miércoles, 24 de abril de 2024
martes, 23 de abril de 2024
lunes, 22 de abril de 2024
domingo, 21 de abril de 2024
Resumiendo, Flores y Sumbawa
Y os preguntaréis -o no-, ¿qué os costó más dinero: ir en avión de Bali a Flores o volver por tierra? Como preveíamos, el gasto fue muy similar y rondó en ambos casos, los 35 euros.
No me gustaría dejar está parte del viaje, antes de volver a Bali, sin hacer un pequeño resumen, porque nos ha costado mucho realidad sar este periplo de vuelta, por dos motivos fundamentales: las dificultades de relación con los lugareños por su no costumbre de tratar con extranjeros y la escasa información, que existe en internet sobre esta zona.
Flores es una isla con cierta infraestructura turística, especialmente, en Labuan Bajo, desde donde se pueden contratar caras excursiones a unos cuantos sitios: la turistada de los dragones de Komodo, hacer snorkel y buceo, ver los arrozales en forma de telaraña.... El camino al este de la isla es caro y los atractivos son dudosos salvo algunas playas en el extremo oriental. El alcohol es caro, pero accesible y la comida resulta rica, como en eelql resto del recorrido.
Sumbawa es la pura y dura travesía del desierto, aunque sale barato, porque no encuentran a quien clavarsela, dada la casi ausencia de pringados/turistas/viajeros. Los transportes son precarios, pero al menos, no te tratan de engañar en el precio. Las travesías son largas y caprichosas, dependiendo del omnipoderoso conductor que te toque. Los hoteles son muy básicos. Las relaciones con la gente son muy difíciles, incluso con los traductores digitales. Muchas personas, porque no entienden de otro idioma que no sea el suyo y otras te vacilan para divertirse, rayando lo salvaje.
Aparte de la agresividad de la gente y el intenso calor, que nunca cesa, uno de los problemas principales, si te gusta tomarte algo todos los días o de vez en cuando es, la obligada abstinencia alcohólica -de cerveza incluso-, que se dilata desde la entrada, en Sumbawa, hasta Mataran, en Lombock, donde al menos, hay un par de supermercados, donde la venden.
La mezcla de experiencias vitales, de incomunicación, de supervivencia constante, acaban llevando a cabo un cóctel muy sufrido, pero a la vez, excitante.
Y, entre penas y glorias, hemos comido mejor esta vez, que nunca en Indonesia, con las deliciosas especialidades del Nasi -arroz- Kampur -a tu bola, échale, lo que te decía gana, sin dar ninguna explicación - y normalmente son bastante creativos.
sábado, 20 de abril de 2024
¡O dormir asfixiados o dormir como mendigos!
La noche del sábado al domingo va a estar marcada por tres hechos: el insoportable calor de la habitación de Tiznit -solo dispone de una minúscula ventana en lo alto-; el alboroto constante, que montan los franceses y el cambio de hora. El día, que llegamos, eran dos menos, que en España y ahora se queda en una. Lo peor es, que la adelantan, porque la retrasaron hace un mes, al comienzo del Ramadán, para que se hiciera de noche antes y comer más pronto. ¡ Ellos se ponen sus estrictas y absurdas normas religiosas y luego, se hacen trampas al solitario!
Después de la ya descrita visita a Mirleft y su playa, nos preparamos para volver, a Inezgane. Ayer, nos habían dicho, que cada cuarto de hora pasaba un autobús y que no había problema. Pero,la realidad es, que nos toca esperar más de horas y media, entre el intenso calor de 38 grados -seguimos inmersos en el año de los mil veranos y mil inviernos o en el verierno- y pegarnos con las gordas del faldamento, para poder conseguir asiento.
El lunes, pensábamos volver, a Tarudant, donde ya estuvimos, en 2010, pero son demasiados kilómetros para ir y volver en el día por lo que nos quedamos paseando por el larguísimo -unos diez kilómetros - paseo marítimo de Agadir en esta última jornada de intensa ola de calor y tomando mucha cerveza en la habitación por la tarde.
