Desde siempre –y casi, desde que tenemos usos de razón-, nos había dado pereza hacer el visado de India, a pesar de la sorpresa de muchos viajeros, que no entendían -nosotros tampoco-, que después de haber visitado más de 100 países, aún no conociéramos tan demandado e idolatrado destino. Al comprobar la realidad, entendimos perfectamente, que nuestra desidia burocrática, estaba altamente justificada.
Toca brindar con cerveza: No hay champán –ni siquiera vino-, a precios asequibles. ¡India nos espera y estamos seguros, que nos compensará con creces, todas estas auto-mordeduras de lengua, control del carácter y demás cosillas.
Hampi
Madrugamos y nos levantamos con buen ánimo, como no podía ser de otra forma. Caminamos hasta la bonita -espectacular, diría- playa de Colombo, que recorremos casi entera, para llegar a las entrañas de la calle, Galle. Aquí, se haya la embajada de India, pero no es donde se hacen los visados. Hay que caminar, unos cuatro kilómetros más, hasta una agencia privada, aunque dependiente de ella, que sólo se dedica a ello.
El primer contratiempo, consiste en el desagradable trato de la persona, que atiende al público,.tras haber sido cacheados y habernos retenido la cámara de fotos. A duras penas, logramos entender el precio de la visa -unos 34 €-, que tardan seis días laborables en concedértela y que el formulario de solicitud, hay que rellenarlo en una web, por internet y luego imprimirlo.
Varanasi
Por supuesto, han montado un chiringuito enfrente, donde a un caro precio de 350 rupias, te lo rellenan ellos, por lo que decidimos buscar un cíber –resulta esforzadamente costoso-, para responder a más de 3 páginas de preguntas: unas lógicas, otras estúpidas y la mayoría, sencillamente absurdas. Menos mal, que nunca comprobarán las respuestas y se darán cuenta, de que ni tenemos ningún amigo en India, ni somos católicos, ni actualmente, estamos trabajando.
Volvemos a la oficina y ahora sí, nos dan un número y otro cuestionario, que hay que cubrir a mano. Llega nuestro turno y con él, nuestros problemas. Como, tenemos por costumbre, cuando reservamos vuelos, poner un solo apellido –dado, que fuera de España, es muy frecuente no tener dos-, lo hemos hecho así y resulta, que hay que poner exactamente, lo que figura en el pasaporte.
Otra vez al cíber. Volvemos. Ahora, el inconveniente es, que hemos escrito una letra, que aparece junto al número de pasaporte. Pero, ¿no había que ponerlo todo y tal como está escrito?... ¿Y no se puede tachar a mano?. No, no y no y requete NO. Para colmo, nuestras fotos con fondo blanco, no presentan el tamaño adecuado, por lo que hay que hacer unas nuevas, en un tenderete lateral, que “amablemente” y pagando unas pocas rupias, han instalado al lado de las ventanillas.
Khajuraho
Tampoco, están conformes con que hayamos rellenado el formulario en un cíber ajeno al “sistema” y nos mandan enfrente, a su negociado. Es tarde, estamos abatidos y ya resignados, entramos por el aro. Cruzamos y nos mostramos, absolutamente sumisos y adoctrinados.
Cuando volvemos, resulta que también se han equivocado y a uno de los dos, no le han puesto el segundo apellido. Desesperación contenida y llanto fingido, que hace que se ablande el corazón del funcionario, que nos lleva conduciendo por la calle de la amargura, durante toda la mañana.
Afortunadamente y con súplicas gestuales –que no verbales-, ellos mismos arreglan el desaguisado. Pero, para mayor desgaste psicológico, deberemos volver a pagar la fotocopia del sello de entrada de Sri Lanka, a pesar de que han sido ellos, los que la han perdido.
Casi una hora más tarde, tras pagar y cuadrar cuidadosamente por más de 10 veces, todos los papeles y distribuirlos en sobres distintos, nos dan su aprobación -¡aleluya¡-, tras cinco horas y media de frustrantes gestiones, que en su momento, consideramos la tomadura más grande de pelo, de nuestras vidas.¡Qué ingenuos¡
Mysore
Si no hubiera sido, porque desde días atrás, ya teníamos comprado un billete aéreo a Bangalore, les habíamos mandado a la mierda y una vez más, no habríamos visitado India.
Y lo peor –tras dos nuevas horas de espera-, fue comprobar al recoger la visa, que contenía defectos ortográficos, al menos similares, a los que nos habían reprochado.