Riobamba (Ecuador)
Habíamos pensado hacer noche en
Riobamba, pero como son poco más de las once de la mañana, veremos este lugar
en cuatro o cinco horas y por la tarde, tiraremos directamente, hacia Quito. Y
todo, porque mañana es sábado y no queremos perdernos el mercado indígena de
Otavalo, que se celebra ese día. Cerca de Riobamba, existen diversos volcanes,
como el Chimborazo, el Tungurahua, el Altar y el Carihuairazo, pero en esta
ocasión, hemos decidido, que solo nos centraremos en la ciudad.
Dejamos
las mochilas en una librería –como tenemos por tradición, últimamente- y nos
vamos a explorar la ciudad, que aparece bastante bien cuidada y que está de
celebración festiva en este día, aunque desconocemos los motivos. Vemos el
Parque de la Libertad, la Basílica de forma circular, el Parque Maldonado, la
Catedral y otras tres o cuatro iglesias, bastante interesantes.
Afortunadamente,
la carretera hacia Quito es buena. La mayoría del tiempo, circulamos por
autopista y no por esas carreteras de Dios, de los días anteriores.
Estamos
preocupados. Hemos leído mucho sobre la inseguridad de la capital ecuatoriana y
vamos a llegar de noche, por lo que nos da algo de miedo tener, que recorrer el
centro andando, en busca de un hotel. La entrada a Quito es parecida a la de La
Paz, en constante y larga bajada, con bonitas vistas de la ciudad.
La estación
de autobuses de la capital es moderna, funcional y sobre todo, enorme, dado que
consta de varias plantas. Así que nos cuesta unos minutos organizarnos y
enterarnos, de que no tendremos problemas para ir a Otavalo, puesto que hay
autobuses muy frecuentes.
Tal como
nos ha recomendado una señora, salimos de la estación para tomar un taxi, dado
que son más baratos, que los que esperan a la puerta. Pero como nos ven
extranjeros, nos quieren exprimir, pidiéndonos como poco cinco dólares, por un
tramo que haríamos andando, en poco más de diez minutos, si fuera de día.
Encontramos un hotel frente a la terminal. Nos piden 12 dólares por la
habitación doble con baño y televisión sin cable. Es algo descuidada, pero
habitable, así que vistas las circunstancias, decidimos quedarnos. Esta zona,
está catalogada por las guías, que hemos visto, como muy insegura de noche, así
que no nos movemos del hotel, hasta el día siguiente. Y debe serlo, porque en
nuestro propio hotel hay dos verjas, que parecen de una cárcel de alta
seguridad. Una está situada abajo del todo y otra, justo antes de la recepción.
Otávalo, arriba y debajo, Quito (Ecuador)
Tomamos la
decisión definitiva, de que no vamos a llegar hasta la selva amazónica, en este
país. Habíamos pensado hacerla, bien por Macas o bien por Coca, pero ambas
quedan a bastantes horas de autobús, de cualquiera de los lugares por los que
hemos pasado y no estamos dispuestos a meternos tal paliza.
Partimos
hacia Otávalo. Nada más bajar empieza a llover y así estará la mayor parte del
día, si bien, a ratos afloja un poco y otros arrecia. Somos unos apasionados de
los mercados. Podemos estar paseando por ellos, durante horas y horas. En este
y a diferencia de la mayoría de los del resto del continente, hay bastantes
guiris en busca de gangas, que realmente no existen, aunque si se hacen compras
a precios bastante razonables.
En cuanto
a, si lo que se vende es o no de producción indígena o artesanal, no soy
ninguna entendida, pero permitidme que albergue mis dudas. No he llegado a ver
ninguna etiqueta de, “made in Taiwan”, pero la mayoría de las cosas que se
ofertan, me parecen más bien, de producción industrial, que manual.
Al margen
del tradicional mercado de artesanía, que se desarrolla en la plaza del Poncho
y sus alrededores, existe otro enorme, destinado a las frutas, las verduras y
los productos de consumo cotidiano. Como todos los de su gama, es tremendamente
animado y por 10 centavos de dólar, degustamos la piña más rica, que hayamos
comido jamás, partida en unas enormes rodajas.
