Senda del Oso, en Asturias
Este trazado sigue lo que fue una vía ferroviaria de trenes de carga, que funcionó entre 1868 y 1963, por la que se transportaba carbón y mineral de hierro. Fue habilitada como sendero para caminantes y ciclistas, en 1995.
En realidad, la senda del Oso no es una, sino dos. Ambas tienen como punto de partida la localidad de Tuñon y comparten tramo común hasta separarse, en Caranga. Una hacia la izquierda y otra a la derecha, haciendo el conjunto una forma de Y.
Los buses para Tuñon parten de las dársenas 31 y 32 de la estación de autobuses de Oviedo. Es sábado. Nos hubiera gustado elegir mejor un día laborable, pero las cosas han salido así. El bus va casi lleno, pero no hay turistas. La mayoría son viejos lugareños, que van a hacer senderismo o a cuidy de sus huertos, que se encuentran de camino.
Desde la parada de Tuñon, hay que cruzar la carretera y retroceder unos trescientos metros para entrar en la senda. En los primeros kilómetros, el camino es bastante sombreado, hay casas y plantaciones y el río, generalmente, se encuentra alejado del camino. Se atraviesan un par de túneles. Hace frío. A los tres kilómetros de llega a la localidad de Villanueva, de bonitas edificaciones. Se debe cruzar su puente romano para poder seguir.
En torno a los cinco kilómetros de llega al recinto de las idas. En 2016, vimos a las dos -Tola y Paca-, pero la primera murió, en 2018 y ha sido sustituida por Molina, que es la que hemos contemplado en esta ocasión. Nos ha dado la sensación de que es perezosa y pasota.
A los seis kilómetros de llega a Proaza y uno más tarde a una central hidroeléctrica. El sendero se estrecha y el paisaje se hace más agreste y elegante. Se cruzan varios túneles y al décimo kilómetro se contemplan las maravillosas Peñas Juntas.
Un poco más adelante el camino se divide. Nosotros tiramos para la derecha, cruzando la carretera. Si se va a la izquierda, se llega a Quirós, tras pasar por el pantano de Valdemurio, 19 kilómetros más allá.
Ahora, desaparecen casi las sombras, el paisaje se torna más anodino y el río se aleja y se acerca a su gusto. Pero, unos cuatro o cinco kilómetros después vuelven los túneles y un panorama de desfiladeros pelados -entre ellos, el de Valdecerezales-, que llegan hasta casi el final de la ruta, en Entrego. Especialmente bello es, un túnel, que tiene un enorme boquete a la izquierda, desde donde se observa el serpenteante río y las caprichosas formaciones rocosas.
Hemos llegado al final, después de cinco horas y veinte minutos, durante las que hemos parado infinidad de veces para hacer fotos o admirar el paisaje. No nos habremos cruzado con más de 25 personas caminando, pero sí con muchas bicicletas y ese es el mayor problema. Porque muchos ciclistas actúan de una forma muy irresponsable -¡vaya novedad!-, porque se toman la ruta, como una forma de entrenamiento y no de paseo y circulan a gran velocidad.
Peores aún son, los que llevan adosado a la bici una especie de carrito, dónde lo mismo van perros, que niños o que bebés de unos pocos meses o semanas.
Desde Entrego, hay que tomar la poco transitada carretera -1,3 kilómetros-, que lleva hasta San Martín, desde de se accede al autobús de vuelta a Oviedo. Esta localidad resulta muy animada contando con un gran número de bares, restaurantes y terrazas.
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