Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Cosas australianas (parte II)

                                      Todas las fotos de este post son, de Brisbane (Australia)

          -El aire acondicionado está por todas partes y funcionando. Con temperaturas exteriores de unos dieciocho grados, la mayoría de grandes tiendas, supermercados y centros comerciales, se encuentran climatizados con frío, a mediados de octubre (casi el incipiente inicio de la primavera austral).

          -Será una percepción mía -que tengo alta sensibilidad de captación -, pero en los primeros días en el país y por la calle, apenas vimos personas mayores y perros. Después ya, deje de fijarme en esas cosas, así que no considereis este aspecto, como totalmente fiable.

          -Como, en Corea de Sur - no hemos estado en la del norte-, comercializan un dulce, que llama donut español. Se trata de nuestros churros de toda la vida, aunque muchísimo más caros y, a veces, rellenos de chocolate y otras cosas.

          -Fuera de los no muy numerosos mercados, en la Australia, que nosotros visitamos, no encontramos vendedores callejeros, ni músicos de poca -o mucha- monta, ni repartidores de publicidad, ni pelmas, ni pesados...Además, existen muy pocas tiendas chinas, tal y como las entendemos aquí. Muchas menos, que en Europa.

          -Nos llamó la atención, también y en comparación con otras partes del mundo, la relativa escasez de taxis y de motocicletas.

            -Muy pocos bares, al estilo de como lo entendemos, en Europa. Predominan más las cadenas internacionales, tipo Sturbacks o las tiendas, que funcionan las 24 horas. Existen algunos antiguos hoteles, que si se han convertido en lugares lúdicos para tomar cerveza o vino y dónde también, te puedes alojar. ¡Todo un servicio completo!

          -Algo muy constructivo y orientado a la vida saludable: puntúan del 1 al 5 con estrellas, lo sanos o no, que son los productos de alimentación y colocan dicho resultado en el exterior de los envases. Por ejemplo: una lata de sardinas en aceite de soja es, 4,5 estrellas adecuada para el consumo. ¡ No sé yo!

           -En muchos centros comerciales y hasta en algunos restaurantes concretos, existen lugares habilitados para que puedas llevar tu propia comida - proceda, de donde proceda- y te la puedes comer allí, sin dar más explicaciones. No nos engañemos: esto en la España idiota de hoy en día, quedaría bastante cutre, según nuestra rancia mentalidad.

          -El agua de la lluvia fluye de miedo, pero el caso es, que vimos muy pocas alcantarillas o salidas de evacuación.

          -En este país, hasta los chinos, los indios, los sudamericanos...son sosos y muy acomodados. Nada de tener el negocio todo el día abierto y muchas veces, ni siquiera gestionan tiendas y trabajan, como asalariados. ¡ Y me parece muy bien! No lo digo con desprecio o con ironía, simplemente, constato lo que vemos.

          -Resulta raro, ver a un australiano o australiana, indignados en medio de la calle. Ante cualquier eventualidad -supuestamente-, conflictiva-, te sueltan un anodino y sórdido "sorry", te hayan hecho algo ellos o se lo hayas hecho tú y la vida sigue sin más complicaciones. Como, en Londres o en Nueva York. ¡Nada nuevo!

           -El maldito, asqueroso y cansino "Despacito", después de más de un año de que viera la luz, aún sigue sonando, en Australia, mucho más a menudo de lo quenosotros quisiéramos. ¡Porca miseria!

          Seguro, que podría añadir muchas más curiosidades, pero como he dicho, después de tres días en el país, deje de apuntarlas.

martes, 12 de febrero de 2019

Cosas australianas (parte I)

                                     Todas las fotos de este post son, de Brisbane (Australia)

          Llevamos tan solo dos días en este país, pero ya nos vamos haciendo a la idea de algunas de las características de sus habitantes, de su estilo de vida y de sus gentes ( siempre, claro, a través de nuestro filtro subjetivo).

          Unas nos gustan y otras, un poco menos. Desde luego y como cuando estudias un idioma, es en los primeros días, cuando más aprendes y más te chocan las cosas. Después, vas más lento e incluso, te vas adaptando al entorno. Por eso, no quiero seguir adelante, sin esbozar, las primeras sensaciones, que nos trasmite este país tan lejano.

