Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

¡Y los planes salieron mal!

           En el segundo hotel de Tafraoute dejamos de oír los molestos coches de la carretera, para ser machacados desde la madrugada por los gallos cercanos.

          A las 9, ya estábamos junto a la parada de taxis compartidos, para recibir la primera y mala noticia del día: había habido un malentendido y no existen vehículos con plazas sueltas. Sí pretendemos llegar a Taroudant de forma directa, debemos pagar el coche entero y eso supone unos 36€ para 150 kilómetros. La única propuesta con otros pasajeros es Tiznit, el tramo contrario de nuestra venida. ¡Gran contratiempo, pero no nos queda otra!

          Abandonamos Tafraoute con mala cara, mientras contemplamos los numerosos campings, que la rodean. Es extraño, que aún costando en su opción más baja de tienda pequeña, lo mismo que un hotel -más, si quieres ducharte - es la forma de alojamiento elegida por mucha gente. Será por la parrillada que vimos ayer tarde en uno de ellos, en la que participaban más de veinte guiris. ¿Habría cerdo?

          Tenemos la sensación, de que Tafraoute ha cambiado bastante en estos tres lustros transcurridos desde nuestra anterior visita. Como otras zonas del sur de Marruecos, está mucho más limpia y cuidada, aunque todavía le queda para ser un lugar sostenible.

          Especialmente, ha evolucionado la condición de las mujeres. Todas vestían de negro y muy tapadas y ya solo lo hacen algunas ancianas, que se cubren la cara entera al paso del extranjero. Las de mediana edad, van de colorines y muchas jóvenes con largos cabellos sin pañuelo y pantalones y camisa relativamente ceñidos.¡Algo es algo, aunque todavía queda mucho por andar!

          Por cierto: se me olvidó comentar, que las rocas de colores no están indicadas. Solo hay un cartel, que lleva a la confusión, que asegura, que las pinturas están a siete kilómetros de Aghard Ouad. No sabemos a que se refiere, pero los coloridos pedruscos están mucho antes.

         De camino a Tiznit, nos fuimos convenciendo de no ir a Taroudant, donde ya estuvimos en 2010. El cambio de taxi supone muchas horas de incómodo coche y  15€ a mayores.

          El problema es, que en Tiznit, ya estuvimos el pasado mayo por segunda vez, cuando visitamos también los bonitos pueblos y playas de sus alrededores.

          Aún así, nos hemos dado cuenta, de que no conocíamos su Kasbah, ni el complejo de cascada y estanque artificiales, que se ubican enfrente.

          Salvo en los hoteles Tiznit y Mauritania de Tiznit, no hemos podido encontrar ni un solo lugar, donde vendan alcohol o cerveza en nuestros dos últimos destinos. Nos lo han ratificado los propios lugareños .

Frente a la kasbah de Tiznit


 

Kasbah de Tiznit


 

martes, 26 de noviembre de 2024

Segundo día, en Tafraoute

           La primera tarde en Tafraoute, ocurrieron tres hechos relevantes: uno malo y dos bastante favorables. Por un lado, me resbalé con la arena de un pequeño terraplén. No caí al suelo, porque conseguí sujetarme sobre los nudillos de la mano, pero el esfuerzo muscular fue tal, que acabé con todo el cuerpo dolorido, más, que si hubiera golpeado el suelo. Hoy, me levanté bien, pero en los últimos viajes a Marruecos, van uno o dos incidentes por cada uno: caída en Marrakech; golpe en la cabeza, en Fez; choque en Ouarzazate en la tibia con un somier...

          Las dos alegrías llevaron por marca la eficiencia y el ahorro. Descubrimos -nos costó averiguarlo, porque casi nunca hay nadie en la parada de los taxis compartidos-, que hay un servicio directo desde aquí a Taroudant, que simplifica mucho nuestro viaje en tiempo y dinero. Después, al preguntar, por mera curiosidad, la tarifa del hotel de nuestra anterior visita en 2010, nos llevamos la sorpresa: cuesta una tercera parte, que en el que estamos. Ni lo pensamos.

