Durante una mañana en Addis
Abeba, hemos tenido que ahuyentar a mas mendigos -niños y niñas, senñoras,
buscavidas, discapacitados de truculentos padecimientos o alteraciones...,
bien sentados en eel cieno, bien
avalanzandose con escaso convencimiento sobre nosotros, que en los 102 dias de
nuestro anterior viaje por Africa. Es demasiado pronto para saber, si este
pais es una muesca mas en la pobreza del
continente o ello ocurre por otras circunstancias. Ya iremos viendo
Todas las fotos de este post, pertenecen a Addis Abeba
En ello
estábamos pensando, mientras tomabamos unas cervezas Castel en un pintoresco y
agradable bar -como casi todos aqui-, que me recordaba a la rural casa de mi
abuela en los anos seteenta: una television en otra estancia, que no
podiamos ver y que sonaba como una radio
antigua, la pintura desconchada, los cables colgando por fuera y una simple bombilla. Solo nos faltaba
el calor de la lumbre y el cocido hecho a fuego lento y eso, que a cada rato,
pasaban bandejas de un unico plato casero, oculto bajo una tapadera, pero de
exquisito olor.
De repente
y aunque no de forma imprevista, estallo la tormenta mas intensa, que hayamos
visto nunca jamas -y en este continente, ya son muchas-. Dos horas de diluvio
universal, cayendo a la vez el trueno sobre el rayo.
Nuestro
bar, al principio de aparentemente solida y estable firmeza, comenzo a
convertirse en un queso de Gruyere y en un concierto de goteras, que cada vez
mas ritmicamente, caian sobre el suelo y nos hacian ir cambiando de lado a lado
las sillas, para mojarnos lo menos posible. Nunca estuvimos en un lugar seguro,
tan inseguro. A la proxima, se nos viene el techo encima!.
Tras la
tempestad vino la calma y decidimos probar la especialidad de la casa, aunque
aun no sabemos como se llama. No disponemos de una guia del pais, tienen un
alfabeto distinto, hablan poco ingles, aunque sin embargo, alguna de sus
palabras se parecen a las nuestras: sobre una inmensa base similar a un crepe
crudo, colocan un plato de unos 250 gramos de carne, minusculamente troceada,
mezclada con una exquisita salsa muy especiada y picante y con guindillas, cebolla,
pimiento... Se come con las manos,
utilizando la masa a tu conveniencia, para atrapar el guiso. Fue nuestro primer
contacto con la comida del pais, aunque habiamos probado algo parecido en
Kenia.
Volvemos.
Todavia continua lloviendo, aunque mucho menos. Como si fueramos Super Mario
Bross y en un mismo nivel del juego, nos toca esquivar enormes charcos,
socavones, terreno escarpado y resvaladizo, personas con enormes bultos sobre
la cabeza o paraguas desbocados, ninos que te acechan mendigando, burros -muy
tipicos y presentes en todas partes aqui-, microbuses, carritos, gente que se
nos presenta - a ellos mismos y a su familia- como si fueramos sus heroes.
A
diferencia de nuestro viaje anterior, aqui no gritan tanto los destinos de los
micros, ni aporrean los vehiculos, pero si son bastante expeditivos, los
vendedores callejeros, como ocurre en los paises arabes. Como ellos, son mas
pelmas. Nos sorprende, que este pais sea considerado como de los mas cristianos
del mundo y de los de mas rancia tradicion y hayamos vissto mas mezquitas,
devociones y raices musulmanas, que virgenes -hay alguna en puestos y
minibuses-, aglomeraciones en las iglesias, cruces y fervor a Jesucristo -y eso
que este Cristianismo parece arcaico y las mujeres deben entrar en la iglesia,
envueltas hasta los pies, dandose cabezazos contrra la pared o el suelo-. Pero,
esto son solo unas primeras impresiones, que se iran matizando.
Por lo
demas, Adddis Abeba reune las emociones mas enfrentadas, dependiendo de si se
esta en la degradada zona derecha de Mercato o se pasea, por el mas cuidada
area de Piazza. Comparte muchos de los elementos con otras ciudades africanas,
aunque aqui casi no hay fosos ni zanjas y unas pocas calles, si que estan
iluminadas.
Nuestrro viaje arranco pasando un dia
en la cosmopollita Zaragoza. Otro, en la mil veces visitada Roma y descubriendo
un excelente vino blanco de Venecia -variedad Pinot-, en un confortable bar de
Ciampino, a 1,90 euros, el litro.
Pasamos
tres noches seguidas durmiendo entre aeropuertos y aviones, pero hasta ahora a
nosotros, esto nos compensa.
Aqui nos
llaman Farangi a todas horas, pero no es nada malo: significa "extranjero.