiltrados en todos los sectores de la vida cotidiana y de la sociedad. ¡Hasta el tío que te vende las patatas o los frutos secos, es uno de ellos!”

            Compartiendo el retraso del bus, a Dakhla, charlamos con un joven, que viene con su novia, del entierro de un sobrino, de 17 años, muerto en un accidente de moto. Su madre es marroquí, y su padre y su futura esposa, saharauis. No quiere saber nada de política y entiende y rehuye a las dos partes. Es viajado y liberal y aún así, dice que su sobrino, ahora estará mejor, porque ya ha llegado al paraíso. La maldita religión, acaba siempre poniendo el punto sobre la i, en cualquier conversación. Sea la que sea.

Entrando en el Sahara


            La localidad de Tan Tan, es tan tan vulgar, tan tan aburrida, tan tan anodina…Resultó una visita no deseada y algo larga, después de la magnífica, Sidi Ifni, encasquetada obligatoriamente, por problemas logísticos de autobuses.
Tarfaya
A las puertas del Sahara Occidental, nos encontramos con un Marruecos distinto. Las mujeres ya no visten ajustado ni muestran su cabello, los transportes aprovechan en mayor medida el uso de la fuerza animal y los vehículos, son más viejos y de batalla. El nivel de vida, cae drásticamente: venden incluso sacos de pan duro, en las calles, no sabemos para qué (suponemos, que para la alimentación de animales. Sin embargo, la iluminación nocturna es perfecta y no hay mucha basura por la calle.

Si alguna vez, tuviéramos que poner un negocio en este país, sería un bar de tés, una barbería, una tienda de dulces o una plancha de carne o pescado o como alternativa, un puesto de verduras o fruto secos. Los de los faldamentos, zapatos, cachivaches varios y demás, compiten entre ellos ofertando lo mismo y muriéndose de hambre, por falta de clientes.

            En Guelmin –parada obligatoria, viniendo de Sidi Ifni-, jabíamos tenido la oportunidad, de compartir cochazo, hasta Senegal. Pero, desconfiamos del hombre que nos ofreció tal propuesta, porque siendo dueño de ese vehículo, ¿quién necesita compartir gastos?
                                                                                   Tarfaya
            Abandonamos Marruecos –por séptima vez- y nos adentramos en territorio ocupado. Con más dificultades de las previstas, en materia de transporte, nos introducimos en el Sahara, en un Land Rover compartido, con un presunto polígamo, sus tres mujeres e hijos y dos santurronas, que cargan con un pesada alfombra y que paran en mitad del desierto a rezar, arrodilladas en la arena, junto al conductor, que aprovecha esa misma postura, para orinar (veríamos más veces esto, que nos llamó la atención, a lo largo del tránsito por desierto).

            El panorama es pedregoso, aunque la mayoría del tiempo y a la derecha, se ve el mar, azul profundo. Cada 30 ó 40 kilómetros, aparece algo interesante. Generalmente, son atractivas dunas, que se deslizan hasta la carretera. Un niño de menos de un año y con el beneplácito del polígamo, absorbe una lata de coca-cola, como si en ello le fuese la vida y su último disfrute.

            Tarfaya es pequeña, desanimada –en un sábado por la tarde- y presenta algunos edificios tan bellos, como decadentes, además de las habituales y casi clónicas mezquitas. Pero, resulta extraordinariamente auténtica.
El Aaiún
            Hemos bajado un nuevo escalón en la pobreza, con un recibimiento tan indiferente, en esta nación ocupada por Marruecos, como no esperábamos. Las alubias con salsa roja y preparado de harisa y aceitunas, además de los bien especiados callos de cordero, nos han templado el estómago, sin dejarlo castigado. En este último plato, la ausencia de morcilla y chorizo, se echa tanto de menos, como se agradece.

