Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 30 de junio de 2019

La nostalgia no puede empañar la cruda realidad

                              Siete son de Ceske Budejovice y cuatro, de Cesky Krumlov (Chequia)
          Corria 1990, cuando en nuestra alborotada, aunque atinada juventud, nos decidimos por primera vez, a visitar la Europa del Este, al rescoldo de la caída del muro de Berlín, de la abrupta caída de Ceaucescu y de los demás acontecimientos altisonantes de la época. Reconozco -y,va fecha de hoy, conocemos más de 130 países de los cinco continentes-, que pocos momentos he vivido con tanta emoción, como aquellos.

         Para la trasgresora y curiosa mirada de unos estudiantes de últimos cursos de  periodismo, resultaba impagable poder vivir aquellos acontecimientos en primera línea, sin los agobios turísticos de hoy en día, motivados por las hordas de los grupos organizados, cuyas consecuencias son más dañinas, que las de las plagas de langostas de la Biblia.

          Y otro aliciente, ayudaba a cerrar el círculo mágico: los precios de las cosas resultaban -mas o menos-, un 80% más baratos, que en España, por lo que se extendía la locura a la hora de comer, beber -no precisamente, agua-, fumar, fo...(no, si eso era gratis).

          Recuerdo en Budapest, que éramos incapaces de gastarnos el dinero, maquinando a todo trapo. Mi pareja de entonces -que es la misma, que la de ahora-, acabo vomitando, porque ya no le entraba nada más en el cuerpo. Y todo, con la frustración, de que dividiendo el dinero por horas, cada una que pasaba, aumentaba la media, que teníamos que gastarnos, para hacer desaparecer nuestros molestos forintos.

           Hace  casi dos décadas, que no apareciamos por centroeuropa. Si hemos estado -mas o menos, de forma reciente-, en otros países del este del continente y nos parece, que Bulgaria, Polonia y en cierta medida, Rumanía, siguen disfrutando de unos precios muy atractivos para el viajero y lo que es todavía más importante, para los ciudadanos, que allí residen.

          No se puede decir lo mismo, de Hungría, Eslovaquia o la República Checa, dónde desde hace años se lanzaron a la conquista del lejano oeste y cualquier servicio, que contrates o compra, que hagas, suele ser hasta más caro, que en España. En 1990, Austria nos asustó y cohibio, porque todo valía el doble de lo acostumbrado. Hoy en día, hay muchas cosas, que salen más a cuenta en este país, que en Hungría, Chequia o Eslovaquia.

           En esas andábamos, lamiendonos las heridas del pasado, cuando en nuestra segunda jornada, en Ceske Budejovice, nos abordó un señor entrado en años para hacernos todo un interrogatorio sobre nuestras capacidades económicas: "Pero, ¿ustedes pueden viajar, les llega el dinero?" "¿Tienen para algo más, que no sea pagar la casa y la alimentación?"

         "Miren -continuo-, yo no me puedo ni jubilar. Aquí, hay un 25% de pensionistas que están por debajo del umbral de la pobreza. Gente, que ha estado trabajando toda la vida. La cesta de la compra resulta inasumible y apenas le queda a las personas dinero para más, que para comer. Es imposible, ahorrar. Ni siquiera, poder dedicar una pequeña parte de tu salario, al esparcimiento o al ocio."

        Ya  con la mosca detrás de la oreja y conmovidos, en una calurosa tarde de hotel espartano, nos dio por irnos a investigar, a Google. No hubo más, que poner, salario medio de -en doce pagas y no en 14-..., Chekia: unos 1200 euros al mes. Hungría: unos 1100. Eslovaquia: poco más del millar de euros.


        Atraidos  por el juego, empezamos a meter naciones a diestro y siniestro. Ni que decir tiene, que la siguiente fue España: unos 1800 euros al mes. Y pensamos: " pero bueno, si casi ganamos el doble y disfrutamos de unos precios mucho más competitivos". El ánimo decayó, cuando caímos en la casilla de Alemania: ni más ni menos, que un salario medio de 5000 euros cada treinta días. Entonces, ¿de quién estamos más cerca, por mucho que no nos guste o sorprenda?.

           A m modo de ver, las dos razones básicas de que los productos esenciales -y los que no, también- sean tan caros en las naciones visitadas, residen en que el consumo no es masivo -por no poder permitírselo- y por ello, bajan los márgenes y en la inexistencia casi total de marcas blancas (Clever es una excepción).

sábado, 29 de junio de 2019

Logística: mayores dificultades de las esperadas

                                 Una  de Bratislava, seis de Brno y tres, de Ceske Budekjovicce
          A finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando recorrimos las principales capitales de esta zona centroeuropea, todo era muy sencillo -y barato-, porque con el interrail, no necesitabas, reservar plaza en los trenes y localizar los diferentes campings, era pan comido.

