Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
viernes, 8 de marzo de 2019
jueves, 7 de marzo de 2019
Aeropuerto 2.018: la secuela (parte I)
Fotos de aeropuertos del octavo viaje largo (unas cuantas de ellas, de Navidad)
En bastantes ocasiones de este octavo viaje largo, me han venido a la cabeza escenas de la película, "La Terminal" o de aquella saga de filmes de los setenta, ya casi oxidadas, que se llamaba, "Aeropuerto". He aquí, un homenaje dedicado a ellos.
Han sido catorce vuelos -algunos, de muy larga distancia-, a lo largo de noventa días, lo que supone, más o menos, un trayecto aéreo cada seis jornadas. ¡Agotador! Vamos a contaros historias de aeropuertos, que ahora, cuando escribo, no se, si darán para uno o dos posts. En cualquier caso, todas ellas se clasifican en dos grupos: desagradables y muy desagradables. Eso sí: todas ellas con final feliz o casi.
La situación en los aeropuertos del mundo, se está poniendo muy fea y es el único lugar civilizado, donde los honrados ciudadanos perdemos todos nuestros derechos, para caer en las garras del personal de tierra de las aerolíneas o de los despiadados funcionarios de los controles de equipajes de mano, que en muchos casos, aplican las leyes a su conveniencia. Es casualidad, ¿que muchos de esos trabajadores sean inmigrantes y generalmente, los más desagradables? Para mí, no y tengo mis claras evidencias, pero no me voy a meter en más charcos.
Eso sí y para ser justos, debemos decir, que no hemos tenido un solo problema de retrasos o de cancelaciones, a lo largo de todo el viaje. Al tema:
Vuelo 1°.- Madrid-Kiev. Empezamos con mucha fuerza, de tal forma, que estuvo a punto de que el viaje se fuera al carajo, desde el minuto 1, en dos ocasiones y en menos de una hora. La compañía Ukrainie, nos pretende denegar el embarque, con toda contundencia, porque no tenemos billete de vuelta, desde Bangkok: explicamos, que vamos a hacer un viaje de unos meses, que no sabemos por dónde vamos a salir de Tailandia, a que países vamos a ir, que nos hacemos responsables por escrito de cualquier problema o coste... No hay tarjetas de embarque, hasta que viene una supervisora con un poquito más de cabeza y de veterania y nos las entrega.
Tan contentos, nos vamos al control de equipajes. No hay inconvenientes con los bultos de mano, pero al pasar yo, suena un pitido extraño. Inmediatamente, la chica me dice, que debo ir a un mostrador especial, donde me espera un funcionario. Me hace poner las manos palmas abajo y que si no obtiene lo que desea, me hará otra prueba, que no se en que consiste, porque a los cinco segundos, me dice: "nos hemos equivocado".
Leyendo por internet, he constatado, que han instalado en Barajas, en septiembre pasado, unas maquinitas, para detectar personas potencialmente peligrosas en los vuelos, que vayan drogadas o pasadas de alcohol. En mi caso, aunque soy amante de la bebida y no lo niego, tengo un problema visual.
Vuelo 2°.- Kiev-Bangkok (habíamos salido a pasar el día en la ciudad): acceso rápido y con personal encantador. ¡Estos se han equivocado de profesión! Ningún problema con el equipaje de mano.
Vuelo 3°.- Dong Muang-Kuala Lumpur. Conseguimos hacer el autocheck-in en la correspondiente máquina automática. Tal vez, el aeropuerto de Kuala Lumpur - y lo digo por la experiencia de diez años y no de este viaje-, sea el más amistoso del mundo.
Vuelo 4°.- Kuala Lumpur-Gold Coast. No hay contratiempos, ni con el equipaje, ni con el embarque. Ni siquiera, para ingresar, a Australia, dado que no nos piden ni la ETA, ni te colocan sello de entrada en el pasaporte. Pero si, en la aduana. Un perro, ya veterano y de aspecto cansado, olisquea a conciencia todos los equipajes en busca de queso, productos de origen animal, plantas, flores... Parece mentira, que después de 20.000 kilómetros de vuelos, sea un can el que decida tu futuro en este país. Harto tiene, que estar ya, de oler calcetines, bragas y gayumbos sucios.