El martes y una vez regresamos a Essaouira, pudimos comprobar, que:
-después de más de un mes, ha reabierto la tienda de la cerveza
-también ha reiniciado su actividad, el hotel de la primera vez
-todo ha vuelto a funcionar a pleno rendimiento y el caos se ha adueñado de la actividad cotidiana de esta ciudad, que a tenor de sus precios -hasta el triple, que en otros lugares del país -, se comporta como si fuera la costa azul marroquí.
-los horarios de los buses periféricos están bien puestos en la web de la compañía y nos los dio mal la sinvergüenza del aeropuerto, que no acertó ni en el precio. De esta forma, ir a Sidi Kauki en el día y volver hasta el aeropuerto nos resulta bastante sencillo.
Y en este lugar, vivimos nuestra última odisea. Llegamos al aeródromo a las ocho y media ya anocheciendo. Nos dicen, que ha cerrado hace cinco horas, tras el último vuelo, a Burdeos. No solo, no podemos entrar a pasar la noche -nuestro vuelo es tempranero -, sino que tampoco, podemos quedarnos en el recinto exterior de los alrededores. ¡Son las órdenes y no pueden ser incumplidas!
Sin embargo y está vez, los policías y el vigilante de la terminal son muy colaborativos y con el cartón del embalaje de un frigorífico y algún otro elemento, nos montan una mullida cama en una pradera cercana y prometen vigilarnos, durante toda la noche. Todo bien, aunque pasamos algo de frío.
Mañana, domingo comenzamos un periplo de dos semanas por Dinamarca, Polonia y Noruega, por lo que de nuevo, volvemos al duro invierno
jueves, 18 de abril de 2024
Tiznit y las playas de los alrededores
El desagradable incidente de la estación de Essaouira nos había hecho perder un día, por lo que tendremos, que renunciar, a volver a Tafraute, el pueblo de las rocas azules, que ya visitamos, en 2010. De todas formas, no habríamos podido ir, porque hoy sábado, empieza una ola de super calor de tres días y dan 41 grados para ese lugar.
Sobre las diez de la mañana, cogemos un barato y bien acondicionado autobus, que nos conduce a Tiznit, a diferencia del de ayer, donde nos asfixiamos de calor y no nos cabían ni las piernas en el asiento. A las doce, ya hace 38 grados. Menos mal, que nuestro objetivo está encaminado a visitar localidades con playa de los alrededores, donde la brisa alivia los sudores.
Hoy, nos vamos a Aglou, en el bus interurbano número 1. Parece mentira, que al final de este camino pedregoso y desértico, haya un fantástico arenal, bordeado por un adecuado paseo marítimo, donde se ubican unos pocos restaurantes y hoteles. Hay muchas olas y corrientes, por eso la población local de Tiznit, que es la protagonista de este lugar, apenas mete en el agua los tobillos. Desde luego, está playa es mucho más bonita, que las de ayer.
En Tiznit, ya habíamos estado en 2012, aunque pasamos por aquí muy deprisa, camino del Sáhara Occidental. Tiene una bonita plaza y una medina con varias calles muy animadas e interesantes, dentro de una colosal muralla.
Tomamos habitación en todo el centro,centro un hotel de los de toda la vida, pero bien acondicionado y plagado de franceses. No dispone de ventilador, a pesar de la alta temperatura, pero esto no es novedad, porque no hemos tenido ni uno solo, en nuestros once viajes por Marruecos y eso, q la mayoría de ellos han sido en verano. ¡Es incomprensible e inaceptable!.
El domingo, nos desayunamos con una noticia grave, pero que no nos extraña nada: han detenido en este país a seis australianos por llevar puestas camisetas con el mapa de Marruecos, pero sin el Sáhara Occidental. Hemos venido tantas veces a esta nación, que nos olvidamos, de que estamos en BANANARIA y no en un país con los derechos básicos garantizados.