          Aquí, las expongo, tal como me vienen a la mente y sin un orden determinado:

           -Los australianos nos parecen desconfiados y huraños. ¡Hala, ya lo he dicho! Podría dar muchos ejemplos, pero el que más nos molesta es, que nos cobren un depósito por entregarnos la llave de la habitación del hotel o por las causas, que en ese momento, sean capaces de generar a través de su invención. Y esa retención de dinero injusta, nunca equivale al precio real de la llave o tarjeta extraviada de apertura de la puerta, sino que por el contrario, puede llegar a suponer la mitad de la tarifa de la habitación. No lo habíamos visto en ningún país del mundo. Es verdad, que siempre te lo devuelven, pero la mala leche ya no te la quitas de encima.

       Sorprendentemente, hemos constatado esta misma mañana, al visitar los supermercados, de Brisbane, que muchas veces, cuesta más el pan de un bocadillo, que el relleno, que le metes dentro. Por ejemplo, por una lata de sardinas en aceite, nos pidieron 65 céntimos de dólar, mientras el pan, nos salió por uno y medio. El truco consiste y si quieres resolver este asunto, en comprar pan de molde y dividirlo para varios días.

           -A veces - no pocas-, debes pagar más por dos literas en el dormitorio compartido de un hotel, que por una habitación doble en ese mismo establecimiento. Ni siquiera, después de casi un mes de estancia, acabamos entendiendo esta lógica, tan australiana.

          -Comisiones por todo: ya sea por el cambio de moneda -cuyas tasas nunca están demasiadas claras y siempre es favorable para ellos- o por el uso de tarjetas de crédito, llegando en este caso, al 1,5% de añadido. Es en el único país de este viaje largo - y de otros muchos anteriores-, donde nos ha ocurrido. Resulta, realmente, molesto, que te vean, como un euro con patas.

           -Los centros comerciales, los supermercados, las tiendas, en general...Todos abren los siete días de la semana y a veces, hasta las 12 de la noche. ¿ No era un síntoma del progreso y de la civilización, la conciliación de la vida laboral con la familiar ?

          -Sin generalizar, porque acarrea injusticia, aunque es, lo que hemos visto hasta ahora, los wifis son peores, se cortan más y son más lentos, que en el tercer mundo -no exagero- y muchas veces, no salen gratis, sino que debes asumir un elevado coste.

           -Sin especialitos, también, con el tema de la electricidad, debiendo tener sus propios enchufes. Cinco adaptadores hemos traído, de clavijas diferentes y no nos sirve ninguno. Toca gastarse casi diez euros para comprar un nuevo adaptador, que tirar a la basura, una vez, que hayamos abandonado este país y Nueva Zelanda.

          -Entiendo, que las cadenas de supermercados WoolWorth y Coles, son ya más, que centenarias. Pero eso no es obice, para que sus instalaciones fueran un poco más modernas y atractivas. Por otra parte, no abundan los centros comerciales en las grandes ciudades de este país, como puede ocurrir en Europa o en Estados Unidos.

           -Existen decenas y decenas de tiendas de souvenirs -muchas de ellas, ubicadas por debajo del nivel de la acera, que en realidad, venden casi todo tipo de objetos y artilugios, salvo comida. A lo largo del viaje, constatamos, sin embargo, que esto es un rasgo, de Brisbane o Melbourne, que no siempre es extensible al resto de la nación.
         
          -Usan bolsas de papel para vender y entregarte las bebidas. Tienen un taco de ellas sobre el mostrador, por ejemplo, en las tiendas de bebidas espirituosas y van cortando una a una, para depositar en ellas el vino, la ginebra o las cervezas. En los supermercados son de plástico y, por supuesto, de pago.

Brisbane

                                                 Todas las fotos de este post son, de Brisbane

          Llevamos dos días, y medio, en Brisbane y no ha dejado de llover ni un solo minuto. Tenemos la sensación, ya casi constatada, de que nos encontramos entre gentes tolerantes y aburridas, que no suelen hacer mucho caso, a lo que no sea costumbre anglosajona de toda la vida, más allá de haberse impregnado algo, de los numerosos garitos de cocina internacional asiática, que aquí lo invaden todo. Salvo, por el "Despacito", que aún aquí y como si se hubiera lanzado ayer, sigue sonando a todas horas: al menos en esta ciudad.