          Pero  en esta ocasión, casi nada ha resultado fácil, especialmente, en lo relacionado con el transporte público y los alojamientos. Vayamos por partes, porque la cosa tiene su miga.

         En la zona sigue habiendo tan buenas conexiones de tren, como antaño, aunque este medio es mucho más caro y más inaccesible aún, cuando se trata de trayectos internacionales, dónde los precios se disparan hasta límites insospechados. Aunque al final y para tramos muy concretos, utilizamos el ferrocarril, tuvimos que desplazarnos, mayormente, en autobús.

         En este caso, los recursos son mucho más limitados, especialmente, en los trayectos entre distintos países, dónde a veces, solo circulan uno o dos autobuses al día, en ocasiones, a horarios algo intespestivos. La única nota positiva la pone la empresa  Flixbus -vehiculos de color verde-, que con sus frecuentes servicios viene a tapar algunos importantes agujeros. Sus billetes se pueden comprar en las estaciones, pero resulta más recomendable descargarse la aplicación  -de uso muy intuitivo-, con la que se pueden conseguir descuentos de hasta el 50%, reservando con cierta antelación. Basta con presentar el código QR, que te proporcionan, al autobusero.

         Lo  del alojamiento resulta aún más desesperante. Fuera de los grandes núcleos turísticos -Praga, Viena y Budapest-, es casi imposible encontrar hoteles de precio medio -baratos, ni los hay- y los pocos, que existen, dejan bastante, que desear para su precio. Por ejemplo, tuvimos que pagar 30€ por una habitación en una espartana y antigua residencia de estudiantes. Dormir en la calle o en la estación de turno, no fue un hecho infrecuente para nosotros en este periplo.

          Capítulo aparte, merecen los tan de moda denominados apartamentos turísticos. No es el timo del tocomocho, pero casi. Si reservas por Booking -evidentemente-, te toman el número de tarjeta y luego, tu te las apañes para encontrarlo, porque casi nunca suelen tener un rótulo o cartel indicándolo. Muchas veces, ni siquiera los vecinos saben de su existencia. Supongo, que todo es, porque son ilegales y no pagan impuestos.

        Una vez, que lo has descubierto, tendrás fortuna si hay alguien para recibirte. Normalmente, tendrás, que llamar a un teléfono o escribir un correo electrónico, que te contestarán más bien tarde, que temprano, si estás de suerte, pero tú número de tarjeta, ya lo tienen atrapado. Tal vez y si no hay más contratiempos -toca rezar-, a las seis o las siete de la tarde habrás conseguido hacer el check-in, habiendo perdido más de medio día en tortuosas y molestas gestiones.

          Otra contrariedad importante -ya mencionada, en posts anteriores-, resultó ser la ausencia de aire acondiciondo en todas partes -alojamientos, centros comerciales, supermercados, estaciones, edificios en general...-, ya no solo en Hungría, Chequia y Eslovaquia, sino hasta en Austria. ¡Es que ni siquiera un ventilador al que acercar la cara y aliviarse ! A ver: yo entiendo, que hace algún tiempo por esta zona no te comieran las altas temperaturas, pero eso ha cambiado y tendrán, que adaptarse. La mayor parte del viaje transcurrió con máximas de 30 grados y mínimas de 21 y el calor en los hoteles se convirtió en toda una sudorosa pesadilla (en el de Budapest hubo, que dormir con la puerta de la habitación abierta).

          Pustas tan mal las cosas, si que me gustaría destacar algo bastante positivo. En los supermercados de todos los países visitados, te dejan entrar con la mochila a la espalda y para salir, no lo haces por la caja, molestando a toda la cola, si no llevas nada de compra, sino por el medio, el mismo espacio diáfano por el que has entrado. ¡Ya está bien, que en casi todos los supermercados de España nos consideren delincuentes y seamos sospechosos de ladrones, desde el momento, que entramos!

          Y  algo más: fuentes de agua fresquita por todas partes, lo que contribuyó a hacer la cosa más llevadera .

viernes, 28 de junio de 2019

¡Hace calor!. ¡Por Dios, traednos un ventilador!

                                       Todas las fotos de este post son, de Brno (Chequia)
          Los dos principales problemas, que estamos padeciendo en estos primeros días de nuestra gira por parte de la antigua Europa Central comunista son: la escasez de hoteles a precio razonable -autentica pesadilla- y la inexistencia de aire acondicionado en cualquier parte, incluidos los restaurantes, los centros comerciales y los alojamientos de 30 euros, la noche. Ni siquiera un triste, pero práctico ventilador, que remueva el sofocante ambiente.