En bastantes ocasiones de este octavo viaje largo, me han venido a la cabeza escenas de la película, "La Terminal" o de aquella saga de filmes de los setenta, ya casi oxidadas, que se llamaba, "Aeropuerto". He aquí, un homenaje dedicado a ellos.
Han sido catorce vuelos -algunos, de muy larga distancia-, a lo largo de noventa días, lo que supone, más o menos, un trayecto aéreo cada seis jornadas. ¡Agotador! Vamos a contaros historias de aeropuertos, que ahora, cuando escribo, no se, si darán para uno o dos posts. En cualquier caso, todas ellas se clasifican en dos grupos: desagradables y muy desagradables. Eso sí: todas ellas con final feliz o casi.
La situación en los aeropuertos del mundo, se está poniendo muy fea y es el único lugar civilizado, donde los honrados ciudadanos perdemos todos nuestros derechos, para caer en las garras del personal de tierra de las aerolíneas o de los despiadados funcionarios de los controles de equipajes de mano, que en muchos casos, aplican las leyes a su conveniencia. Es casualidad, ¿que muchos de esos trabajadores sean inmigrantes y generalmente, los más desagradables? Para mí, no y tengo mis claras evidencias, pero no me voy a meter en más charcos.
Eso sí y para ser justos, debemos decir, que no hemos tenido un solo problema de retrasos o de cancelaciones, a lo largo de todo el viaje. Al tema:
Vuelo 1°.- Madrid-Kiev. Empezamos con mucha fuerza, de tal forma, que estuvo a punto de que el viaje se fuera al carajo, desde el minuto 1, en dos ocasiones y en menos de una hora. La compañía Ukrainie, nos pretende denegar el embarque, con toda contundencia, porque no tenemos billete de vuelta, desde Bangkok: explicamos, que vamos a hacer un viaje de unos meses, que no sabemos por dónde vamos a salir de Tailandia, a que países vamos a ir, que nos hacemos responsables por escrito de cualquier problema o coste... No hay tarjetas de embarque, hasta que viene una supervisora con un poquito más de cabeza y de veterania y nos las entrega.
Tan contentos, nos vamos al control de equipajes. No hay inconvenientes con los bultos de mano, pero al pasar yo, suena un pitido extraño. Inmediatamente, la chica me dice, que debo ir a un mostrador especial, donde me espera un funcionario. Me hace poner las manos palmas abajo y que si no obtiene lo que desea, me hará otra prueba, que no se en que consiste, porque a los cinco segundos, me dice: "nos hemos equivocado".
Leyendo por internet, he constatado, que han instalado en Barajas, en septiembre pasado, unas maquinitas, para detectar personas potencialmente peligrosas en los vuelos, que vayan drogadas o pasadas de alcohol. En mi caso, aunque soy amante de la bebida y no lo niego, tengo un problema visual.
Vuelo 2°.- Kiev-Bangkok (habíamos salido a pasar el día en la ciudad): acceso rápido y con personal encantador. ¡Estos se han equivocado de profesión! Ningún problema con el equipaje de mano.
Vuelo 3°.- Dong Muang-Kuala Lumpur. Conseguimos hacer el autocheck-in en la correspondiente máquina automática. Tal vez, el aeropuerto de Kuala Lumpur - y lo digo por la experiencia de diez años y no de este viaje-, sea el más amistoso del mundo.