Quito, tanto arriba, como abajo
Como en todos los mercados del continente,
una vez se abandonan Brasil, Argentina y Chile, existen tres niveles de
negocios: Los que tienen tienda, en algún local de la calle, los que montan el
puesto por la mañana en mitad de la vía pública y lo desmontan por la tarde y
los que cargan con la mercancía a cuestas y se desplazan.
Nos ha
gustado este mercado, pero aún así, nos da la sensación de que está
sobrevalorado. Nos sentimos mucho más a gusto, el día que estuvimos en Pisac,
tal vez, porque de ese lugar, esperábamos bastante menos. Volvemos a Quito.
Es domingo.
A pesar de ser de día y de que está bastante próximo, decidimos tomar el metrobús
(0,25 US$), para llegar al centro. Y es que en la guía, la calle Maldonado, que
conduce hasta la plaza de Santo Domingo, la ponen como bastante peligrosa. Así,
que es cerrar los ojos e imaginármela, llena de navajeros sedientos, deseosos
de colocar sus machetes sobre nuestros cuellos. Otras de las zonas, calificadas
también como bastante inseguras, son La Mariscal, el Parque Carolina y el Cerro
Panecillo. Hasta hemos leído, que lo mejor para visitar el centro, es unirse a
una de las visitas guiadas –creo que gratuitas-, que ofrece la policía. ¡Me
parece una tremenda exageración!.
El centro
de Quito -que al menos hoy y sobre todo por la mañana, está tomado por la
policía-, es una zona que enamora y para mi gusto, esta ciudad es de las más
bonitas de Sudamérica. Tiene iglesias preciosas y calles sensacionales, con
casas realmente bellas. Todo está muy bien cuidado y limpio. Y para más suerte,
hoy en todo el centro está cortado el tráfico, porque desfila la procesión de
los Dolores.
Así que
todas las iglesias están abiertas y hay misa. Están abarrotadas de gente,
incluso de pie, en los laterales de los bancos. Más que en una boda, en España.
El punto más importante de la ciudad viene marcado por la plaza de la
Independencia, donde se encuentran la Catedral y el Palacio de Gobierno. A la
vuelta está el Sagrario, que es un bonito templo.
Quito, tanto arriba, como abajo
Buscamos un
taxi para subir al Cerro Panecillo. En la oficina de Turismo nos habían dicho.
que cuesta unos 5 dólares, pero los taxistas nos piden 15, 12, 8 –como mínimo-
y no están muy dispuestos, a regatear. Un amable comerciante de la zona, que
después de media hora, nos ve ya bastante desesperados, nos indica, que lo
mejor que podemos hacer, es tomar un autobús llamado Tola, desde la plaza de
San Francisco y bajarnos en el Cementerio Nuevo. Desde allí y por un dólar,
tomar un coche particular hasta lo alto del cerro, dado que hay muchos que
ofrecen ese servicio.
Minutos
después, incluso cierra la tienda y se decide a acompañarnos el mismo, hasta
que bajamos del Tola. Nos resulta extraña tanta amabilidad y nuestras alertas
se disparan. ¿Habrá tramado con alguien que vayamos hasta el cementerio, para
luego allí desvalijarnos? Desde luego,
somos conscientes de que asumimos una situación de riesgo, pero el hombre
¡parece tan amable y honrado!. Todo sale bien y caemos en las manos con un
amable hombre, que tiene un hijo viviendo en España. Las vistas desde el cerro
son magníficas
Antes de ir
a la cama, vemos como cada noche la tele. Un anuncio capta nuestra atención.
Publicita el primer Congreso de Negociación Avanzada, que se va a celebrar en
la ciudad y para ilustrarlo, han tomado el célebre, ¿por qué no te callas?, del
Rey.
1 comentario:
Después de dos días en Quito, partimos para Tulcán, en la frontera con Colombia. Es mucho más tranquila de lo que imaginábamos.
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