          Mientras en buena parte de España se hielan en pleno mes de junio, nosotros soportamos mínimas de 21 grados con la única ayuda del agua congelada y de tener abierta la puerta del frigorífico constantemente, en nuestro extraño apartamento, de Brno (República Checa).


        En la calle, se está algo mejor, porque corre el aire, pero el sol cae a plomo, sin piedad. Ni una sola nube y vamos camino de seis días. Lo peor, sin lugar a dudas, es entrar en los míseros centros comerciales, los edificios oficiales, las estaciones de transporte..., dónde la axfisia y el ambiente húmedo y denso te tumba, por muy caluroso, que seas.

         Brno  ha resultado ser una sorpresa muy positiva. Cuenta con un bonito casco histórico plagado de iglesias y otras bellas edificaciones, mucho ambiente juvenil y dos plazas excepcionales, cada una con su estilo propio. La más grande, la Freedom, alberga la columna de la peste -muy típicas en las ciudades, de Chequia- y constantes actividades participativas.


       La más pequeña, cercana a la espectacular catedral, da cabida a un apacible mercado de frutas y verduras, pero sobre todo, desborda mucha historia. Aquí, hoy sin agua y con un fondo de color verde maligno y musgoso, se encuentra la majestuosa fuente del Parnaso, dónde se pescaban las carpas, que se cenaban hace siglos en Navidades.

          En el camino, a Ceske Budejovice -con buen paisaje- ha hecho amago de llover, pero solo se ha quedado en eso. De nuevo, en esta localidad, un hotel espartano y caro, que en su día fue una residencia de estudiantes. Y, además, la avispada e impertinente recepcionista nos ha tratado de engalsr con el cambio, al pagar la factura .

         Pero,  dejados los bultos y casi de sopetón y sin esperarlo, nos hemos encontrado con la plaza más bonito de Europa (al menos, que yo recuerde, tras más de treinta años viajando)

jueves, 27 de junio de 2019

Un no muy buen inicio del viaje

                           Todas las fotos de este post son, de Bratislava (Eslovaquia)
           Hace 24 años de nuestra primera y única -hasta ahora- visita, a Bratislava y la verdad es, que no sabemos porque hemos vuelto, dado que la temperatura casi supera la de Sevilla, la humedad, la de Bangkok y los precios de las habitaciones, la suma de las de Finlandia y Noruega juntas. Quizás, el verdadero incentivo fue, que encontramos un billete a ocho euros, que nos servirá para visitar lugares de centroeuropa, que no conocemos, durante dos semanas y media.

          Para colmo, el día empezó mal y termina de la misma manera: control de explosivos a mi pareja, en Barajas -siempre nos toca a uno de los dos, desde que lo instalaron en septiembre pasado-, destroce virulento de uno de los equipajes de mano a cuenta de pequeños e inofensivos botes de champú y separados en el vuelo, de Ryanair, que nos transportó con muchas turbulencias al destino. Mira, que tiene mala folla la compañía irlandesa, porque el asiento de mi lado va libre.


        Buscando habitación y como ya imaginábamos por investigaciones previas, las dobles tienen precios inasumibles, así, que nos resignamos a dormir en la calle. ¿En cuál? Eso ya lo veremos, cuando anochezca. Al final, nos decantamos por la alejada estación de autobuses y acertamos, ya que hay más gente en nuestra misma situación (aunque no toda, precisamente, resulta de fiar). Además, está invadida por enormes y alargados mosquitos, que me dejan la espalda hecha un campo de minas.



        Previamente y sentados en un oscuro parque público céntrico, al lado de la catedral y sin motivo aparente, fuimos víctimas de un severo -aunque amable- control policial, que duró cuarto de hora y en el que se nos requirieron los pasaportes, que ni siquiera nos habían pedido al aterrizar en el aeropuerto.


           Despues de tantos desagradables incidentes, decidimos poner rumbo
vertiginoso , a Chequia, porque para más desesperación, solo encontramos un establecimiento con aire acondicionado en toda la capital, de Eslovaquia -ni en el MacDonalds lo tienen-, cuando hemos alcanzado más de treinta grados, un sol de espanto y un 80% de humedad, procedente del inespugnable y alborotado, Danubio.

          Bratislava sigue siendo aquella agradable y pequeña urbe de costumbres centroeuropeas de hace casi cuarto de siglo, aunque ha perdido sus precios atractivos y se ha masificado. Como, Budapest, Viena y Praga, abarrotados de españoles (especialmente, de marujas cincuentonas en plena decadencia).

miércoles, 12 de junio de 2019

martes, 11 de junio de 2019