Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 27 de abril de 2021

Palencia, Paletencia o Pueblencia

 

 
       Corrían las Navidades, de 1997. ¡Ya ha llovido! Pero, por entonces nevó y no poco, lo cual propició, que tuviera, que retrasar un día mi toma de posesión, como Director de una pequeña sucursal de una empresa de ámbito nacional (Onda Cero).

          Aunque nosotros, ya habíamos viajado lo nuestro y estábamos adaptados a cambios frecuentes en nuestra visión de la vida y en las rutinas -conoceriamos por entonces, unos 25 países-, no era lo mismo, que ahora, cuando hemos transitado por cerca de 140 naciones. Ha pasado casi un cuarto de siglo y allí, todo sigue igual, sin evolución posible.

        Nos causó cierto shock, después de una juventud algo trepidante y plena de cientos de variopintas y enriquecedoras experiencias, incluido el prometedor campo profesional, aterrizar en Palencia, que para mí y en aquella época, me pareció retroceder desde una existencia luminosa y completa, hasta el Paleolítico más arcaico. Puede, he de reconocer, que no pusiera todo de mi parte, acostumbrado, durante casi dos décadas, a la cosmopolita vida de Madrid. 

        No tardé ni dos días, antes de que mis padres nos agasajaran con las delicias gastronómicas de la Nochebuena, en darme cuenta, de donde me había metido y el frenazo intelectual y personal, que iba a suponer para mí camino vital.

        Desde el principio, me sentí juzgado -sin jueces o fiscales, que era lo peor- y culpable, de no entender a aquellas gentes. De no comprender, por qué lo primero, que me dijeron fue, que a Palencia, los trabajadores trasladados llegaban llorando -se supone, que por considerarlo algo no muy positivo o deseado en sus vidas- y tras el tiempo, se iban también, con lágrimas en los ojos, por el apego y disfrute, que habían tomado al lugar.

          En realidad y aunque ellos no lo supieran, ni lo sepan, todo era complejo de inferioridad y garrulismo, que tienden a desenvolverse inconscientemente, en actitudes agresivas, hacia el que allí llega de fuera, al que consideran una amenaza, aunque sin fundamentos. Te envolvían a cada instante ensalzando su tierra, sus creencias bien amarradas a través de generaciones y sus costumbres; su gastronomía -aunque se tratara de una vulgar, aunque rica menestra- y estaban soberanamente atentos, a que no mostrarás la más mínima discrepancia o interpelación con tales letanías.

        Por razones del devenir empresarial, aquel ominoso periodo duró poco más de dos años, aunque se hicieron muy largos y depresivos. Salí de aquel lance con poco más de treinta años y con una indemnización de más de seis millones de pesetas. Pero, lo importante fue, que pudimos reconducir nuestras vidas. Hubo resentimiento e incluso odio, con aquella forma de comportamientos y pensamientos hacia el desconocido o forastero, pero el tiempo cicatrizo las heridas. Aunque Palencia, para nosotros, siempre quedo, como Paletencia o Pueblencia (con perdón a los paletos o habitantes de pueblos, que nosotros también, vivimos en uno). 

        Seis meses de cierre perimetral y tras siete viajes por nuestra comunidad autónoma en el último medio año nos hicieron volver al lugar de los hechos, ya con el contador a cero. Y descubrimos, que nada ha cambiado, que continúan con su arrogancia terruñera y sus precarias verdades absolutas. Han sido solo cuatro días, pero suficientes para comprobarlo, al amparo del nauseabundo e insoportable olor, que invade toda la ciudad y que entonces y ahora provocaba y provoca la fábrica de café Tarrero, que se expande por todas partes y a cada rato con el viento. ¡Da asco respirarlo, pero como es de la tierra!

        Más de dos décadas después y todo sigue igual: en España, nadie se acuerda de Palencia, pero en esta ciudad y provincia, el mundo es solo ese "privilegiado" pedazo de tierra. Para comprobar, que en este país no solo existen diferentes sensibilidades, sino civilizaciones distantes entre sí, a años y galaxias luz.

        La última ocurrencia, que hemos constatado, a carcajadas ya huecas ha sido: "Palentinos, con P de Palencia ( ni que Pamplona, Palma o Polonia, no tengan P, pero también, se la han apropiado)." Se trata de tristes hojaldres sin ni siquiera relleno con forma de esa letra, que venden a 26€ el kilo. ¡Ellos se lo guisan, ellos se lo comen!

No hay comentarios: