Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 20 de febrero de 2024

Dos check in en el mismo día

           Como preveíamos, desde el atardecer -sobre las cinco y media de la tarde -, permanecimos envueltos en mantas, en nuestro hotel de Kalimpong. Desde luego, al güisqui, que también ayuda a calentarnos, no le hacía falta ni un solo hielo. Con tres edredones encima, no pasamos frío para dormir.

          Los objetivos del día eran muy sencillos, pero en India muchas veces, lo más fácil resulta lo más complicado. Eso ya lo sabemos desde hace mucho tiempo. Por un lado, regresar a New Jalpaiguri. Por otro, adquirir los billetes para Calcuta, para mañana. Y, por último, encontrar un hotel a buen precio y no volver al de la otra vez, malo y caro.

          Bajamos hasta la cercana plaza/estación y compramos los billetes. El autobús, más viejo, cacharroso e incómodo, que el de ayer, que ya sacaba muy buena nota en estos aspectos negativos. Estamos muy cansados física y mentalmente de estos cercanos pero larguísimos viajes a lugares de montaña de Sikkim y West Bengala, embarcados en estos vehículos de auténtica tortura. Al menos y salvo el frío inicial y el atasco final, no hubo mayores incidencias para llegar a la siempre caótica Siliguri, tardando tres horas (quince minutos menos, que el día anterior)

          Directamente, nos fuimos a nuestra tienda de alcohol favorita -hay cuatro en un radio muy corto-, a abastecernos para dos o tres días del güisqui más barato, que hemos encontrado en el estado de Bengala. Sin más dilación, volvimos a la calle principal, a negociar un autoricksaw, muy a la baja (100 rupias, cuando a la ida, habíamos pagado 120 tras una negociación dura). Parecía, que no nos iba a salir bien, porque nadie aceptaba, hasta que un avispado driver, nos montó con otros pasajeros, que iban para la misma zona de la estación de trenes. Hay poco espacio para cuatro personas y en los tramos más veloces, pasamos algo de miedo.

          Sin almorzar y sin buscar hotel, nos fuimos a la oficina de reservas de billetes de tren y acometimos varios problemas como cabía esperar. No había billetes para ningún convoy de mañana y solo para uno de por la tarde de pasado, que además, no llega a la estación, que esperábamos. Nos resignamos a perder un día, en este lugar sin atractivo ninguno, donde ya hemos estado tres veces. Se nos requirió además, fotocopia del pasaporte y el visado, aunque finalmente, el taquillero se conformó con ver los originales. Y, nuevo problema, a la hora de pagar: el importe tenía, que ser exacto. Y nos hacía un favor, porque en esa ventanilla no se podía pagar, ni en efectivo, ni con tarjeta (solo Google Pay, PayPal y transferencia bancaria). Nadie nos cambiaba un billete de cien rupias. Y, ¿sabéis, quien lo hizo?. Pues si, un conductor de autoricksaw, para que veáis, que también ellos tienen su corazoncito.

          Lo del hotel fue otra historia, que no nos había ocurrido nunca. Encontramos uno bueno, pero a mil rupias, la noche. Quisimos ajustar algo y encontramos uno regular, a 600, donde nos sorprendió, que nos aceptaran. Como nos parecía demasiado básico y con la alcoba oscura para dos noches, seguimos mirando otras opciones y menos mal. Me entra un apretón repentino y no es banal, porque si no, no hubiéramos vuelto a la habitación hasta la noche. Al entrar corriendo, el recepcionista nos espetó, que nuestra habitación estaba reservada -el alojamiento estaba vacío - y directamente, nos echó, devolviéndonos el dinero y pidiendo perdón con la boca pequeña.

          Nos fuimos a uno de 800, mucho mejor. ¿Qué habría pasado, si nos hubieran largado de noche y sin un plan B? Es la primera vez, en nuestra vida, que hacemos dos check in el el mismo día. Bueno, no. También nos ocurrió otra vez, en Bijapur, hace años y medio, aunque esa historia ya la contamos en su día.

lunes, 19 de febrero de 2024

Kalimpong

           Nos despertamos con la resaca de las elecciones gallegas. Habíamos estado escuchando a Angels Barceló hasta las tres de la mañana -hora local-, momento del 50% del recuento, cuando los resultados ya parecían claros.

          Nos dio cierta pereza abandonar Siliguri, otra vez más y es, que hasta el diablo te termina seduciendo. En la estación nos sorprendió que el billete a Kalimpong sea más caro, que a Darjeeling, cuando son menos kilómetros.

          El bus - otro cacharro más para la colección - circuló durante largo rato por el camino por el que en su día fuimos, a Gangtok. Tardamos tres horas y cuarto para 67 kilómetros, lo que sigue empeorando nuestras medias de velocidad, aunque por lo menos, el recorrido no presentó más incidentes que unos cuantos millones de baches.

