lunes, 31 de julio de 2023
viernes, 28 de julio de 2023
¡Qué no cunda el aburrimiento, ni el pánico!
Después de casi veinticinco viajes en medio año -tres de ellos, al extranjero -, nos da la sensación -aparte de cierta confusión mental, sobre las circunstancias de unos y otros periplos-, de lo que nos pone, ya no es ver unos sitios y otros; sino superarnos, ir más allá, tener emociones, que sobrepasen a lo habitual. ¡Qué no cunda el aburrimiento, ni el pánico!
Disponíamos de cinco días en julio, que nos hubiera gustado disfrutar en algún lugar de Europa, pero como ya os dijimos en varios artículos, este verano resulta bastante difícil desplazarse por el viejo continente, debido a los elevados precios de los vuelos, incluidas las low cost.
Tras mucho trastear, encontramos billetes aéreos, desde Santander, a Barcelona por unos veinte euros cada uno. No nos lo pensamos más, a pesar de no tener garantizado a buen precio ningún trayecto de vuelta. Si hacía falta, volveríamos en un eterno regional exprés, que aún circula entre Madrid y Cataluña.
No teníamos tampoco planes específicos y estos resultaban complicados, porque conocemos la mayor parte de esta región. En contra, también, jugaba el precio del alojamiento, elevadísimo, casi en todas partes. Pero, si hacía falta, dormiríamos en la playa o donde fuera. Solo contábamos con un punto a favor: los billetes gratuitos de rodalies, que podíamos adquirir con una mínima fianza.
Pero, aún así, no nos preocupamos demasiado y hasta contactamos con nuestro amigo Martín - que reside actualmente en Barcelona -, para disfrutar de una tarde de cervezas y el resto, ya se vería.
A los cuatro días y faltando menos de una semana para la salida, cambiamos de planes. Encontramos un vuelo, de Barcelona, a Menorca, por quince euros. Era un destino, largamente deseado, aunque volver a casa desde allí salía carísimo y el alojamiento, mucho más gravoso, que en Cataluña. No obstante, compramos los boletos, porque además y por horario, nos permitía dormir la primera noche en el aeropuerto de Mahón y ahorrarnos el hotel. ¡Bienvenidos al turismo de ensaimada!
Dos jornadas previas a la partida, hallamos un trayecto, entre Menorca y Valencia, por 10 euros, como en las ocasiones anteriores, con Ryanair. Lo compramos. ¿Cómo volveríamos desde ahí, a Madrid? Ya lo veríamos, llegado el momento: Avlo, BlaBlaCar, Avanzabus, andado ...En cualquier caso, solución incómoda y no barata.
Pero, otra vez más en nuestras afortunadas vidas, tuvimos suerte. El día antes de volver y en un autobús, entre , Ciudadela y Mahón comprobamos, que los precios del vuelo desde aquí y a Madrid, para unas pocas horas después, se habían desplomado, a 35 euros . Teníamos ya las tarjetas de embarque, para Valencia, pero no lo pensamos más y nos hicimos con los nuevos pasajes. Somos expertos en chollos, pero nunca antes, habíamos encontrado una ganga con tan poca antelación.
Sobre el viaje, a Menorca, hablamos en los próximos post, pero adelantamos, que ha sido tan bonito y espectacular, como duro y tórrido.
jueves, 27 de julio de 2023
Haciendo balance
Hemos resuelto, el que creemos será nuestro último trámite importante en Azerbaiyán: la obtención de las tarjetas de embarque de nuestro vuelo de mañana, a Roma, con Wizzair. De ahí, a Olbia, cambiando de aeropuerto y por tierra, a Alghero, para volar, a Madrid.
Llega el momento de hacer balance sobre algunos de los aspectos de este viaje.
Sin lugar a dudas, lo mejor han sido los alojamientos. Todos bastante correctos y baratos. De los seis, cinco nos ofrecieron un buen wifi y los dos, que no contaron con aire acondicionado, es porque no era necesario, al encontrarnos en el Cáucaso.
Lo peor, el transporte y la información turística. El primero es confuso, escaso, -a veces- y con conexiones indirectas más frecuentes de lo deseado, incluso, entre lugares poblados. Donde hay un bus de ida directo, no existe a la vuelta, misteriosamente. Algunas oficinas de turismo hay, pero no cuentan con un solo plano o recurso informativo y solo se dedican a vender caras excursiones.
El país es algo difícil, porque la mayoría de la gente no habla nada más, que el azerí -ni siquiera conocen los números en inglés - y tampoco hacen mucho esfuerzo por entenderte, como en otros países. No son, en general, personas maleducadas, ni hostiles, pero si fríos y esquivos.
La vuelta resultó perfecta y pudimos enlazar y degustar, sin problemas, nuestro pudin de aviones de bajo coste. Nos cabreamos, porque el autobús de Fiumicino, a Roma y en tan sólo unos meses, ha subido un 60% ( de cinco, a ocho euros).
En Olbia, nos morimos de calor y de asco, porque la ciudad es horrible y caótica. En Italia, no nos terminamos de acostumbrar, a que en algunos supermercados, las cosas cuesten casi el doble, que en otros. Desde Alghero, Air Europa nos dejó en la T3, de Barajas, de madrugada.