Vuelo 4°.- Kuala Lumpur-Gold Coast. No hay contratiempos, ni con el equipaje, ni con el embarque. Ni siquiera, para ingresar, a Australia, dado que no nos piden ni la ETA, ni te colocan sello de entrada en el pasaporte. Pero si, en la aduana. Un perro, ya veterano y de aspecto cansado, olisquea a conciencia todos los equipajes en busca de queso, productos de origen animal, plantas, flores... Parece mentira, que después de 20.000 kilómetros de vuelos, sea un can el que decida tu futuro en este país. Harto tiene, que estar ya, de oler calcetines, bragas y gayumbos sucios.
Las aerolíneas de bajo coste del octavo viaje largo
De un total de 14 vuelos, que hemos llevado a cabo, diez han sido de compañías de bajo coste, que operan en Asia y Oceanía: Air Asia, Scoot, Lion Air y Jetstar. Vamos a contaros, brevemente, como nos ha ido con cada una de ellas:
Air Asia, tiene su base de operaciones en la capital de Malasia. En términos generales y con relativa diferencia, se trata de la mejor línea aérea en todos los aspectos, quitando en el tamaño de los asientos y el hueco para las piernas. La aplicación de la compañía resulta sencilla y muy intuitiva, aunque en momentos puntuales se cuelga. Las máquinas de autocheck-in te facilitan mucho la vida, dado, que obtienes tu mismo la tarjeta de embarque y si no llevas equipaje, no tienes que pasar siquiera por el mostrador de facturación (no está disponible para todos los vuelos, especialmente, si hay visados de por medio)
Como ya se ha indicado, podrían mejorar los asientos y la distancia para los pies. El personal es bastante atento y los tiempos de embarque y desembarque suelen ser rápidos. Ni en esta ni en ninguna de las compañías, os podemos hablar de los servicios a bordo, como comida o bebida, porque no los utilizamos.
Sin lugar a duda, los precios de esta aerolínea son los más competitivos, especialmente, para volar desde Kuala Lumpur, a Tailandia, Indonesia, Singapur y Myanmar. Por ejemplo, nosotros por un Kuala Lumpur-Bali-Kuala Lumpur, pagamos 60 euros.
Scoot, ubica su centro de operaciones en Singapur. Ya sabíamos, que es la mejor en dimensiones en los asientos y espacio para las piernas y por eso apostamos por ella para el largo vuelo nocturno, entre Sydney y Singapur y no nos equivocamos. La aplicación no funciona mal, pero podrían mejorarla y hacerla más visual. Pero, es efectiva para hacer las reservas sin quebraderos de cabeza.
No vimos máquinas de autocheck-in y en los mostradores, hemos tenido varias experiencias: en Japón, el año pasado, resultó eterno; mientras, que en Sydney este año, ha sido muy rápido. El personal de a bordo se muestra bastante amable. Es la segunda en buenos precios, pudiéndose encontrar chollos, como un Osaka-Bangkok, por 50 euros, que tomamos el año pasado.
Jetstar, es una aerolínea con base, en Melbourne. La aplicación para las reservas por internet no es mala, pero te hacen pasar por muchas pantallas, vendiendote de todo y cuando llegas al final, estas bastante agotado (eso, si no te han colado algún extra). Es la única, que no te pide código de verificación por SMS.
Los check-in fueron rápidos, aunque tocan demasiado las narices con el equipaje, el vuelo de vuelta, si teníamos la ETA de Australia (que no nos la pidieran, ni siquiera, las autoridades australianas)... Los espacios para las piernas y las dimensiones de los asientos son correctos, sin más, al igual, que el personal de cabina. Resulta casi imposible encontrar chollos, pero sus precios si son más bajos, que los de una aerolínea normal.
Lion Air, es una compañía, que dispone de su base de operaciones, en Jakarta. Sin duda, se trata de la peor de todas -con diferencia- en todos los aspectos y nos pensaríamos mucho volverla a contratar ( ha sido la primera vez, que hemos volado con ellos)
La aplicación no es muy mala para hacer búsquedas, pero nosotros no conseguimos reservar con ella, así, que tuvimos que contratar sus vuelos con el portal Budgetair. Los aviones están bastante bien, siendo correcta la distancia entre filas y los asientos. De precios, esta al mismo nivel que la anterior, por lo que normalmente, os tendréis, que rascar el bolsillo, más que con las dos primeras .
