Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Un conductor salvaje, nos devuelve a Agra diez años después

           Al final y como no habíamos conseguido reserva en slepeer, optamos por el autobús nocturno, para cubrir las seis horas y media de trayecto, entre Lucknow y Agra. Cuesta cuatro veces más, que la caótica segunda del tren, pero te garantizas un asiento, seguridad y cierta comodidad ( las empresas privadas por el mismo precio ofrecen más confort).

          La llegada a Agra resultó traumática y aún pudo ser mucho peor. Bajaba el último del autobús y el hijo de puta del conductor -condujo medio loco toda la noche-, arrancó, cuando todavía estaba en la escalera. Caí, precipitadamente, de espaldas y tuve habilidad y suerte para no golpearme en la cabeza. Los dolores en el hombro y brazo derecho son leves, aunque molestos.

          La estación de autobuses está en el quinto pino, así, que regateando ferozmente, conseguimos un cacharro, que nos llevase hasta la de trenes de Fort, donde constatamos algo, que ya sabíamos por la app: solo hay un tren directo a Matura, por lo que mañana deberemos ir a la de las afueras. Desde ahí, fuimos andando al Fuerte y al Taj Mahal, por el mismo camino que decenas de veces en el pasado.

          Poco ha cambiado en Agra en una década, salvo los precios del mítico monumento y un menor número de visitantes. Son 1.300 rupias para los guiris -50 para indios- o lo que es lo mismo, el importe de la entrada a la Alhambra de Granada, el equivalente a tres noches - si sumas los dos - de nuestro hotel actual, a 4,500 kilómetros de tren en slepeer, a 50 biryanis de pollo, a 260 samosas o bondas, a 150 botellas de agua de litro... Hemos venido cuatro veces a esta ciudad y seguimos sin entrar al Taj Mahal, sin remordimiento alguno.

          El ochenta por ciento de Agra huele a ciénaga y alcantarilla y el otro veinte a basura. Sin embargo, tiene varias zonas semi peatonales -imposible quitar las motos y las bicis - por donde el paseo resulta agradable, a pesar de la presencia importante de monos - no lo recordábamos - y de los impíos pelmas, que te agobian cada diez segundos, enlazándose unos con otros.

          Los hay de todo tipo, pero los peores son los del transporte, en lo que es un sinsentido, porque todo lo de ver, dormir y comer está al lado y el fuerte desde el pasado marzo, está conectado por el nuevo y flamante metro, que de momento, solo dispone de seis estaciones.

          Resulta imposible discernir, si aquí son más maleducados y pelmas, que en Varanasi, aunque creemos, que junto con Cuzco, en Perú, forman el desagradable podio.

          El restaurante, donde desayunábamos por 25 rupias, ha cambiado de dueño y ahora cobra 150. Estaba lleno, entonces y hoy, no hay nadie. También hemos pagado la cerveza mas cara de todo el país. 

          Ayer, en Lucknow cayó la mundial y refrescó y aquí, ni una sola gota.

          Eso sí, hemos obtenido el mejor cambio, por los euros, de todo el viaje 


El último de Agra


 

Boda 💒 india, en Agra


 

Él Taj Mahal, desde la terraza del hotel


 

Taj Mahal, desde los ghats en el río Yamuna

 


Otra mezquita de Agra


 

Mezquita, en Agra


 

Templo hindú, en Agra y montaje de fotos


 

sábado, 31 de agosto de 2024

Transitando despacio hacia el final del viaje

           En Lucknow, estamos en un hotel de los de circuito de 24 horas. En el sur hay muchísimos, pero por el norte, donde estamos, son escasos. Es una fórmula agradecida para el cliente, que consiste, en que tu check out se produce a la misma hora, a la que  llegaste el dia anterior. Por eso, nos tomamos la vida con tranquilidad, dado que nuestro check -in había sido a las 16:50.

          En un principio, nuestros planes eran claros: pasar el día relajados y coger un bus nocturno, hacia Agra o Matura. Pero al despertarnos vimos, que había cuota Takal para esos destinos para el día siguiente y nos entraron las dudas.

          Nos fuimos - asediados por los monos del pasadizo elevado- a la estación, pero está vez, fracasamos. En cinco minutos, se habían vendido los 97 billetes disponibles y solo quedaban para la jornada siguiente. Y como tardamos en decidirnos, también volaron.

          Nos entró pereza y decidimos, que ya no nos marcharíamos hoy y que renovaríamos la habitación del hotel, pero a poder ser, cambiando a aire acondicionado, porque los ultimos días no ha llovido y estamos sufriendo sensaciones térmicas d hasta 45 grados.