          Empezó el segundo día en Tafraoute y después del cambio de alojamiento y con una temperatura similar a la de ayer, comenzamos el camino hacia las rocas de colores. Las llamaremos así, porque no solo son azules. Tomamos la carretera 107 y caminamos largo rato sobre la bien cuidada acera contemplando bonitas montañas, como la del finger, el elefante o la gorra de Napoleón. Después, se gira a la derecha, para llegar al pueblo fantasma - no hay nadie por la calle, como en casi todos aquí -, de Agherd Ouad  sin embargo, es bonito, está perfectamente asfaltado y limpísimo 

          Desde la salida del hotel, habíamos activado la bola azul de Google Maps -no hacen falta datos-, como forma más segura de llegar a nuestro destino. En el camino, solo nos cruzamos con dos guiris en moto y otro andando y en el pueblo solo existe una tienda, que si estaba abierta a la ida y a la vuelta.

          En la plaza de Agherd Ouad , se debe tomar una pista hacia la izquierda, que va zigzagueando durante unos cuatro kilómetros, pasando por montañas magníficas, que llevan hasta las rocas de colores. Varias aclaraciones, que no habíamos leído en ningún sitio: no son solo azules, sino de muchos colores, predominando,este y el rosa. No están solo en una ubicación, sino en unas cuantas. Debió haber unas originales, que se fueron replicando con el paso del tiempo en varios lugares.

         Según Google Maps y en total, son 6,7 kilómetros, pero nosotros creemos, que rondan los ocho, aunque con buen calzado -no como yo-, todo es muy sencillo.

          Íbamos con la idea, de que lo de las "rocas azules" iba a ser una turistada, pero no: hemos quedado encantados por el contraste cromático paisajístico y la gloriosa soledad.

     En 2010 no llegamos a ellas y solo hasta la zona del sombrero de Napoleón, debido a que se nos hizo de noche y a los cuarenta grados de temperatura.

¡Colosal Tafraoute!


 


Gorro de Napoleón, en Tafraoute


 

Rocas azules y rosas, en Tafraoute


 

Rocas de colores 🌈, en Tafraoute


 

Rocas del Elefante, en Tafraoute


 

Desierto 🐪🐫, de Tafraoute


 

Montaña ⛰️ coloreada, en Tafraoute


 

Nuestro hotel 🏩, en Tafraoute


 

lunes, 25 de noviembre de 2024

Primer día, en Tafraoute

           Nos despertaron los cánticos de la mezquita, pero no a las cinco de la mañana, como es costumbre, sino a las siete. Pensamos, irónicamente, que se habría quedado dormido el muecín.

          Cuando partimos para Tiznit, aún era de noche. Autobús regular, pero suficiente para seguir dormitando. Al fin y al cabo este recorrido es un clásico para nosotros.

          En diez minutos y tras llenarse rápido, partimos para Tafraoute en taxi compartido. Tres hombres, tres mujeres y el conductor. A la salida contemplamos un severo accidente: un coche destrozado, otros dañados, mujeres por el suelo, dos vehículos parados y un camión de bombonas de butano. No había llegado aún, ni la policía, ni la ambulancia, aunque nos cruzamos con esta última.

          El paisaje está lleno de curvas y de montañas. Es bonito, pero el trazado resulta incómodo y mal mantenido. Antes de llegar, dejamos al lado la carretera de los valles de Ameln y sus palmerales. A la entrada de la ciudad, hay numerosas obras en la vía, sin que nadie esté trabajando en ellas. Al menos, el conductor ha sido mucho más prudente, que el que nos trajo hasta aquí, en 2010.

          Nos alojamos por catorce euros en un hotel con piscina y buena habitación, después de regatear. Desdeñamos el de la vez anterior y por la tarde, nos arrepentimos. Cambiamos dinero a buena tasa.

          Tafraoute, sin mucho interés en el casco urbano, debe ser explorado en ambas direcciones de la carretera y hoy hemos optado -dejando las rocas azules para mañana-, por volver hacia Agadir. Tras centenares de metros de acera, empiezan a salir numerosas pistas a los lados, donde se divisan las montañas con fascinantes colores ocres y caprichosas formaciones. Nosotros elegimos recorrer un par de ellas a la vuelta.

          Seguimos la carretera caminando, en una excursión, que se puede hacer en bicicleta, aunque hay mucha gravilla. El paisaje es de aldeas sin actividad, palmeras, algunas ruinas y las espectaculares cumbres, hasta llegar al fantástico Aday Tafraoute.

