Iglesias del Tigray (Etiopía)
La verdad es, que cuando empezamos a
viajar, hace casi ya tres décadas, una de las cosas, que más miedo
nos daba al imaginar nuestros soñados periplos por el mundo, eran
las fronteras terrestres entre determinados países -supuestamente,
inseguros-, llenas de maleantes profesionales, buscavidas
intimidadores, gentes de mal vivir, cambistas sin escrúpulos,
policías corruptos de uniforme viejo y holgado, militares
prepotentes de mirada asesina, aduaneros extorsionadores...
Tras todo este tiempo “on the road”,
es cierto, que algo de eso hay, aunque en dosis muy justas,
afortunadamente. En las fronteras “trabajan” gente de todo tipo y
aventuras puedes vivir -faltaría más-, pero estoy en condiciones de
asegurar, sin equivocarme, que si te muestras firme, normalmente, te
respetan, te sonríen y hasta te admiran. Pareciera ser, que
existiera un código no escrito de elegante combate incruento, que
premia a quien es más hábil o experimentado.
Puerto Iguazú (Argentina)
Igualito, que moverse hoy en día, por
nuestro desconcertante, destartalado y agresivo país, donde el más
energúmeno, despiadado e inconsciente, siempre tiene razón y
encima, saca pecho a cada rato:
Conductores desquiciados, que casi te
atropellan -o te atropellan- en los semáforos intermitentes, para
tener que parar, veinte metros después; ciclistas de las aceras -los
más mal educados de la galaxia-, que te perdonan la vida -en el
doble sentido, de no arrollarte o no agredirte-, mientras circulan
contestando mensajes de whatsapp; paseantes nocturnos de minúsculos
perros de correa larga de dos metros, que después de que te
tropiezas con ella y casi te matas, te perdonan la vida; twitteros
acosadores de tres al cuarto, de vida real inexistente y/o amargada;
vendedores despiadados de lo invendible o de lo innecesario... Por no
hablar del gobierno, de hacienda, de la UE... Todos, todos y todos,
resultan bastante peores y más impíos y crueles, que el engranado
ecosistema de las fronteras terrestres (¡habrá excepciones, porque
no conozco todo el mundo!).
Khota Khota (Malawi)
Dicho todo eso, analicemos algunas de
las cosas, que te pueden pasar en las fronteras terrestres (también,
a veces y si no llevan visado, en las aéreas):
Machu Pichu (Perú)
-Policías corruptos: Pues mirad, que
en mi dilatada experiencia viajera, tendría que hacer memoria para
encontrar alguno. Yo intuía, que en África, Sudamérica y
Centroamérica nos iban a freír a sobornos descarnados y nada de
nada. Bueno, salvo en la frontera entre Zimbabwe y Zambia -la de
Kariba-, donde la vil encerrona se encuentra asegurada. En realidad,
nuestros mayores problemas fronterizos, los tuvimos en los países
del este, a finales de los ochenta y principios de los noventa y
todavía hoy en día, en la frontera entre Bulgaria y Turquía.
Poipet( Camboya)
-Funcionarios de fronteras
pesados/repelentes/burócratas/inquisidores... Sí, claro, que
existen, pero no en mayor proporción, que en la burda vida cotidiana
de cualquiera. En Hispanoamérica, por aquello de que te entienden
sin esfuerzo, oscilan entre graciosos, estrictos y tocahuevos. En
India, Bangladesh o Indonesia, pueden llegar a desesperarte, pero en
estos casos no se trata de nada personal y basta con mantener la
calma y armarse de paciencia.
-Aduaneros: Intentos de extorsión
leve -tabaco o alcohol, por el morro-, alguno tuvimos, pero son
insignificantes y anecdóticos, después de tantos años por el
mundo. También, lo de pedir pequeñas cantidades en concepto “de
no se sabe”, por ejemplo, en la frontera, entre Guatemala y México.
¡Nada frustrante, pasados diez minutos!.
Cataratas de Iguazú (Brasil)
-Militares, que se aprovechan de su
condición. Conocemos algunos casos de viajeros, que nos reportaron
este problema, con consecuencias leves, pero nosotros nunca padecimos
esta humillación, por suerte
-Buscavidas: Bueno. Eso depende, de lo
transitada, que sea la frontera en cuestión, pero haberlos, haylos,
sin duda. Si uno da a entender, que sabe de lo que va el tema, la
relación es cordial, haciendo pequeñas concesiones. Es el caso de
vendedores, tramitadores de papeles, que puedes hacer tu sólo,
taxistas, comisionistas de yo que sé... Es más, muchas veces, hasta
te resuelven la vida, de verdad. Es el caso de los cambistas, en los
numerosos lugares donde no existen oficinas de cambio, que aprecian
tus dólares o euros, como si fuera oro.
Yogakarta (Indonesia)
Aunque, ya me voy perdiendo en mis
oxidados recuerdos, quizás, la frontera más tragicómica, que
encontramos jamás, fue la de Aranya Prater (Tailandia), con Poipet
(Camboya). Extorsión en el precio del visado, pero negociación
posterior, porque no teníamos moneda local suficiente.
Transportistas canallas y mentirosos, pero con una sonrisa en los
labios, mientras hombres sin expresión facial, hacían de bueyes
humanos, arrastrando pesados carros de soporte alargado y manejo,
casi imposibles. Y sobre todo, el contraste de los lujosos casinos,
con la mugre, los barros hediondos, las hogueras de basura, las
edificaciones corroídas, las gentes vagabundeando sin rumbo....
Habrá, que ver, si sale adelante lo
del muro, de Trump, para seguir hablando de fronteras. Pero, yo ya he
apostado un euro en las casas de apuestas, a que ese señor no dura
ni un año, como presidente.
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