          Los españoles, tan amables, que nos encontramos en Surfers Paradise, nos dijeron, que Brisbane, no merecía la pena, pero se equivocan,  tal vez, porque ellos trabajan en este país y se limitan a escapadas esporádicas (está nación es muy grande).

          Su patrimonio monumental es exquisito -aunque no antiguo- y se incrusta, con perfección milimétrica, entre los grandes rascacielos y todo aderezado por la majestuosidad del sublime y majestuoso río.


          Se trata, tal vez - y hemos visto cientos de ellas-, de la ciudad más sostenible y humanizada, que conocemos en el mundo. La pena es, que llueve muchísimo, pero hasta eso está preparado. Son decenas las calles peatonales semitechadas y muchos los centros comerciales, tiendas o entretenimientos, para cuando diluvia.

          Su magnífica playa artificial; la pagoda nepalí, de la Expo de 1988; sus puentes -esoectacular es el colgante-; sus más de cien museos o edificios gratuitos - el ayuntamiento o el parlamento, por ejemplo-; su "exótico" Chinatow...deben no hacernos dudar y pasar aquí, alegremente, un par de días.

          Por lo demás, os sigo contando cosas de los australianos, pero será ya, a lo largo del próximo post.

lunes, 11 de febrero de 2019

20.000 kilómetros volando y la decisión la toma un perro

                   Las tres primeras son, de Surfers Paradise y el resto, de Brisbane (Australia)

          Pues si. Después de más de 20.000 kilómetros recorridos, 21 horas efectivas de vuelo en asientos incómodos - más las largas esperas en los aeropuertos- es un perro desganado y vestido con un trajecito rojo, el que te huele a ti y a tu equipaje. Es el último control de ingreso en el aeropuerto, de Gold Coast, y es quien tiene la última palabra para decir si eres apto o no  para entrar, en Australia.

          El ingreso al país, ha sido más tranquilo de lo esperado,  aunque nos hemos visto sobresaltados, de nuevo, por las tarjetas - que como en viajes anteriores- han formado parte de nuestro martirio.

          Primero, las de crédito, que se negaban a pasar por la máquina de lectura del autobús del aeropuerto y después, las de los dos teléfonos de Simyo, que siguen sin dar señales de vida y no aceptan el roaming de voz - el de datos está  restringido- y que amenazan con reeditar la pesadilla del año pasado, en cuanto tratemos de reservar un vuelo, con confirmación por SMS.

          Por lo demás y con algo de incertidumbre, tratamos de sacar nuestras primeras conclusiones y tomar nota de las curiosidades de este nuevo país.

          Por cierto, hemos visto, encontrado y charlado con más españoles hoy, que en los 20 dias que estuvimos en Tailandia. Y, nos ha sorprendido.

          Nos da la sensación, de que esta gente australiana es muy anglosajona. Brisbane huele más a Londres o a Nueva York, que a una isla en medio del Pacífico. Menos mal, que los restaurantes internacionales  -sobre todo, asiáticos -, alivian un poco el tema gastronómico.

          Nos ha llamado la atencion, desde nuestra llegada, a Surferos Paradise, que algunos de los pasos de cebra son muy raros y los semáforos duran solo unos pocos segundos para los peatones, por lo que tenemos que cruzar a toda prisa, saltando, como los canguros. Son los lugareños, muy educados -aunque frios-, a pesar de que nadie respete un semáforo en rojo.

          Aunque Surfers Paradise es muy turístico y parece que hay muchos asiáticos tratando de ganarse un jornal, el alojamiento es carísimo, aunque creemos, que en cuanto salgamos para otras zonas con más oferta mochilera, nuestro presupuesto irá bajando. De todas formas, nos ha coincidido el fin de semana y tienen la insana costumbre de subir los precios de los hoteles en este periodo.

          Cuando entras la primera vez al super, te asustas, pero sino eres caprichoso, hay ofertas buenísimas al 50%, durante todo el día. Y otros precios muy accesibles: alubias con albóndigas, unos 65 céntimos; lo mismo, que una cerveza de 33 centilitros - comprándolas de 30 en 30- ; 1,20 euros, dos litros de zumo de naranja; 80 céntimos por una bandeja de shusi de ocho piezas; 40 céntimos por una lata de sardinas en aceite vegetal o poco más de dos euros por una botella de vino tinto.