Hacia el sur, con la visa de Mauritania en el bolsillo


             Gestionar la visa de Mauritania, resultó más fácil de lo esperado. Cuando haces la de la India, te entra una especie de visadofobia, que cuesta superar. En este caso, no hay problema por dejar algunos campos del formulario sin rellenar, sin que te riñan y si entregas las dos fotocopias del pasaporte, en un mismo folio, cortan la hoja con tijeras, en una pura y práctica solución a lo africano. Su único interés verdadero, es hacerse con los 340 dirhams, que cuesta la pegatina, que tira a cutre.
                                                                                         Agadir
            Hay que llegar temprano a la embajada, porque los horarios de atención al público, son tan irregulares, como misteriosos. En la cola hicimos amistad, con unos franceses mayores –camino de Burkina Faso, en un coche de más de 20 años- y con unas japonesas, algo estresadas, que habíamos conocido en Rabat, el día anterior y que nos propusieron viajar juntos. Opción tentadora, para cruzar la frontera de Mauritania, pero ellas, pretendían ir demasiado deprisa para nuestro ritmo, deseosos de profundizar, en el Sahara Occidental.

            Por lo demás, Rabat y Sale siguen como siempre. Aunque algo más modernas. Ya han instaurado, incluso, el carril-cacharro. Es como nuestro carril bici, pero por él circulan, motos, puestos móviles, bicicletas, personas que tiran de algo…¡Ya es un avance!. Mientras el primer mundo se deprime, África avanza, con mucha dignidad, aunque sea a ritmo lento.
Sidi Ifni
También pudimos descubrir, lo bien que se come en Rabat, cuando no es Ramadán (habían coincidido esas fechas, casualmente, en nuestras tres visitas anteriores, a la ciudad). Mucho pescado rebozado y delicioso, legumbres y verduras a la plancha, además de patatas rebozadas, con extraordinarias salsas y excelentes precios. De Rabat a Agadir, nos trasladamos en un plis-plas. Los autobuses han mejorado tanto, para las largas distancias, que ya han superado a los patrios (sobre todo, a los Alsa).

            Encontramos Agadir, desordenada urbanísticamente, como la vez anterior y llena de jubilados franceses, haciendo sus tablas gimnásticas, a lo largo del paseo marítimo. Un solicitado Marjane, nos permitió reponer nuestras reservas alimenticias y sobre todo, alcohólicas. Pasamos el día al sol, como los lagartos y yo terminé, quemándome las orejas y el brazo.
                                                                                    Sidi Ifni
En vez de tirar para Tarfaya, nos conducimos hacia Sidi Ifni, antiguo, pequeño y agradable protectorado español, donde sus bares, sus ultramarinos, su ambiente y el sempiterno olor a sardinas fritas y muy frescas, nos reconcilió con el mundo y hasta con el Islam. Merece la pena alejarse de la ruta principal, para llegar a esta entrañable localidad, donde nos esperaban para nuestra incontenible alegría, una ducha –de socorredora agua gélida- y un enchufe.

            Por cierto y ante las dudas surgidas en la red y no convenientemente aclaradas: la visa de Mauritania vale desde la fecha, que tú solicitas en el formulario para el ingreso al país –y no la del día que lo rellenas-, hasta 30 días naturales, después.

Sin duchas, ni enchufes

                                                                                             Taza
            Nuestro pasaporte, lleno de visas y de sellos, renovado hace tan sólo un año, se está convirtiendo en motivo de admiración y asombro, además de entretenimiento, de las autoridades fronterizas de Marruecos y de los dueños de los alojamientos. Nos encanta la apacible y agradable curiosidad árabe hacia el visitante, después del indiferente –a veces despectivo- trato, del que fuimos víctimas, no hace mucho, en la India.

            En este invernal viaje, hay dos características que nos resultan ajenas a Marruecos, acostumbrados como estamos, a viajar en verano: que nuestras habitaciones parezcan iglúes, tapándonos con mantas a todas horas y que llevemos varios días sin ducharnos (por falta de ducha o de agua caliente). Contábamos con el frío, pero no con la persistente lluvia, que afortunadamente, solo cae por las noches.
 Taza
            El fenómeno ducha, acompañado del de la ausencia de enchufe alguno en las habitaciones, resulta bastante molesto. De los cinco alojamientos, que nos ha permitido nuestra economía de guerra, cuatro no tenían, ni una cosa ni la otra. Y, el caso es, que por lo demás, no estaban mal.