La experiencia más negativa, la tuvimos con el personal de tierra, muy joven y poco formado para las situaciones poco comunes. Si viajas de madrugada -como fue nuestro caso- y no hay un superior para asesorarlos en situaciones poco comunes, te pueden llegar a dejar en tierra. En términos generales, no recomiendo esta aerolínea, salvo en casos de extrema necesidad.
La única compañía de las cuatro, que nos hizo pesar el equipaje y no de muy buenas formas, fue Jetstar.
Air Asia, tiene su base de operaciones en la capital de Malasia. En términos generales y con relativa diferencia, se trata de la mejor línea aérea en todos los aspectos, quitando en el tamaño de los asientos y el hueco para las piernas. La aplicación de la compañía resulta sencilla y muy intuitiva, aunque en momentos puntuales se cuelga. Las máquinas de autocheck-in te facilitan mucho la vida, dado, que obtienes tu mismo la tarjeta de embarque y si no llevas equipaje, no tienes que pasar siquiera por el mostrador de facturación (no está disponible para todos los vuelos, especialmente, si hay visados de por medio)
Como ya se ha indicado, podrían mejorar los asientos y la distancia para los pies. El personal es bastante atento y los tiempos de embarque y desembarque suelen ser rápidos. Ni en esta ni en ninguna de las compañías, os podemos hablar de los servicios a bordo, como comida o bebida, porque no los utilizamos.
Sin lugar a duda, los precios de esta aerolínea son los más competitivos, especialmente, para volar desde Kuala Lumpur, a Tailandia, Indonesia, Singapur y Myanmar. Por ejemplo, nosotros por un Kuala Lumpur-Bali-Kuala Lumpur, pagamos 60 euros.
Scoot, ubica su centro de operaciones en Singapur. Ya sabíamos, que es la mejor en dimensiones en los asientos y espacio para las piernas y por eso apostamos por ella para el largo vuelo nocturno, entre Sydney y Singapur y no nos equivocamos. La aplicación no funciona mal, pero podrían mejorarla y hacerla más visual. Pero, es efectiva para hacer las reservas sin quebraderos de cabeza.
No vimos máquinas de autocheck-in y en los mostradores, hemos tenido varias experiencias: en Japón, el año pasado, resultó eterno; mientras, que en Sydney este año, ha sido muy rápido. El personal de a bordo se muestra bastante amable. Es la segunda en buenos precios, pudiéndose encontrar chollos, como un Osaka-Bangkok, por 50 euros, que tomamos el año pasado.
Jetstar, es una aerolínea con base, en Melbourne. La aplicación para las reservas por internet no es mala, pero te hacen pasar por muchas pantallas, vendiendote de todo y cuando llegas al final, estas bastante agotado (eso, si no te han colado algún extra). Es la única, que no te pide código de verificación por SMS.
Lion Air, es una compañía, que dispone de su base de operaciones, en Jakarta. Sin duda, se trata de la peor de todas -con diferencia- en todos los aspectos y nos pensaríamos mucho volverla a contratar ( ha sido la primera vez, que hemos volado con ellos)
La aplicación no es muy mala para hacer búsquedas, pero nosotros no conseguimos reservar con ella, así, que tuvimos que contratar sus vuelos con el portal Budgetair. Los aviones están bastante bien, siendo correcta la distancia entre filas y los asientos. De precios, esta al mismo nivel que la anterior, por lo que normalmente, os tendréis, que rascar el bolsillo, más que con las dos primeras .
La experiencia más negativa, la tuvimos con el personal de tierra, muy joven y poco formado para las situaciones poco comunes. Si viajas de madrugada -como fue nuestro caso- y no hay un superior para asesorarlos en situaciones poco comunes, te pueden llegar a dejar en tierra. En términos generales, no recomiendo esta aerolínea, salvo en casos de extrema necesidad.