         Mira, que siempre había oído, que los vinos eran algo, que teníamos, que evitar, a lo largo de nuestra estancia, debido a su elevado precio. ¡Nada más lejos de la realidad! El alcohol es otra cosa, que no se permiten ni ellos.

          La lastima es, que hemos encontrado la maravillosa playa, de Surfers Paradise, a 19 grados y con un viento con fuerza de tifón. Cuando ayer en Kuala Lumpur, a 33 grados, babeabamos por pegarnos un reconfortante e idílico baño.

domingo, 10 de febrero de 2019

Bienvenidos al lugar más asqueroso del mundo: Pattaya (parte III)

                                     Esta es  de Pattaya y las demás, de Bangkok (Tailandia)

          Sabía yo, que Pattaya, iba a dar para otro post y así ha sido. Andaba desesperado buscando vuelos para Melbourne, Sydney o Gold Coast, con el único alivio de que el Valladolid,vva por su tercera victoria seguida, tras vencer al Huesca, cuando trasteando por la escalera del hotel - porque el wifi no llega hasta la habitación - mi esposa decide irse a comprar unos snacks y unas galletas al Seven Eleven.

          No pasa ni un minuto, cuando aparecen de la nada, en un hotel correcto y suficientemente transitado, tres chicas jóvenes guapísimas. Dos van delante, con mucha complicidad y aunque no se dirigen directamente a mi, queda clara su sutil propuesta. No sé muy bien, que papel jugaba la que cerraba la comitiva, aunque supongo, que se trata de movimientos ensayados y protocolarios, llevados a cabo con total cotidianidad, aunque a los visitantes nos pueda sorprender.

          Las chicas que se dedican a esto, en Pattaya, tiene un especial saber estar, que embruja, intimida y a la vez da pena. Apenas disfrutan de la veintena y posan y actúan,  preparadas para la ocasión, como si fueran esposas de banqueros, políticos o altos ejecutivos. Que diferencia con las jóvenes de los bares, de Bangkok, algo menos dotadas físicamente, pero simpatiquisimas, alegres y divertidas y mucho mas espontáneas.

          Pattaya no deja indiferente, pero no como algunos quieren justificar, por ser la ciudad del pecado. Que ofensa a Las Vegas. O de los escandalizados puritanos, que simplemente, la consideran, como Sodoma o Gomorra.

          La explicación es más sencilla y mundana: porque es un fenómeno inexplicable.¿Como es posible que un lugar cutre, inhóspito - Walking Street, más bien, se tendría que llamar sailing Street, porque cuando caen cuatro horas, se inunda-, de infraestructuras penosas y de playas bien feas, como demonios, pueda albergar un día tras otro, a miles de babosos y conseguir, que se desplacen más de diez mil kilómetros desde sus hogares, para tocarle el culo a plena luz del día, a una chica, mientras ponen cara de idiotas?

          Hoy, hemos vuelto a Bangkok. Aquí las chavalas - da igual superen la veintena y sean universitarias o despunten en su adolescencia - , visten larga falda negra y camisa blanca, día tallas más grandes que la que les correspondería. Se amontonan en los puestos de salchichas, pollo o dulces, que se sitúan a la puerta de sus centros escolares, con cara de felicidad e ingenuidad. ¡Que maravilla!

          La normalidad ha vuelto, mientras ponemos nuestro punto de mira, en Australia. Gold Coast nos espera.

Bienvenidos al lugar más asqueroso del mundo: Pattaya (parte II)

                                     Todas las fotos de este post son, de Pattaya (Tailandia)

          Si resulta difícil entender, como esos viejos cochambrosos, se meten 14 horas de avión, cuando por el mismo dinero y mucho menos esfuerzo, podrían tener varias prostitutas en su país de origen y en su propia casa, aún es más complicado encontrar una explicación al lugar elegido: Pattaya.

          Cuando uno viaja a Las Vegas, aparte de un mundo idílico, bien organizado, con la comida y el alojamiento muy baratos, recibes unos servicios adecuados y poco exagerados. Lo que pasa en Las Vegas, evidentemente y como todos sabemos, se queda en Las Vegas. Lo que pasa en Pattaya y con perdón del perjuicio, que ocasionaría a los notarios, mejor que no conste en ningún sitio.