Hoy toca Mirleft y su playa, para lo que debemos coger el bus 18, desde el mismo sitio, que ayer. Se tarda una hora. La playa es abrupta, colosal y mas salvaje y tranquila, que la de Aglou. Hay, que andar un rato, hasta llegar a ella. El pueblo tiene un ambiente animado y cosmopolita, aunque no en su calle principal, arqueada, puntada de blanco y azul y con unos cuantos negocios y hoteles, que está vacía.
Al fin, conseguimos escapar de Essaouira
El tercer día y por fin, comienza el viaje normal. Con sus aventuras y desventuras habituales, pero sin situaciones absurdas, racistas o humillantes. Aunque está a punto de no comenzar, porque nos quedamos a un instante de permanecer en el bucle maligno del día anterior.
Y es, que al llegar a la estación, nos volvemos a topar, con el impresentable tipejo de ayer. Aún con el pantalón frotado y el jersey atado a la cintura -no se ve nada- sigue poniendo excusas para impedirnos subir al bus, de Agadir. Primero, alega, que si ca allí, pero via Tarudant. Eso es imposible, porque un destino se halla al sur y el otro, al este. Después de cuando se lo desmontamos, dice que va lleno. Solo, cuando le amenazamos con pedirle su nombre y cargo, para presentarnos en la no muy lejana comisaria, da su brazo a torcer y nos deriva a otro cobrador, que nos vende dos billetes para la cercana Inezgane. La suerte es, que circula vía Taghazoud, que es nuestro deseado destino.
El camino es árido y ascendente en sus primeros tramos. Luego, mantiene la primera característica, pero aparece el mar al lado derecho. En total, tres horas de viaje. Para llegar al pueblo, debemos abandonar la carretera principal y descender por otra secundaria, que serpenteante y entre acantilados secos, lleva a la calle principal. Es la una de la tarde del viernes y la mezquita local está en plena actividad, como no podía ser de otra manera.
Será, uno de los lugares más propicios para practicar el tubo surferos -dicen, porque no tenemos ni idea de esta práctica -, pero a todas luces, Taghazoud está claramente idealizado y sobrevalorado para el viajero normal. Tiene una aceptable calle principal con hoteles y negocios relacionados con el surf. Las tres o cuatro restantes, más anodinas, dejan bastante, que desear, en cuanto al asfaltado y la limpieza. La playa es discreta -para colmo, hay neblina, pocas olas y el mar está marrón, hasta el horizonte - y los alojamientos resultan carísimos (nos han llegado a pedir hasta 200€ por noche). Eso sí: hay guiris -perfil jostelero- para aburrir.
Pensábamos dormir aquí, pero como no vamos a pagar, lo que nos piden, enfilamos por el paseo marítimo -lleno de resorts, donde ni preguntamos y de restaurantes caros-, que tras unos cinco kilómetros, une Taghazoud con Tamragth. A cada paso, la playa ver va alejando y al fondo vemos, a decenas de surferos (menos de los esperados).
Tamragth es más pequeña, fea y deshabitada, que Taghazoud, aunque no por ello, los alojamientos reducen su precio. Tiene pinta, que tendremos, que ir a pernoctar a Iznegane, al hotel donde ya dormimos a finales de enero.
Esperamos el autobús a Agadir. Tarda en llegar, porque es viernes, así, que resumiendo, llevamos cuatro festivos seguidos: el final del Ramadán, dos de Eid al Fitr y hoy. ¡Menudo vidorro a cuenta de la maldita religión! Al final, optamos por compartir taxi a buen precio, hasta allí.
Nuestro objetivo principal aquí, es comprar cerveza -tres días sin probarla- y reponer alcohol más fuerte en una de las tiendas Victoria,coque si está abierta.
Para acabar la jornada, toca bus urbano, a Inezgane. El hombre del hotel nos recuerda y se alegra de vernos. Tanto, que nos rebaja el precio de la habitación en 30 dirham y nos propone, que visitemos su localidad natal. Taliuine -ciudad famosa por el azafrán - con la comida, el alojamiento y todos los demás gastos incluidos. De tan amable, resulta pesadísimo. Para que nos sintamos, como en casa, nos brinda la misma habitación de la otra vez.