            En cualquier otro país del tercer mundo siempre hay una forma de asearse, aunque sea compartida. En Marruecos no y se acepta, porque este tipo de hoteles, están llenos de lugareños. ¡Así huele en los autobuses, más populares y populosos!

            La medina de Taza es pequeña, pero muy bien cuidada, limpia y con numerosos atractivos, en forma de zocos, mezquitas, estrechas calles a las que se accede, después de ascender, bordeando la muralla, por 273 escalones. Unas alubias blancas con deliciosa salsa, nos reconfortaron bastante, junto a unos fresquísimos boquerones fritos, con vinagre –muy a la madrileña-, ideales para combatir el frío, desde dentro del organismo. La pega de esta ciudad –que en su parte baja, cuenta con un magnífico mercado-, es la escasez de hoteles.
                                                                                                Fez
            Quisimos partir el viaje en dos, después de que por motivos ajenos, no fuésemos directamente, a Rabat. La escala fue, la mil veces visitada Fez, donde al contrario de otras veces, fuimos muy acosados por los comisionistas de los alojamientos. Se nota, que estamos en temporada baja. Nos hemos integrado tanto en el país y en el aburrimiento generalizado, que acontecimientos como la final de la Copa de África –Zambia contra Costa de Marfil-, supusieron un momento de nervios y gozo.

            Al día siguiente, llegamos por cuarta vez a Rabat. Es la primera, que no es Ramadán y la ciudad cambia bastante. Ya han inaugurado el tranvía, que la comunica, con su vecina, Sale. Mañana es San Valentín. También aquí, el consumo ha encontrado su hueco, entre las grietas del férreo islamismo. Aunque lo hacen a su manera, de forma muy incipiente. Si no, no se explica, como uno de los regalos más destacados, es un enorme reloj de pared, con corazoncitos y fondo rojo, que más que para la casa de una enamorada, parece ideado, para los pasillos de un putiferio.
                                   Sale
            Mañana, trataremos de gestionar la visa de Mauritania. A ver si la conseguimos en breve y ponemos rumbo la sur. En cualquier caso, será el aniversario, del día que nos robaron la cámara en Lusaka y conseguimos recuperarla. 

sábado, 12 de mayo de 2012

Mejorar África occidental, ostensiblemente, saldría gratis o casi (parte IV de IV)

“Transporte”:

39º.- Encender el motor del vehículo media hora antes de partir y no apagarlo en las paradas, aunque sean largas, como para comer.

40º.- Transporte sin horarios fijos –en Senegal, que no en Mali-, siendo el único país de nuestro mundo conocido, en que esto ocurre.

41º.- los sufridos y resignados ciudadanos, son capaces de estar cuatro o cinco horas esperando, a que se llene un cacharro, sin inmutarse, aunque se doble la capacidad del vehículo.
Elinkine (Senegal)
42º.- Los militares viajan gratis en el transporte público, porque les da la gana y se lo consienten.

43º.- Se encargan de poner túmulos muy elevados, para frenar el tráfico de las carreteras, cuando esa función, ya la cumplen los numerosos, deteriorados y profundos baches.
44º.- Bajarse de un cacharro en mitad de la nada es fácil, avisando al ayudante, pero al llegar a la gran ciudad, te dejan a más de 12 kilómetros para que te busques la vida, sin llegar a las estaciones establecidas (ocurre muy frecuentemente, en Dakar).

45º.- Un simple autobús de 60 plazas, necesita para ser gestionado, de un conductor, un cobrador –sólo esporádicamente, eficiente- y tres ayudantes, con funciones muy difusas.

46º.- Los militares y la policía –bien simpáticos, eso si- están más bien, sobre todo en las carreteras, en labores de entorpecimiento y nunca, cuando los puedes necesitar en alguna situación difícil.
Camino de Djenné (Mali)
47º.- No entienden, que alguien decida desplazarse andando, como entretenimiento o para las gestiones cotidianas. Casi siempre, cuando preguntas por una dirección en la vía pública, te dicen que esta muy lejos y que cojas un taxi. Pero, como de pequeños no debieron ver “Barrio Sésamo”, los conceptos cerca y lejos, se muestran muy ambiguos.

