Los tres primeros kilómetros resultan algo abruptos, dado que se trata de una agreste pista llena de piedras de diversos tamaños, que machaca los pies. A partir de ahí, comienza el asfalto, que salvo en tramos cortos, perdura hasta el final de la senda. Se circula ambos lados del río, cruzando un total de cinco puentes. En el recorrido, solo vimos una fuente, por lo que conviene llevar líquidos. El domingo, aprovechamos para hacer un circuito por los alrededores del pueblo donde vivimos: La Cisterniga. Por su término municipal discurre una antigua vía férrea fuera de servicio que en el pasado, comunicaba Valladolid con la localidad zaragozana, de Ariza. Está en muy malas condiciones, pero ofrece tramos interesantes, con alguna aldea abandonada y un magnífico puente de hierro. De vuelta y por un camino colindante, llegamos hasta la localidad, de Tudela de Duero. Hace una década, se pretendió rehabilitar este ferrocarril para poner en funcionamiento un tren turístico dedicado al vino. También se quiso acondicionarla, como ruta verde, como otras tantas, en España. Pero, al final, ni lo uno, ni lo otro. El lunes, queríamos haber hecho otra ruta, llamada de los Santos, cercana a la del primer día. Pero, estábamos algo cansados, de los más de 75 kilometros totales, que habíamos hecho los dos días anteriores. Por eso, nos tomamos una jornada más pragmática y asfaltada y nos fuimos al Ikea y a su centro comercial, Río Shopping. Eso sí: andando.
Cuando hagamos la ruta de los Santos, colocaré un comentario en este mismo post.
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