Esta y la de abajo son, de Tokio (Japón)
Aeroflot, Aeroflot o Aeroflot. Como si
fueran lentejas, que sino las quieres, las dejas, fue la única
opción, que nos aparecía como accesible, desde hace meses, para
volar a Bangkok, Delhi o Tokio, que finalmente ha sido nuestro primer
destino.
No suelo dedicar post a compañías
aéreas, en concreto, pero dado que se ha tratado de un viaje tan
lejano, quisiera daros algunas pistas, para que lo podáis valorar.
Según mis investigaciones previas, a casi todos los destinos
asiáticos, las escalas son o muy ajustadas -una hora- o larguísimas
-14, como en nuestro caso-. Como siempre nos han dado tanto respeto
los rusos -su fama les precede-, optamos por el lado conservador,
dadas además, las no muy buenas críticas de las que siempre ha
gozado la compañía.
Partiendo desde la T1, de Barajas,
debíamos llegar a la terminal D, de Moscú, pero sabíamos de
antemano, que para enlazar con el siguiente vuelo se debe pasar un
control de policía- estricto, aunque rápido, al menos, en la
madrugada- y otro de equipajes, menos meticuloso. Si la cosa va bien,
te puedes poner en el siguiente avión en 30 minutos (al menos, en su
cola de embarque).
Si se parte o se llega de la terminal
señalada o de otras, como la E o la F, la buena noticia es, que
están conectadas, peatonalmente por el interior, por lo que todo
resulta muy sencillo. Para nuestra sorpresa, Sheremetyevo es muy
paseable, a pesar de los enormes y cilíndricos cacharros del aire
acondicionado, de estilo soviético.
Todo es muy caro en este lugar, pero
el ambiente resulta relajado, que no es poco pedir. Debes pagar tus
compras en euros y raramente, te admiten dolares o moneda local.
Aunque tu escala sea extremadamente dilatada, Aeroflot no te invita
ni a un vaso de agua -en Rusia la del grifo no es potable, pero en el
aeropuerto, existen bastantes fuentes de fresca agua mineral-, ni a
una maldita bolsa de pipas, así, que llevaros unos tentempiés de
casa. Se pueden encontrar algunas sillas de tres, donde tumbarse y
nadie os levantará, aunque sean las dos de la tarde.
Esta y la de abajo son, del aeropuerto de Sheremetyevo, en Moscú (Rusia)
Y, ¿sobre la compañía?. Pues en la
línea -aunque, a la baja- de las de bandera europeas y muy lejos de
las del Golfo o la de Turquía, las cuales, por otra parte,
últimamente se han subido a la parra, en lo que al precio se refiere
y por eso nos ha tocado entendernos con los rusos.
Peculiaridades varias, que pueden
resultar molestas, en periplos tan dilatadas: no sirven cerveza -al
menos, en nuestros dos vuelos- y el vino te lo dan de una botella
común y en vaso minúsculo, resultando ser peor que el de tetrabrik
de supermercado y todo lo que debería estar frío y más, en pleno
verano -zumos, coca cola, naranjada...- te lo entregan caliente.
Tarda tanto en llegar la comida, que
ya te has terminado la minúscula bebida y no se puede repetir, no
habiendo en las bandejas envases de agua (tampoco la reparten entre
comidas, aunque supongo, que si la suplicas, te la darán). De
alcohol gratuito, aunque su fama etílica les preceda, nada de nada
La comida, algo mediocre y escasa. Yo,
que soy de quejarme poco y de atiborrarme en los aviones y de no
dejar nunca nada, tuve que desistir por resultar incomestibles, los
pankakes de vainilla del desayuno del vuelo largo, a Tokyo. Apestosos
e intratables, acabaron sobre nuestros pantalones y camisetas, en vez
de en el estómago.
En el vuelo Madrid-Moscú, no hubo
pantallas de entretenimiento. En el largo sí, pero sin películas en
español y sin internet, para poder desplumarte vivo con el
inasequible wi-fi de pago
Avión de Aeroflot
¿Volveríamos a repetir? Sí,
teniendo en cuenta, que con Turkish, -la siguiente mejor oferta en
los buscadores- eran 120 euros a mayores, por billete. Y, también,
porque en este caso concreto, el recorrido se antoja bastante recto:
tres horas menos -sin tener en cuenta el tiempo entre escalas -que
por otra parte, fue similar-, que las que invertimos en arribar, a
Seúl, hace año y medio, estando Tokyo mas lejos).
1 comentario:
Buenas noches.
Ayer, terminó nuestro séptimo viaje largo, que será el último de estas características, muy probablemente. Ha sido tan intenso, como los anteriores y, de momento, seguimos teniendo la buena salud y las mismas fuerzas, para haber dormido en aeropuertos, avbiones, la calle, estaciones, trenes, buses..., 25 de las 93 noches (no buscábamos un record, lo prometo).
Como siempre, os animo a este tipo de aventuras, pero nosotros, ya no más. Nos ha salido todo bien, hasta el billete de vuelta, desde Delhi y por 250 euros, reservando con tres días de antelación, aunque es puro azar.
Nuestros viajes, a partir de ahora, serán con destinos muy seleccionados y no más de un mes o cuarenta días, a OCeania -que falló esta vez-, Asia Central o Canadá.
Volver por tercera vea, a India, ha resultado muy gratificante, pero nunca más. Nos falló Dajerling y Sikkim -una vez, que renunciamos al resto de los estados del este-, por problemas logísticos, basados en numerosas cancelaicones de trenes.
Ahora, buscamos una playa en cualquier parte, pero ya y con el invierno español en ciernes, sin mucha ansiedad.
Saludos
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