48º.- Los deteriorados y carísimos taxis de siete plazas –para el desguace, ya desde que los trajeron a África- cuestan casi el doble, que un autobús, semiconfortable, con horario (aunque nunca se cumpla).

49º.- Senegal es el único país del mundo, que conocemos, en el que las rotondas, más que para descongestionar el tráfico, sirven para crear atascos.

50º.- Incumplen cualquier regla de circulación, con la avenencia general –incluida la de las autoridades-, con el fin de ser como el agua y colarse por la rendija más pequeña del asfalto.

51º.- En Dakar, conviven al menos, diez medios de locomoción –privados o no-, que hacen de transporte público, que se entorpecen entre si y que cubren rutas similares.

“Varios”, para terminar:
                       Nouakchott (Mauritania)
52º.- Las carencias se solucionan con nacionalismo en diferentes modalidades. Por ejemplo: todas las bolsas negras, que acogen mercancías, llevan grabado, decenas de veces, el nombre de Senegal.
                          
53º.- Son escasos los lugareños, que hacen algo de deporte, en forma de carreras o de gimnasia y generalmente en la playa. Pero o trotan sin ganas o hacen flexiones con trampa, moviendo sólo los brazos y sin levantar la tripa del suelo.

54º.- Después de escuchar los cincuenta y tres puntos anteriores, ningún senegalés se deprimiría y vería necesidad de cambios. Porque en Senegal –y también en Mali-, cualquier situación, por grave que sea, es solo un “petit problem”
                                                          Oujda (Marruecos)
            Para revertir todas estas situaciones y simplificando, lo que se me ocurre es canalizar la mayor parte de la ayuda humanitaria –al margen de proyectos concretos, como depósitos de agua, rotondas o carreteras-, a financiar programas de educación masiva. Por supuesto e inexcusablemente, laica y controlada estrictamente, por los gobiernos inversores. Todo lo demás, son cantos de sirena o seguir alimentando el negocio –bastante turbio- de unos pocos.

Mejorar África occidental, ostensiblemente, saldría gratis o casi (parte III de IV)

                                                                              Cap Skiring (Casamance, Senegal)
“Dinero”:

29º.- El estrastoferico ascenso de los precios, sin remordimiento o sonrojo. En un mes, el visado de Gambia ha subido, de 25000 a 45000 francos, la cerveza en el supermercado, un 20% y la visa de Mauritania, de 31 a 48 €.

30º.- El mismo vendedor, y en varios casos, preguntando el precio de un artículo, te lo sube sin rubor, diez minutos después.
                                    Rosso (Mauritania)
31º.- Redondeo de las cuentas y siempre a favor del comerciante.

“Servicio a los clientes”:

32º.- Los negocios –salvo los bancos y no siempre- nunca disponen de horarios en la puerta, perjudicando la actividad comercial y a ellos mismos. Pero, parece darles igual.

33º.- Son actores redomados de la mentira: después de haber pagado el hotel a precio de oro y tras haberte hecho una jugarreta, se sorprenden, cuando les dices, que no hay ni luz ni agua, ni la llave cierra la puerta por fuera.

34º.- Si vas a preguntar a la oficina de turismo de Dakar, única conocida y operativa en el país, las mujeres que atienden, no tienen la menor idea de nada. Las más voluntariosas, te mandan coger un taxi o alegan desconocimiento. Las más osadas, directamente, se inventan lo primero que les viene a la cabeza, sin pudor o remordimiento.
Djenné (Mali)
35º.- Incapacidad para la negociación. Prefieren tener un alojamiento vacío, que bajarse del burro de su tarifa.