          Como se puede llegar a través del barato metro - tres estaciones - nos acercamos hasta la nueva terminal de autobuses, para recabar información. Buses a Agra, cada media hora -las 24 del día - y cada 60 minutos, con aire, entre las 6 y las 21.

          Justo al lado y sin cruzar, nos topamos con un moderno centro comercial, elegante, pero sin casi clientes y estuvimos paseando más de hora y media, bajo su refrigeración. Tiendas muy sugerentes, supermercado tradicional y los garitos de comida con precios, que multiplican por diez, los de la calle.

          Regresamos. Estamos cansados de la poca luz, que hay de día en las estaciones de transporte público -sobre todo, en las de trenes- y los días, en los que ataca el monzón y su nublado,son aún peores. También, odiamos el constante exceso de escaleras.

          Nos quedamos en la misma habitación, donde pagamos ochocientas rupias, porque por la del aire acondicionado nos pidieron mil ochocientas. En India lo que sería una necesidad, resulta ser un lujo. El A3 del tren es un simple slepeer con aire sin nada más, pero por el que te cobran tres veces más. Por el bus a Agra nos han pedido un 50% a mayores.

          Vamos transitando despacio hacia el final del viaje, ya con escasos objetivos, más allá de Vrindavan o de volver a Estambul después de muchísimo tiempo. Sin billetes de regreso confirmados, ahora mismo el plan es el siguiente. Delhi -Estambul (Índigo, 179€). Bus a Sofía, unos 20 euros. Sofía - Bolonia, Bolonia -Santander (30€ en total)

viernes, 30 de agosto de 2024

De vuelta a Lucknow , derretidos por el calor

           En el alojamiento de Varanasi no nos dieron la misma habitación, que el día anterior, porque estaba ocupada. A la nueva no llegaba el wifi y como teníamos pendientes varias búsquedas -entre ellas, los vuelos de vuelta, para mediados de septiembre - salimos a la zona común con unas cervezas de la mano. Al poco tiempo, vino un áspero empleado, que nos dijo, que no se podía beber alcohol en el hotel. No nos dió tiempo a replegarnos, porque poco  después llegó el dueño, nos pidió disculpas y nos explicó, que ese veto era solo para los nacionales y no para extranjeros, así, que seguimos dándole. ¡Por una vez, teníamos ventaja en algo!.

          La verdad es, que los indios se vuelven muy brutos -más todavía -, cuando ingieren alcohol. Pero, no es solo su culpa, sino del sistema. Ya hemos hablado varias veces de esto, pero volveremos al tema en un próximo artículo.

          Sobre la rata huida, no volvimos a saber nada, después de taponar todos los agujeros visibles del baño y bajar la tapadera de la taza.

          En nuestras dos últimas horas en New Japailguri, habíamos tenido un par de buenos momentos. Por un lado, habíamos reservado plazas en slepeer, entre Varanasi y Lucknow, para seguir volviendo. Por otro, el partido de los seguidores de Ghandi, había celebrado esa tarde una manifestación en la ciudad, en la que regalaban  una bolsa a los participantes. Como les sobraron, nos entregaron dos: un huevo duro, un plátano, un bollo dulce y una botella de agua, por barba para completar la cena.

          El tren para Lucknow salía a las ocho y veinte, pero como debíamos  cambiar de estación y coger un cacharro, nos levantamos a las 6:30 con las legañas puestas. Como el vehículo venía lleno atrás, nos sentamos con el culito prieto, a ambos lados del conductor. Menos mal, que estamos delgados.

          Salimos en hora y llegamos al destino solo cinco minutos tarde, pero el viaje resultó muy pesado, con muchas paradas y un insoportable calor derritiente. Nunca habíamos pasado tanto. Ni siquiera, en aquellos trenes de asientos de escay, que se dirigían a la frontera francesa, en nuestros interrailes de hace 35 años. Bueno. En el primer viaje, a India, también casi morimos asfixiados, en el trayecto entre Jodpur y Jaisalmeer, tragando, como imbéciles la arena del desierto, mientras no dejábamos de cruzarnos con convoyes militares.

           En Lucknow, volvimos al hotel de la otra vez y no hicimos más, que comprar la cena y el alcohol.

          Vista la experiencia , queremos no volver a viajar de día en los trenes. Además, para Agra -nuestro próximo destino- no hay plazas para los próximos días. Tocará ir a la estación de autobuses de las afueras, desde donde salen los servicios de más larga distancia.

          Después, nos quedará Vrindavan y camino de Delhi, para iniciar una vuelta, que se prevé larga. En principio: Delhi - Estambul - Viena - Santander.