Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 11 de enero de 2021

Semana de Reyes, en Soria y Almazán (parte II)



       Para empezar decir, que no llevéis en la cabeza la idea, de que os enfrentais a una ciudad pequeña, porque os vais a rayar, cuando veáis las distancias entre sus diferentes atractivos. Es verdad, que la urbe no cuenta con demasiada población, pero está muy extendida.

        Ya la ciudad en si, merece bastante la pena y más en nuestro caso, con la cuidada y bien escogida iluminación navideña.  En su bonito casco histórico, abundan las bellas iglesias -la mayoría románicas-, palacios y casas señoriales algunos en ruinas. Destacan el instituto donde dio clase Machado, la aduana vieja, la plaza Mayor y su amplia Alameda.

       Pero, sin lugar a dudas, lo realmente espectacular, se encuentra en las afueras,ven el entorno del río Duero. Desde el mirador del Mirón y desde el cercano  de los Cuatro Vientos, se disfruta de espectaculares vistas de las montañas cercanas -incluido el Monte de las Ánimas, el de la leyenda de Bécquer- y del río. Durante nuestra visita todo estaba nevado, lo que hacía todo más impresionante.

          Otros dos son el del Castillo y la sierra de Santa Ana. Al primero no accedimos, debido a sus malas condiciones por el temporal y el segundo sendero solo lo recorrimos a medias, por la misma circunstancia.

          El Duero da aquí mucho juego. A pesar de la cautela, motivada por el hielo y la nieve, pudimos hacer los cuatro recorridos, a saber, partiendo desde el puente cercano al monasterio de San Juan de Duero -cerrado, durante nuestra visita- y teniendo en cuenta la dirección de la corriente.

        -Margen derecha, hacia la izquierda: siete kilómetros y medio de sendero y pasarelas artificiales, que llevan hasta Garray y las cercanas ruinas de Numancia (los martes son gratuitas, pero durante toda nuestra instancia permanecieron cerradas). Las vistas sobre el río y sus meandros sin espectaculares. Los dos últimos kilómetros discurren por la Senda Natural del Duero, más interior y con menos interés. 

        -Margen derecha, hacia la derecha, otra senda peatonal, la de Valhondo y Valdebecerro, que bordea el río, durante varios kilómetros, pasando por el museo del agua y el antiguo lavadero de lanas. También con bonitas vistas, aunque más comoda de llevar de llevar a cabo, porque es mucho más ancha, de mejor firme y no cuenta con pasarelas.

        -Margen izquierda, hacia la misma dirección: Monasterio de San Juan de Duero y senda de 1,5 kilómetros, bordeando el río, hasta el Pereginal. Si se quiere seguir, se debe cruzar el puente metálico a la otra orilla y continuar, hasta Garray.

          -Margen izquierda, hacia la derecha: sendero, que va bordeando el río, hasta la ermita de San Saturio, dejando atrás el monasterio, de San Polo.

        Soria cuenta con extraordinarios bares para tapear, especialmente concentrados en la plaza Ramón Benito Aceña. Es famosa por sus torreznos y por la mantequilla (en sus versiones salada, dulce y natural). El Hostal Centro, donde nos alojamos, muy recomendable (22 euros/noche )

          Una jornada la pasamos en la amurallada Almazán, en la que destacan su plaza principal, bonitas iglesias, las impresionantes puertas de acceso a la ciudad y el paseo acondicionado junto al río. Nos faltó, Medinaceli, pero las malas comunicaciones no permiten visitar estos dos pueblos en un mismo día en transporte público. Ya conocíamos el Burgo de Osma y San Esteban de Gormaz.

domingo, 10 de enero de 2021

Semana de Reyes, en Soria y Almazán (parte I)

 
          Un  madrugón helador de lunes, caro microbús -nosotros y una señora, que se sube en Aranda de Duero, como únicos pasajeros-, a Soria, laderas heladas de la carretera al llegar a esta provincia, sueño, mal humor... Y a las once de la mañana, al fin llegamos a destino.