36º.- Dejar el negocio vació y abierto –sea puesto, tienda o cíber- y sin señal alguna, de cuando volverán. En el caso, de que ya hayas consumido el servicio, te toca esperar –a lo mejor eternamente- o traicionas tus principios y le birlas unos pocos francos, a un supuesto pobre. Si se trata de una compra, lo usual es, coger el producto, dejar el importe exacto y esperar a que nadie ajeno, se lo lleve (cosa, que no suele ocurrir, porque afortunadamente, entre pobres no se suelen robar)

“Pedigüeños”:

37º.- El asunto de los niños pedigüeños –con el bote de tomate o nocilla, colgando del cuello- y que actúan en manada, es realmente un problema grave y molesto. Resulta imposible saber, cual es su origen y como termina y sobreviven, dado que llegada una determinada edad, desaparecen del asfalto. Son una rémora absoluta, que entorpece cualquier actividad o relación.
                                       Fez (Marruecos)
38º.- Muchos transeúntes –niños y no tan niños- se creen con el derecho de molestar al extranjero, pidiéndole regalos, dinero o que les compres cosas inservibles –que tienen a la venta-, supuestamente, porque eres menos pobre que ellos. En este sentido, el avasallamiento en las estaciones de autobuses, en los primeros diez minutos, hasta que te muestras firme, es tremendo.

Mejorar África occidental, ostensiblemente, saldría gratis o casi (parte II de IV)

          Sin anécdotas tan llamativas para ilustrarlos, enumero otras situaciones. Como suman un total de 54, he decidido agruparlas por campos
                                                   Cap Skiring (Senegal)
“Convivencia”:

6º.- Insensibilidad a la basura y a tirarla en cualquier parte.

7º.-Que te den una bolsa negra, con casi todo, por ínfima que sea la compra y que acabará revoloteando por cualquier parte, movida por el aire de la tarde.

8º.- Tratar de meterse con la moto, hasta el corazón de los mercados, de calles estrechas o hasta el interior de los establecimientos, sin reparar en el daño, que hacen a las ventas de los tenderos de los primeros o al patrimonio de los segundos, que han pagado el asfaltado de la calle, de su propio bolsillo.

9º.-.Falta absoluta de educación en las relaciones sociales y comerciales, una vez obtenido el dinero. Explicaciones inexistentes, ante cualquier carencia del servicio.

10º.- Transmitir por toda la ciudad y a todo volumen los cánticos religiosos, que sólo representan y desean escuchar unos pocos.
11º.- Comer todos del mismo plato –con cuchara o con la mano- habiendo vajilla suficiente.

12º.- La costumbre de convertir ríos y arroyos, en vertederos de basura.
Tarfaya (Sahara Occidental)
13º.- Pocas escuelas normales y muchas coránicas.

14º.- Por un mismo barrio, transitan coches de caballos, junto a vehículos de lujo, cabras, gallinas…. Aunque, haya quién pueda considerar esto, como un síntoma de tolerancia y convivencia.

“Calidad de vida”:

15º.- Alguien tendría que explicarles, a esta gente, que si con dos hijos, no pueden salir adelante, menos lo harán con cuatro.

16º.- También, que la cabeza sirve para algo más, que para llevar sobre ella, bidones, barreños, bandejas, platos o postizos para el pelo. Va a ser difícil, que lo entiendan, pero habría que hacer el esfuerzo.

17º.- Pero tontos, al final no son, porque a la vez celebran –con cierre de todos los servicios básicos-, fiestas católicas y musulmanas, convirtiendo el calendario laboral en una delicia, para cualquier occidental.
                          Nouakchott (Mauritania)
18º.- Teniendo verdaderas carencias económicas, a todas partes van en taxi, incluso, cuando son distancias muy cortas, No desgastan los pies, ni siquiera para bailar, porque también los arrastran, como hemos visto en unos cuantos bares

19.Barren con escobas de palo corto –incómodamente agachados-, siempre al centro de la calle o a los pies del que pasa en ese momento, por delante de ellos..

20º.- Tapan las cervezas con la chapa, mientras la beben, pero luego, comen o retozan entre la basura y sin lavarse las manos.

21º.- Cada parada en la carretera, es posible encontrar a los vendedores, ofertando la misma mercancía y no otra cosa. Además de lo que puede ser útil para el viajero –snacks y agua-, también abunda lo inútil, en formatos múltiples (mandos para la tele, pósters, imanes para nevera….).