          La mañana había empezado ventosa y calurosa. Al llegar a Tafraoute, teníamos trece grados menos que ayer. Y por la tarde, nos comieron las moscas, tan vorazmente, como en nuestro último viaje, a India. Anocheciendo, encontramos una pared, donde alguien había pintado: "visca el Barça". Pero otro hincha lo había tachado para escribir: "hala Madrid" ¡Esto es Marruecos!

Por tercera vez en este año, en Inezgane

           El vuelo de Ryanair, a Agadir, salió y llegó puntual, aunque con poco pasaje, por lo que pudimos sentarnos juntos, aunque caímos rendidos, después de la noche regular en Barajas, donde habíamos pasado algo de frío.

          Al aterrizar, poco después del mediodía, nos sobrecogió la esperada ola de calor: 34 grados, cuando habíamos dejado  Madrid, a 10.

          Se cumplieron de lleno nuestros malos augurios y el bus 37 del aeropuerto -5,5 dirhams- no circula los domingos. La alternativa, el ALSA caro, que cuesta 50 o un taxi. Como otras veces, nos pusimos a andar a ver, que pasaba. Nos separaban 15 kilómetros de Inezgane. La suerte estuvo de nuestra parte y a los diez minutos paró un coche con dos amigos y nos llevaron gratis. ¡Menos mal, porque solo llevábamos medio litro de agua y nada de comida!

          Lo que menos nos gusta de Inezgane es su caótica estación de autobuses y que pululan por la ciudad muchos pedigüeños, algunos  muy agresivos. Lo que más, contar con un hotel barato -aqui y en Agadir son caros -, los platos de pescado y mariscos variados y frescos -a 25 dirhams- y los polos de hielo o leche a un dirham, de una tienda que vende de casi todo.

          Como no teníamos ganas de ir a Agadir -ni en bus ni andando-, le preguntamos a su dueño, donde podíamos comprar cerveza (el alcohol lo traemos de casa y del aeropuerto) y nos indicó el Atacadao, un supermercado, que está camino del Marjan, a unos dos kilómetros.

          El super es grande, aunque parece más un almacén. En él ni rastro de alcohol. Tuvimos que preguntar, para descubrir, que la mercancía etílica se ubica en otro almacén al lado. Lo han disfrazado tanto, para ocultarlo, que más bien parece un búnker militar. Lo que si lo delata todo, son las decenas de marroquíes -todos hombres-, que van corriendo alocadamente para adelantar sus dosis ( no hay guiris).

          Lo peor y como siempre en el sur de Marruecos, el transporte: caro y escaso. Solo un bus directo, a Tafraoute y en un horario malísimo. Otro, a Tiznit, con madrugón  incluido y después taxi compartido de dos horas. También, nos han dicho, que no existe autobús directo entre Tafraoute y Taroudant, proponiéndonos un plan inverosímil, por lo que no sabemos, como nos buscaremos la vida para este tramo. O quizás, lo cambiemos por Sidi Ifni.

          El dinero se nos escapa, porque el dirham está cada vez más fuerte.

Tafraoute (VI)


 

Tafraoute (V)


 

Tafraoute (IV)


 

Tafraoute (III)


 

Tafraoute (II)


 

Tafraoute (I)


 

domingo, 24 de noviembre de 2024

Alemanes, alertas y una ola de calor con violentos vientos

           Aquí estamos: en el tren, en uno de esos viajes recurrentes, entre Valladolid y Madrid, que de forma gratuita, llevamos realizando sin desánimo, durante casi los dos últimos años y medio y que en enero, según ha dicho el ministro de transporte -nuestro anterior alcalde- nos quieren quitar.

          En el trayecto, está habiendo más incidencias de las habituales. Nos cambiamos de asiento, porque no funcionaban los enchufes para cargar los móviles y al pasar Ávila, recibimos la visita de un segurata para desalojarnos de mala manera. Las butacas pertenecían a una pareja de alemanes. Lamentablemente, está gente funciona así, con lo fácil, que habría sido, que nos lo hubieran dicho a nosotros.

