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lunes, 13 de mayo de 2024

El largo regreso desde Trondheim

           Se nos olvidó comentar y al hilo del aislamiento, que en Noruega hay un porcentaje significativamente superior a otros países, donde la gente va con auriculares por la calle y que el silencio en el transporte público es sepulcral. Pero, aún así, nosotros nos encontramos tan felices, porque aunque Noruega es uno de los países más caros del mundo -65 mil euros anuales de sueldo medio, lo compensan- en nuestro caso nos sale bastante barato, porque dormimos gratis y bien, no gastamos en transporte interior y comemos de supermercado.

          La última mañana en Trondheim y con calor, la dedicamos a seguir algunos de los caminos peatonales desde el aeropuerto, que no habíamos puesto en práctica ayer. Después y sin estrés ni incidencias, embarcamos en el vuelo de Norwegian, rumbo a Copenhague. Nos habría gustado, volver a Gdanks, con Wizzair y desde ahí, a Barcelona, pero el precio del primer vuelo era inasumible.

          Nunca habíamos volado con esta compañía -algo más cara, que Ryanair y Wizzair- y debemos decir, que nos ha gustado bastante. Embarque muy rápido -sin pedir ninguna documentación-, asientos amplios y un personal muy amable. Seguro, que repetiremos con ellos.

          Dormir en el aeropuerto de Copenhague, no iba a ser ninguna sorpresa, porque ya habíamos estado allí dos noches en septiembre pasado. Pero si lo es, sin embargo, descubrir, que aunque son unos diez kilómetros, se puede bajar andando hasta el centro, porque hay anchísimas aceras, durante todo el tiempo. Así, que no desaprovechamos la ocasión.

          Y de Copenhague, a Bérgamo y de ahí, a Madrid , con Ryanair. En la ciudad italiana, tuvimos una extraña sensación, que confirma, lo del color del cristal con que se mira. Cuando volvimos desde India, a finales de marzo, nos pareció una ciudad modélica y ordenada. Regresando del norte de Europa, todo lo contrario: caótica y parcheada.

Caminatas peatonales desde el aeropuerto de Trondheim

           En los alrededores del aeropuerto de Trondheim -digamos, unos cinco kilómetros a la redonda -, existen más de diez supermercados, a los que se accede de forma sencilla por las vías personales/bicicleta. El más recomendable es el sueco, Rema 1000, por encima del Netto danés. Pero, en Dinamarca, estos términos se invierten. Hay productos que cuestan tres o seis veces lo que en España, pero también existen unos cuantos más baratos o de precio similar, que forman la base de nuestra alimentación.

          Un kilo de Kartoffelsalat,, anda en 1,25€, se trata de una ensalada de patatas, mayonesa, hierbas y cebollino, nacida en Alemania. Otro productos asumibles: latas de sardinas, algunos snacks,cremas envasadas en tubos,como si fueran pasta de dientes, de sabor a caviar, chorizo, jamón serrano, queso, jalapeños..., que se untan en el pan. El surtido de galletas y dulces resulta pobre y caro, pero la gran sorpresa son las gominolas. A 1,20€ los cien gramos, tienes acceso a la mayor variedad, que hayamos visto nunca. Los noruegos son sosos, pero en vez de haberles dado por la sal, se han lanzado a por estos dulces a tumba abierta.

          En cuanto a los refrescos no son de alto precio, pero el problema e el reciclado de los envases de plástico y de las latas. El sistema, que nos pareció moderno y sostenible en 2005 -primera visita a Dinamarca, Suecia y Finlandia- cuando no había contenedores d separación de residuos, ahora resulta claramente latoso e inadecuado. Por cada envase te cobran entre 15 y 30 céntimos y si lo quieres recuperar, debes introducirlos, una vez vacíos, en una máquina -no las hay en todos los supermercados -, que emite un ticket con el total a devolver. 

          La mayor de las muchas molestias de, que las latas van escurriendo constantemente en el equipaje y cuando las sacas, sobre tus manos y tu cuerpo.

          El segundo día en Trondheim, nos dedicamos a completar varias caminatas por los senderos peatonales. Hay decenas de ellos, pero los principales, que recorrimos, son:

          -Hasta la ciudad de Stjordal, municipio más poblado y con todos los servicios, incluida la primera tienda de alcohol, que hemos visto en Noruega, Suecia y Finlandia (en Dinamarca, se vende en los supermercados)

          -Cruzando un puente sobre una bahía, hasta una bonita iglesia.

          -La mejor: bordeando el mar por un paseo marítimo, hasta Molovika y su salvaje y bonita playa, ubicada en una punta.