22º.- Encontrar una farmacia de guardia en un día festivo -Pascua-, en Dakar, es tremendamente más difícil, que hallar una licorería abierta. Aunque, esto no carece de lógica. Hay bastantes más demandantes de bebidas alcohólicas, que de medicamentos (aparentemente).
Elinkine (Senegal)
23º.- El sistema de venta en las calles. Los de las tiendas sacan su mercancía afuera. Enfrente, se colocan los de los puestos callejeros y por el poco espacio que queda entre medias, circulan los vendedores ambulantes, cargados de trastos. ¿Por dónde acceden los compradores?. Habría que añadir además, los vehículos mal aparcados y el infernal tráfico de la calzada.

24º.- Una farola ha caído y se halla desplomada en la plaza principal, de Dakar. Lo curioso es, que aún da luz desde el suelo. Nadie se sorprende. Después de una semana, aún sigue así.

25º.- En occidente, los supermercados son las tiendas de los pobres. En gran parte de África, las de los ricos –blanquitos-, dado que se venden productos –teóricamente- exclusivos, por cuatro o cinco veces lo que valen, aquí. En los pocos bienes que compiten –de fabricación local-, son más económicas las tiendecitas callejeras.

26º.- Ausencia muy generalizada de mosquiteras, a diferencia de otros países más pobres, de África occidental, en los alojamientos económicos. El coste es ínfimo –un par de euros-, en relación con los beneficios.

27º.- En un recorrido en transporte público por Dakar, leímos en una pared: “vamos a retirar la basura de las calles y a aprender a comportarnos”. Sobre lo primero, está todo dicho. Sobre lo segundo, no está mal, que se planteen el objetivo, pero queda todo el camino por andar.
                                                                                Sale (Marruecos)
Al margen de poner freno a su habitual agresividad, ilustro con dos ejemplos, entre las diversas situaciones, que nos ocurrieron: a) subes en un transporte y dejas los bultos, ocupando tus asientos. Bajas y cuando reingresas, alguien se ha sentado en tu sitio y ni siquiera ya sabe, donde ha puesto tu equipaje. b) estas en un cíber navegando. Levantas el culo, para mirar algo en la pantalla y de repente, alguien llega por detrás y te quita la silla.

28º.- Se plantan en mitad de la acera, interrumpiendo el tránsito, como si fueran una farola. De poco sirve, que les digas y repitas: “s’il vous plait”.

Mejorar África occidental, ostensiblemente, saldría gratis o casi (parte I de IV)

            En este apartado, se reseñan situaciones características de África occidental (fundamentalmente, de Senegal). La mayoría, se podrían revertir, sin apenas desembolsos económicos importantes. Simplemente, bastaría con un cambio de mentalidad. Aunque, debería ser profundo. Vamos allá.

            En nuestra penúltima tarde en Kaolak (Senegal), acudimos al cíber, para tratar de decidir nuestro inquietante futuro y sufrimos un desagradable incidente. Tras una hora de nefasta conexión, vamos a pagar los 300 francos, con un billete de mil. Lo agarra el encargado, rápidamente y nos indica, que no dispone de cambio. Pasan cinco minutos y viendo, que no se mueve del sitio, le indicamos que tenemos prisa y que deseamos recibir la vuelta. Sin siquiera contestarnos, cambia de ubicación en el local y se sienta en otro sitio, sin inmutarse.
                               Camino de Kayes (Mali)
Poco a poco, vamos subiendo el tono y nos indica, que no es su problema, que no podamos pagarle con el dinero justo. Amenazamos con llevarnos un teclado y una pantalla, pero no sirve. Tenemos que estallar y encolerizarnos, para que uno de los que le rodean, que esta recargando su móvil, le preste la moneda de 500, que le falta para darnos el maldito cambio. Ha pasado casi un cuarto de hora y aún tenemos que aguantar, que nos diga que nos estamos poniendo muy nerviosos y hablando muy deprisa. En esta desagradable escena, se dan varias de las enormes rémoras, que arrastra África occidental, especialmente, en Senegal:
                                 Isla de Goreé (Senegal) 
1º.- Falta de cambio: es un mal endémico. Portes el billete que lleves, salvo en las negocios regentados por los blancos. No tienen ningún pudor, en negarte la compra y si ya han prestado el servicio, hacerse los remolones o que tengas que ser tú, el que te busques la vida, para darles el importe exacto. La –en occidente, Asia, África oriental y otros lugares del mundo- habitual experiencia de ir al banco y conseguir monedas para el negocio, es desconocida o simplemente, exótica, en esta zona del globo.

