Comienzo
una serie de cuatro posts, para comentaros lo importante, que ha sido
la cerveza en nuestras vidas y las cosas -algunas, casi increíbles-,
que hemos tenido, que hacer por ella a lo largo de 27 años de viajes
por el mundo.
Aunque en Europa es fácil de conseguir, en casi todas partes, también pueden ocurrir contratiempos, que lo hagan difícil,
Esta y la siguiente son del salar, de Uyuni (Bolivia)
1º.- Corría agosto, de 1.994. Ese año nos fuimos, a Estambul, en tren, a través de los países del este y volvimos por Grecia e Italia. Una mañana calurosa tomamos un convoy, que desde Sofía, nos debería llevar a la ciudad turca. Al bajar en la frontera, me golpeo la cabeza y me abro una pequeña brecha. Viajamos con Jordi y Xuclá, dos catalanes, que hemos encontrado , en Bucarest.
Ya dentro del país otomano, nos detenemos en una caótica estación. Un avispado niño, de unos 7 años, vende cervezas frías, a un dólar, cada lata. En la cartera sólo tenemos un billete de uno y durante más de cinco minutos, debemos revisar todo el equipaje, para milagrosamente, encontrar otro. Entre los cuatro sólo juntamos 3 billetes verdes. Negociamos a la desesperada, para que el crío nos ofrezca las cuatro unidades, pero este no cede. Xuclá, que además, ha discutido con Jordi, se queda sin el preciado y ansiado premio.
2º.- Ya en Turquía, nos pasamos tres horas y media, en Kayseri (Capadocia), andando y preguntando, hasta que casi a la hora de cerrar, encontramos una tienda especializada. ¡Salvados por la campana!.
En 2.012 y en este mismo país, decidimos no hace noche, en Trabzon, después de 20 horas de autobús, por el alto precio de la cerveza -dos euros y pico, una lata de medio, en supermercado- y nos pegamos una buena paliza para llegar, a Georgia, donde nos atiborramos de ella.
3º.- En septiembre, de 2.004, nos largamos a Suiza. Recorrimos el país, desde Lucerna y Lausana. Un día, al volver de una excursión, hacia el primer destino mencionado, constatamos, que era festivo local y los supermercados estaban cerrados. Ni cortos, ni perezosos, nos cogimos un tren, a Zurich, para adquirir con éxito, nuestro líquido elemento.
Bucarest (Rumanía)
4º.- Hemos viajado siete veces a través de Marruecos -dos de ellas en el mes sagrado-, por lo que las anécdotas son interminables. La primera fue en 2.005 y durante el Ramadan. Tras ímprobos esfuerzos e investigaciones para conseguir cerveza, todos fueron vanos, hasta llegar, a Tanger, de vuelta, después de dos semanas abstemias. Finalmente, dimos con un pequeño supermercado, donde las tenían en cámaras cubiertas con negros e inquietantes cortinajes. Casi de forma clandestina y a un precio de contrabando, conseguimos unas 20 latas, forradas en periódico, que sacamos en bolsas oscuras. ¡Nos sentimos vigilados por el CNI!.
Estas dos son, del velero Colombia-Panamá
5º.- Entramos en Bolivia, en marzo, de 2.008, a través del parque nacional Eduardo Avaroa y el Salar de Uyuni, contratando un tour organizado, que compartimos -entre otros- con nuestras queridas amigas argentinas, Flor y Flopa. En los géisers y a 5.200 metros de altitud, inesperadamente, nos encontramos una botella de medio litro de cerveza, que engullimos entre los cuatro. En este caso, más que decir, lo que hicimos nosotros por la cerveza, deberíamos consignar, lo que nos regaló ella, a nosotros.
6º.-
En este mismo viaje largo, ya en Colombia -concretamente, en
Cartagena de Indias-, contratamos pasajes en un velero -cinco días-
para hacer una ruta por el Caribe y desembarcar, en Panamá. Un
miércoles y tras mucho negociar con el capitán sueco, se
comprometió a regañadientes, a llevarnos a una isla cercana, donde
adquirir cerveza. Pero se fue haciendo el remolón -acorde con su
nacionalidad-, según pasaban las horas.
Decidimos
pasar a la acción. Cogimos la cartera y una desgastada bolsa de
plástico y nadamos el medio kilómetro, que nos separaba de dicha
ínsula. Negociamos con los indígenas -en dólares- y nos hicimos
con un buen cargamento cervecero, que hubo que arrastrar por el agua
con paciencia, a una mano, mientras con la otra se sostenía la
cartera fuera del mar.Continuará!.
2 comentarios:
Y cuanto os costó la locura del tren de Lucerna a Zurich y vuelta?. El tren en ese país es muy caro...
Bueno, la acción no fue tan heróica, porque teníamos el Swiss Pass, que nos permitía viajar por todo el país sin más cargos, durante un tiempo determinado, que ahora no recuerdo cuanto fue.
Saludos.
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