          La playa de Pattaya es estrecha, sin olas, vacía  de personas, llena de barcos y sacos terreros, sobre su fina arena. Lo único apetecible en ella, son los mariscos, que a un precio elevado, venden aburridas vendedoras. El agua está sucia, oscura y asquerosa. Debes caminar varios kilómetros, con paciencia y después de una torre del reloj, acabas descubriendo un paseo marítimo irregular, por el que no pasea nadie.

          Es el paraíso de las alcantarillas: enormes, nuevas y metálicas, pero nadie se ha preocupado de constatar, que estuvieran al nivel adecuado para que el agua fluya sin obstáculos. Asi, está mañana, Walking Street - que es menos Walking, que otra cosa- lucia en su cuidado asfalto, más de treinta centímetros de agua, tras una tormenta, de las habituales aquí.

          Por supuesto, en búsqueda del dorado vinieron miles de personas, esperando hacerse ricas de la noche a la mañana. La mitad o más de los hoteles y restaurantes, están a medio construir o cerrados, pero esto es patrimonio de los empresarios visionarios del tercer mundo. ¡ Lo hemos visto tantas y tantas veces!

          Los otros tantos, que han conseguido sobrevivir, se creen con el derecho a cobrarte más del 50% por una habitación o por un plato, que en Bangkok, por ejemplo.

          Por supuesto, las calles no tienen aceras - aquí, cada negocio, hace la suya, si es que la hacen- o están ocupadas por cualquier cosa molesta y las motos campan a sus anchas y a sus largas. ¡ Un auténtico desastre!, al que nadie parece importar.

          El negocio típico es el bar con taburetes y música agradable, que aparecen en cualquier calle o rincón y que esperan a los babosos de turno. Son muchos, para el volumen actual de gente, pero están muy bien montados y con la cerveza barata ( algunos disponen de doce horas al día, de "hora feliz")

          Otros negocios pujantes son, los de la extensión de la visa, supungo, que para que los vejestorios, que hayan encontrado el ligue perfecto, puedan estirar su asquerosa luna de miel. Por el alojamiento, no hay problema, ya que hay muchas habitaciones que solo se alquilan por meses. Y, si lo que quieres es casarte, porque has encontrado aquí, al amor de tu vida, te pueden montar, sin problema, una boda exprés.

          Bienvenidos a Babosilandia.

sábado, 9 de febrero de 2019

Bienvenidos al lugar más asqueroso del mundo: Pattaya ( parte I)

                              Todas las fotos .de este post son, de Pattaya (Tailandia)

          He escrito muchas veces y ya aburro, sobre los supuestos paraísos del tercer mundo y pensé, que ya estaba cansado de hacerlo y curado de espanto. Pero, la capacidad de asombro no tiene límites, a pesar de haber visitado cerca de ciento treinta países en las tres últimas décadas. Ningún interés tendría yo, en Pattaya, sino fuera por mí vena profesional, la del periodismo, aunque ya no la ejerza en la actualidad. ¿ Serán verdad, todos los tópicos y cosas, que se cuentan por ahí de esta ciudad?

          He llegado a leer -es una pena, que cualquiera pueda escribir sobre algo, pero la bendita libertad tiene esas ventajas individuales-, que Pattaya se parece, a Benidorm y aun sigo dudando, de que el escribiente hasta estado en alguno de los dos sitios.

          Empiezo por el baboseo, por la esclavitud sexual, que el gobierno tailandés consiente y alienta y termino en un segundo post, hablando de las lamentables infraestructuras de este nauseabundo lugar. Aunque, como todavía no nos vamos de aquí - nos quedamos un día más - puede que la historia de para más .

          Llama la atención, que el nivel de belleza y cuerpos esculturales en esta ciudad, sea tan elevado y uno de forma ingenua piensa: "seguro, que las madres de aquí, han descubierto un cereal o una proteína, que saca a las chicas tan lustrosas".