          Previamente, el tren había salido con veinticinco minutos de retraso y RENFE nos había freído a alertas al móvil, algunas de ellas, mal redactadas. No lo habían hecho nunca antes. ¿Tendrá algo que ver la catástrofe de Valencia?

          Alertas, concretamente dos, también nos ha remitido la aplicación del tiempo, que hablan de ola de calor y de vientos violentos en nuestros destinos de la próxima semana. ¡Volveremos al verano salvaje y con piedras en los bolsillos!

          Y es, que en esta tarde de sábado, no viajamos a Madrid para recoger -o degustar - muestras gratis de Samplia, para ver interesantes exposiciones o para contemplar el montaje de las luces de Navidad. Nos dirigimos a Barajas para tomar un vuelo mañana temprano e iniciar el decimocuarto viaje a Marruecos y último en mucho tiempo, dado que tenemos el país trillado 

          En esta ocasión toca el triángulo formado por Agadir, Taroudant y Tafraoute. Hemos estado en los tres sitios, pero en los dos últimos hace mucho y durante poco tiempo debido al axfisiante calor de agosto de 2010.

          Nos apetece mucho este periplo, porque venimos de una situación personal de incertidumbres todavía no resueltas y necesitamos desconectar. ¡Manda narices, buscar Marruecos,como destino relajante!

viernes, 1 de noviembre de 2024

De Taourirt al aeropuerto de Nador

        Tras el temporal y con los pies escupiendo agua y espuma, dos eran los modestos objetivos de la tarde en Taourirt. Aunque lo aparentemente fácil, se fue tornando en casi imposible. Se trataba de buscar un hotel y un wifi imprescindible para poder llevar a cabo la facturación on line del vuelo de vuelta con Ryanair, a Madrid, para la noche siguiente.

          En Booking, solo aparecía un alojamiento, a 40 euros. Y en Google Maps, dos distintos a este. Constatamos, que uno está abandonado. En el otro, no había nadie atendiendo y callejeando, no encontramos ninguno más.

          Finalmente y tras mucho esperar, nos atendió una señora de la limpieza, que solo hablaba árabe. Nos pidió 100 dirhams. Cuando vino el tosco dueño -obsesionado con nuestros pasaportes -, nos exigió 20 más y no le mandamos a la mierda, por no tener alternativa.

          Como otros tantos, en los que nos hemos alojado en Marruecos, este hotel tuvo tiempos mejores y gloriosos. Tiene interminables pasillos y habitaciones y baños grandes (dentro de la propia alcoba). Pero, hace 20 o 30 años, lo dejaron de mantener y todo lo que se ha roto o deteriorado -que es mucho-, lo han dejado de reponer. Por supuesto, tampoco se han gastado un solo dirham en montar una red wifi.

          Nos planteamos -porque la estación de tren de aquí, no dispone de él-, sentarnos a tomar algo en uno de los numerosos cafés, que si lo tienen, pero como siempre tenemos suerte, encontramos una potente red gratuita y libre a la puerta del hotel.

          Taourirt puede llevar a confusión, porque su nombre coincide con el de la bella Kasbah de Ouarzazate. La realidad es, que no tiene nada de interés. Bueno, sí: un supermercado de tamaño medio y sin precios, llamado Mercadona. En la plaza principal montan puestos de comida al atardecer, destacando uno de olorosas y asquerosas cabezas cocidas de oveja.

          A la mañana siguiente y a la hora señalada, tren a Zeluan, mucho más tranquilo, que el de ayer. Una hora de trayecto y otra caminando, desde la estación, al centro. Desde allí y por cuatro dirhams, el bus urbano 22 y 22b, te llevan a Alaaourin, desde donde ir andando al aeropuerto (15 minutos desde la rotonda). El 21 y el 26, te transportan a Nador, por lo que desmentimos, que no haya transporte público entre este lugar y la terminal aérea. 

          El aeropuerto es pequeño y desde sus cristaleras vimos caer otra densa tromba de agua.

El reencuentro con el tren

           Salvo algún tramo corto -entre Tánger y Asilah-,  no tomábamos un tren en Marruecos, desde nuestro primer viaje al país, en 2005. La estación de Taza tiene un potente wifi libre y suele tener colas en las ventanillas, casi durante todas las horas del día.  Agradecimos dejar este lugar, dado que la tarde anterior, habíamos mantenido una fortísima y desagradable discusión con un par de mendigos toca huevos.