2º.- Atrapar el dinero y luego ya veremos, en que condiciones te presto el servicio y por supuesto, sin devolverlo, aunque no cumplan su compromiso. Ocurre muy a menudo, en el sector del transporte, aunque se desparrama por todos los demás. El concepto cliente o servicio, simplemente, no existen, ni tienen pinta de aparecer en el medio plazo.

3º.- La desidia generalizada, que se muestra en actitudes, como estar todo el tiempo posible tirados a la bartola o sentados, contemplando el infinito. Solo se mueven, si van a conseguir dinero, a cambio y en muchísimas ocasiones, arrastrando los pies y con ademán cansino. Te sirven la botella de cerveza y te la cobran de inmediato. Luego, tardan cuatro de hora en traerte el cambio. El casco, que dejas sobre la mesa, puede estar sobre ella, hasta la hora de cerrar –o la mañana siguiente-. No es, que no lo recojan porque estén entretenidos, haciendo algo. No conocen más ocio, que holgazanear o enredar con el móvil. Y es extraño, porque cuando son pequeños, se entretienen con cualquier cosa.
Al hilo de la cerveza, reseñar otro increíble incidente, que habíamos padecido por la mañana en el bar, donde llevábamos tres días haciendo bastante gasto. Las primeras cervezas, nos las cobran al precio de siempre, pero las segundas, no, porque al patrón, se le ha ocurrido subir el importe, a media mañana. Y esto nos hace entrar en el siguiente apartado.
 Rosso (Mauritania) 
4º.- Desconsideración absoluta hacia el cliente, incluso por menos de 10 céntimos. Por supuesto, no volvimos a pisar ese sitio, aún pagando más caras las bebidas en otro local, provocando el problema número

5º.-. Por no pensar en el futuro, perdieron mucho más dinero, que el que ganaron con su treta.

jueves, 10 de mayo de 2012

Muy buenas vibraciones y más sensaciones de las esperadas

           Esta vez, no perdimos el avión y aterrizamos en Nador, sin novedad. Como los taxis son caros y no encontramos a nadie para compartirlo, empezamos a andar por la carretera, a ver que ocurre. A los 100 metros, se detiene un cochazo, ocupado por varios jóvenes. Lo conduce un chico, que ha venido a buscar a sus amigos al aeropuerto, que venían en nuestro mismo vuelo. Nos invitan a subir y cambian hasta su ruta, para acercarnos hasta nuestro destino. Conversación entretenida, sobre la crisis y el fútbol, a gran velocidad –más de la permitida-, cuando nos detiene un policía. Él sonríe y los chicos, también. Hay gestos de complicidad. Larga charla en árabe, en la que nos parece entender, la palabra, comisaría. El conductor muestra su carné de conducir, junto a 20€. El primero le es retornado, pero no así y como cabía esperar, los segundos. Más sonrisas y adiós. Según nos cuentan, por lo legal, la multa habría sido bastante mayor.   Nador

            Nador es una ciudad moderna, con cierto encanto, gracias a su paseo marítimo, su gran mezquita y sus numerosos puestos callejeros, de ropa, comida, fruta o te, muy especiado y a 1 dirham. La tarde se muestra muy ventosa. Están tan poco acostumbrados al turismo, que pasamos desapercibidos.

            Al día siguiente, nos vamos a Melilla. Larga cola y lentos trámites para pasar a la ciudad española, después de deshacernos a voces, de los que te quieren vender por 3 euros –como en Ceuta-, un formulario de ingreso, que es gratuito.
                                                                                   Melilla
            La ciudad resulta ser, mucho más de lo esperado. Tras la frontera, se halla un barrio marroquí, con sus negocios típicos y mucho embalaje, tirado por el suelo. Luego, y caminado por el paseo marítimo, se llega a la plaza de España y a sus calles colindantes, con bellos edificios modernistas (el segundo exponente nacional en este estilo, después de Barcelona). Justo pasando otra plaza, nos encontramos otro barrio marroquí, donde numerosos hombres, venden sardinas frescas, en cajas colocadas en el suelo.

