Frontera cerrada al tránsito, entre Myanmar y Tailandia, arriba y abajo, derrumbe después de una tormenta, retornando a Kanchanaburi
En no pocos países del tercer mundo,
hay decenas -diría, centenas-, de días sagrados -holy-,
supuestamente festivos. A efectos prácticos significa, que te
prohíben comprar alcohol, durante todo el día, incluida la cerveza
(el vino da igual, porque fuera de Europa tiene precios imposibles).
En realidad y por lo demás, todo sigue igual. La gente monta sus
puestos, abre sus negocios, realiza sus gestiones cotidianas y, en
definitiva, se dejan la vida en su trabajo, a pesar de que Buda o
Visnu, estén de ostentosa y continua celebración.
Kanchanaburi (Tailandia)
Siempre es todo lo que suene a alcohol
-aunque sea de un grado-, el damnificado, dado que no hay un sólo
día al año, por holy que sea, en que se prohíba aparcar la moto en
la acera, comer calduverios apestosos en los tenderetes callejeroz o
cederte el turno, como peatón, en los pasos de cebra. Si acaso y no
faltará, en el vecino templo hay un integrista soltando discursos y
arengas o si no, una grabación repetitiva, que te machaca
recordándote lo sagrado que es el día de hoy y lo mucho que les
debes (aunque no sepas, el qué, ni el por qué).
Conocíamos estas incomprensibles
costumbres de nuestros periplos por India o Sri Lanka, pero no nos
las imaginábamos en Tailandia, donde ya habíamos estado varias
veces y no nos habían tocado.
Estas tres últimas, son de Nakhon Rachasima (Tailandia)
Pero, como si nada, llegó el maldito
13 de mayo, con sus 42 grados a media mañana, cuando nos enteramos
de que era el VISAKMA BUCHA DAY y ni siquiera -en teoría- podíamos
tomar una maldita cerveza, durante toda la jornada de hoy. Si esto te
ocurre en India o Sri, estás absolutamente perdido. En Tailandia,
sin embargo y aunque los grandes supermercados y los Seven Eleven
aplican la exigencia gubernamental -que perjudica a empresas y a
clientes-, las pequeñas tiendas -con más o menos discreción-, te
venden lo que les pidas. Así, que la primera, fresquísima y casi de
un trago, nos la bebimos a la salud de Buda y la segunda, a la del
intolerante gobierno bananero Thai (en la cuerda muy floja, aunque en
esos días, aún no lo sabíamos).
La tontería es soberana. Porque a los
guiris despistados, que no estamos al tanto del “holycalendario”,
nos pueden causar molestias con el asunto. Pero, cualquier lugareño,
compra las bebidas, que necesite, el día antes y las ingiere, cuando
le apetezca (sea holy o no)
Por lo demás, Nakhon Raschashima nos
ha parecido un lugar muy recomendable, bello, tranquilo y alejado de
las rutas turísticas clásicas y del mundanal ruido de Bangkok. Tal
es así, que la señora del puesto de las salchichas, que nos ha
servido unas cuantas -somos hambrientos de pro, que somos-, ha
flipado. La noticia, primero, se la ha contado a su vecino, el
aburrido tuktukero. Después, seguro, que alborozada, lo ha
transmitido como el tema familiar de la cena.
Estamos tan a gusto por aquí, a pesar
del infernal e insufrible calor, que todavía no hemos comprado los
billetes para Calcuta, nuestro probable primer destino en India.
¡Todo llegará, a no mucho tardar!.