Aquí terminan los 16 artículos de nuestro viaje, a Azerbaiyán. Esperamos, que os hayan sido útiles y entretenidos.
Regresando a Baku
Al final, el roce hace el cariño y nuestra inicial enemistad con Sekhi, se fue diluyendo, como los azucarillos de colores, que tanto usan en este país para endulzar el té y el café. La bajada de las temperaturas también ha contribuido a la causa.
Entre sorbos de combinados de vodka -omnipresentes aquí - y sueñecitos plácidos, la vuelta a Bakú fue más tranquila y rápida de lo esperado. Aunque aburrida, porque transitamos, constantemente, por el habitual paisaje desértico.
Comprobamos, que al mundo rural azerí llega incluso, una furgoneta con el logo de La Casa de Papel y sus máscaras dalinianos -en la capital están plasmadas en muchas camisetas - y que aún siendo un hábito residual en todas las edades, hay más mujeres de veinte años con el hijab en la cabeza, que de cincuenta. Ya sabemos, que el mundo está viviendo la etapa más destructiva y desastrosa en el último medio siglo, pero no nos gusta reafirmarnos cada día.
Como resulta imposible pasar una jornada en Azerbaiyán sin incidentes, tuvimos un desagradable encontronazo con un estúpido vigilante de seguridad del metro de la estación de autobuses. Esta alberga un desangelado y fallido centro comercial,más fantasma, que la madrileña estación de Chamberí.
El día terminó tranquilo, paseando por el borde del Caspio, porque en nuestro alojamiento de la anterior estancia había sitio y fuimos calurosamente recibidos, incluso, por Fátima, la niña de tres años, hija de los propietarios. También, nos saludaron efusivamente, al pasar por la puerta de la agencia, donde contratamos la excursión a Gobustan. ¡Empezamos a ser famosos aquí, ahora, que nos vamos!
El jueves, nuestra última jornada completa, en Bakú, nos lo tomamos con calma, como ocurre siempre, al final de nuestros viajes. El calor era asfixiante y no corría ni una gota de aire, algo muy raro, en la capital azerí.
Sin embargo, tuvimos tiempo para llevarnos otra decepción. Quisimos visitar por dentro los bajos de las Torres Llama. Pero, todos sus negocios han cerrado y se encuentran valladas, vigiladas e inaccesibles desde fuera. Otra muestra más de los gigantes con pies de barro, que construyen algunos países del tercer mundo con ciertos posibles, normalmente, ligados al petróleo.
miércoles, 26 de julio de 2023
Siempre nos pillan todas las festividades religiosas
En Azerbaiyán y en otros cuantos países del mundo, termina pasando siempre algo, hasta en los días más anodinos, en los que parece, que no va a ocurrir nada.
El noveno día de estancia en el país, nos levantamos con los pocos deberes de visitar Kish, tomando una abarrotada y frecuente marsustka y habiendo descartado llegar hasta otros pueblos de esta zona.
El primer susto de la jornada nos lo da el amable recepcionista del hotel, de Sekhi. Nuestra habitación está reservada para hoy...¡Suspense!. Pero, nos buscarán otra diferente y entre la incertidumbre, nos preguntamos: "¿Por qué no le dan esa otra a los nuevos huéspedes, nos quedamos donde estamos y no hacemos tantos cambios de equipaje?".
La segunda "alegría ", nos la llevamos al tratar de cambiar dinero. Para nuestra contrariedad y misteriosamente, siendo martes, todos los bancos están cerrados a cal y canto. Investigamos y entramos en pánico. Así será desde hoy y en los próximos tres días, debido a la festividad religiosa de Eid-El-Adha. Nos domina la histeria, pensando en cómo manejar un cajero automático en el idioma azerí -no disponen de ningún otro -, al margen de la abultada comisión, que nos meterá nuestro banco.
Kish es un lugar agradable y tranquilo con un casco histórico pavimentado a lo grande. Las casas de piedra y una bonita iglesia albanesa de hace 1500 años, constituyen el principal atractivo de este lugar. Se encuentra a tan sólo diez minutos, de Sekhi. Tras algo más de una hora, retornamos.
El día es algo menos caluroso, que ayer, está nublado y a ratos llueve. Los perros callejeros son un problema, en Azerbaiyán y especialmente, en Sekhi.
Salvo los puñeteros bancos, todo lo demás está abierto, funcionando con normalidad absoluta y lo único novedoso es, que con motivo de la fiesta musulmana - y eso, que aquí, la religión importa un pimiento - han colocado en los negocios banderolas ancladas al suelo, por lo que si ya se caminaba mal por la ciudad, contamos con otra dificultad añadida.
Antes de almorzar, volvemos a ascender al casco histórico, por las interminables escaleras y los tramos sin aceras. Las bien montadas tiendas de artesanía y Galván -dulce con mucha almendra y miel, típico de la zona -, no tienen demasiados clientes. Hay menos gente, que ayer, visitando los distintos monumentos.
Al final, las aguas vuelven a su cauce. Nos topamos con la única casa de cambio, que hemos visto en todo el país, que sí está abierta.
Mañana, si nada lo impide, volveremos a Baku, a pasar el último día y medio en esta interesante nación. Después y habiendo rizado el rizo para cuadrar la vuelta, nos espera una buena aventura por lugares desconocidos de Cerdeña.