            Pero, la joya de Melilla es su extraordinaria fortaleza, restaurada y espectacular. Es gratuita, como todos sus museos. La visitamos solos, con un tiempo muy variable, mientras el mar golpea fuerte, contra las rocas y los muros. Extraordinarias vistas de la escarpada costa y de las islas de Chafarinas, en una jornada sin nebulosa alguna (algo, que nos dicen, es muy frecuente).

            Después de comer, nos aprovisionamos de euros en el cajero, conservas y bebidas alcohólicas, para nuestro dilatado periplo marroquí, por el Sahara occidental y la antialcohólica Mauritania.

            Cambiamos de planes. Para no pasar el fin de semana en Rabat, a la espera de hacer la visa de Mauritania, iremos hasta Oujda y así, llenaremos un día más. Cogemos nuestro primer autobús del viaje, que para variar, en Marruecos, sufre un avería.

            Oujda es una ciudad agradable, de las más modernas de Maruecos. Su limpia, tranquila, bien asfaltada y coqueta medina, nos recibe con sosiego, aunque también, con algún desequilibrado y niños pedigüeños, bien vestidos. La calle de las joyerías, parece surgida de cualquier barrio lujoso, de Nueva York o Londres.

            La especialidad del lugar, no es el tajine o la harira, sino el “todo junto”, que se vende en decenas de establecimientos: carne o embutido, huevos, queso y verduras, en un mismo bocadillo, a libre elección de ingredientes y con papas fritas.

            Las imposiciones religiosas aquí, aparecen también, más relajadas. Son muchas, las chicas que llevan el pelo sin hijab o que visten ropa ajustada –aunque sin escote, si en algún caso, con parte de las piernas al aire-, hay tiendas de cerveza y alcohol y hasta vemos a jóvenes, con pantalones estilo “cagados”. El mayor poder adquisitivo, se muestra, entre otras muchas facetas, en la buena cantidad de gente, que lporta gafas.
              Oujda
            Si en Nador, no nos pareció estar en Marruecos, hoy en Oujda, nos da la sensación de estar en Europa, sino fuera porque cuatro colegiales, recogen la lata de cerveza, que hemos dejado vacía en el suelo y rechupetean las babas, como si estuvieran deleitándose, con Moet Chandon. ¿Será esta nueva generación, la qué formará el revolucionario islamismo del futuro?. Tiempo al tiempo.

miércoles, 4 de abril de 2012

Golpe de estado en Mali, en vivo y en directo

             Hola. Ha pasado mucho tiempo, pero estamos bien. Nos ha resultado imposible comunicarnos. Hemos retornado de Mali, donde hemos vivido un golpe de estado, en vivo y en directo, con sus tanques; vehiculos militares y rafagas de metralleta incluidos. Da bastante miedo, ver a un tipo con cara de loco, cargando un arma de repeticion delante de ti. Bamako quedo desierto, durante cinco dias; con todo cerrado. 
Djenné (Mali)
Conseguimos visitar el resto del pais; sin mas problemas, que el asfixiante calor y los insufribles transportes. El aeropuerto esta cerrado, pero hemos salido del pais por tierra; sin problemas.            
             

             Volvemos hacia Dakar, con calma y deesconocemos, lo que haremos, dado que todos los vuelos son muy caros. Lo mas probable, es que lo hagamos por tierra; hasta Marruecos y de ahi, volemos a Libano y Chipre o a casa. Cualquiera de las opciones, llevara algun tiempo, porque tenemos que volver a gestionar la visa de Mauritania. Hemos descartado visitar Burkina Faso y Ghana.

             Esperamos, que esteis todos bien y trataremos de comunicarnos, lo mas tempranamente posible. Lo de Mali, ha sido una autentica pelicula, de todos los generos, que ya os contaremos. Gracias por preocuparos por nosotros.