La única compañía de las cuatro, que nos hizo pesar el equipaje y no de muy buenas formas, fue Jetstar.
miércoles, 6 de marzo de 2019
Iberia
Todas las fotos de este post son de nuestro viaje, a China, en 2.009
Creo recordar, que no volamos con ellos desde hace una década, cuando en el aeropuerto de Roma nos tuvieron, que recargar de una salvaje huelga, de Alitalia, con la que teníamos contratado un Estambul-Madrid. Dos años antes, habíamos hecho con ellos, un Madrid-El Cairo-Madrid. El avión nos pareció viejo y los asientos algo incómodos, pero la comida resultó excelente. Casi al revés, de lo que nos ha ocurrido en esta ocasión .
Escribo este post de Iberia, fundamentalmente, porque es el vuelo más largo, que hemos realizado en nuestras vidas, superando por una media hora, un Seul-Estambul, que llevamos a cabo en noviembre, de 2015.
El avión -un Airbus 330- resultó ser bastante nuevo. El embarque y el desembarque, bastante rápidos y eficientes. El espacio entre asientos, correcto, sin más, aunque nosotros tuvimos suerte. Aparte de tocarnos ventanilla y por tanto, viajar los dos solos, nos alojaron en la fila 45, donde la forma de la aeronave hace un entrante lateral, que te permite manejar muchas más posiciones.
.El personal de vuelo, normal: ni muy esmerado -algunas de las azafatas eran ya algo mayores-, ni desagradable. Todo un detalle, que una de las auxiliares de cabina (que es china), hablara, además de su idioma, inglés y español, a pesar de que en el avión, viajaban muchos mas chinos, que hispanos.
También, nos hemos disfrutado del mejor entretenimiento a bordo, de todos los que hemos conocido a lo largo de tantos vuelos. Una interfaz atractiva, rápida con un montón de películas, juegos, música...y por supuesto todos los datos del vuelo y las imágenes actualizados al momento como si fueras tú el que pilotara el avión.
Hasta aquí, todo incluso, mejor de lo esperado. Pero al llegar al tema de la comida, toda la valoración cae en picado. Y eso, que la cosa empezó bien. A la hora de despegar, nos sirvieron una bandeja, en nuestro caso de carne -habiendolo pollo con arroz, también- con noodles y verduras, una ensalada de patatas, alubias, tomates y aceitunas y rodajitas de frutas. Puedes pedir cerveza o vino, aunque no repetir y el alcohol, se paga aparte. Todo dentro de lo normal, en lo que corresponde a las compañías de bandera europeas (otra cosa son las del Golfo Pérsico o Turkish)
Nosotros esperábamos un tentempié a medio vuelo y otra comida final, pero la cosa no sucedió, exactamente, así. En la hora siete de vuelo, nos entregan medio sándwich -no podía ser uno- vegetal casi vacío y un vasito de zumo de naranja o agua.
Hay, que esperar hasta la hora trece para un nuevo servicio de alimentación. Es decir: nos han tenido once horas con medio sándwich y un zumo. Lo que ahora llega es una caja alargada, muy bonita por fuera. ¡Parece la cesta de Navidad, de Iberia!, aunque nos tememos lo peor, en cuanto al contenido.
Se trata del desayuno. Y yo me pregunto, ¿como se puede desayunar a las seis de la tarde, que son?. Si aplicamos el horario de origen, sería la una de la madrugada, por lo que lo normal habría sido, comida o cena. Pero parece ser, que hay que ahorrar, después de las tarifas que nos cascan. El contenido en cuestión: un apestoso bocadillo, casi congelado, con un pan áspero, que hace bola y con finas rodajas de mortadela y queso, unos trozos de fruta, un yogurt y una chocolatina.
Ninguna ronda más de bebida -sino la pides y ceñida a agua-, a lo largo de todo el vuelo. Eso sí: en las comidas, todo el café y el te, que quieras, hasta que acabes de los nervios.
