La salida de India –por el puesto fronterizo más cutre, que cruzamos jamás-, fue menos complicada de lo previsto, así como la entrada en Nepal: 25$ por 15 días y 40$ por un mes, sin preguntas ni molestias.
Pokhara
Los cincuenta metros, que separan ambos lados, presentan visiones diametralmente opuestos: en el lado indio, lo de siempre y tantas veces contado, mientras que en la parte nepalí, la carretera es mucho más ancha y mejor asfaltada, hay menos caos y la oferta gastronómica y hostelera son mayores y más aceptables. Sorprende aún más, ver a todo hijo de vecino vendiendo alcohol, en sus puestos de comida, bebida o lo que sea. Aunque, por lo que atisbamos sobre el terreno, beber cerveza, puede salir aquí, incluso más caro, que en la India. ¡Tiempo al tiempo!
El bus hacia Pokhara, es más nuevo y espacioso, que el que nos llevó a Sunauli. Pero, eso sí, se detiene unas mil veces, para que suba y baje gente. A la ausencia de paradas para orinar o para comer, ya estamos acostumbrados. Aunque, como el calor es menor y no se suda, de lo primero, entran ganas antes
Pokhara
Las impresiones iniciales, son las de encontrarnos en un país más limpio, “cuidado” y con gente más educada. Pero, las segundas percepciones, nos decepcionaron un poco, como vamos a corroborar en días sucesivos. Parecen gente, con muchas más caras, -o, también, máscaras-, que sus vecinos del sur, que se muestran en estado puro. Sobre todo, nos molesta la escasa seriedad de los comerciantes de todos los sectores, incluidos restaurantes y hoteles, que te engañan sin demasiados escrúpulos y te tratan de cobrar de más, incluso habiendo pactado férreamente, las condiciones con anterioridad, en cuanto al precio y el número de piezas del plato.
Pokhara, es una ciudad relativamente tranquila, que se divide entre la zona de los lugareños y la de los guiris, junto al lago, donde los precios son estratosféricos, sobre todo los de la comida. El principal atractivo aquí, son los trekkings por los alrededores o experiencias de mayor alcance y calado, como hacer montañismo, en el cercano y maravilloso, Anapuna.
Hemos vuelto al frío y a la lluvia, tan lejanos ya para nosotros y a las expectativas, de que en este país comeremos fatal: no hay estómago que resista dos meses y medio seguidos, por India y Nepal. Si nosotros escupiéramos –como hacen ellos a todas horas-, lanzaríamos más llamas, que los dragones de las leyendas. Y eso, que somos dos personas, a las que les encanta el picante.
1 comentario:
Este post, originariamente, fue escrito el 24 de noviembre de 2.011
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