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jueves, 3 de febrero de 2022

Puente de la Constitución, en Cantabria


       Por motivos laborales, que no vienen al caso, los cinco días del pasado puente de diciembre, se nos quedaron en cuatro, que dividimos entre mar y campo. La climatología resultó muy desfavorable, estando acompañados, a ratos, por el devastador aire, por la intensa lluvia o por los dos a la vez.

        El 3 de diciembre, tomamos un autobús interurbano a Torrelavega y tras almorzar allí, otro, a Suances, localidad a la que llegamos, en unos veinticinco minutos. El vehículo nos dejó al lado de la playa de la Concha. Dedicamos la tarde, primero, a recorrerla y a pasear para el lado derecho del paseo marítimo, llegando hasta la de la Ribera y el parque del mismo nombre. Después, nos fuimos caminando, hasta el Faro y la playa de los Locos, anegada por completo y con un tremendo oleaje, a estas horas. Unas más tarde y con una gran expectación por parte de niños y mayores, inauguraron la colorida iluminación navideña.

        Pernoctamos, esa noche y la siguiente, en un muy adecuado y agradable hotel, aunque algo caro. Ya habíamos estado en Suances de paso unas pocas horas, a principios de 2017, pero no fueron suficientes para quedar saciados y por eso volvimos.

          La mañana del sábado 4, la empleamos en llegar hasta la alejada y espectacular playa y  ermita de Santa Justa, ya muy cercana a la famosa localidad de Santillana del Mar, donde se encuentran las cuevas de Altamira. De camino, visitamos la de Tablia, la de Ballota y la de Tagle. Por la tarde, volvimos a la de los Locos y paseamos por su entorno hasta un cabo, antes de que la lluvia y el viento nos mandarán a hacer las últimas compras y de forma definitiva, a la habitación.

        El domingo, cambiamos de hotel -a peor- y de localidad. Volvimos, a Torrelavega y tomamos el FEVE, a Cabezón de la Sal. Fue la peor jornada, desde el punto de vista metereológico. Pero, como lo malo, trae lo bueno, disfrutamos de un fantástico día, siguiendo la encantadora senda fluvial del Minchon, que parte desde el pueblo de Correjo. Va, durante varios kilómetros, acompañando al serpenteante curso del río Saja, que en esos momentos estaba, casi desbordado por las duraderas y aterradoras lluvias.

        El 6 de diciembre, acometimos más de la mitad del esforzado sendero de la Fontanuca, que parte de la propia ciudad. El paisaje de montaña, de casas de pueblo y de establos -algunos abandonados- resulta bastante gratificante. Solo nos cruzamos con un coche de la Guardia Civil y poco después con un angustiado paisano, que los había contactado, porque le habían robado un caballo, durante la noche anterior.

          Más tarde, volvimos a Correjo y paseamos por la cercana y rural, Santibañez. Y para finalizar, llegamos hasta la puerta del Poblado Cántabro, que actualmente, está cerrado, aunque se ve desde fuera.

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