          El convoy, con final en Nador, iba abarrotado y no tardamos nada en entrar de lleno en la primera pelea. Los asientos, en compartimentos de ocho, son numerados y los nuestros estaban ocupados. Fue sencillo levantar al niño, que ocupaba el mío. Pero la vieja y gorda, vestida de negro hasta las orejas, cargada de enormes maletas, que ocupaba el de mi pareja se negaba en redondo, a gritos y con aspavientos, a abandonar la estrecha butaca. Tuvimos, que emplearnos a fondo para echarla de allí y verla alejarse con todos sus bultos y echando pestes en árabe.

          El tren salió y llegó puntual. En el colorido compartimento, íbamos siete adultos -seis mujeres y yo- y siete niños. Una madre con su hija adolescente. Otra con dos churumbeles y una tercera -en edad de poder tener más - con cuatro críos y seis maletas, viajando sola. Para que os hagáis una idea de las condiciones de vida de la mujer en el tercer mundo.

          En Taourirt estaba lloviendo a cántaros. Constatamos, que solo hay dos trenes , al día, a Nador. Pero nosotros no queríamos llegar hasta allí, porque el aeropuerto está 30 kilómetros antes y la ciudad ya la conocemos.

          Como el tren, que nos venía menos  mal parte a las 06:41 y no queríamos madrugar, nos empapamos haciendo a pie los cinco kilómetros, que hay hasta la terminal de autobuses y taxis compartidos. Ambas no están en muy buenas condiciones, permaneciendo semi abandonadas y hoy, plagadas de goteras. Las alternativas, que nos ofrecieron no fueron mejores y resultaban más caras.

          Al fin y retornando al centro dejó de llover. La ciudad estaba vacía y absolutamente anegada.

Taza

           Durante la noche de nuestro segundo alojamiento de Fez cayó la mundial, lo que supuso un cambio en el tiempo, en el inicio de la segunda mitad del viaje. La temperatura descendió unos diez grados hasta marcar los veinte, aumentaron los vientos fuertes y llegaron las lluvias abundantes, en vísperas de la gota fría valenciana.

          Ya notamos esa nueva situación, cuando partimos, camino de Taza (dos horas). En el norte, los autobuses son más baratos, que en el sur de Marruecos, aunque el estado de mantenimiento y confort de los vehículos es tan diverso, como allí. A partir de este lugar, empezaría a tomar protagonismo el tren, algo, que agradecimos, aunque también aumentó más el componente colorido y aventurero de este decimotercer periplo por el país alauita.

          En Taza, ya habíamos estado en febrero de 2012, al inicio de nuestro quinto viaje largo, rumbo a Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal y Mali.

          La estación de trenes -la de buses no sabemos dónde está, porque no nos dejaron en ella-, está a casi una hora caminando de la elevada, no muy grande y coqueta medina. A unos veinticinco minutos andando y cerca de una tienda de licores, cerveza y vino, encontramos el único hotel barato de la zona nueva (sigue existiendo el de la vieja, donde nos alojamos y morimos de frío la vez anterior).

          La habitación fue aceptable, aunque el baño compartido no dispone de agua caliente, por lo que no hubo ducha. Los pasillos están bastante abiertos, por lo que se generan virulentas corrientes, que te empujan, como si fueras en una alfombra voladora. Fue aquí, donde asistimos al descalabro del Madrid con el Barça.

          Para llegar a la medina hay, que subir doscientas setenta y tres escaleras. Tiene una plaza rectangular y arqueada, bastantes calles estrechas de tonos azulados y verdosos  y con arcos, un elegante zoco cubierto y numerosos puestos de mercado, donde predominan las frutas y verduras, los encurtidos y aceitunas y el pan.

          Al día siguiente y por primera vez en el viaje, no teníamos que madrugar, dado que el tren, a Taourirt, no partía hasta después del mediodía. Hoy habíamos hecho 117 kilómetros. Mañana, 123. Y el lunes, camino del aeropuerto de Nador, donde finalizaremos el periplo, otros 100, que suman los 340 totales desde Fez.