Desde luego, no volveremos a hacer un vuelo de esta duración con esta compañía, a no ser, que no existan otras opciones, como ocurrió esta vez (la siguiente oferta era casi más de 150 euros superior).
Creo recordar, que no volamos con ellos desde hace una década, cuando en el aeropuerto de Roma nos tuvieron, que recargar de una salvaje huelga, de Alitalia, con la que teníamos contratado un Estambul-Madrid. Dos años antes, habíamos hecho con ellos, un Madrid-El Cairo-Madrid. El avión nos pareció viejo y los asientos algo incómodos, pero la comida resultó excelente. Casi al revés, de lo que nos ha ocurrido en esta ocasión .
Escribo este post de Iberia, fundamentalmente, porque es el vuelo más largo, que hemos realizado en nuestras vidas, superando por una media hora, un Seul-Estambul, que llevamos a cabo en noviembre, de 2015.
El avión -un Airbus 330- resultó ser bastante nuevo. El embarque y el desembarque, bastante rápidos y eficientes. El espacio entre asientos, correcto, sin más, aunque nosotros tuvimos suerte. Aparte de tocarnos ventanilla y por tanto, viajar los dos solos, nos alojaron en la fila 45, donde la forma de la aeronave hace un entrante lateral, que te permite manejar muchas más posiciones.
.El personal de vuelo, normal: ni muy esmerado -algunas de las azafatas eran ya algo mayores-, ni desagradable. Todo un detalle, que una de las auxiliares de cabina (que es china), hablara, además de su idioma, inglés y español, a pesar de que en el avión, viajaban muchos mas chinos, que hispanos.
También, nos hemos disfrutado del mejor entretenimiento a bordo, de todos los que hemos conocido a lo largo de tantos vuelos. Una interfaz atractiva, rápida con un montón de películas, juegos, música...y por supuesto todos los datos del vuelo y las imágenes actualizados al momento como si fueras tú el que pilotara el avión.
Hasta aquí, todo incluso, mejor de lo esperado. Pero al llegar al tema de la comida, toda la valoración cae en picado. Y eso, que la cosa empezó bien. A la hora de despegar, nos sirvieron una bandeja, en nuestro caso de carne -habiendolo pollo con arroz, también- con noodles y verduras, una ensalada de patatas, alubias, tomates y aceitunas y rodajitas de frutas. Puedes pedir cerveza o vino, aunque no repetir y el alcohol, se paga aparte. Todo dentro de lo normal, en lo que corresponde a las compañías de bandera europeas (otra cosa son las del Golfo Pérsico o Turkish)
Nosotros esperábamos un tentempié a medio vuelo y otra comida final, pero la cosa no sucedió, exactamente, así. En la hora siete de vuelo, nos entregan medio sándwich -no podía ser uno- vegetal casi vacío y un vasito de zumo de naranja o agua.
Hay, que esperar hasta la hora trece para un nuevo servicio de alimentación. Es decir: nos han tenido once horas con medio sándwich y un zumo. Lo que ahora llega es una caja alargada, muy bonita por fuera. ¡Parece la cesta de Navidad, de Iberia!, aunque nos tememos lo peor, en cuanto al contenido.
Se trata del desayuno. Y yo me pregunto, ¿como se puede desayunar a las seis de la tarde, que son?. Si aplicamos el horario de origen, sería la una de la madrugada, por lo que lo normal habría sido, comida o cena. Pero parece ser, que hay que ahorrar, después de las tarifas que nos cascan. El contenido en cuestión: un apestoso bocadillo, casi congelado, con un pan áspero, que hace bola y con finas rodajas de mortadela y queso, unos trozos de fruta, un yogurt y una chocolatina.
Ninguna ronda más de bebida -sino la pides y ceñida a agua-, a lo largo de todo el vuelo. Eso sí: en las comidas, todo el café y el te, que quieras, hasta que acabes de los nervios.