        Aceras nevadas o heladas. Resulta difícil discernir, si el temporal ha tenido lugar hace un par de horas o hace varios días. Y lo digo, porque cinco jornadas después, cuando regresamos a casa, todo el paisaje seguía exactamente igual, inalterable, sin haber caído una sola gota más. Ni quitanieves, ni operarios del ayuntamiento o de la Junta, ni siquiera los dueños de los negocios, quitan la nieve de ninguna parte.

        Caminar lento y cansino, teniendo mucho cuidado de no resbalar y jugar a la lotería de los golpes diversos: o te das una simple culada o te rompes la crisma, es el azar de la dejadez de las autoridades (pero, que te vean sin mascarilla y entonces...) Da igual, que des mil pasos con atino. Como en el siguiente falles, todo se va al traste. Eso sí: el paisaje urbano y de las laderas y ringuirunguis del Duero, espectaculares.

          Nos resultó extraño, cuando regresamos a casa. Valladolid estaba completamente seco, pero la vista nos jugaba malas pasadas y todo lo que aparecía sobre las aceras y tenía color blanco, se nos asemejaba a hielo y destapaba las alarmas. Entrados en razón: volábamos sobre el asfalto, sin cortapisas ninguna, después de llevar casi una semana, caminando sobre huevos, como las muñecas de Famosa. Y a la mañana siguiente, al levantar la persiana, volvió la cruda realidad, en forma de contundente cellisca, llamada Filomena. 

        Castilla es la gran olvidada, desde que la ensalzó Machado o Delibes. Por los de fuera, pero también por los de dentro. Y en Soria, esta actitud se lleva al extremo, al ostracismo. Tan solo, dos autobuses diarios, a Madrid y uno más, a Valladolid. Sobre las comunicaciones ferroviarias, da depresión hablar. Desde que Gabinete Caligari pusiera la ciudad de moda, poca gente va ya de camino, de Soria. ¡Pero, no saben lo que se pierden! Tuvo, que venir el coronavirus, para que nos encerraran perimetral mente y cayeramos en la cuenta de este destino. De otra forma, nunca hubiéramos recalado allí.

          En cuanto al tema de los autobuses -y no solo a Soria, sino a cualquier destino-, la pandemia -mas bien, como excusa, que como realidad- ha traído una situación vergonzosa. Casi todas las ventanillas de venta de billetes están cerradas. Supongo, que tienen al personal metiditos en ERTES y luego, ya veremos. ¿ Por que deben ir a trabajar presencialmente las cajeras, los empleados de banca, los de bibliotecas o centros culturales, los de la RENFE...y no los que venden boletos de autobús y más, cuando en la mayoría de las ocasiones, están parapetados tras cristales o metacrilato? Si, hay máquinas o internet, pero a mucha gente le cuesta. En los últimos periplos hemos tenido, que ayudar a bastantes personas y no todas eran mayores.

          También se ha puesto de moda, que te prohíban comer o beber en los autobuses interurbanos, da igual, que el viaje dure una hora o cuatro. No hay excepciones. Al menos, que las mencionen. Da igual, estés atravesando una enfermedad, requieras de necesidades alimentarias especiales, tengas un bajón de glucosa o simplemente, algo tan natural, como que te entre hambre y sed.

          A los histéricos agoreros, que bramaban la semana de  Nochevieja por la destrucción de 2020 -a nosotros nos fue divinamente-, ya les ha llegado su ansiado y querido, 2021. De momento y en una semana, con más contagios, un intento de golpe de estado, en Estados Unidos y la borrasca más letal de los últimos cincuenta años. ¡Lo han bordado, estos gilipollas!

        Nosotros y en nuestra línea, hemos arrancado el año viajando y hemos regresado bastante contentos: por no haber dado con nuestros huesos en el suelo y por el destino tan magnífico, que hemos visitado. Soria es una gran desconocida, que da para unos cinco días de viaje -mas de una semana, incluso, si se cuenta con destinos de la provincia- y os lo voy a demostrar en el siguiente post.

¡Y volvimos a casa!


jueves, 7 de enero de 2021