Sefrou e Ifrane

           Nuestros planes pasaban por llegar hasta Sefrou en el autobús de las once de la mañana, dado que era jueves y ese día de la semana se celebra un mercado bereber. La cosa se complicó bastante, porque el vehículo estaba lleno y tuvimos, que recorrer unos cinco kilómetros hasta la medina nueva, para dar con la parada a ese destino de los taxis compartidos. Salimos de inmediato, en un coche nuevo. Por el camino -de 29 kilómetros - numerosas obras. Tercer día en Marruecos y los tres de notable calor, aunque no asfixiante.

          La estación de autobuses y de taxis compartidos de Sefrou está junto a la medina amurallada, a la que se accede por dos puertas (norte y sur).  La zona intramuros está dividida por un río, sobre el que cruzan cuatro puentes. A un lado, hay tenderetes y puestos de fruta y verduras y al otro, la medina en si, con sus calles llenas de casas y tiendas, muchas veces protegidas por enormes portalones  de color azulado verdoso. Resulta muy bonita y animada, en algunas de sus partes y casi derruida, en otras. No destaca por su limpieza, desde luego.

          Al parecer, todo lo que les sobra -menos mal, que en Marruecos no es mucho-, lo tiran directamente al río. Así, se puede ver una maleta, un casco de motorista, el asiento delantero de un coche, ropa y calzado viejos... Y es una pena, porque este entorno, bien cuidado y conservado, sería bastante agradable para la vista y el paseo, ya que el zigzagueante y estrecho afluente, tiene pequeñas cascadas y rápidos. 

          En relación con esto, nos ocurrió una curiosa anécdota. Después de comer, hemos comprado un melón y estamos tranquilamente sentados, comiéndolo al lado del río. Se acerca un niño de poco más de un año y cuando hemos terminado, pretende hacerse con la bolsa de las cáscaras. Se la damos, expectantes por saber, que es lo que quiere hacer con ellas. ¡Por supuesto, tirarla al río!.

          Antes de retornar a Fez, comimos en una terraza de un bar de la plaza de la medina, medio pollo, con sus verduras y patatas fritas, por 20 dirhams. La verdad es, que en los restaurantes marroquíes, son tremendamente generosos y siempre ponen raciones enormes. Nunca te quedas con hambre y a veces, con un solo plato, almuerzas. De postre, nos metemos para el cuerpo, el referido melón.

          En la parte sur de la medina, está el llamado mellah o barrio judío. Aún se conservan un par de sinagogas 

          Preguntando y preguntando, conseguimos llegar hasta el bellísimo salto de agua, que se recomienda en la guía Azul, que hemos traído, de Marruecos. Volvemos a Fez.

          En Fez, ya de vuelta, reservamos una habitación en el corazón de la medina, más cercana a la puerta azul y verde. La realidad era, que ya no aguantábamos más en el Riad Dar Diwan, pero tampoco ellos tenían disponibilidad de habitaciones para esa noche. Aquí, casi no había clientes y los dueños del alojamiento son más normales.

          Para llegar a Ifrane, también es posible hacerlo en autobús. Son 63 kilómetros y una hora y media de trayecto.

          Ifrane, es uno de los lugares más frescos de Marruecos (se le llama la Suiza marroquí). Para nosotros, se convirtió en un auténtico oasis, después de la climatología, que hemos padecido, durante los últimos días. Incluso en verano, la temperatura es muy agradable y hace, algunos grados menos, que en Fez, Sefrou y Azrou.

          Ifrane -a 1700 metros de altitud-, además, tiene un trazado rectilíneo y está, extraordinariamente limpio. Dos características, no muy habituales en Marruecos.

          En las casas predominan los tejados a dos aguas, de tipo alpino. No hay bullicio en la calle, ni zocos, ni algo que nos dé pistas de que estamos en el reino alauita. Lo que resulta más agradable aquí, es pasear por los parques y lagos. En uno de ellos, se encuentra la Cabeza de León, que es el símbolo de la ciudad.

          Nos acercamos al mayor atractivo de la zona, a unos tres kilómetros del pueblo, que es, la Cascada de la Virgen. Hay otras más alejadas, pero a esas, ya no llegamos. 

          Tomamos el bus para Fez, con la misma compañía, con la que llegamos. Los bosques de cedros y el frescor, van desapareciendo del paisaje y dejan en su lugar, tierras secas y plagadas de olivos.