Nos resultó extraño, cuando regresamos a casa. Valladolid estaba completamente seco, pero la vista nos jugaba malas pasadas y todo lo que aparecía sobre las aceras y tenía color blanco, se nos asemejaba a hielo y destapaba las alarmas. Entrados en razón: volábamos sobre el asfalto, sin cortapisas ninguna, después de llevar casi una semana, caminando sobre huevos, como las muñecas de Famosa. Y a la mañana siguiente, al levantar la persiana, volvió la cruda realidad, en forma de contundente cellisca, llamada Filomena.
Castilla es la gran olvidada, desde que la ensalzó Machado o Delibes. Por los de fuera, pero también por los de dentro. Y en Soria, esta actitud se lleva al extremo, al ostracismo. Tan solo, dos autobuses diarios, a Madrid y uno más, a Valladolid. Sobre las comunicaciones ferroviarias, da depresión hablar. Desde que Gabinete Caligari pusiera la ciudad de moda, poca gente va ya de camino, de Soria. ¡Pero, no saben lo que se pierden! Tuvo, que venir el coronavirus, para que nos encerraran perimetral mente y cayeramos en la cuenta de este destino. De otra forma, nunca hubiéramos recalado allí. En cuanto al tema de los autobuses -y no solo a Soria, sino a cualquier destino-, la pandemia -mas bien, como excusa, que como realidad- ha traído una situación vergonzosa. Casi todas las ventanillas de venta de billetes están cerradas. Supongo, que tienen al personal metiditos en ERTES y luego, ya veremos. ¿ Por que deben ir a trabajar presencialmente las cajeras, los empleados de banca, los de bibliotecas o centros culturales, los de la RENFE...y no los que venden boletos de autobús y más, cuando en la mayoría de las ocasiones, están parapetados tras cristales o metacrilato? Si, hay máquinas o internet, pero a mucha gente le cuesta. En los últimos periplos hemos tenido, que ayudar a bastantes personas y no todas eran mayores. También se ha puesto de moda, que te prohíban comer o beber en los autobuses interurbanos, da igual, que el viaje dure una hora o cuatro. No hay excepciones. Al menos, que las mencionen. Da igual, estés atravesando una enfermedad, requieras de necesidades alimentarias especiales, tengas un bajón de glucosa o simplemente, algo tan natural, como que te entre hambre y sed. A los histéricos agoreros, que bramaban la semana de Nochevieja por la destrucción de 2020 -a nosotros nos fue divinamente-, ya les ha llegado su ansiado y querido, 2021. De momento y en una semana, con más contagios, un intento de golpe de estado, en Estados Unidos y la borrasca más letal de los últimos cincuenta años. ¡Lo han bordado, estos gilipollas! Nosotros y en nuestra línea, hemos arrancado el año viajando y hemos regresado bastante contentos: por no haber dado con nuestros huesos en el suelo y por el destino tan magnífico, que hemos visitado. Soria es una gran desconocida, que da para unos cinco días de viaje -mas de una semana, incluso, si se cuenta con destinos de la provincia- y os lo voy a demostrar en el siguiente post.
Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
domingo, 10 de enero de 2021
Semana de Reyes, en Soria y Almazán (parte I)
Un madrugón helador de lunes, caro microbús -nosotros y una señora, que se sube en Aranda de Duero, como únicos pasajeros-, a Soria, laderas heladas de la carretera al llegar a esta provincia, sueño, mal humor... Y a las once de la mañana, al fin llegamos a destino. Aceras nevadas o heladas. Resulta difícil discernir, si el temporal ha tenido lugar hace un par de horas o hace varios días. Y lo digo, porque cinco jornadas después, cuando regresamos a casa, todo el paisaje seguía exactamente igual, inalterable, sin haber caído una sola gota más. Ni quitanieves, ni operarios del ayuntamiento o de la Junta, ni siquiera los dueños de los negocios, quitan la nieve de ninguna parte. Caminar lento y cansino, teniendo mucho cuidado de no resbalar y jugar a la lotería de los golpes diversos: o te das una simple culada o te rompes la crisma, es el azar de la dejadez de las autoridades (pero, que te vean sin mascarilla y entonces...) Da igual, que des mil pasos con atino. Como en el siguiente falles, todo se va al traste. Eso sí: el paisaje urbano y de las laderas y ringuirunguis del Duero, espectaculares.
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