Nkhata Bay
Entre las peculiaridades, que mas nos chocan del caracter subsahariano, hay dos, que nos sacan realmente de quicio: por un lado, que siempre te esten ofreciendo ayuda, cuando no la pides y que, cuando realmente la necesitas, nadie te haga ni caso. Por otro, esa desagradable risita forzada y nerviosa, que exhiben, cuando se sienten contrariados o enojados por algo.
Entre las peculiaridades, que mas nos chocan del caracter subsahariano, hay dos, que nos sacan realmente de quicio: por un lado, que siempre te esten ofreciendo ayuda, cuando no la pides y que, cuando realmente la necesitas, nadie te haga ni caso. Por otro, esa desagradable risita forzada y nerviosa, que exhiben, cuando se sienten contrariados o enojados por algo.
Ambas circunstancias se unieron, sin ni
siquiera salir de nuestra habitacion, durante la ultima noche en Malaui
(concretamente, en Karonga). Andabamos con los preparativos previos al sueno,
cuando llaman energicamente a nuestro cuarto. Contestamos y nos indican, que se
trata de la policia, que viene a comprobar nuestro visado. Por supuesto, no
abrimos, pero comienzan a forcejear con la cerradura, que afortunadamente,
tiene tres puntos de anclaje, que protegen la gruesa puerta.
No obstante y como persisten, gritamos por
entre los barrotes de la ventana, pidiendo auxilio, a los despreocupados
clientes, de un cercano club nocturno (no nos habiamos dado cuenta de su
existencia, al tomar la habitacion). Solo un desganado hombre, muestra un
ligero interes por nuestro caso y nada resuelve.
Ante la amenaza de los golpes, arrastramos
la pesada y maziza cama -como todas aqui-, para colocarla de tapon, junto a la
mesa y la mochila, delante de la puerta. Se dan cuenta de la jugada y tras
carcajearse, desaparecen. Es muy probable, que llevaran siguiendo nuestros
movimientos por el pequeno pueblo, a lo largo de toda la tarde. Karonga
Poco dormimos esa noche. Mas por la musica
del infecto garito -cuyo altavoz, parecia estar encima de nuestra cama-, que
por el preocupante incidente. Al dia siguiente, partimos para Tanzania, donde
nos recibieron con gran simpatia y amabilidad, aunque no nos perdonaron los 50
dolares del visado (aqui al menos, te permiten estar tres meses y no 14 dias,
como en Zambia). Juguetear con los cambistas de la frontera y los agresivos
bicitaxis -que te acorralan con sus cacharros-, resulto ya, una agradable tarea
cotidiana. Malaui, quedara en nuestro corazon para siempre.
Nuestro recorrido por África meridional
1 comentario:
Cuídate, que veo que has perdido la sensación de peligro. ¡No vayas a terminar cocida en una olla por ahorrarte el alojamiento!
Alvaro
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