          Aunque tras un día de peregrinación y comprobaciones, uno acaba descubriendo, que las afortunadas féminas proceden, como reclamo sexual, de toda Tailandia y países limítrofes. También llama la atención, que el nivel de los babosos sea tan bajo. Ninguno, por debajo de la cincuentena, gordos, dejados de la mano de Dios, mal vestidos, borrachos y que espetan a la chica de turno -con cincuenta años menos-: "come on baby".
          Hay algunos, no pocos, que tienen más destreza para no soltarse de la mujer, que para manejar su propia cachaba. Abolida -supuestamente- la esclavitud, el mundo mira para otro lado y consiente, que por una pequeña parte de la pensión, que cobran mensualmente muchos degenerados del primer mundo, haya chicas muy privilegiadas físicamente, trabajando como esclavas, sin ni siquiera saberlo y llevándose una mísera cantidad - más bien, en perfumes y copas, que en patrimonio-, del negocio, que ellas mismas generan .

          Las que son un poco menos guapas aquí - para mí, igual de atractivas- se aburren en los negocios de masajes, abusando de los tonos tan dulces, al ofrecer sus servicios, con o sin final feliz. Si eres un poco menos atractiva y aportas poco, la familia te endiña un carrito con sombrilla -todo un detalle-, para que vendas fruta, chucherías o cualquier otra mercancía .

          ¡Y, todavía, hay que leer a idiotas en internet, que comparan estos desmanes sesenteros y setenteros, con quedarte en casa haciendo crucigramas!

Pesadilla, camino del templo

            Esta y la última son, de Nhakon Rratchasima y el resto, de Phanom Rung (Tailandia)

          Cuando, decidimos acometer hace varios años, la excursión al templo de Phanom Rung, desde Nakhon Rratchasima, ya nos saltaron todas las alarmas y no nos faltaba razón.

          El lugar sagrado es de una belleza increíble y además, está prácticamente entero, pero ahí terminan las buenas noticias para el viajero independiente de presupuesto ajustado.

          Para colmo, el día previsto para la visita, cayó el diluvio universal y ni nos levantamos de la cama. Hay poca información en internet sobre este asunto y es muy confusa, por lo que vamos a arrojar algo de luz, contando nuestra experiencia.

          La estación nueva de autobuses, de Nakhon Rratchasima, está alejada del centro. Desde allí, circulan frecuentes microbuses, a Nang Rong (100 minutos, 64 baths). En esta localidad, un taxi a las ruinas sale por 800 baths -ida y vuelta- aunque regateando, se podría conseguir un precio más bajo, supongo.


          Si se opta por el bus, las salidas son cada hora, pero este no te deja en el templo, sino en un cruce de una población, que discurre a lo largo de la carretera (30 minutos, 30 baths, aunque a la vuelta, nos trataron de engañar y quisieron cobrarnos el doble, sin conseguirlo)

          Los vendoedores de la zona hablan de una distancia de cinco o seis kilómetros, hasta el templo, pero la realidad es, que son entre ocho y diez. Y a la ida, buena parte es cuesta arriba, porque el sitio sagrado (100 baths), se halla en lo alto de un volcán ya extinto, afortunadamente. No hay taxis, como tales, pero se puede negociar con un lugareños, aunque no saben ni los números en inglés.

          En nuestro caso, tuvimos suerte y tras andar un kilómetro, nos cogió, en su remolque, una furgoneta, que se desvió para dejarnos en la misma puerta. Y eso, a pesar de que no les pilla de camino. ¡Que gente tan amable!

          A la vuelta, con un calor extenuante llegar y sin agua, nos tocó andar 5 kilómetro, en incómodo descenso, hasta que otra camioneta de las mismas características, nos recogió. No podemos asegurar, a ciencia cierta, si hay algún medio de transporte público, que llegue hasta el santuario, pero en el tiempo que transitamos la carretera, solo vimos minibuses de agencias o autobuses grandes de grupos organizados.

          Para añadir algo más de tension al asunto, el desconcierto se adueñó de los lugareños, que no se ponían de acuerdo sobre la hora de paso del autobús de retorno, a Nang Rong, que finalmente, llegó a las dos de la tarde, en contra de lo que nos habían dicho.

          Nos habíamos levantado a las siete de la mañana y regresamos al hotel, a idéntica hora, pero de la tarde, habiendo tenido mucha suerte. Es lo que hay: doce horas para visitar un templo que vimos en veinte minutos.