Desde luego, no volveremos a hacer un vuelo de esta duración con esta compañía, a no ser, que no existan otras opciones, como ocurrió esta vez (la siguiente oferta era casi más de 150 euros superior).
La muralla china
Todas las fotos de este post son de nuestro viaje, a China, en 2.009
Y llegó el día de dirigirnos, casi temblorosos, al aeropuerto, de Taipei .¿Nos darán las dos tarjetas de embarque? La respuesta es no. Mal empezamos. Nos cuesta incluso, que nos den las del primer vuelo. El joven chico del mostrador, duda y pasamos unos minutos de angustia, hasta que un superior más veterano, le indica que nos las entregue, que ya en Shanghái, no nos pondrán problemas. ¡Eso quiero yo verlo!
Todas las líneas chinas, que hemos tomado -y no han sido pocas- nos han parecido baratas y buenas y ocurre lo mismo, con China Airlines: asientos amplios y para un vuelo de hora y medio, un enorme plato de pollo, verduras y arroz, además de una especie de ensaladilla y una ensalada de fruta. ¡Casi lo mismo, que nos darían al día siguiente, durante las casi quince horas, que duró el vuelo de Iberia! Pero de eso, ya hablaremos en la siguiente entrada.
Encogemos la respiración, según ascendemos, pero no nos da mucho tiempo a pensar, porque al salir, ya hay varios chinos mandándote a diferentes colas, según tu situación. Nos dirigen a unas máquinas, donde debemos escanear el pasaporte y después poner los cuatro dedos de cada mano y luego, los pulgares. Sale un papelito, donde pone OK. Caminamos y sobre una mesa, rellenamos el documento de inmigración, de color amarillo, que es corto y sencillo de rellenar. Nos ponemos a una cola.
Ha habido un malentendido. Esa sola es para los que llevan la visa ya hecha desde su país de origen, por lo que todo lo que hemos hecho no ha servido para nada. Debemos ir a otra, mucho más larga y rellenar una tarjeta azul, que es algo más compleja y que se compone de dos partes: una para la entrada y otro para la salida.
En la fila, como cabía esperar, todo tipo de casos. El más dramático, el de una pareja francesa -solo hablan ese idioma-, que ha volado con Air France y como el avión se ha retrasado mucho, han perdido el vuelo de enlace, a Melbourne, donde van a visitar a familiares. No pregunta la mujer compungida, si tendrán problemas para entrar y les mentimos. Lo que pensamos, en realidad es, que los van a retener y mucho con lo cuadriculados, que son los chinos. Ahora mismo, no tienen un vuelo a un tercer país, que es la condición indispensable para que te den está visa de tránsito (máximo, 144 horas)
Aún desconocemos -porque nosotros estábamos unos quince puestos por delante en la cola-, como resultó ser el desenlace de esta preocupante situación: ¿habrán llegado a Melbourne o por el contrario, estarán a pan y agua en una cárcel china?
Tras hora y cuarto de lentos avances, llegamos al patíbulo. Al menos, la chica, que nos atiende, sonríe (con los ojos, porque en la boca lleva una máscara) Le entregamos los dos pasaportes y el móvil con el e-ticket en pantalla. Se lo empiezan a pasar de unos a otros, mientras tratamos de mantener el tipo. Quizás, no tardaron más de lo normal, pero a nosotros nos pareció el infinito.
Nos ponen una pegatina en el pasaporte y hay que colocarse delante de otra máquina, que te saca una foto y en la que debes poner todos los dedos de las dos manos -una a una-, menos los pulgares. Si los dos círculos de la pantalla salen en verde, vas para adentro.
Hay, que decir, que el adhesivo, que te colocan, tiene como fecha fin el día de tu vuelo y no las 144 horas. En nuestro caso, embarcamos a la mañana siguiente, unas 16 horas después de este momento.