          Al llegar a Kalimpong nos dimos cuenta, de que habíamos regresado al invierno vespertino y nocturno y que en el alojamiento, tocaría envolverse en mantas y dormir con una losa encima.

          La fortuna hizo -tirar por la calle adecuada - que encontráramos un buen alojamiento, a un precio razonable, confirmando, que una vez más, no tendríamos ninguna fuente de calor. Al menos, sí, agua caliente para la ducha y calentador para sopas o café, lo que no es frecuente en India.

          Kalimpong -a pesar de que al entrar, lo parece-, no es una ciudad cacharro, tipo Siliguri. El tráfico es razonable, hay calles de una sola dirección y no se pita demasiado, aunque existe carencia casi total de aceras. No está demasiado sucia.

          En primer lugar, visitamos la gompa Thongsa, que además del templo principal, tiene una estupa. Bonita y muy animada y colorida, porque los monjes estaban en pleno rezo.

          La segunda, gompa Tharpa Choling se encuentra mucho más lejos, a una hora caminando desde el hotel y ascendiendo una exigente colina. Es más interesante y bella por dentro, donde se encuentran los budas del pasado, presente y futuro, además de una esmerada escenificación religiosa. En el exterior y dando a un mirador, otro Sidarta y supongo -la niebla era severa, una vez más -, buenas vistas del entorno y las montañas.

          El resto de la tarde lo pasamos paseando por dos ordenados bazares. En ellos, no encontramos, ni el típico queso de aquí -traído hace siglos por unos jesuitas, que montaron una lechería -, ni las piruletas de leche, mantequilla y azúcar, de los que habla la Lonely Planet 

          Debido a la dispersión, nos quedaron cosas por ver, como otra gompa, una iglesia, un orfanato, hoy colegio, fundado por un misionero escocés, pero de todas formas, el día resultó interesante.

          La mayor molestia y como en toda esta zona, los malditos todoterrenos.


El fracaso de nuestro circuito por los estados del nordeste de India (parte II)

           EL ALOJAMIENTO. El problema con los hoteles es múltiple y bastante descorazonador y desesperante. El primer obstáculo surge, porque en la mayoría de ellos no te aceptan, bajo las tretas de "no rooms", "is full"; la sinceridad de que no tienen permiso para alojar extranjeros o la negativa piadosa poniendo carita de pena y pensando ¡pobres guiris! (de mierda). 

          Por poner un ejemplo, en Tezpur y tras preguntar en en catorce alojamientos, solo nos daban habitación en dos y uno de ellos era muy precario. 

          Otro asunto es el de la calidad y el precio. Las habitaciones son peores, que las de West Bengala o Delhi, en este viaje y piden por ellas -sin negociación posible -, entre un 25 y un 50% más.

          Los baños son muy precarios y en uno de los tres encontramos bichos en el colchón.

          LA COMUNICACIÓN. Volvimos a la misma situación del Vietnam no turístico, en el reciente noveno viaje largo. La mayoría de la gente es voluntariosa, pero no saben cómo ayudarte. Nadie habla apenas el inglés más básico y es normal, porque a Assam apenas llegan turistas y por tanto, no viven ello. 

          Ya se ha contado el ejemplo de ir a pedir el güisqui "cheapest", a la tienda del alcohol y responderte, que esa marca no la tienen. No nos había pasado nunca antes.

          EL WIFI. Resulta muy complicado encontrar conexión inalámbrica en todas partes. En West Bengala, un hotel de 700 rupias dispone de él, mientras en Assam resulta bastante probable, que uno de 2000 rupias, carezca de este servicio y ni se inmutan. En este estado por primera vez, en India, perdimos incluso la operatividad de nuestra tarjeta SIM para llamadas o datos.

          EL CAMBIO. En todo Assam, solo encontramos un lugar para cambiar dinero a rupias -en la estación de autobuses, de Guwahati - y de las cuatro veces, que fuimos en horario razonable, una no lo atendía nadie y el resto, directamente, estaba cerrado.

          VISITAS. Comparado con lo anterior, resulta anecdótico, pero en Assam, te cobran por absolutamente todo: entrar a ver el río desde un chat, recrearte en un parque...

          Dicho todo esto, las únicas razones por las que volveríamos, a Assam estarían relacionadas con la rica gastronomía y el precio de las baratas bebidas alcohólicas.

¡A la rica 😋 samosa!


 

Uno de los bazares de Kalimphong


 

Interior de la gompa de Tharpa Choling, en Kalimphong


 

Gompa de Tharpa Choling, en Kalimphong


 

¡Palabra de Buda!


 

Cantos tibetanos


 

Interior de la gompa de Thongsa, en Kalimphong