Trondheim: bonito casco histórico y carácter puramente noruego

          No son ni las nueve de la mañana, cuando ya estamos camino de Trondheim, iluminados por un sol espléndido -ni una nube-, que nos va a acompañar, durante los tres días.

          La ciudad es tranquila y algo abúlica, características iguales a las de Alesund o Bergen y en general, a todo Noruega. Todo es sobrio y ordenado y las escasas alegrías de la huerta vienen dadas por los pocos inmigrantes, que han llegado al país -desconocemos, por qué no hay más teniendo en cuenta el alto nivel de vida -, en los últimos años. Para ser gráficos, digamos, que lo más aburrido, que hacemos en España, puede -o no-, llegar a ser lo más divertido, que practican en este país nórdico. No hay bares -dicen, que en la calle Alcalá de Madrid, existen más, que en toda Noruega -, ni casas de apuestas, ni negocios de estética, ni casi tiendas, más allá de los escasos centros comerciales. 

          Pero, ellos, viven tan felices en sus super casas, aislados en familia, dedicándose al bricolaje, a la jardinería o a sus mascotas. En público, muy sosos y previsibles, aunque muy educados y limpios, con las calles impolutas.

          Pero, vayamos con el plan del día en Trondheim. Primero, la visita a su extraordinaria catedral que es la de estilo gótico, que está más al norte de Europa. Al lado se encuentra el complejo del Palacio Arzobispal.

          Ahora, toca ir a conectar con la imagen icónica de la ciudad, formada por la inmensa hilera de casas estilo nórdicas y de colores que bordean el serpenteante río Nidelva. Sin recesos seguimos hasta el curioso ascensor de bicicletas, que ahorra a los ciclistas la severa cuesta hasta el castillo. En la actualidad, está completamente tapado por las obras, pero desde esta colina las vistas son extraordinarias.

          Aún, tenemos tiempo para pasear por su plaza principal, las pocas animadas calles peatonales, contemplar otro par de bonitas iglesias y otros edificios civiles.

          Regresando a la estación y en frente de ella, otro complejo de casas típicas, aunque menos bellas, que las del entorno del puente viejo.

          Para estar en la aburrida Noruega, estás dos anécdotas nos salvaron la jornada. En Trondheim y junto al río, a unos 17 grados de temperatura las jóvenes toman el sol en bikini sobre la hierba, como si hiciera 30. En los alrededores del aeropuerto, un labrador está arando sus tierras y en los surcos que se van abriendo, van lanzándose como locas numerosas gaviotas, en busca de un supuesto festín, qué no sabemos en que consiste.

Arribando a Trondheim y durmiendo en su tranquilo aeropuerto

           Y llegamos a Trondheim, con algo de retraso, siendo las 10:30 de la noche. Aunque esto es un decir, porque ya avanzada la primavera y desde que se pone el sol, hasta casi media noche, el cielo queda en un limbo de tonalidad blanquecino muy agradable a los ojos.

          Hoy dormimos en el aeropuerto, pero, mañana y pasado también, porque los precios de los hoteles aquí no nos dejan más maniobra. Cómo habíamos leído, este aeródromo deja abierta la terminal de llegadas, durante las 24 horas.

          Afortunadamente y como en el caso de Alesund y Bergen, este aeropuerto es muy tranquilo y confortable, estando más pensado para las personas, que para los pasajeros, siguiendo el sabio modelo nórdico. Este está basado en sillas de terraza y mesas -en vez de sórdidas hileras de sillas - y en este caso han añadido dos grandes sofás circulares, donde te puedes tumbar a cualquier hora, sin ser molestado. La primera noche vamos a estar solos en toda la terminal y las dos restantes, con un número muy reducido de pasajeros. En las tres dormimos genial.

          Eso sí: los escasos negocios para alimentarse cierran pronto, por lo que hay, que llevar encima comida y bebida -agua rica y potable en los baños - suficiente. Se puede consumir alcohol sin problemas, si se hace de forma discreta.

          Para mañana, nuestros planes pasan por visitar la ciudad, ubicada a 35 kilómetros. Hay varias formas de llegar hasta allí, aunque la más cómoda y económica es el tren, que te deja cerca del centro, en unos /25 minutos y por unos 3,50€//. Circula uno cada hora y los billetes se compran de forma rápida en la máquina automática. Pasa el revisor, así que, pocas bromas con colarse.

          No lo tenemos muy estudiado, pero sabemos, que existen numerosos carriles bici/personas, que son accesibles desde la terminal, por lo que pasado, sábado, recorreremos algunos de ellos, buscando algunas iglesias, el mar y la localidad de Stjordal, la mas poblada de la zona.

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