Conseguimos dormir algo, a pesar de que los chinos se pasan el día -y la noche- gritando y circulando a toda velocidad, como bólidos, con los carritos de aeropuerto llenos de bultos. Casi más peligroso, que transitar por una calle de India.
Y llegó el día de dirigirnos, casi temblorosos, al aeropuerto, de Taipei .¿Nos darán las dos tarjetas de embarque? La respuesta es no. Mal empezamos. Nos cuesta incluso, que nos den las del primer vuelo. El joven chico del mostrador, duda y pasamos unos minutos de angustia, hasta que un superior más veterano, le indica que nos las entregue, que ya en Shanghái, no nos pondrán problemas. ¡Eso quiero yo verlo!
Todas las líneas chinas, que hemos tomado -y no han sido pocas- nos han parecido baratas y buenas y ocurre lo mismo, con China Airlines: asientos amplios y para un vuelo de hora y medio, un enorme plato de pollo, verduras y arroz, además de una especie de ensaladilla y una ensalada de fruta. ¡Casi lo mismo, que nos darían al día siguiente, durante las casi quince horas, que duró el vuelo de Iberia! Pero de eso, ya hablaremos en la siguiente entrada.
Encogemos la respiración, según ascendemos, pero no nos da mucho tiempo a pensar, porque al salir, ya hay varios chinos mandándote a diferentes colas, según tu situación. Nos dirigen a unas máquinas, donde debemos escanear el pasaporte y después poner los cuatro dedos de cada mano y luego, los pulgares. Sale un papelito, donde pone OK. Caminamos y sobre una mesa, rellenamos el documento de inmigración, de color amarillo, que es corto y sencillo de rellenar. Nos ponemos a una cola.
Ha habido un malentendido. Esa sola es para los que llevan la visa ya hecha desde su país de origen, por lo que todo lo que hemos hecho no ha servido para nada. Debemos ir a otra, mucho más larga y rellenar una tarjeta azul, que es algo más compleja y que se compone de dos partes: una para la entrada y otro para la salida.
En la fila, como cabía esperar, todo tipo de casos. El más dramático, el de una pareja francesa -solo hablan ese idioma-, que ha volado con Air France y como el avión se ha retrasado mucho, han perdido el vuelo de enlace, a Melbourne, donde van a visitar a familiares. No pregunta la mujer compungida, si tendrán problemas para entrar y les mentimos. Lo que pensamos, en realidad es, que los van a retener y mucho con lo cuadriculados, que son los chinos. Ahora mismo, no tienen un vuelo a un tercer país, que es la condición indispensable para que te den está visa de tránsito (máximo, 144 horas)
Aún desconocemos -porque nosotros estábamos unos quince puestos por delante en la cola-, como resultó ser el desenlace de esta preocupante situación: ¿habrán llegado a Melbourne o por el contrario, estarán a pan y agua en una cárcel china?
Tras hora y cuarto de lentos avances, llegamos al patíbulo. Al menos, la chica, que nos atiende, sonríe (con los ojos, porque en la boca lleva una máscara) Le entregamos los dos pasaportes y el móvil con el e-ticket en pantalla. Se lo empiezan a pasar de unos a otros, mientras tratamos de mantener el tipo. Quizás, no tardaron más de lo normal, pero a nosotros nos pareció el infinito.
Nos ponen una pegatina en el pasaporte y hay que colocarse delante de otra máquina, que te saca una foto y en la que debes poner todos los dedos de las dos manos -una a una-, menos los pulgares. Si los dos círculos de la pantalla salen en verde, vas para adentro.
Hay, que decir, que el adhesivo, que te colocan, tiene como fecha fin el día de tu vuelo y no las 144 horas. En nuestro caso, embarcamos a la mañana siguiente, unas 16 horas después de este momento.
Conseguimos dormir algo, a pesar de que los chinos se pasan el día -y la noche- gritando y circulando a toda velocidad, como bólidos, con los carritos de aeropuerto llenos de bultos. Casi más peligroso, que transitar por una calle de India.
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